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miércoles, 29 de junio de 2011

DIOS DE KOKUAN

DIOS
Hace poco que leo sobre un libro casi perdido en el imaginario mundial: Diez Toros. Un tratado Zen que merece su interpretación personal. Al leer esos versos convergen muchos pensamientos. El símbolo principal varía siempre, para algunos el toro es su propia culpa o animalidad mal dirigida, para otros puede ser la búsqueda de si mismo. Para mi fue la conquista de todo lo vivido.

                Para hablar de dioses se hizo al poeta. Dios es una mínima parte de otros dioses. Dios es la multiplicidad de la orilla de una playa, una esquina de una hoja de papel bond, una pata de una mesa, un lapicero sin tinta, un pequeño recorte de periódico donde aparece y desaparece la muerte. Dios es la ficción por la que algunos viven. Dios es la verdad por la que algunos mienten y se hacen ricos. Dios es la momentánea singularidad de una caricia. Dios es matemática y desorden de los sentidos. Dios es a veces, solo a veces, una letra perdida en el negro intenso de una apuñalada. Es la soledad por excelencia y el miedo antimaterial del que ha muerto. Dios es la soledad y es una soledad intensa y profunda como la caricia de mano, como el beso, como la certeza de que no hay ya nada más frio que el destino. Dios se diluye en la cascada en efervescentes imágenes de tierra pulverizada y materia descompuesta. Dios es la risa, es la carcajada, es el delirio de dos, el final y el principio de un negocio de piel y money. Dios es el ruido de los tacones de una mujer sola vendiendo algo que no se compra a media noche. Dios es la saliva y el semen entre las tres y las cuatro de la mañana. Dios es de plástico y también de hierro, quizás de plomo. Dios es de acero inoxidable profundizando en un abdomen a las siete de la mañana en la terminal. Dios es una pared con un grafiti. Pero sobre todo dios es todo y es nada ni nadie. Vive de lo que dicen de el. Es famoso sin haber aparecido nunca en persona y tiene millones sin haberle prestado a nadie un centavo en persona. Dicen, los que le crean famas, que tiene poder y a veces es fuego. Le gusta que le obedezcan y sean fieles, solo por esto se me imagina su gobierno. Dios es eso tal vez, tal vez al describirlo lo empañe o lo vuelva a recrear.
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La autoridad de la barbarie

Me ha parado la policía: ¿Documento de identificación? No lo traigo, respondo. (Los dos oficiales muy serios), uno de ellos alza un cuader...