viernes, 11 de diciembre de 2009

UNA CITA IMPREVISTA EN UNA BANQUETA DE LA ZONA UNO




A veces se me olvida que soy pobre.

Edna sandoval
Una calle de la zona uno es un karaoke de colores y sonidos que imitan a la máquina más cosmopolita del mundo. Tantas esquinas, y al azar nos traza con líneas paralelas el más infinito de los encuentros, una amiga virtual de la que hemos visto fotos en alguna red social. El azar entonces nos hace una cita en una banqueta donde, naturalmente, sin hacernos preguntas, fumamos y conversamos tan serenamente que nos parece, sólo hasta el final, un milagro cotidiano.
Era ella. Había visto sus zapatos negros y su caminar tan único y había recordado, paralelamente, esa vez que la había visto en la galería. Había visto sus fotos y había buscado una explicación para sus ojos. Ahora estaba conversando sobre su participacion en Horror Vacui, y esa pieza de un arte espontaneo en el que aparece un cassette con la cinta haciendo girones. Me comentó sobre su gusto por las bolsas Prada y la ropa. Llevaba una bolsa Dolce & Gabbana, pequeña, azul, de donde sacó, con su mano, dos cigarrillos. Me ofreció uno y fumamos hablando de esas citas a ciegas o planeadas desde el internet. Me contó de sus desengaños riéndose. Bromeamos tanto sobre eso que terminé contando también mis fallidas experiencias con los romances de la red. Era casi tan extraño estar ahí un día miercoles al medio día, como si estuviéramos en una cuarta dimensión manejada por nosotros mismos. Me contó de sus experiencias con el vino y los paraisos artificiales, y le divertía, verme ahí, con resaca.
Acababa de almorzar y caminaba sin rumbo antes de encontrarla. No había ido al trabajo, ni había avisado y tenía la certeza de que me iban a despedir. Creo que revelaba todo eso en mi actitud. Pero a ella no le importaba. Llevaba sus lentes oscuros sobre su pelo liso y negro, profundamente negro como su mirada de ángel urbano, y su voz era un estimulante para mis agudos ensueños. Podía ver su boca perfectamente dibujada por un crayón de labios que me decían algo del mundo. Suficiente sobre los automóviles y la gente desconocida que pasaba a nuestro lado. Creo que hablamos mucho de los dos, tanto que me gusto su franqueza y buen gusto para decir las cosas más superficiales y darles un brillo universal.
Finalmente la terminé acompañando hasta la otra acera del mundo donde terminaría una cita imprevista.

jueves, 10 de diciembre de 2009

ROYAL PALACE CLUB


El guardia registró a cada uno como siempre lo hacía. Llevaba al hombro un pesado fusil que sujetaba con incomodidad cuando revisaba.
- ¿Su cédula?- me ordenó con desconfianza.
La vio rápidamente viéndome a los ojos. Luego vio por la ventanilla de la puerta, hizo una señal y abrió la puerta. Alguien más corrió una cortina roja y vi adentro el grupo de siluetas ahogadas en el humo denso de tabaco y misterio. Caminamos siguiendo a Santiago, entre las mesas dispuestas para la presentación, buscando un lugar al lado de la tarima. Los espejos multiplicaban los cuerpos y las luces de colores volvían los espacios intermitentes; al fondo estaba el bar donde atendía un señor haciendo ademanes y dando órdenes a los meseros, los cuales sólo ayudaban a limpiar las mesas, según nos decía Santiago. Una de ellas se acercó hasta nosotros, nos señaló una mesa y luego nos preguntó.
– ¿Qué van a tomar?
Estaba vestida con encajes infimos mostrando todas las líneas de su cuerpo juvenil; llevaba una libreta en la mano y parecía sentirse dueña de sí misma, como cuando una leona a sometido a su presa. Ernesto le preguntó su nombre, mientras Santiago le tocaba las piernas, riendo triunfante, mirándonos a todos como si tuviera un trofeo en las manos.
– Me llamo Lucero- respondió con una sonrisa cómplice.
– No, Lucero, muñeca, di tu nombre verdadero –replicó Santiago, aún acariciándola con la mano.
– ¿Y cómo se llama tu amigo?- preguntó.
Me vio tan aislado de todo, mirando a la bailarina desnudándose con una canción romántica, abstraído, como en un sortilegio.
– No ha estado con ninguna –le dijo Ernesto, riéndose de mí.
Ella me vio y me sentí como si me comenzara a desnudar con la mirada.
– Tráigame tres cervezas –dije sin bajarle la mirada.
La vi venir a lo lejos. Puso las cervezas en la mesa y caminó como una loba hasta donde yo estaba, vio que no le ponía atención, afectado, viendo hacia la tarima. Con tu permiso, dijo y me abrazo, hasta sentarse en mis piernas, mientras me cantaba la canción en el oído. Una mano se agitó en la barra y se levantó. Ya las había visto a todas cuando Ernesto me preguntó que si me gustaba alguna. Había visto a las mesas y mirado como sus amantes las abrazaban de la cintura, hablándoles al oído por el ruido de la música; las había visto hasta entonces ebrias, bailando solas, extáticas, sumidas en una fiesta pagana como la de las sorguiñas en su aquelarre, con sus peinados de brujas y sus miradas iluminadas, lanzando gritos de felicidad o de odio, viendo sin ver, besando sin besar, levitando en su carnaval nocturno donde su ser se disolvía como el mismo humo del cigarro, o caminando de la mano hasta la alcoba más cercana por el deseo más siniestro. Ellas vivían sin inocencia, conociendo tanto a sus hombres que podían ver al pobre niño que llevaban en sus fornidos cuerpos; eran tan maternales porque al fin de cuentas eran mujeres. Aquel lugar era un altar donde se sacrificaba la moral y sangraban todos los misterios de la muerte por placer.
Santiago tenía una familia, pero era alegre y le gustaba de vez en cuando asomarse a ese mundo donde parecía otro, tal vez aquel joven soltero que no disfrutó enteramente de su vida. Ernesto era soltero y trabajador, fumaba y bebía hasta que se le acababa el dinero y tenía una novia en cada burdel, y a veces ni le cobraban, era gordo y se vestía como ranchero desde que le habían dicho que parecía ganadero. Santiago era delgado, prudente, pero al beberse la primera copa se volvía despilfarrador, cantante, romántico y soñador, y siempre encontraba con quien romperse la cara.
Una voz presentó a la próxima bailarina. Santiago había pedido más cervezas. Ernesto abrazaba a una joven morena de cabello castaño.
– Y esa David... –me dijo Santiago, señalándome a una.
Ella parecía un águila con las alas extendidas, como si estuviera dispuesta a remontar el vuelo. Se sentó en una mesa y me miró por un instante. Tenía algo que no lograba descifrar, pero parecía una reina cautiva entre los grises reflejos de los cristales. Pensaba en eso, cuando se levanto violentamente y desapareció tras una fila de seis mujeres sentadas, y todas parecían esperar a alguien y me dio la impresión momentánea que tal vez esperaban al mismo hombre; las seis vestidas igual, con los labios y el rostro maquillados sin mesura, como aquellas niñas que se pintan a escondidas de su madre para parecerse a ella. Se miraban tan quietas, preparadas para la juerga, seguras de que entraría el hombre cuando ellas voltearan el rostro.
– Ahora regreso –dijo Ernesto, y se sonrió.
– Y la suya hermanito –pregunté a Santiago.
– Allá viene –me respondió con una seguridad profética.
La saludó con un beso en la boca, y abrazo su cintura hasta que ella se sentó a su lado, y comenzaron a platicar como si la conociera. Mi cerveza helada hacia flotar del fondo burbujas infinitas que me bebí de un sorbo.
– ¿Tiene fuego? –me preguntó una voz.
– Si, pero si me acompaña –le respondí.
Ahí estaba el águila con sus alas extendidas, pluma por pluma, con sus garras afiladas y sus ojos rapaces.
– Ya te conocía antes de que vinieras –me dijo.
Yo pensé que era otra más de sus estrategias para desmantelarme sin tocarme un pelo.
– ¿Cómo? ¿Ya me conocías?
– Hoy me salió en las cartas..., es la primera vez en este mes que me sale algo bueno –dijo.
Tomó mi vaso y lo llenó hasta el borde, luego bebió sin dejar de verme con sus ojos carroñeros. Entonces para mi sorpresa una sombra se le cruzó por el rostro, pero no era una sombra exterior sino interna y me sorprendí de poder notar una sombra diferente en un lugar hecho de sombras. Era vibrante, oscura, innombrable, y se escondía tras ella agotándola, consumiendo todo su ser. Miré el fondo amarillo y espumeante de mi vaso y le eche la culpa al alcohol.
– ¿De dónde es? –pregunté acariciándole el rostro.
– De lejos –me respondió.
– Y, porqué tan solita.
– Eres el primero que lo nota… No hablo con nadie, acá todas se pelean por los clientes, y yo no quiero matar una puta –me dijo riendo.
Santiago se levanto también y caminó a los privados. Llevaba a la mujer de la mano como si fueran novios.
– ¿Te parezco vieja? –preguntó al encender un cigarrillo y, mientras me hacía la pregunta y encendía el cigarro, miraba para la cortina roja.
Entonces vi entrar a los seis hombres que esperaban las mujeres y parecían ansiosos de sentarse, pedir una botella de ron y emborracharse hasta que las seis mujeres los llevaran en hombros, uno por uno, hasta el cuarto donde les quitarían el deseo, la billetera, la mujer y sus hijos, y seguirían quitándoles más de lo que ellos quisieran dejar. Ya los esperaban en una mesa, de pie, inquietas por volverlos suyos.
– ¿Cómo... no te parece que yo soy el único inexperto acá? –le pregunté de la mejor manera, recobrando el sentido.
– No me hagas reír.
Sonrió. Parecía complacida y me gustaba lo que el vino lograba en ella. Hasta parecía feliz, como si de pronto no estuviera allí viviendo aquello, sino en algún lugar más intimo de su memoria.
– ¿Cuánto has bebido?
– Un poco más que tú –respondió.
La sombra se asomó como el temor, macilenta, densa como la oscuridad. La disimulaba con su forma de caminar, con su gallardía de mujer. No se notaba cuando sonreía, cuando mostraba su cuerpo, su espalda fina, su cintura bien hecha donde estaba escrita la lujuria. Su mirada me descubría viéndola y me envolvía con sus maneras de verme y seguir viéndome, de hacer que yo la viera, de vernos y desconocernos, de volver a sentir que nos conocíamos de antes. Su sombra no importaba entonces, yo la ayudaría a cargar con ella, aunque fuera absurdo que pesara tanto la oscuridad. Sus piernas eran blancas y firmes, y pronto las tenía rodeadas con mis manos, hasta que llegué al final de su espalda. Cerré los ojos involuntariamente llevado por su olor a hembra. La abrace, la atraje hasta mi pecho y la besé como si hubiera estado herida. Le di calor a sus manos y como si fuera tan sencillo actué una escena romántica, sólo para ella y para mí; para que ella no llorara sintiéndose tan lejos y, para que yo no hiciera lo mismo al estar con una extraña. Me vio con sus ojos de gavilana preparada para el vuelo.
– ¿Vamos ya...? –me dijo finalmente, como si fuera urgente para los dos.
Tomó mis manos y me desafió tiernamente con el filo de sus ojos. Pasamos por entre las mesas y llegamos a la puerta de su cuarto. Entramos y nos empezamos a desvestir con la vela encendida; ella me iba contando con voz acallada: sus agonías nocturnas, diciéndome lo lejos que estaba su hermana mayor, diciéndome el nombre de sus tres hermanitos y, el enfado de su padre y las bendiciones de su madre cuando la vio subierse al bus con destino al norte. Me contó de las tardes sin hacer nada, de las flores que compraba los domingos, y entonces terminó de desvestirse.
Afuera seguía la música, que se colaba sin razón entre las tablas de la puerta. Cuando se recostó a mi lado y sopló sobre la vela, la oscuridad del cuarto ahogó nuestras sombras.


((2006))

martes, 8 de diciembre de 2009

CASANDRA Y NACHO CRENDE (...Y SU VIAJE COMPLICE POR LOS SUELOS MAGOS DE LATINOAMERICA)




La lectura de poesía fue en la memorable cueva El Olvido, un bar detenido en el tiempo, con pósters de Pedro Infante, Daniela Romo, Cantinflas, una rockola de donde nace la voz de Roberto Carlos, y una televisión con una película de picaresca mexicana que nadie mira. Es viernes por la noche. Entre los invitados, hay dos jóvenes que parecen más europeos que argentinos. Viven una visión propia, que empezó meses atrás cuando decidieron que iban a viajar por toda Latinoamérica, sin portar ningún artificio de la tecnología, con dos mochilas, varios de sus libros publicados en su propia editorial y un gusto por la aventura del Autostop.
Le pregunto a Casandra si puedo empezar con la entrevista.
- Esperemos a Nacho –dice con su acento del sur.
Nacho llegó con una sonrisa que sobresale de su tupida barba castaña. Se siente cómodo en una silla y veo a los dos tan juntos como si fueran uno solo, como si uno no existiera sin el otro. Me lo confirman sus libros, que van enseñándome, donde veo los dibujos espontáneos de Casandra y la poesía de esa simbiosis tan rara en un mundo disgregado. El libro se llama Historia en Fábula de un Caballo Violeta (a veces alado), y me dejan hojearlo mientras me van contando el por qué de los caballos diferentes a cada verso, del juego de los recortes de palabras, de la forma del libro acordeón, y me gusta encontrar en ellos tanta sencillez.
Cuando uno conoce a Nacho Crende y a Casandra Lavalle (que son sus nombres en la vida real), puede que uno los confunda a primera vista con una pareja Hippie. Pero al hablar con ellos uno queda atrapado irremediablemente en su universo, que no es una suerte de complicada trama filosófica, sino una fiesta de la ingenuidad lúdica que los conecta al otro mundo con el regocijo de la niñez. Son como dos niños grandes, creyentes de seres imaginarios y gracias a la correspondencia magnética con la conviven diariamente pueden organizar todos los días un mundo donde la imaginación es sobreviviente. Me cuenta Nacho, que los cuentos surgieron por el hábito que tiene de contarle a Casandra un cuento todas las noches.
- Todas las noches le contas un cuento nuevo –le pregunto, sorprendido.
- Si –me responde –así fue como nació también La No Tan Trágica Historia Trágica de Don Señor Trágico Corazón, porque siempre empiezo contándole un cuento y ella se duerme (y quizás lo sueña), y yo me quedo pensando que el cuento puede ser escrito para que ella lea la continuación al otro día, y sepa el desenlace.
- Luego yo hago los dibujos con la referencia de lo que imaginó en el cuento –me dice Casandra –, siempre lo hablamos, y luego unimos los dibujos al texto.
- Si, creo que nuestros poemas tienen muchas formas de ser leídos –me confiesa Nacho –, creo que cualquier poema hay que conocerlo primero para saber como leerlo. Tratamos de dejar al lector la interpretación final.
- Me gusta lo que dijiste al final, hay poetas que uno relee como Cortazar, que hay que conocer sus trucos. ¿Será como un teléfono descompuesto, de una gran historia que va tejiéndose entre ustedes? –les pregunto.
- Si, pero es un teléfono descompuesto que sólo funciona si el teléfono esta realmente descompuesto –me corrige Nacho.
Nos reímos. Manuel Tzoc me pide otro vaso de vino. Veo a Casandra haciendo un cigarrillo Drums. Oigo la voz de los poetas leyendo ávidamente. Vuelvo a los dibujos de los libros y noto que hay una diversidad de dibujos escondidos en la multitud de formas.
- A veces yo mismo, luego de haber visto por algún tiempo los dibujos de ella, encuentro algo que no había visto antes –me dice Nacho.
- Y ¿cuántos años tienen?
- Ella tiene ahora 24 y yo tengo 26. Salimos con 25 y con 23, ella cumple años en Julio y yo en Marzo.
Casandra lleva puesto un pantalón con orquídeas violetas estampadas en lo negro de esa tela de algodón, una diadema con florecillas de naranjo y una sonrisa calida. Nacho lleva un pantalón Amarillo, unas sandalias donde se advierte la intención de una tijera, el paso del tiempo, algunas manchas de pintura y, la comodidad indudable de caminar como que uno anduviera descalzo…, también lleva puesta una camisa gris y un chaleco negro y me habla de cómo su vida cambió antes del viaje.
- Yo era de Tango, vino y cigarritos, solitario por ahí, y la vida para mi cambió con ella –me dice –, ahora vemos hacia atrás, y no lo creo, somos dos, ella y yo, y los dos comemos, nos vestimos, dormimos y nos narcotizamos, con ésta editorial y los libros; vengo de una familia pseudo-burguesa que para ellos la literatura era vivir flasheando, como decimos allá; yo sabía de amigos que no les iba bien porque salían con un libro nada más, pero nosotros cambiamos eso por una editorial, haciendo libros para chicos no tan chicos y para grandes no tan grandes, es un sueño sabes. Vamos por países conociendo su cultura, probando frutos nuevos para nosotros, sabes que en Argentina no hay bananas, ni papayas. A veces aprendemos a cocinar las comidas de los países a donde llegamos y nos quedamos por unos meses.
- Ustedes son como una comparación del universo –le digo, en mi emoción –porque oí los poemas de ella y suenan como más ingenuos, y los tuyos son como más elaborados en la calle y en la búsqueda del conocimiento, son entre los dos un balance, contrarios que se atraen.
- Puede ser… –me responde.
Finalmente, me dicen que piensan visitar San Cristóbal de las Casas en México y quedarse por unos meses. Me revelan que en ningún país de Latinoamérica los han robado ni han abusado de ellos, sino al contrario de lo que pregonan los telenoticieros, la gente siempre los ha recibido muy bien. Me cuentan, que tan sólo en Panamá, un oficial prepotente se le dio la gana dejarlos esperando por unos días en una isla de Kunas donde nadie hablaba español, y, sólo por ser argentinos. Al finaliza sus poemas, Nacho y Casandra reciben aplausos por su poesía, y quizás, más que todo por el valor de pregonar al mundo que aún el amor puede hacer milagros.

Lester Oliveros
Viernes 4 de Diciembre, 2009.

Todos los libros de Alacarga Editorial: Enriquito y su Nada de Sueños; Historia en Fabula de un Caballo Violeta ( A Veces Alado); La No Tan Trágica Historia Trágica de Don Señor Trágico Corazón, las Parte-Citas Fragmentadas, la poesía en un Estrellario, estrelladamente estrellado y los cuentos de Anzuelo para Sueños.
Fotografía cortesía de Maria José Sanchinelli

lunes, 7 de diciembre de 2009

COLECTIVO ULTRAVIOLETA/PROGRESO


Las exposiciones de UltraVioleta son lo máximo hasta ahora. Estuve en la presentación de fotografía a la par del cine Lux y me encantaron las horchatas con Quezalteca, las fotos de Byron Mármol y atómica música de unos extraterrestres vestidos con púas de estrellas muertas.
Ahora en el Centro Español, fue más sobrio. Progreso. Vino tinto. Un texto monumental en el se indaga en una realidad por medio de la luz, el tiempo, y la perspectiva desde una cámara fotográfica sostenida por un sujeto. Flash!. Ahí está la devastación de la industria, y al final, un cementerio sin memorias ni un solo vestigio del saqueo. Contaminación visual. En una sala hay un profeta luciferino que predice el presente. TRANSA/AVANZA. Las luces se activan alternativamente y los focos proyectan un mensaje. Al lado un Aleph. Un agujero por donde todos nos detenemos a ver el mundo.





- Y vos que viste.
- Yo vi un hormiguero, un hámster corriendo en una rueda, y a los del Congreso peleando con vasos de agua entre sus curules.
- Vos, yo vi un anuncio de cómo adelgazar y a un tipo le crecía la panza y luego se adelgazaba, también el mar.
- Es una representación del cuento de Borges, El Aleph –le digo.

En la otra sala, un circulo de fuego proyectado. Da mucho calor al sólo sentirlo en las pupilas.

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Artistas: Máximo González, Rodrigo Pereda, Andrea Mármol, Lourdes de la Riva y Caito Sánchez.

-foto: “Myra Hindley”, una de la obras de Andrea Mármol, de la serie “Asesinas seriales”.

viernes, 4 de diciembre de 2009

OLEO DE MUJER SOBRE FLORES /LEVES ANOTACIONES SOBRE PINTURA

Ana Patricia ya tiene un rostro.
Una mujer con sombrero,
como un cuadro del viejo Chagall,
corrompiéndome al centro del miedoy yo,
que no soy bueno, me puse a llorar.
Pero entonces lloraba por mí,
y ahora lloro por verla morir.
Silvio Rodriguez, Oleo de Mujer con Sombrero.

Mi gusto por la pintura empezo por el año de 1993. Llevaba un diario de sueños desde que leí a Freud y en algunos textos pegaba la foto de una obra de arte. Estaba aprendiendo a ver las cosas con otros ojos, me gustaba descubrir nuevos mundos. Dalí fue uno de mis primeros amores. Sus imagenes surrealistas fueron en otro tiempo mensajes cifrados que se me abrían como sellos místicos y podía resolver mis dudas viendo La Girafa en Llamas o El Gran Masturbador. En una epoca de fin de año precisamente, me iba todas las tardes, desde la 35 avenida de la zona 5, hasta la biblioteca del IGA. Era un lugar maravilloso, íntimo, con olor a libros y el ambiente era iluminado por una luz natural que entraba mesuradamente mientras yo miraba los catálogos completos de la pintura de Joan Miró, Jean Dean y Edward Hopper. Me fascinó su mundo. Puede que mucho de lo que escriba lleve sus manchas azules y rojas, sus imagenes regadas de un mundo impreciso y perfecto. Tuve la gran suerte de encontrar a Picasso y leer sobre su vida. Saber de sus conquistas y darme cuenta de su talento natural para sorprender a la gente con trucos de mago y una sabia observación que por sobre todas las cosas buscaba el otro lado de la verdad. Picasso esta también en mucho de lo que escribo. Creo que nunca estuve tan cerca de la magia como cuendo me abstraía en las contemplaciones infinitas desde Willem de Kooning y Jackson Pollock, las pinturas de Andy Worhol y la belleza caótica de Basquiat. Me fascinaba encontrar en colores la vida y con distorciones cómicas como en el caso de Kandinsky, y formales deconstrucciones en Rothko. Me gustaba observar lo que no entendía en un principio y darme cuenta como mi espiritu lo decodificaba y soñaba con las respuestas de un arte Mondrian tan exquisito como pueda ser la nada llena de una nueva significación humana. A proposito, de visiones de excesos, me gustó Gauguin y Van Gogh.
Pero llegar a Chagall fue por una canción de Silvio Rodriguez. Ahi estaba el libro entero de este pintor frances de descendencia Rusa. Sus mujeres y hombres volando sobre floreros colmados de las más exquisitas flores. Me gusto su mundo inventado. Su pais intimo que me ofrecía un aroma natural de paraiso y ternura. Creo que muchas de las cosas que les he dicho a mis amigas en la cama viene de las imagenes que vi ese fin de año.

martes, 1 de diciembre de 2009

PRIMERO DE DICIEMBRE EN CAMA


Hoy te encontré cubierta con una gruesa colcha afelpada con un dibujo salvaje de un tigre adormilado. En tu pequeña habitación estaba tu padre sentado a los pies de la cama tomándote la presión, tan pensativo que no oyó mi saludo. Tú me respondiste por él, sin ánimo, cansada y profundamente hastiada de lo mismo. Sentí nostalgia e impotencia, y eran sentimientos que en aquella habitación tan pequeña me ahogaban. Tu sobrino jugaba con un carrito de plástico, indiferente a tu drama diario, como yo a veces para no soltar el llanto. Recordé, al ver tu extenuada sonrisa los primeros besos que nos dábamos como locos en las casas de tus amigos. Cada vez que lo recordamos nos reímos siempre, con picardía, con un desenfado muy humano y podíamos sentirnos completos, tomados de las manos, tratando de besarnos como antes.
Muchas veces trate de ser valiente y conversábamos sobre tus complicaciones, y cada vez terminaba sintiéndome ignorante de todo, porque había que vivirlo nena, no era sólo un cuento de esos que yo escribía desde mi máquina con algún lujo burgués, quizás tabaco o café, o algunas veces una copa de vino tinto. No, no era eso, era algo diario con lo que tu debías lidiar, y saber, muchas veces, en realidad tomar al toro de la intolerancia y saborear tu condición con animo de boxeadora que esta a punto de perder la vida entre las cuerdas. Es una lucha real, tu lo sabes, contra la muerte, contra ti misma y contra los demás, y debes sobrevivir, porque por una razón estas respirando en los tiempos libres que te da la vida, y luego el golpe de la campana y se levanta el retador a cualquier hora, y es un peso completo que ya ha botado a todos. Estas en el rin, sólo te falta un asalto, siempre el último, y tú ya has ganado todos, pero el último es el que requiere calma, una paciencia de santo y que ya has practicado en otras ocasiones de la vida, sólo basta tener fe.
Te aconsejaron bajar a comer, y mientras yo siento un hambre de perro de la calle, voz haces tus mismas caras de disgusto y desprecio. Yo no sé que decirte, en realidad comer debería ser tan natural como respirar y no se debería obligar a nadie a respirar a menos que la persona quiera morir asfixiada por si misma; pero tu bajas resignada, pero sin animo, sin hambre de comida, y con unos deseos internos de bienestar total, que sólo puede ser un reflejo del subconsciente.
Sueño que tu vives en otra ciudad, en esa ciudad imaginaria tu ves y no tienes ni diabetes, ni presión alta y además eres feliz. Te lo comento y pensamos en el paraíso, en ese lugar sagrado donde no habrán hambrientos porque no existirá el hambre y donde no habrán ciegos, ni cojos, ni cansados, ni hombres con disnea o afecciones cardiacas, ni reumatismo, ni dolores repentinos, ni lepra, porque no habrá muerte ni enfermedad. Por alguna razón siento ganas de irme, pero ya es muy tarde, así que me quedo oyendo contigo la última película de la noche.

sábado, 28 de noviembre de 2009

ALIMENTO PARA EL OLVIDO


Ni mi muy bien ganada reputación como historiador y tremendo entusiasta de seres imaginarios, podía llegar a imaginar aquella presencia de ese ser demoníaco o celeste, y por lo tanto sólo puedo describirlo sencillamente como un ser legendario, corpulento y desnudo por completo, resoplando de ira contra un árbol en el Jardín Botánico. Era portentoso y no estaba asustado más que por el miedo de vernos diferentes a él. Los ojos bien abiertos adquirían severidad y conocimiento y por ellos podríamos decir que estaba pensando; no así por sus facciones animales que lo separaban completamente al lado de las bestias. Su rostro, de una bestialidad purificada, se dilataba contra la sombra de los eucaliptos del Jardín. Precisamente lo vi cuando bebía en una poza y uno de los niños que habían llegado para que yo les mostrara el lugar, lo señalo con emoción. Saltó como un animal de un lugar a otro y se quedo a lo lejos de la escena. Por eso nos dimos cuenta, nosotros los mayores, que no era un disfraz como había dicho el niño, pero a ellos los sedujo de inmediato la curiosidad.
Ayudado por los padres de familia que habían ido para aquella ocasión, fuimos inventando una buena razón para sacarlos del recinto. Los niños hacían lo imposible por verlo y alguno comenzó la persecución. Fue imposible detener a dos o tres niños que se soltaron del brazo de sus padres y corrieron en dirección al Minotauro. Fue fatal. En menos de tres cornadas ya había matado a uno de los niños, y los otros dos regresaron corriendo, huyendo de la bestia.
El horror se apoderó de los mayores y el llanto salto de todos los niños. Todos salieron corriendo por diferentes direcciones buscando a sus padres y los padres buscando a sus hijos. Algunos en la confusión, tomaban a hijos que no eran de ellos, y había niños que se tiraban a los brazos del primero que los encontraba. Yo me quede de pie viendo al Minotauro bufar con rabia mientras caminaba en dirección a los tres niños muertos. La sangre le escurría de los cuernos y por detrás parecía un demonio rojo. Tomó los tres cuerpecitos y los comenzó a observar tirado entre los árboles. Tenía ojos de ternura aun cuando miraba la sangre de los infantes.
El director de la escuela me vio allí parado y me llamó desde lejos, al otro lado de la baranda. Yo lo vi angustiado y pensé que ya había hecho lo que tenía que hacer como autoridad responsable.
Me senté ahí mismo en un árbol de corteza amarilla, y lo pude ver detenidamente. No me pregunté en ningún momento de donde había salido, creo, que era suficientemente real a los ojos para producir asombro y pánico. Lo importante era que estaba allí y, yo jamás había creído que fuera posible que una bestia mitológica fuera posible. Quizás un Unicornio, pero un Minotauro de ningún modo. Él era un ser condenado a vagar en un laberinto y matar a quien irrumpiera o fuera condenado, tenía que buscarlo por los estrechos callejones y luego matarlo a cornadas o azotes, para luego comerlo por necesidad. Teseo jamás salió del laberinto, pensé, o quizás salió a contar una mentira; como buen lector había notado en la historia cierta arrogancia en el héroe, y valiéndose de un truco tan inaudito, si era posible que la bestia también siguiera la seña. Cuantos textos hay sobre la historia y sobre otras más antiguas que debido a una interpretación falsa cambian plenamente de sentido.
Las pezuñas de sus pies raspaban la tierra y se encaminaban a la poza. Metió la cabeza al agua como lo hace una vaca y la sacudió. Su pelambre ocre se hizo más castaña. Tuve temor de que se enfrentara contra mí. Me miró fijamente y se quedo quieto, como una estatua. Era como si su mirada nos diera la capacidad de ver a través. Me frote los ojos y tuve miedo verdadero, fui corriendo hasta la salida y me salieron al paso dos hombres uniformados con rifles al hombro.
– ¡Allá esta! –Gritaron todos.
– ¡No, no lo maten! –Dije ante todos-. No saben lo que es... ¡Es un minotauro!
Tres disparos acallaron mis palabras. El animal tendido en el suelo, se sostenía el pecho con sus tremendas manos. Luchaba contra la muerte viéndonos a todos sin consuelo. Por fin calló y abruptamente hundió el hocico en el lodo. Trato de levantarse tres veces más y, se oyeron otros tres disparos.
– ¡Ya esta! –Dijo uno de los hombres, dándole vuelta al cuerpo con las dos manos.
La tarde caía como siempre he recordado que caía en mi infancia, llena de luz amarilla y esperanzadora, fugaz. Esperaba junto al Director la llegada de los forenses y otras autoridades responsables. El grupo de niños había dejado todo miedo y rodeaban el cadáver del Minotauro muerto. Lo miraban con curiosidad sin saber aún que era.


2003

martes, 24 de noviembre de 2009

LA ONCEAVA DIMENSION DE LOS LIBROS


Más allá de las fronteras y el quantum de la luz de una estrella a la nada. En el universo infinito de las redes y los megabytes. Hay un mundo aparte donde se escribe toda la historia de la humanidad como una gran novela aleatoria donde confluyen pedazos sueltos de una historia universal. Detrás de un ordenador en España o en Francia, en Italia o en Rusia, hay alguien contándonos una historia o leyendo alternativamente otra historia por medio de un blog o un correo electrónico. Allí en la Hiper-red cibernética y cinética ocurre el milagro de la globalización cultural. Regresando a nuestra isla americana, es emocionante como aparecen espaciadamente mensajes enviados desde algún lugar de Guatemala descodificando una historia y narrándonos en tiempos aparentemente presentes, un fragmento de las mil una noches latinoamericanas. Veo en el catálogo de Blogs-Chapines, el de Juan Pablo Dardon y me parece sorprendente el flujo de anónimos interesados en esa máquina de pensar que les da vuelta en vilo a sus valores y leyes inmutables, el ordenador se incendia y luego se ríe. Veo el blog de Javier Payeras con sus innumerables códices minimalistas que parecen de pronto tan familiares en alguna etapa embrionaria de nuestra psiquis y pronto salta a una fragmentación del pensamiento más elaborado. Julio Serrano y sus propuestas en una cuenta regresiva donde se telegrafían trozos de alguna conversación en el bus o una confidencia en el restaurante, las voces de los recintos urbanos y la concatenación de frases, dichos, milagros y supersticiones que cambian de colores y de música en los oídos de Pablo Bromo y las representaciones cotidianas de Juan Carlos Lemus y los volátiles textos que fluyen en Nada Editores desde una pantalla blanca en plena madrugada. Veo el blog de una mujer que se desnuda y se masturba y pronuncia las mil groserías más liberadoras de su entorno, tiene más de dos meses sin hacer el amor y escribe ese post para terminar de exorcizar su soledad (Diana no sabe que del otro lado de su pantalla hay otra Diana que también se libera con su liberación), pero no vamos a pontificar nada, este es un terreno virgen en el cual confluyen de comentario en comentario las más simples ideas. Para uno el blog es una libreta de apuntes, para otro el lado B de su libro en proceso, para otros la oportunidad de publicar por primera vez y por primera vez ser comentados por alguien de Nepal o de Bahía en Brasil, para otra es nada más una catarsis que con el nombre de Diario de una Ninfomana que logra satisfacer su más genético derecho a ser. Es aún muy temprano para decir algo definitivo, lo cierto es que estos blogs están flotando, junto con otros que aún no conocemos y que también nos identifican y rescatan lo más espontáneo de esa psique nacional que otros van tejiendo y publicando. Este es el blogicidio, un intento de leer textos remotos que serán las bitácoras perdidas en el gran espacio expandible donde un día algún niño del futuro leerá en cuatro dimensiones estos relatos o poemas y se divertirán con el zapping incendiario mientras mira como se empezaron a quemar los libros de papel en la undecima dimensión de estos mundos paralelos.

lester oliveros

14:13pm.

viernes, 20 de noviembre de 2009

IMPROBABLES CONSEJOS PARA VIVIR/


Ejercite el habla: diga lo que siente.
Políticas Modernas /Religión e improbables consejos para vivir.






Fíjese en todo, no deje que los demás le metan el dedo en la boca. Oiga bien, este atento. Por ahí anda mucha gente hablando del Fin del Mundo para que usted les de todo su money sin cuestionar el uso.[1] Mire atentamente, lea todo lo que caiga en sus manos, no se deje de nadie, pero tampoco sea represor. Toque todo lo que pueda, sienta que está vivo, sienta que es una realidad inclemente, métase a los buses y hable con la gente, toque sus ideas como si fueran materialización de un tiempo que merece ser abrazado por los semejantes, ser atendido urgentemente. Huela los olores, sienta que esta viviendo en un universo multiperceptible. Ejercite el habla, diga lo que siente. Ejercite sus manos, salude a su compañero de cola en el Banco, pregúntele cómo está, mírelo a los ojos y reconózcase en él. Ejerza presión, hable de poesía en las municipalidades; invéntese que usted ya conoce el cielo y comparta sus visiones. Déjese llevar y verá que la gente responde al buen humor. Ríase hasta el llanto. Mire, oiga, y no se detenga, saborée sus deseos como si fueran obsesiones íntimas para descubrir la eternidad. Abrace a sus hijos, deles amor, en esta ciudad de soledades hay que levantar una marcha silenciosa de fraternal intimidad. Déjese besar, gustar, abra los ojos a las personas que la aman y la creen única (o único). Compre libros de superación y regáleselos a los empleados del Gobierno, lea un poema al día de un buen autor desconocido. Trate de salir de noche y caminar por su colonia sin ver más que las constelaciones. Haga todos los días lo que más le gusta, y si quiere compártalo al final de su vida. Haga algo que nunca se haya atrevido a hacer. Tal vez sería bueno que saliera al campo, o que visitara un sanatorio, un orfanato, tal vez un hospital; algunos con sólo salir al jardín y saludar a su vecino podrían tener una epifanía. Si ha odiado, ame, eso es diferente. Visite una iglesia pero no se quede por años. Si ha llorado mucho, ríase de una buena vez de la melancolía. Deje de ver el noticiario. Ore de vez en cuando pero no se lo cuente a nadie, Dios es un Dios secreto y sabe huir de los labios. Si usted ha leído con desesperación los diarios nacionales, si usted es una persona cansada de ésta historia de sangre, odio, egoísmos, prisas, estrés, asaltos, fraudes, asesinatos, robos, crímenes de amor, puñales, soledad, locura insana, ignorancia, racismo, discriminación, desaliento, y todo el desfile indigno, si usted es un ciudadano que lo único que quiere es progresar, superarse, salir adelante, cumplir su sueño, llegar a ser alguien, si usted, amigo, todavía esta leyendo es porque merece saber una verdad insospechada: va a tener que inventarse un país para usted sólo. Un país nada más para usted con sus propias leyes y sus propios habitantes. Porque a todo lugar a donde vaya lo seguirá su historia personal, no la de otro, sino la suya. Y le van a preguntar por su país. Algunos dirán que está en llamas, otros dirán que no saben nada de él. Pero hay quienes hablan de su país de ficción y todos los países de ficción le deben mucho a la literatura. Comparto con muchos amigos la visión de una Guatemala nacida del Popol-Wuj donde lo mágico es real. Mucha gente viaja con dos países en su maleta, el que quisieran tener y el que tienen, y saben que es mejor hablar de un país mítico y futuro, de un país mental, porque a fin de cuentas, como dijeron alguna vez los Siux, la patria se lleva en la mente.

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[1] Es curioso que la religión moderna tenga una relación directa con las políticas modernas.

jueves, 19 de noviembre de 2009

PERSEPOLIS Y MARJAN LA NUEVA PROFETA SIN PATRIA




Marjan Satrapi es una mujer iraní, y además el personaje central de esta película a la que no llegué tarde, sino en el momento oportuno pues el tiempo para mi no existe de una forma lineal. Fue presentada en el año 2007 y fue nominada a mejor película de animación en el año 2008. Compitió contra Ratatouille y Surf`s up. Y me parece sospechoso el hecho de que haya ganado una película que cuenta la historia desabrida de una rata cocinera. Ayer vi por fin Persepolis. La biografia traspuesta de una mujer que sin duda es un icono de su tierra y un profeta sin patria. Marjan trabajo con sus recuerdos una historieta que no esta dirigida precisamente a los niños, sino a un publico universal; a raíz de esto aceptó el consejo de David B para narrar su historia en comics. Así nació el libro Persepolis, por el cual le cerraron las puertas de su propio país. La profeta sin patria, entonces, ayudada por su memoria y Vincent Paronnaud empezó a crear las animaciones para llevar Persepolis al cine. Pude ver el preciosismo con el que se hizo una película que podría hacernos pensar que fue tan fácil. Desde los animadores, hasta el que puso el sonido de cada elemento en pantalla era un grupo comprometido con narrar una historia intima que debía conocer el mundo. Para un latinoamericano no es difícil identificarse con esas escenas de racismo y dominación, aún para un africano o un vietnamita la historia se carga de significantes. Pero la mujer detrás de esta obra es el mayor milagro. La profeta utiliza, en vez de bloques de piedra para grabar mandamientos, papel , tinta y un código que todos conocemos muy bien, el humor, el cinismo, y las nuevas tecnologías de la liberación.
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martes, 17 de noviembre de 2009

UN VOLKSWAGEN EN MEDIO DE UNA MUJER


Cuando uno goza su nostalgia tiende a convivir con la tristeza de una forma muy grata. La felicidad entonces hace posibles las apreciaciones de una realidad subjetiva que es en sí el único universo verdadero del que depende un escritor. Mi universo es la melancolía sagrada. Puedo vivir por mucho tiempo sintiendo unos deseos infinitos de llorar, puedo sobrevivir a la más terrible agonía y soy en si, un sobreviviente de hondas depresiones. Pero cuando una felicidad completa me sobreviene sé, que por muchas razones, es algo momentáneo que debo de vivir plenamente. El sábado, fuimos invitados por Dorian Lima, uno de nuestros mejores amigos, a Santo Domingo El Cerro, un terreno lleno de arte. Desde la puerta se pueden ver las mujeres monumentales de Efraín Recinos, con sus cabellos dinámicos y sus piernas cosmopolitas de mujeres de mundo. Ahí, frente a los pájaros bajo la lluvia esta el Volkswagen que el maestro Efraín manejó mientras se construía con sus planos el gran Teatro Nacional. El Volkswagen aún conserva la elegancia de su color original y alguien con mucha imaginación puede ver a una de sus mujeres tratando de parecer invisible y sensual sentada al frente. Abrimos una botella de vino blanco con el temor inocente de quien se salta la barda de un terreno prohibido. Wendy sonreía y su sonrisa me contaminaba. Supe, en el curso de nuestra conversación que el experimentado Dorian era amigo de mi tío Oscar Oliveros y de mi papá. Recuerdo que le dije que me llevaba de maravilla con ellos. Que pequeño es el mundo, dijo Dorian y, me contó algunas anécdotas de mis tíos. Mirábamos como iba volcándose el sol frente a las nubes y la música de Mazzy Star sonaba por algún lugar indivisible. La música era lenta y melosa, como el vino, como las boquitas de manía con caramelo, como los murales de Recinos y el tecolote de bronce de Ramírez Amaya, como las invenciones del Colectivo La Torana y los jaguares constelares de Goyri, el pequeño cuadro de la reproducción onírica de Elmar Rojas y las grandes transparencias del amor en los insectos vivientes de esa inolvidable región de lo increíble. Pero la noche no termino ahí.
Pero la noche nunca terminó. Desde el cerro pudimos ver las luces de Antigua. Fuimos eternizados además con el teléfono celular de Dorian y ahora hay fotos para la posteridad. Trabajé un poema al ver el carro alzado del maestro Recinos. Se los confío acá:


Desnuda con la nada, me cantas letra a letra una oración pajarera, con alas fuego, con celos azules naves, mi adorada esta al final de la escalera, su belleza total es lo que todavía resplandece en sus manos, una mariposa negra que aletea, las horas sostenidas en la otra, y lo que ha muerto de tu cuerpo de polen desvanecido, un racimo de corazones latiendo.

sábado, 14 de noviembre de 2009

LA NOVELA-PEZ HASTA LA COSTA/ ANOTACIONES SOBRE EL VIEJO Y EL MAR DE HEMINGWAY


Este libro último de Ernest Hemingway no deja de sorprenderme, aún en la mala traducción de José Agustín de Editores Mexicanos Unidos. Ahora en esta última lectura he encontrado que todo el libro es un manual hermético sobre los pasos y trucos para escribir una novela. La maravilla de su ficción es hacernos creer que es una sencilla historia sobre el heroísmo humano y la resistencia del hombre contra la adversidad. Pero, según mi interpretación, es la fiesta de un escritor al haber encontrado su tema y hacer con todos los trucos que conoce, y los que va inventando, una transpolación maravillosa donde sucede, paso por paso, el descubrimiento y el goce de la escritura. Se ha dicho ya tanto, y mejor, sobre este libro, que yo sólo puedo referirme a el, como un texto perfectamente escrito. Algo perfecto es cuando no falta ni sobra nada. Cada palabra pareciera estar predestinada, cada coma, cada serie de palabras haciendo una frase, dando en la totalidad de un párrafo la sensación de perfección poética y métrica inalterable. Eso, para mí, es la virtud de Hemingway.
Existe un texto, y me encantó, del colombiano, y ahora premio Nobel, García Márquez que se llama 90 días tras la Cortina de Hierro, que mantiene la misma tensión e ilusión de ser algo perfectamente terminado. Esto de escribir esta cada vez más alejado del mirar con los ojos. El mar de Hemingway es un delirio de todos los mares que conoció. Llegó a Cuba por la pesca mayor, un deporte al que le dedicó mucho de su tiempo, como se lo había dedicado ya a la caza en África.
Fidel Castro le ganó una competencia de pesca a Hemingway, creo que por eso nunca fueron muy buenos amigos, aunque Fidel siempre leyó El viejo y el mar después de sus trabajos de oficina. Pero Ernest vivía, y ya todo el mundo lo sabe, a quince kilómetros de la Habana en Finca Vigía. En alguna nota de prensa, leí que un día encontraron un ahogado en el tanque de agua potable de la finca. Los Hemingway sólo dijeron, que nunca notaron nada, talvez sólo que el agua se iba volviendo cada vez más dulce.
Que Hemingway era un grandioso boxeador, nadie lo cree, pero sobre su vocación para beber, nadie lo duda, ni siquiera los que no lo conocimos en persona. Le gustaban los mojitos de la Bodeguita del Medio, y sus daiquiris en el Floridita. La última novela que leí de el, fue Islas en el Golfo, novela además publicada mucho después de su muerte, y en ella narra las conversaciones en el Floridita y los personajes inolvidables que tuvieron el gusto de beberse un trago a nombre de la vida, luego de un buen día de trabajo.
Regresando al Viejo y la Mar (como debía haberse escrito) el sabio Hemingway admiró siempre a los animales. Desde leones africanos, bisontes, carneros, gatos formidables, hasta toros de lidia y peces espada inconcebibles. En su novela didáctica Muerte en la Tarde escribe extensamente sobre la nobleza de los toros de lidia, una raza aparte de animales sumamente poderosos. Me gusta cuando describe estos animales de una fuerza descomunal, finos y violentos, pero nobles con una fidelidad divina y, de cómo pueden volverse indomables en la arena, pero pueden caminar como perros fieles a la par de quien los cuido desde pequeños. Me muestra desde esas páginas a esos vivos y salvajes toros de lidia, lo mismo que ahora me describe a ese pez infinito y enigmático, pero lo construye a base de vivencias propias transpuestas en sus trucos de buen mago. Alguna vez dijo que los adjetivos matan la buena prosa, porque se vuelven rancios, y hay que construir ladrillo sobre ladrillo para que los lectores vivan todo como si estuvieran a unos pasos.
El Viejo y el Mar es un libro inevitable. Tarde o temprano Hemingway escribiría sobre ello; había buscado en cada deporte como canalizar toda esa dinámica. Lo mismo hizo con las apuestas a los caballos; también en los velódromos de Bicicletas, en los safaris a África y en las cumbres de los Alpes donde esquiaba, y luego, finalmente en Cuba donde se encuentra con el mar y la pesca mayor. Conoce muy bien el mar, su textura, colores a distintas horas del día, su magnetismo y la fabula de Moby Dick regresa de otra forma. Melville hubiera disfrutado de la lectura del Viejo y el Mar. Pero sigue siendo algo inconcebible y, por lo tanto, el mejor tema para un escritor de ficción. Me gustan las analogías, Paris era una Fiesta es también El Viejo y el Mar. Es la misma pelea, los mismos trucos. A eso quiero llegar, a explicar esta trasmutación que para el escritor amateur pueda pasar inadvertida. Esta obra es una transpolación de un hombre que sin ninguna cautela buscó escribir la mejor historia posible, como buen artista logró lo que pudo y, se quedo inconforme, con los deseos de llevar hasta la playa, entero, ese gran pez, que es la novela total, la novela-pez hasta la costa.

viernes, 13 de noviembre de 2009

XOCOMIL DEL SIGLO/ATITLAN




La última vez que me sumergí en el lago de Atitlán fue para el feriado de Semana Santa del 2008. Estábamos hospedados muy cerca de la playa y, por alguna razón, le dije a Wendy que me iba a dar una ducha. Media hora después estaba cubierto de una alergia extraterrestre, que se me notaba a pesar de mi piel oscura. Pero cuando estaba dentro del agua pude ver el alga y era precisamente la que usaban los vendedores de pupos para decorar peceras en el mercado del Guarda. El lago había cambiado de color y pude verlo desde la lancha que nos llevaba a Santiago. En todo el camino fui viendo el desastre en que se había convertido el turismo de nacionales y extranjeros. Había desde botellas de agua pura y vasos plásticos, hasta cajetillas de cigarros y peces muertos mutilados por las aspas de las lanchas. En ese momento supe que el lago estaba agonizando. Me encontré en San Pedro con Giovanni Pinzón y me comentó sobre la alarma de las llamaradas que estaban a punto de quemar el centro del lago, me habló de los esfuerzos de ciertas organizaciones minoritarias que se dedicaban a recolectar la basura y de algunos voluntarios extranjeros que ya en ese entonces estaban alarmados por el cambio de color de las montañas y el cielo. Estábamos sentados cerca de un muelle y pude ver las nubes amarillas y los volcanes rojos, el agua verde pardo y el cielo en llamas.
Ya no he vuelto a ir.
Creo que mandé un par de correos a Greenpeace y otro a algunos amigos ecologistas, también una nota a Madre Selva. Felicité el gran reportaje que hicieron Harris Whitbeck y Ana Carlos.
En el lago esta alguna memoria de mi infancia. Puedo recordar el camino a Santiago en compañía de la abuela Greis, la carretera donde la Rubulí era un tren de gran velocidad haciendo girones los paisajes inmediatos de gente cargada de arboles cortados en trocitos y mujeres veloces que no alcanzaban a decirnos adios. El gran Cerro de Oro, y luego, las márgenes vírgenes transparentes y divinas donde nacía para mi la vida y el misterio. Espero que la imagen que vea del lago, la próxima vez sea nueva. Los Tzutuhiles ven esta formación del lago como un mensaje del xocomil del siglo. Se acerca el verdadero viento.
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Pieza de Benvenuto Chavajay

Picto—grafías

Hace años, Javier Payeras me dio el consejo de leer el ABC of Reading de un exiliado norteamericano en Paris, llamado naturalmente: Ezra...