lunes, 3 de abril de 2017
Estados de Facebook que jamás publicaré
- Si ves girando el mundo y en momento se detiene. Es redondo aunque no me lo creas, aunque no podas entender que ahora mismo aunque estamos de pie nos tiene de cabeza.
-Mi patria es la poesía, aunque sigo exiliado en el relato en prosa.
- Oí que me dijeron que yo había dicho que alquien oyo que yo dije que alguien inventó que yo había imaginado...
-Podría ser, segun los engranajes secretos de la eternidad, que una noche cualquiera, empiece a soñar un sueño que no sea mío, el sueño de otro que aún no ha nacido.
-El poema no es lo que pienso escribir, siempre detras de las palabras se esconde la sin-razón, el por qué es solo una sombra, no un rostro.
- Aburrimiento
Esperar en la Muerte
se fue la vida.
Algo orbital.
Luz intermitente.
Siempre un cuerpo y una noche.
Horas y horas solo para
llegar al fin sin mi.
Recibirte sin nadie adentro.
Cómo esperé tanto tiempo
para darme cuenta plena
de que nunca llegaste
de que yo siempre me iba.
jueves, 30 de marzo de 2017
Restaurante Chino
Hoy estoy
leyendo una Guía de Plantas y Flores, necesito poblar mi mente con imágenes para
terminar una historia sobre las montañas. Ayer soñé que era padre de un niño
inquieto, que a ratos lo recostaba en mi pecho y se quedaba bien dormido. Pero
no soy papá de ninguno, más que de mis propios libros escritos entre el ocio y
excelentes párrafos de hombres que ya están cargando tierra y laureles
disecados en mármol.
Hoy por la mañana asistí a un plantón de ciertos salubristas que
gritaban consignas y ordenaban la destitución de cierta ministra de salud. Me
gusto el día soleado y ver aquel campamento de trabajadores hablando de todo,
entre carpas y colchones sencillos tirados en las aceras o entre sus tiendas de
campaña.
Escribí esta nota errante como si estuviera escribiendo una carta para
meterla en una botella y aventarla a la mar. Recordé, mientras hojeaba el
libro, que en la casita de mi abuela materna conocí las fucsias y los geranios,
las hormigas domesticadas por los corredores y el patio, las ordenadas
estrellas y las nubes. En esos días mi madre insistía en trajearme como mi
padre ausente, allí fue donde entendí que la corbata es un accesorio tan
misterioso como la horca. Además de esto, siempre por las tardes me da cierta
incertidumbre, bebiendo en un restaurante chino, de que alguien se dé cuenta de
que en realidad no soy un escritor; pero lo olvido, o lo resisto tranquilamente,
cuando visito el Facebook y me doy cuenta de la cantidad de muchachos que
publican el mismo miedo.
Tal vez hoy sueñe, que soy un fantasma alado hecho de concreto, parado
heroicamente sobre una tumba.
martes, 21 de marzo de 2017
LO VISIBLE
La demencia
es la primera evidencia
de este mal.
El segundo, un síndrome
de la escritura.
Cristo solo
escribió una vez y fue en la
arena de un
desierto.
Tal vez el
nombre de Sobeida, Soledad o Sonia,
aquellas
eran solo piedras que caían sobre otras piedras.
Esas caras
serias de eruditos
a misma
distancia emocional de las
carcajadas cínicas
con todo y
la sensación de un crimen.
Las manos
manchadas de tinta roja.
El corazón
latiendo
como si una
mano malabarista
lo sacara de
su eje.
Hemos
vencido desde ya
has
peligrado entre lo visible.
Invisible la
voz y el mundo fue hecho.
Si Dios
fuera ciego habría inventado mis rugidos.
Invisible el
reloj y el tiempo y la mano que lo suspende.
Invisible la
luz y la sombra visible
la fe
el cielo y
el infierno
invisible tú
y tus mandamientos de jade imaginario.
Invisible el
perdón y el abrazo
la gloria
la lucidez y
la justicia.
El color de
los ojos de la realidad
que por
mucho que sea evidente no se ven.
martes, 14 de marzo de 2017
Diálogo cóncavo y convexo.
Diálogo cóncavo
y convexo.
- Soñé que
te ibas con otra -dijo ella, mientras se hacía una cola enfrente del espejo.
-Qué
curioso, recuerdo que eso mismo me dijo mi exnovia, un día antes de conocerte
Darling- respondió, viendola desde su espejo.
-¡Bromista!
-La verdad,
yo también soñé que me dejabas por otro -dijo él, con espuma de afeitar en todo
el rostro-. Pero no te lo dije antes porque me pareció un argumento de algún
cuento de Borges. Pensándolo bien, lo interesante sería que los soñadores
fueran los reales.
- ¡Mucha
tele! -rio ella, ya pintándose los labios de un rojo estridente.
-Sí, pero
eso solo se sobreentendería al final -apuntó él, frente al espejo, cortando con
rapidez la última línea de espuma de la barbilla.
-Ya solo
falta escribirla y que el lector sea el soñado -terció ella con una gran
sonrisa viéndolo de reojo desde su espejo.
martes, 28 de febrero de 2017
Sweetness follows-
Cualquier historia que se cuente se dirá que solo puede uno
contarla parcialmente. Se necesitarían cientos de ojos para narrar la vida de
un solo ser humano. Dicha esta advertencia, no me convencen algunas novelas
clásicas, creo más en las historias por contar, y que como siempre son de gente
alrededor. Esta es solo una mirada superficial al viejo Jacobo.
Cuando lo conocí yo todavía bebía casi a diario, y más justo
sería decir que solo me mantenía sobrio un día a la semana. Él era un señor ya canoso y de porte
sencillo, que vivía de vender heladitos artesanales de diferentes sabores, que
preparaba junto con su mujer (una señora mucho más joven a la par de él, quizá
unos treinta y cinco años menos). Al viejo Jacob se le miraba lo buena gente
que era, siempre nos regaló topogigios a mí y a mi compañera, pero lo cierto
era que también tenía una debilidad: un gusto incorregible por la cerveza
barata de los restaurantes chinos. Eso, me dice él mismo, fue lo que orilló a
la mujer a tomar a sus hijos una mañana y largarse lejos sin decirle a donde
iba.
Él se quedó solo. A todos nos dijo que su mujer se había ido de
vacaciones, hasta tres semanas después que me confesó que la corona de su vida
se había ido de una vez por todas, luego de advertirle antes de un año que
dejara de llegar todos los días a las dos de la mañana.
Vendió la refrigeradora cuando se dio por vencido que estaba en
la ruina moral y que iba a serle difícil hacerla volver. Mi compañera lamentó
que ya no íbamos a tener helados de coco a las diez de la noche. Yo recordé
cuando probé aquellos helados, que tenían toda la gracia de los años ochenta y
el raro gusto de poder estar sobreviviendo un nuevo siglo. Era cierto, los
hacían entre los dos y cuando ella se fue, a él se le cayó el mundo. Lo
cambiaron de cuarto a uno más pequeño. Le perdonaron dos meses de renta y de
llegadas tarde. Me cuenta a veces que recibe mensajes de su mujer que quiere
llegar a verlo, pero él tiene miedo que lo vea sin pisto. Allí, amontonados en
su cuarto tiene todas las cosas que dejaron los niños. Puedo ver un zapatito
perdido por allá.
Conserva el buena humor de sus veinte años, aunque libra una
lucha diaria contra la mala soledad de viejo, que apacigua con amigos
intermitentes en las mesas de los restaurantes chinos (que ya lo tienen chino,
dice él), pero no puede dejar, ni por un solo día, de saborear el lujo de la
cebada y lúpulo, es decir, lo amargo.
MIAU!
No me pasa todas
las noches, solo algunas de luna llena. Está, en particular, volvía en largo
pensar y pensar las horas, ya cuando estaba arropado en medio de la cama. La
penumbra variaba según las nubes tapaban la luna. Yo pensaba en cosas simples,
en objetos trascendentales, miraba las cosas en bulto y con distracción. Nada
era definido, y podía hundirme en el almohadón de gato que tenía bajo mis
patitas. Pensé, así, sin estar del todo consiente de la decisión, que no era conveniente subir las gradas a la
terraza, subir al techo a mirar la luna. Ahora solo tenía fuerzas para cerrar
los ojos he imaginarla, sentir el aire frío y húmedo y la tensión de una noche
en aparente calma, hasta que se oyera un quejido y luego el llanto sostenido de
un niño recién nacido, un choque de automóviles si era fin de semana, o el
hablar casi en murmullos engolosinados de dos amantes, que aun solos, secretean
entre sí, luego de hacer el amor.
Desde allí, podía sentir la quietud, cerrar los ojos con libertad y ver
otros mundos imaginarios, escenas de cuentos y novelas que jamás escribiría,
cosas enormes y diminutas, cantidad de rostros conocidos y desconocidos, pero
sobre todo, el detalle de cada imagen imaginada, tan real aunque no fuera real.
No se cómo decirlo, no estoy acostumbrado a pensar tanto. El fragmento más
mínimo en mi mente, pero sobre todo estar consiente que había cosas que
escapaban de mi control, aparecían con nitidez fuera de mi voluntad. Todo eso,
pensado en absoluto silencio, con la luz ya apagada, antes de oír el primer
enredo, imaginar sus ojitos nerviosos atentos a todos lados, consiente de su
error, sin poder remediar ya nada, asustado.
Luego otro ruido después de exactamente el mismo tiempo en que yo empezaba
a ignorarlo, otro enredo, el golpe de una cucharita contra un platito de plata,
el ruido dulce de algún empaque plástico, silencio, la luz por la ventana, la
luna llena alumbrando al ratón que piensa escapar de un salto, soltar un grito,
que no puede, se asfixia en el horror. Luego, juego con él bajo la mesa del
comedor, hacemos lo que tenemos que hacer, él se hará el muertito y yo me lo
trago.
martes, 20 de diciembre de 2016
--Algunos garabatos que se vuelven letra de vuelta--
1.-Ulises: por ser más poesía que narrativa es mil libros. Las mil y una noches. Una vida común.
2.-La clave del libro es la misma que en Cien Años de Soledad: los judíos, la biblia, y la épica. Homero solamente en el primero como aglutinante clásico. La estética.
3.-El libro se puede y se debiera leer en voz alta, es musical.
4.- En el Ulises uno, al leer, se puede equivocar si que nadie se de cuenta, es más: se le puede agregar, sin que nadie lo note.
5.- Lo que da risa en este libro, ladrillo, es entender que un libro tan célebre tenga errores tan evidentes que te sacan la risa.
6.- Me levanto con dolor de cabeza por tanto rebote de palabras, es un libro martillo, martillo para martirizarte, mártir.
7.- Me atreví a comer riñones de cerdo (tienen un parecido al hígado frito).
8.- Cada capítulo representa un color, un órgano, una aproximación a la Odisea, pero eso ya lo saben todos.
9.- Un libro-risa, es un libro que dura un día en la mente de un hombre, y se lee, en el mejor de los casos en un mes, se vuelve a él siempre y los críticos (animalarios curiosos), han tardado años en explicarlo.
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