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jueves, 18 de septiembre de 2008

A JULIO CALVO DRAGO TAL COMO LO RECUERDO



(…a propósito del Megadroide)

A Mazinger Z, también como lo recuerdo.



A Julio Calvo me lo presento Simón Pedroza. Fue una noche de lluvia en la que sorteábamos las avenidas sórdidas, humildes y traicioneras de la zona 5. Douglas, como aún le gustaba que le llamaran por entonces, se volteó y me dijo como si fuera una confirmación final “hoy vamos a ir a la casa de alguien que conozco”, y continuó “es un amigo que no cree en Dios”. Acabábamos de salir de la iglesia, y yo tenía unos meses muy puntuales y dedicados al trabajo penoso de ser cristiano. El carrito rojo dio vueltas por el boulevard y se encaminó hasta un portón negro. En seguida salió riendo un tipo raro, rapado, con una playera rota por el cuello, y con un cigarro encendido, parecía un extranjero. Simón nos presentó, y le contó que yo estudiaba la Biblia y daba pequeñas pláticas sobre diferentes temas. Lo primero que noté en Julio fue su observación desmedida, y una aparente malicia en su risa cada vez que cambiaba cassettes o lanzaba una pregunta. Simón leyó un poema sobre la mesa, y no lo puedo olvidar, Julio interpreto la actitud de alguien que medita sobre algo muy profundo, una verdad inaplazable. Pero no dijo nada más que un “esta bien, léelo de nuevo”.
Así pasó el invierno y para el verano yo cantaba loosing my religión, leía a Herman Hesse, y empezaba a escribir unos poemas de los que ya no queda ni la sombra. Pero Julio terminó siendo como mi mejor amigo, una suerte de rockanrolero que me daba cierta inquietud como la que Sinclair sentía por Demian. Me daba cuenta que no leía, y cuando hacía el esfuerzo por leer dejaba los libros a la mitad. “No leo, me gusta más escribir”, me decía. Otra de las características inmediatas en Julio era su uso del lenguaje, y hasta estaba jugando con la creación de uno propio, un idioma como el Esperanto, la creación de otro lenguaje experimental en el que mezclaba también el francés, ingles, griego, y latín.
Pero de aquel tiempo me quedan los momentos en Café Peñalba y la conversación interesante que no encontraba en casa. Julio pasaba unos momentos a la vecindad, jugando Final-Fight y Simón retaba a la imaginación con cadáveres exquisitos que escribíamos entre todos. Pero ahora que veo la publicación de Julio Calvo, ató cabos sobre la secuencia del Megadroide Morfo-99 y el Samuray Maldito, y en aquel tiempo Julio compró en la librería Soluna donde yo trabajaba, un librito de cibernética, y en otra ocasión lo encontré comprando comics en Los Próceres, y me pareció que inútilmente había dejado a medias el Ulises de James Joice por los Caballeros del Zodiaco.
Que bien por Julio, sus cangrejos, sus comics, y los mundos alterados que fabrica.


Guatemala 18/09/08

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