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martes, 16 de septiembre de 2008

RECUERDO DE UN ASALTO


Como en una pesadilla, los asaltos, desde el principio son criminales errores de la realidad. No sé como decirlo de otra forma. De pronto tomas un bus en la avenida Bolívar y unos hombres suben en la esquina siguiente, temerosos, temblando de rabia, nos dan recomendaciones “…bueno hijos de la gran puta, entregan todo cerotes, y el primero que se levante nos lo quebramos, mi compadre allá atrás trae el cuete, así que todos, quietecitos... ”. El chofer va lentamente mientras el ladrón va asiento por asiento con un arma en la mano, se detiene con un joven que alega no tener nada y le ordena que se valla para el último asiento, terminan desnudándolo y le encuentran dinero, lo desvanece un culatazo; el bus va lento a las ordenes de los dos asaltantes que ya se hacen miradas de desaprobación, el silencio es crítico, las mujeres entregan todo y el ladrón no tiene que golpear a nadie más. Se tiran del bus, maldiciendo a todos y con miradas de amenaza al chofer, que sigue dos tres cuadras sin decir nada, conciente del estallido del llanto en las mujeres y los niños. Algunas parejas se consuelan mutuamente las pérdidas, el dinero se repone no la vida, se les va a hacer agua el dinero que les va quemar las manos, dice una anciana a la que le robaron, quizás, su pensión de un mes.
La historia secreta es la que no nos es concedida, la trama detrás del drama, la historia que sigue en los ladrones sin nombre y sin rostro. Nos queda imaginar la tragedia que los ha empujado a abandonar toda humanidad, todo amor por si mismos y los demás, y quizás, a madurar irremediablemente el deseo de morir o la preeminencia de su fin en cualquier sitio sórdido. Algunos recobran la humanidad en una familia, quizás una mujer e hijos, talvez en unos padres paralíticos, o en una hermana a punto de morir en los casos de necesidad, pero otros por rabia contra la humanidad, que se ha ido gestando desde su marginación, las drogas y el hambre.
Este no es un comentario. Es un deshogo, una justificación para las victimas y el victimario. Para el asaltante que se llevó mi mochila con La Ciudad y los Perros, y mis notas para una historia de horror, y mi suéter gris en el que iban quinientos quetzales para pagar mi habitación. Por los golpes, y la sangre que lograron con cada puñetazo, por las patadas, y la infección de miedo. No es una nota cualquiera, es un reclamo contra alguien allá afuera que quizás tenga la solución de esto, o pensara una justificación mayor a la mía, y que por favor la envié pronto, porque el dueño donde vivo, querrá oírla también antes de echarme a la calle.

Guatemala 16/09/08
Lester Oliveros R.

La autoridad de la barbarie

Me ha parado la policía: ¿Documento de identificación? No lo traigo, respondo. (Los dos oficiales muy serios), uno de ellos alza un cuader...