lunes, 18 de junio de 2018

DE BALAS, DE BOLOS Y DE BOLAS/ MAX ARAUJO






de balas, de bolos y de bolas
Max Araujo

En una pequeña entrevista en su oficina, me contó de Pontoise, lugar que logra fijar en un cuento suyo que se intitula El retorno a casa. El libro íntegro me lo leo en las pausas de una revisión de texto. Uno a dos días y me logra absorber su franqueza auténtica y aguda creatividad para interpolar una imaginación desbocada, sin modificaciones efectistas. Reviso mis notas y encuentro una reproducción de bolsillo de Ladera del Hermitage, Pontoise, de Camille Pizarro. Pero además en el relato se habla del aquelarre impresionista que eran esos muchachos sensibles a la luz, que ahora descansan en sus obras, refugiadas  allá en la casona magnánima y dócil, que es el museo de Daubigny.
El libro completo tiene cuentos propios y narraciones ajenas en apariencia, ya que es la old school literaria de recontar lo leído, oído e imaginado; y además con cariño, acercarse a los amigos desde la poesía. Solo así se puede inmortalizar una postal de viaje o una lectura precisa tomada de algún diario. Max lo hace desde su memoria que recrea y condensa. Y agradecido lo afirmo, ya que con tan poco tiempo, las historias parecen hechas como ventanitas de un bus atestado, desde donde se puede dar un  fresco respiro.
Para muestra el relato que describí vagamente al principio, en el que el personaje llega a Auvers-sur-Oise, va al museo y llega al cementerio, solo para comprobar (como sufriendo un síndrome de Cotard), que la losa al lado de Theodorus es la suya propia, y que todo ese juego de apodos era una certeza de sí mismo. Él es Vincent Van Gogh el suicida, así que se encamina como un viento divino a volar en mil migas.
Otro de los relatos que me gustaría ilustrar es La vida es una tómbola, que aunque lleva un título tan popular, lo introduce a uno por una ventanita, a la historia completa (en solo dos páginas), de un hombre que convive con su nieto, producto de una metida de pata de su niña (por la que tuvo que ir a la cárcel, luego de acertarle dos balazos al susodicho, que obligaba a malograr el nacimiento, del que sería alivio y gozo, en la última etapa de su existencia. Un cuento lacrimógeno, pero no tanto como Las cosas son como son y no como uno quiere que sean.
La narración Lo que el agua se llevó fue traducida al francés y publicada en Lettres d'Amérique latine. Al contrario de su aura de jurista de corbata en sus historias hay una bohemia feroz, fortalecida por un lenguaje sin tanto giro. Aún recuerdo la inauguración de Filgua 2016, cuando me endosó una invitación a la embajada de México para, supuestamente, hacerle una entrevista al invitado de honor, un tal Paco Ignacio Taibo II, que nunca llegó y, todo se resolvió fácil con una comilona de chimichangas y vinos tintos sin cuartel, con Maurice Echeverría circulando por allí con un nuevo premio de poesía. 
de balas, de bolos y de bolas es el último libro de cuentos de un gran aliado de las letras y cófrade en las tertulias del arte y la vida. Floreció, publicado en el año 2014 por la Editorial Nueva Narrativa. Lleva una fotografía en la contraportada de Vania Vargas. El diseño de portada de Martín Díaz y una dedicatoria a Francisco Morales Santos y a Carolina Escobar Sarti.


martes, 12 de junio de 2018

UN POEMA INOCENTE (a)







Sucede que Ernest Hemigway le llamaba leones muertos a sus libros ya terminados. Yo contemplaba mi león moribundo, antes de darle una despedida justa hacía las manos de mi editor. Pero, por justas que sean las palabras, me enamoré de la escritura, y empecé, dos poemas más ya más en broma que en rigor y resultó algo interesante que merece ser contado.
Logré imprimir el poema extenso y me entretuve dos días leyéndoselos solamente a los asiduos al Gran Hotel. Sucede que recibí un poco más que lo que esperaba. Me gustó el ejercicio. Así que dos semanas después estaba listo con dos poemas en broma para leerlos por las calles a quien fuera, y quien tuviera la paciencia de escuchar.
Resultó, que mientras lo leía, le ponía más melodrama y más atención, solo así me di cuenta que la tristeza que le imprimía al final era innecesaria, ya que el poema, lejos de ser una elegía era un melodrama.  He aquí el poema y noten el final:
Poema de las voces.
Dos chicos sentados
en una banca:

-                      El sol se come a tu mamá –le dice él a ella.
La chica piensa “éste está tan nervioso que no sabe qué decir”.
Pero le sigue la corriente:
-                      ¿Por qué?
-                      Porque tu luz es tan grande que la envuelve.
-                      Tú eras única para tu papá –le explica él.
-                      Cómo así –pregunta ella.
-                      Porque él siempre pensó llevarte de la mano, eternamente, para siempre, pero te soltaste.
Y te vi
nos vimos
fue cuando enamorados nos escondimos
debajo de una frazada
una gran sabanota.
Y solo tú sabes cuánto trabajo
Nos costó salir de  allí
sudando.

Éramos uno contra el otro:
tu una carta de tréboles
yo una de diamantes.

Y te dolió que me fuera.
Pero morir es sano
y el único enfermo crónico
tenía que ser mi
destino.
(abre los brazos dramático).

Cuando me di cuenta de tal problema, fue mucho mejor la lectura y en verdad me divertía verlos reír cuando yo levantaba los brazos, trababa los ojos y me hacía el muerto.
El poema habla de un muchacho que primero se hace el tonto, en seguida sorprende a la chica, después logra lo que quiere y luego se hace el muerto para seguir en busca de otra conquista. Aunque el poema lo escribí yo, normalmente en un trance tour de forcé, este era supuestamente sencillo y terminó siendo complicado, ya que me hizo darme cuenta de que un poema siempre esconde algo más.
Del poema extenso  todavía no recibo respuesta, solo puedo decir que una chica me invitó a dos cervezas en La Llorona y luego, en lo que fui al baño, me encontré con una nota que decía un gracias. Halago.
Me había robado el manuscrito completito.

Picto—grafías

Hace años, Javier Payeras me dio el consejo de leer el ABC of Reading de un exiliado norteamericano en Paris, llamado naturalmente: Ezra...