sábado, 14 de noviembre de 2009

LA NOVELA-PEZ HASTA LA COSTA/ ANOTACIONES SOBRE EL VIEJO Y EL MAR DE HEMINGWAY


Este libro último de Ernest Hemingway no deja de sorprenderme, aún en la mala traducción de José Agustín de Editores Mexicanos Unidos. Ahora en esta última lectura he encontrado que todo el libro es un manual hermético sobre los pasos y trucos para escribir una novela. La maravilla de su ficción es hacernos creer que es una sencilla historia sobre el heroísmo humano y la resistencia del hombre contra la adversidad. Pero, según mi interpretación, es la fiesta de un escritor al haber encontrado su tema y hacer con todos los trucos que conoce, y los que va inventando, una transpolación maravillosa donde sucede, paso por paso, el descubrimiento y el goce de la escritura. Se ha dicho ya tanto, y mejor, sobre este libro, que yo sólo puedo referirme a el, como un texto perfectamente escrito. Algo perfecto es cuando no falta ni sobra nada. Cada palabra pareciera estar predestinada, cada coma, cada serie de palabras haciendo una frase, dando en la totalidad de un párrafo la sensación de perfección poética y métrica inalterable. Eso, para mí, es la virtud de Hemingway.
Existe un texto, y me encantó, del colombiano, y ahora premio Nobel, García Márquez que se llama 90 días tras la Cortina de Hierro, que mantiene la misma tensión e ilusión de ser algo perfectamente terminado. Esto de escribir esta cada vez más alejado del mirar con los ojos. El mar de Hemingway es un delirio de todos los mares que conoció. Llegó a Cuba por la pesca mayor, un deporte al que le dedicó mucho de su tiempo, como se lo había dedicado ya a la caza en África.
Fidel Castro le ganó una competencia de pesca a Hemingway, creo que por eso nunca fueron muy buenos amigos, aunque Fidel siempre leyó El viejo y el mar después de sus trabajos de oficina. Pero Ernest vivía, y ya todo el mundo lo sabe, a quince kilómetros de la Habana en Finca Vigía. En alguna nota de prensa, leí que un día encontraron un ahogado en el tanque de agua potable de la finca. Los Hemingway sólo dijeron, que nunca notaron nada, talvez sólo que el agua se iba volviendo cada vez más dulce.
Que Hemingway era un grandioso boxeador, nadie lo cree, pero sobre su vocación para beber, nadie lo duda, ni siquiera los que no lo conocimos en persona. Le gustaban los mojitos de la Bodeguita del Medio, y sus daiquiris en el Floridita. La última novela que leí de el, fue Islas en el Golfo, novela además publicada mucho después de su muerte, y en ella narra las conversaciones en el Floridita y los personajes inolvidables que tuvieron el gusto de beberse un trago a nombre de la vida, luego de un buen día de trabajo.
Regresando al Viejo y la Mar (como debía haberse escrito) el sabio Hemingway admiró siempre a los animales. Desde leones africanos, bisontes, carneros, gatos formidables, hasta toros de lidia y peces espada inconcebibles. En su novela didáctica Muerte en la Tarde escribe extensamente sobre la nobleza de los toros de lidia, una raza aparte de animales sumamente poderosos. Me gusta cuando describe estos animales de una fuerza descomunal, finos y violentos, pero nobles con una fidelidad divina y, de cómo pueden volverse indomables en la arena, pero pueden caminar como perros fieles a la par de quien los cuido desde pequeños. Me muestra desde esas páginas a esos vivos y salvajes toros de lidia, lo mismo que ahora me describe a ese pez infinito y enigmático, pero lo construye a base de vivencias propias transpuestas en sus trucos de buen mago. Alguna vez dijo que los adjetivos matan la buena prosa, porque se vuelven rancios, y hay que construir ladrillo sobre ladrillo para que los lectores vivan todo como si estuvieran a unos pasos.
El Viejo y el Mar es un libro inevitable. Tarde o temprano Hemingway escribiría sobre ello; había buscado en cada deporte como canalizar toda esa dinámica. Lo mismo hizo con las apuestas a los caballos; también en los velódromos de Bicicletas, en los safaris a África y en las cumbres de los Alpes donde esquiaba, y luego, finalmente en Cuba donde se encuentra con el mar y la pesca mayor. Conoce muy bien el mar, su textura, colores a distintas horas del día, su magnetismo y la fabula de Moby Dick regresa de otra forma. Melville hubiera disfrutado de la lectura del Viejo y el Mar. Pero sigue siendo algo inconcebible y, por lo tanto, el mejor tema para un escritor de ficción. Me gustan las analogías, Paris era una Fiesta es también El Viejo y el Mar. Es la misma pelea, los mismos trucos. A eso quiero llegar, a explicar esta trasmutación que para el escritor amateur pueda pasar inadvertida. Esta obra es una transpolación de un hombre que sin ninguna cautela buscó escribir la mejor historia posible, como buen artista logró lo que pudo y, se quedo inconforme, con los deseos de llevar hasta la playa, entero, ese gran pez, que es la novela total, la novela-pez hasta la costa.

viernes, 13 de noviembre de 2009

XOCOMIL DEL SIGLO/ATITLAN




La última vez que me sumergí en el lago de Atitlán fue para el feriado de Semana Santa del 2008. Estábamos hospedados muy cerca de la playa y, por alguna razón, le dije a Wendy que me iba a dar una ducha. Media hora después estaba cubierto de una alergia extraterrestre, que se me notaba a pesar de mi piel oscura. Pero cuando estaba dentro del agua pude ver el alga y era precisamente la que usaban los vendedores de pupos para decorar peceras en el mercado del Guarda. El lago había cambiado de color y pude verlo desde la lancha que nos llevaba a Santiago. En todo el camino fui viendo el desastre en que se había convertido el turismo de nacionales y extranjeros. Había desde botellas de agua pura y vasos plásticos, hasta cajetillas de cigarros y peces muertos mutilados por las aspas de las lanchas. En ese momento supe que el lago estaba agonizando. Me encontré en San Pedro con Giovanni Pinzón y me comentó sobre la alarma de las llamaradas que estaban a punto de quemar el centro del lago, me habló de los esfuerzos de ciertas organizaciones minoritarias que se dedicaban a recolectar la basura y de algunos voluntarios extranjeros que ya en ese entonces estaban alarmados por el cambio de color de las montañas y el cielo. Estábamos sentados cerca de un muelle y pude ver las nubes amarillas y los volcanes rojos, el agua verde pardo y el cielo en llamas.
Ya no he vuelto a ir.
Creo que mandé un par de correos a Greenpeace y otro a algunos amigos ecologistas, también una nota a Madre Selva. Felicité el gran reportaje que hicieron Harris Whitbeck y Ana Carlos.
En el lago esta alguna memoria de mi infancia. Puedo recordar el camino a Santiago en compañía de la abuela Greis, la carretera donde la Rubulí era un tren de gran velocidad haciendo girones los paisajes inmediatos de gente cargada de arboles cortados en trocitos y mujeres veloces que no alcanzaban a decirnos adios. El gran Cerro de Oro, y luego, las márgenes vírgenes transparentes y divinas donde nacía para mi la vida y el misterio. Espero que la imagen que vea del lago, la próxima vez sea nueva. Los Tzutuhiles ven esta formación del lago como un mensaje del xocomil del siglo. Se acerca el verdadero viento.
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Pieza de Benvenuto Chavajay

jueves, 12 de noviembre de 2009

EXPLICACIONES MAS BIEN CONFUSAS SOBRE UN WEEKEND EN GUATEMALA


A Juan Esteban Furlan, por los flashbacks de su amistad.


Al entrar a su cuarto pude ver el animalario. Perritos schnauzer saltando de la cama al suelo en una mágica urgencia. Iba a enseñarle a Dominique un texto de mi blog, pero no soporte el impulso, la terrible necesidad de tirarme a la cama y jugar con aquellos perritos que parecían extrañamente tan amigables. Luego, ella oía el poema sentada a la par mía mientras le daba cariño a su perro Pascal (un dachshund con el pelo canela). Dominique se dio cuenta que me gustaban los animales y me llevó a conocer a uno de sus proyectos. Era una perrita blanca recostada en una caja, recuperándose de un accidente. Según me contó, una vecina la había aventado con su carro y le había quebrado la columna, ella la tomó, la llevó al veterinario y, le hizo un lugar en el cuarto de servicio. Además merodeaba por toda su casa otra perrita de la calle con rastros de sarna cicatrizada por los medicamentos.

Su casa, en la zona 15, era amplia, ordenada y con olor a navidad. Todo esto no es extraño para ella, que parece tan cómoda con el olor a navidad todo el año y en beber vodka Absolut en tazas azules sin mezclarlo con nada. Nos acomodamos en un ala de la casa con una bonita mesa de madera en un espacio techado al aire libre desde donde vimos, unas horas después, el amanecer. Me pareció una orgia de la naturaleza cuando el sol nos reveló en ese lugar, con la amistad y otra botella de ron de caña. Dos amigos habían terminado en la sala durmiendo la siesta mientras nosotros platicábamos de todo lo que no tenemos tiempo para hablar entre semana. Les conté de las velas y el violín del día viernes, les conté de lo sorprendente de la poesía de Carmen Lucia, de la fascinante imaginación de Julio Serrano, de la cadencia con que Salinas leyó sus poemas y de los evolucionados textos de Bromo. Les hablé de las calles de la zona uno, de mi habitación embrujada donde otro escribe lo que yo corrijo a mano, de mi casa grande que son los libros, de la maravilla de tener amigos aunque pase el tiempo. Luis Morales, brillante actor y gran amigo, cínico e incondicional militante de la juerga, me preparó otro vodka y brindamos por el amanecer desde la terraza. Sentía una nostalgia espesa como una felicidad incompleta. Todo se resolvió camino a Antigua en la camioneta negra de Dominique. Tomamos cervezas frías en el camino y cantamos I got a felling de los Black Eyed Peas, fumamos en Antigua y luego almorzamos en una casa que Iko conocía muy bien por sus comidas típicas y familiares. Todo fue perfecto, hasta el regreso a la ciudad.
Esa noche, como a las siete y media, mataron a un amigo nuestro de la forma más perversa, sólo nos quedamos callados ante la noticia, oyendo que nos oían, que cualquiera podría oírnos decir algo. La madrugada del lunes llovía ciegamente sobre la calle y lavaba la sangre de todas las victimas del fin de semana.
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Pintura de Salvador Dalí.

sábado, 7 de noviembre de 2009

ORGIA OBSENA Y QUIMERICA EN BAR CENTRAL VIERNES SEIS DE NOVIEMBRE


…cuando cerré los ojos pude ver el verdadero universo de voces/ unas decían sea nuevo el día abriendo mares rojos y negros/ sea de nuevo el día voz omnipresente abriendo la roca y soltando el agua y produciendo pan que nieva/ sea de nuevo el día y saltando los cocodrilos zorros como venados tepocates saltando los búhos ratas como pescados batracios saltando las estrellas lobas como jaguares serpientes como emplumadas casi como colibríes manatíes jugaban y peleaban como gallos elefantes que eran casi como guacamayos anacondos, como zanates cocoteros que eran más parecidos a los buitres cuervos que se volvían jirafas leonas desde las amígdalas y luego pequeños como moscas ballenas hasta convertirse y multiplicarse en ruido de cigarras saraguates en ruido de delfines y garras, porque eran de todos los colores, si señor, porque eran el fruto de la selva y de el anonimato por años, ahí se encontraban los más bellos pájaros reptiles y las más naturales hiervas para el dolor de muelas, para el dolor del ojo, para el mal de esto y de aquello y los animales de campo como la gallina pumada o los perros gatunos que se refugiaban entre las patas de los árboles para mojar el pasto, eran todos como un ruidero infinito que llevaba las hambres antiguas, si señor, llevaba esa nostalgia de infinitos en cada ruidero desordenado donde se comía el águila al ratón, el ratón al hipopótamo, el hormigón al buitre, el león al mico, el mono al ave, el ave al cielo, el cielo pez al quetzal serpiente al colibrí venado, al que se comía al caimán encallado, al que se comía al venado con alas de halcón, al que se comía con gusto al gusano de la palma, al conejo, al ratón blanco que hablaba de cómo se comía a los gatos insectos, al que hablaba de cómo se dominaba al toro escarabajo, al que hablaba de cómo terminaba quitándole la cabeza a los hombres con pura paciencia como los gusanos cangrejos, al que hablaba de cómo se comían las hormigas las piernas de los niños, al que hablaba de esos pozos donde llegaban en cuadrillas para desaparecer los cuerpos ya desaparecidos hasta acabar con los huesos de hombres y nombres, de apellidos y rostros, de ropas campesinas y sombreros de fieltro y paja, de zapatos de trabajo junto con los hierros y las alforjas de tortillas llenas de frijoles fritos de besos y sombras de amor y niños con gusto pidiendo amor, dónde está, preguntando por todas partes, dónde estarán, preguntándole al Tat Kaibal, donde está papá a lu´, donde esta mamá al na´, dónde está la aldea lagunar, dónde, pero terminaban encontrando el animalero revuelto con sonido de tripas y ruidero en la boca del estomago, hambre, sonaba a hambre y olía a hambres porque hambre era lo que bajaba y subía de la tierra, y ahora yo escribía con sístoles infatigables y diástoles infinitos como sonidos de palos viejos tronando contra el suelo, como sonido de hojas y frutos mordisqueados por pájaros lombrices y fantasmas halcones esfinges minotauros bucefalos esfinges, comiéndome las uñas, buscándome entre las pezuñas el poco de tierra que me traje del camino, allá donde el viento luna se esconde cuando los hoyos de la selva olvidan el respiro solar de los anfibios mamíferos, y sueltan a cantar los ovíparos nevados con sus cantos dulces como tortugas con esqueletos fúnebres sobre la espalda/ la comida que se encuentra tirada por todas partes como los mangos tigres, como los bananos teñidos de jaguares, como las papayas eróticas y los cocos que pareces satélites huecos como calaveras marinadas, y las pitahayas jugosas de sangre frutal que se beben como vinos silvestres y rones musgales hasta la creciente venida, si señor, del nuevo año y sus nuevas cosechas de ronrones y mariposas, cascabeles manzanos surgidos del color de las iguanas, futuros rojos hasta la mordida final del pecado devuelto en mano y pensamiento a otro menos malo que no mata hasta que no le disparan, que dijo si, si señor, que dijo si, y luego la voz de uno mismo, caracoles rugiendo al tiempo que parecen serpientes boscosas con alas de palomilla, monos comiéndose los piojos como ángeles borrachos y locos, como demonios inofensivos al final del Apocalipsis...


Fragmento de Zoo(í)lógico
libro inedito.

jueves, 5 de noviembre de 2009

READ POP SOUND I (UNO)





Algunos pudimos seguir el recorrido en tiempo real de la limosina lúgubre que llevaba los restos de quien en vida se vestía con diamantes. Michael Jackson no fue para mí muy importante, hasta que el mismo día de su muerte escuché Billy Jean en esas emisoras donde transpiran música de nuevos intérpretes de moda. Entonces pensé en ver más de cerca el moon walk de Jackson y a todos sus imitadores. Pero la música en estas emisoras es tan basta que tan sólo he oído, hasta ahora, la tonadita rosa de los teen agers que venden el amor en tres minutos y medio. Pero con todo el respeto del mundo, he oído algunas buenas letras, he visto la mejor producción en los videos y algunos intérpretes podrían muy bien cantar alguna opera. Lo que pasa con el mercado es la oferta y la demanda, como siempre, la demanda es la que manda (plagiando un poco a Cabrera Infante y sus giros). En alguna ocasión, luego de escuchar a David Bisbal y a Enrique Iglesias, pensé que estos cantantes de moda eran los culpables de que a las niñas de trece se les llenaran de mariposas las barriguitas y que a los chicos de dieciséis les dieran alas para tirar la piedra y esconder la mano. Pero no, la música no tiene nada que ver con los embarazos y las madres solteras. De nuevo el sistema se retroalimenta con imágenes de obsesiones y deseos demasiado fuertes para niños sin experiencia. Aún estas historias contrariadas de adolescentes en problemas son una tierna imagen latinoamericana. El romance, la voz, la ternura y magia de Laura Pausini hasta a mi me seduce. Es natural dejarse llevar por estas imágenes inventadas en los estudios de grabación, recordemos las telenovelas mexicanas, ellos han implantado una escuela, y se han vuelto unos maestros, debajo de Hollywood, para hacernos creer, en medio de la violencia de Nuestro Diario y la Prensa Libre, que el amor dulzón y empalagoso todavía es una posibilidad para escondernos del real world. Incluso hay poesía en estas canciones pop. Inmediatos. Chetes y Amaral cantando una elegía. Si tú no vuelves. Recuerdos Nerudianos con la ayuda del video. Pero estos terrenos son nuevos para mí y no sé hasta que punto tengo la propiedad para juzgarlos sin corazón. Me compré un pequeño radio de audífonos. Lo que entra a mis oídos es un zapping en multimedia pues ahora mismo escucho Duele el Amor de Aleks Syntek y Ana Torroja y veo a la gente del Parque Central como un video de la canción. Esas letras que hablan de amor hasta el colmo del hastío son símbolos de la agonía. No quiero pontificar nada, simplemente son como algun coro cristiano en el que hablan de otro cielo y de otra tierra. No quiero ser vulgar y decir que esas sensaciones adolescentes son vanas, más bien aplaudo la creatividad de los empresarios de RBD o Kudai en un mercado tan competitivo y evolutivo. Pero el pop en video es como un cuadro de Monet, al pasar el tiempo llega a parecerse a un viejo papel tapiz. Las imágenes se van borrando, todo se va perdiendo como si los colores fueran mudando a una nebulosa región de olvido. Van así, percudidos, hasta desaparecer con la moda que los llevo a la cima.

Picto—grafías

Hace años, Javier Payeras me dio el consejo de leer el ABC of Reading de un exiliado norteamericano en Paris, llamado naturalmente: Ezra...