domingo, 7 de abril de 2024
Mosquitoes
Aprendí a dormir como caballo o bovino,
o perro, puro animalito de costa.
Los mosquitos rondaban mi oreja con su ronroneo gatuno,
y en ocasiones, ya dormido,
con mi mano haciendo las veces de cola,
los tumbaba, y seguía durmiendo,
hasta el rato que volvía con una necedad en celo,
y entonces
pasaba que por suerte lo atrapaba
y lo aplastaba a la cama,
y dormíamos por fin humanamente.
Sin nombre era ella.
Pero seguiré mi viaje por la noche
contra viento y marea
por cuatro caminos y los encuentros
y recordaré La Máquina
y a ella volando como golondrina
porque no se su nombre todavía
solo he visto su mirada cristalina
autentica majestad.
Me da justo rufinos barrios
billetes morados con un desapego
desinteresado y proverbial.
Es bonita.
La veo pasar volando en su moto
Va y sonríe.
¿Quién será? Una mariposa, una ninfa,
un hada, una ángel.
Me gustaría regalarle por lo menos
algo que lleve siempre con ella
alguien con un mundo
o un llavero de estrella de mar.
Este poema
Pero yo seguiré mi viaje por el día
ya recordaré de noche La Máquina
Y a ella volando como una golondrina.
Oliveros/La máquina Suchitepequez.
martes, 3 de octubre de 2023
La autoridad de la barbarie
Me ha parado la policía: ¿Documento de identificación? No lo traigo, respondo. (Los dos oficiales muy serios), uno de ellos alza un cuaderno y me pide mis datos. ¿Nombre? Respondo: Mario. ¿Apellidos? Contesto: Vargas Llosa.
El oficial cierra el cuaderno, y se despide con una mirada inteligente, de terrible advertencia y oscuros presagios. Le digo a mi mejor amigo, matándome de la risa: ¡hermano, si el Nobel supiera que lo ficharon frente al mercado Colón!
(Y así con otros colegas guatemaltecos, o españoles, hasta Cervantes)
Que se hace cuando se termina un libro
Mario Vargas Llosa estuvo viviendo en Londres, luego de haber vivido en Paris un periodo largo. Estaba enamorado de esa vida romántica, intensa, esa vida liberal que solo puede llamársele boheme, aunque Vargas Llosa siempre dijo que no congenió nunca con ella. Sin embargo, después de salir de Lima, luego de publicar Los cachorros, logró lo que tanto había deseado: quedarse en Paris. En esa época estaban también varios escritores viviendo en aquel centro de cultura cosmopolita: Gabriel García Márquez, Julio Cortázar, Nelida Piñon, Cesar Aira y alguno que otro músico o pintor jugándose la vida bajo la torre Eiffel.
En realidad cuando vivió en Londres tenía tirada una novela que no sé si ya se llamaba la Casa Verde. La gran Carmen Balcels, le mando una carta a Llosa en la que le preguntaba que cuanto ganaba de traductor. El le respondió luego y ella le pidió que siguiera escribiendo La casa verde, y que le iba a dar mensualmente quinientas libras. Así fue como se logró esa novela. Las travesuras de Lily, la comandante Arlette, Madame Arnoux y los demás nombres que está mujer singular fue adoptando, cuentan una historia autobiográfica que contienen otra historia dentro de la historia. Ahí va mi recomendación de una novela singular: la historia de Otilita, esa pobre niña súper talentosa que se inventó lo que fuera para salir de Perú y llegar a Paris, seguir para Cuba, regresar a Paris, luego viajar a Londres, luego Tokio y así sin más, dejando al pobre Ricardito con la baba en la mano, cada vez mas enamorado y destruido. Pero todo para contar un amor terrible que en la última página se resuelve en memoria feliz de una vida común y, a la vez, singular.
Y por último. Este libro estaba en el lobby de Santillana. Una tarde, luego de perder mi libro de Lord Byron en manos de una desconocida que creyó que conocía muy bien. No tuve más que prestar ese libro que pasó semanas ahí para los visitantes, que inmediatamente lo dejaban de nuevo en la mesa, quizá sorprendidos de improviso por sus escenas explicitas de un amor desaforado que no le restaba nada a los detalles. Ese libro prodigioso me lo recomendó… una bella terrorista.
Lester Oliveros.
UN HOTEL DE 150 AÑOS
Después de 150 años, en pleno siglo XXI, El Gran Hotel se levanta en la 9na. Calle y 8va. Avenida esquina. Sigue siendo ese elegante inmueble que imaginara de una forma tan vivida el propietario alemán don Enrique Richtter. Aun en está época que hace culto a lo breve y desechable, muchos visitantes se admiran de que por dentro aún se conserven en buen estado los frescos del artista Roberto Ossaye. Murales de 1881, fotografías que se han rescatado afanosamente de periódicos antiguos, textos, monedas, rostros que marcaron una época gloriosa que aun es recordada por abuelos con los ojos brillantes de magia y romance, el mismo gusto de haber participado en esas expediciones por el interior de Guatemala y regresar en tren y luego subirse a un carruaje de caballos lustrosos, todo un cuadro impresionista que Camile Pizarro habría pintado con sus brillos más precisos.
El Hotel San Carlos, El Gran Hotel, fue un punto de glamour y reunión de lo más selecto, no solo de Guatemala sino de varios lugares del mundo. Cantinflas hizo presencia imborrable. Otros huéspedes como María Félix, Pedro Infante, Libertad Lamarque, o el trío los Panchos. De la sociedad guatemalteca el celebre Carlos Mérida era asiduo junto a actores de teatro, músicos y arquitectos con un gusto refinado. Las fiestas eran de gala y toda la fortuna del instante se dispersaba a manos llenas, era una sociedad, en aquel entonces asimilando lo mejor de Europa. El mismo Gran Hotel conservaba matices franceses y por dentro una arquitectura sobria y de buen gusto.
Del lado del café, está el ingreso al salón Oro, donde han estado grupos nacionales y extranjeros. El segundo nivel, bautizado como la Suite, es un área que se solicita para recepciones y eventos culturales. Desde la Suite se puede apreciar muy bien el salón Oro en sus noches de conciertos o presentaciones.
El Gran Hotel es un lugar místico, exótico, histórico, tanto adjetivo no puede aún captar todo el contenido. Dicen que espantan, que se mueven las botellas, que chocan las copas, toda la Historia se subleva de repente, y no se asuste si una sombra lúdica le sirve un cóctel
miércoles, 6 de septiembre de 2023
Todos mis amigos. Soda Estéreo (Último Concierto 1997)
Con el lodo hasta las rodillas regresamos un día, era 14 de septiembre supongo, y Héroes del Silencio dio su primer concierto en Guatemala; imagino yo, ignorando que la plaza de toros acá, sería un pantano a las once de la noche. Mis amigos entonces eran los de la cuadra de la zona cinco. Nunca hubiera imaginado a Miguel, un cuate bastante voluminoso, saltar de pared a pared, para entrar gratis al concierto más alucinado de nuestra escasa memoria. Adentro todos éramos polizontes de una generación acabada, y cuando Bohemia Suburbana llevaba dos canciones, Enrique Bumbury se voltea a ver a Juan Valdivia con un poco de nervios al oír los aplausos:
- Tocan bien, no – cuentan que dijo.
De 1996, vamos adelante a 1998, y llevé a mi hermanita Claudia al concierto que Ricardo Arjona casi estaba regalando por 10 quetzales la entrada, para ayudar a los damnificados del huracán Mitch. Allí en el Hipódromo del Sur que era un campo ecuestre donde practicaban equitación los ricos del país, hubo ochenta mil personas reunidas, y al final, llevé a mi hermana a mí escondite favorito: La Caseta, un local en el sótano del edificio Géminis 10, están allí el Guicho Morales y la Brab Sando, por aquel entonces eran uña y mugre-coca, ya que nos gustaban la líneas, Kris Ortega, Paola, Josué y Álvaro (unos amigos nicaragüenses), Shuwert y Verónica que eran tan novios en ese entonces, ahora ella vive en Dinamarca y cuando regresa solo nos trae whisky caro. Pedro Pablo, Jennifer y Willy, el Sony Mendez, Paola Cruz Pellecer y Alejandra, me faltan muchos privilegiados.
Éramos varios, y oíamos Soda Estéreo, y nunca nos imaginamos que Gustavo Cerati se iba ir de esa forma tan extraña. Cantábamos a todo pulmón, tomábamos cervezas frías en un tour delirante de las 12:00pm a la 1:00 am. Paulo, un amigo que había estudiado en el Julio Verne, se peleó con un policía, lo engrilletaron, y luego salió corriendo escapando, más adelante, en un descuido de los policías que comparaban algo en una tienda. Darío Quiroz, se fue con el Mario a la zona 4 y se subieron a la Torre del Reformador hasta donde está la luz roja que divisan los aviones que regresan al aeropuerto. Yo amaba a una brasileña, que me dijo que su mamá era la embajadora de Brasil en Guatemala, no lo sé Rick, me gustaba hasta que me contaron que me engañaba. Ese primer desengaño me llevó a jugar con todas, no sé si todavía me persigue el trauma.
La Caseta se cambió de lugar. El local ahora estaba a un costado de La Casa Comal, frente a donde se filmó La Casa de Enfrente, y seguíamos muy bohemios, la amistad era una moneda de cambio. Todos tomábamos gratis en ciertas horas ya al límite de la madrugada, pero todavía no concia yo los after-parties, hasta que llegué a un experimento de Emilio Méndez: Cuatro Grados Norte, y ya todo está escrito en clave por Pablo Bromo en su libro Arbitraria Muchedumbre y la ciudad descrita por Javier Payeras en Ruido de Fondo, y acá les digo una frase que le oí a la dueña de La Caseta:
- Qué pena tan grande tendrán estos patojos que toman como si no hubiera un mañana.
4 de septiembre de 2014 se fue Cerati, gran amigo sonoro, pero seguimos cantando por todos lados, algunos siguen hasta hoy... Gracias totales.
jueves, 27 de julio de 2023
Parque de Xela
Hay una esfinge.
El cielo es un aro sobre el parque
y nada detiene la M de MacDonald´s
La cierta mujer de harapos
pide cierta medida de agua
y le dan monedas que no se rompen con el hielo
de esa madrugada que
hace cayar a los pajaros
esto y que estoy
dormido con mi silencio secreto
pero la estrella diminuta
se hincha conforme
los de la NASA
creen poder llegar al sol.
Mataron a una mujer alcoholica
la llamaban Carolina y fue tan ética
que no robo como los vulgares políticos
y fue llorada por una loca
que pedía un Predilecto
y una llama
para quemar la noche.
Gente Se ría
Hay en los estratos del carácter, gente prudente, firme, que vive la vida con una seriedad absoluta. El espíritu de ellos no concibe la broma fácil, el chiste tonto, la insolencia, la risa sin gracia de los simples mortales que ven la vida como un juguete. Vengo yo de frívolo, de bromista de todo a escribir al fin sobre ellos, ya que de allí provengo. De esa raza de gente que no puede en muchos casos expresar sus sentimientos más intensos.
Talvez ahora lo recuerdo mejor todo. De niño yo era un adulto sin gracia, era callado, y me vestían de traje y corbata todos los domingos. Me entretenía leyendo todo el tiempo, para escapar un poco de mi entorno. Mi madre recuerda que, para la navidad de 1985, llamó a un fotógrafo, y con nuestra ropa de estreno, subidos en la cama, en fila, nos tomaron una foto. Mis dos hermanas, y mi hermano menor, sonreían, muy consecuentes con la ocasión navideña, como todo niño alegre, más yo estaba en otro lado, siempre con mi seriedad de adulto precoz, viendo a la nada. Me recuerda mi madre que me ordeno reírme, pero yo, como Merlina, la hija de los Adams, esboce una mueca torcida de alegría falsa.
Hay gente seria hoy en día, que merecen todo mi respeto. Personas que van al trabajo, y luego a su casa con la familia, y los adoran en casa sus hijos, y los vecinos los toman en cuenta, los saludan con reverencia habitual. Son responsables del destino macroscópico de sus hijos, su alma se desvanece en ellos, y se envuelve en llamas gozando del silencio, en reuniones de chiquillos y jóvenes que, con la simpleza de la calle, la comedia diaria, ríen a escondidas sin afectar la perpetua formalidad, que no deja a los alegres rostros alejarse más allá hasta la insolencia.
Frederic Nietzche, en Así Hablaba Saratustra, invita a reír. Y encuentro que la frase completa reza: “Esta corona del que ríe, esta corona de rosas: ¡A vosotros, hermanos míos, os arrojo esta corona! Yo he santificado el reír; vosotros hombres superiores, aprended... ¡a reír!”.
Así que termino, arrojando también esta consideración en este periodo de elecciones malintencionadas, que viendo a tanta gente seria y preocupada, encuentro menos comprometidos a los actores de estas contiendas, y menos a los magistrados, ni fiscales, ni a la directora misma del Ministerio Publico que está comprometiendo la democracia, y alterando el curso de esta patria mía que merece por lo menos respirar tranquila por unos cuatro años.
Factorizar la danza de millones
Preguntan por allí qué por quién voy a votar. Pues respondo que no voy a votar por dos razones. Porque Bernardo Arevalo parece ovejita porque la mayoría hasta este mes oyó su nombre (no lo conocemos pues); y la estirada Sandra Torres tiene más mala fama que yo. Y don Bernardo, mil disculpas a los que le mandan esperanzas, en menos de un año nos va da la sorpresa, ya que en este país gobiernan los viejos banqueros empresarios y demás y la mafia de las maras y matones de cuello blanco. Y el Señor Presidente es un títere. Y entre esos dos hay un linea insondable, pues a menudo los empresarios son delincuentes y los delincuentes son empresarios.
jueves, 1 de junio de 2023
LA MEMORIA DE LAS FLORES: ÁNGEL SOLANO
La memoria de las flores: Ángel Solano
Siempre que uno ignore por lo menos un poco el cliché de entrar a una galería, que uno inocente y sincero entre a cada una de esas ventanas sangrantes, llamadas por Ángel Solano: La memoria de las flores, podrá ver sin mayores prejuicios un trazo con gruesas pinceladas, inmerso el delirio existencia de atrevidos movimientos de un ritmo sísmico. Hay un grunge en cada ventana a otro mundo donde suena el alternativo percusiamente de una forma genuina de acercarse a esa pulpa de la rosa, al corazón convulsionando de nosotros los retratados en esa ciudad caótica que nos convierte en tres trazos y un número.
Llegamos con retraso. La sala en Casa Noj estaba visiblemente poblada. Todos los cuadros guardaban silencio hasta que algo sucedió, no sucede siempre, mis preferidos cuadros son los de Velázquez y Goya, desdeño a Demien Hirst, pero recordé un dibujo muy singular de mi sobrino José Pablo, que me envió desde la capital, para ser exactos desde la salita del departamento de mi hermana, y crujió la puerta, se abrió ¿o abrí?, la ventana. Entonces oímos las voces trenzadas de la ciudad gris clara, el dulce bombo verde y amarillo, la estridencia rosa de la batería, los dorsos color carne, el azul sucio de la nube que ya nos dice un adiós, y se tropieza con un ocre manchado de pardo muro. En fin, el cuadro se hizo para adelante y pude entrar a gozar de la fauna y flora de la memoria de las flores apremiantes y ruinosas del artista. No existe el tiempo, solo los relojes, hay más vida que tiempo.
Lester Oliveros.
miércoles, 8 de marzo de 2023
Mi hermana Silvia
Nosotros somos los cuatro hijos de doña Carlota Ramírez. Ella sola luchando, no contra el Mundo, sino contra su propia familia, hermanos y una madre que con solo verla le recordaba la culpa de no haberse casado. Ella sola sin importarle la política internacional, ni la cultura universal, porque no le quedó tiempo para un libro.
Eran los años 70s. Ella en lugar de estar gozando de los Beatles, Eagle o Chicago, ya empezaba a tronarse los dedos a diario. Antes de eso, ya había jugado ser mamá, cuidando a los hijos de una hermana, y al último vástago de su madre. Esto me lo contó ella, con ese coraje que lleva como una armadura, y es ella la que les agradece a todos, las ofensas, duros golpes y lecciones de su señora madre, que la hicieron fuerte (dice). Los cuatro oíamos estas historias, ya no recuerdo en que momento; mi madre suele ser nostálgica pero no al extremo, supongo que las contaba para un cumpleaños.
Mis hermanas, una de ellas difunta a sus veintitrés. La otra, licenciada en enfermería, oyeron estas historias sin darles tanta importancia, creo que se evitaron la herida. Salieron adelante y lograron superarse, una directo a la gloria, la otra en el Ministerio de Salud, donde dirige al personal bajo su cargo.
Mamá, mi hermano menor, y por supuesto el Doctor Carlos Sun, nuestro tío, vivimos su graduación en el CUM y oímos estas estrofas:
Vita nostra brevis est, breve finietur.
Venit mors velociter,
rapit nos atrociter,
nemini parcetur.
Fue la segunda en la familia en tener una licenciatura y lo logró, ya con dos de mis sobrinos, un esposo que padece de afonía, (pero yo estoy seguro que es reservado), y esas eternas horas de trabajo en un Centro de Salud.
La última vez que la llamé fue para celebrar la navidad junto a sus hijos, mi hermano y mi madre, que ahora, luego de ver crecer y cuidar a mis sobrinos, espera que llegué la hora de respirar con libertad.
domingo, 4 de diciembre de 2022
El deporte más hermoso del mundo
Del deporte no estoy ni cerca, pero por acá no me he perdido ni un partido. Hace cuatro años estaba en Panajachel y mirábamos el mundial en cualquier cevichería a la orilla de la calle Santader.
Hoy la pandemia a caldeado a la afición simulada y delirante que gritaba gol de Australia sin saber en que continente del mundo quedaba aquello.
Yo por mi lado sigo teniendo fe en Croacia porque hace cuatro años, aunque le voy a Francia por intereses literarios, hubiera querido que un país desconocido ganara definitivamente para abrirle paso a una nueva teoría, la que ahora se da: los africanos van muy cerca de sepultar a todos esos favoritos y aburridos equipitos que ya llevan muchas copas; y por supuesto Japón que nos dejó asombrados de su empuje y ambición fuera de serie.
Por acá lo veo desde una farmacia o en una ferretería. De pie los 90 minutos y fracciones. No hay cantinas en Alta Verapaz, mucho menos sport-bar. Extraño el lago un poco, pero más que todo porque allá si habían croatas que se comunicaban con señas, pero al menos se les veía sufrir hasta el final.
Acontecimiento prodigioso en Xela.
La vaca pastaba tranquilamente amarrada a un árbolito, de tanto en tanto nos miraba como nos tirábamos dando vueltas-de-gato en esas hondonadas de una grama fina. Llamamos a todos, pedimos a gritos un vaso de leche pero no había nadie encargado. Así que se me ocurrió ordeñarla.
Al principio la vaca intentó cornearme. Buscaba a alguien conocido con sus grandes ojos negros como tumbas. Hasta que cedió, cuando entendí que solo tenía que rozar sus ubres con las yemas de los dedos, para que nos permitiera exprimirlas sin que se alterara. Acariciarlas con cariño y así logramos un vaso de leche tibia que nos sirvió de mezclador. La Quetzalteca es necesaria a esas alturas y nos tomamos los suficientes para que ella se subiera a un bus en busca del hospedaje y yo me quedara caminando con rumbo a Salcajá.
Según mis cálculos alcohólicos iba a llegar caminando, pero no. Calculo que a las once de la noche el helado viento me corrigió los cálculos, pero ya no había solución fácil. Busqué refugió y como buen scout sabía que enrollándome en un nylon podía calentar mi cuerpo, pero no fue así a estas alturas, ya que el vapor se helaba tan rápido que estaba exponiéndome a sufrir demasiado hasta la hipotermia.
Me puse tan mal, que debí delirar, ya que oí que una voz me dijo, desde dentro de mí que buscara una puerta. Allí estaba la puerta, que yo creí que era de un sanitario, pero no. Era la puerta de una casa. Todo fue muy extraño, ahora que lo escribo no lo puedo creer. Entré y vi una sala de una casa de clase media, es decir, allí sobre la mesa estaban las llaves de un auto, los sofás como nuevos, la televisión plasma, e increíblemente, sobre un mueble estaba esa botella verde de Buchanan´s de Luxe a la mitad. Dudé de todo, de entrar y sentarme, de saludar, de tomar un trago, pero en el ambiente había esa certeza de que si había alguien allí quería descansar sin ser molestado. Y sí, me senté en el sofá y a boca de jarro me tome dos tragos de aquel whisky. Me calentó el estómago. Me sentí mejor por un momento aunque no me calentaba el cuerpo entero y mis pies ya estaban congelados. No sé, pero puedo asegurar que esa misma voz que me habló afuera, la oí de nuevo muy quedo diciéndome que subiera las gradas y que buscara un cuarto. Y eso hice. Pero les puedo asegurar que era tal mi angustia por el frio aquel de Quetzaltenango, que subí sin pensarlo dos veces, a pesar de que en otras circunstancias ni siquiera hubiera podido entrar sin el permiso del dueño.
Allí, al abrir la puerta, había una cama, un poncho afelpado, y todo estaba a media luz. Me descalce, y me enrollé como animalito mojado y me dormí profundamente, ni siquiera me incomodó, lo que ahora puedo imaginar cómo eventos posibles, todos lógicos, de que el dueño fuera a ese cuarto y encontrara a un desconocido, y naturalmente lo confundiera con un ladrón. El miedo que hubiera sufrido si hubiera sido una mujer. Y evidentemente yo no hubiera podido justificar muy fácil mi abuso.
Pensé después, y hoy, mucho después, en todas esas posibilidades, y me asustan. Pero no hubo nadie, ni siquiera al otro día, que salí muy quedo, pensando en que decirle al que fuera el propietario de aquella casa. Estaba todo igual, vacío, y logre ver sobre una silla una gran bolsa llena de cajas de celulares nuevos. No toque nada. Estaba tan agradecido, quizá con Dios, a falta de seres humanos.
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