Hoy estoy
leyendo una Guía de Plantas y Flores, necesito poblar mi mente con imágenes para
terminar una historia sobre las montañas. Ayer soñé que era padre de un niño
inquieto, que a ratos lo recostaba en mi pecho y se quedaba bien dormido. Pero
no soy papá de ninguno, más que de mis propios libros escritos entre el ocio y
excelentes párrafos de hombres que ya están cargando tierra y laureles
disecados en mármol.
Hoy por la mañana asistí a un plantón de ciertos salubristas que
gritaban consignas y ordenaban la destitución de cierta ministra de salud. Me
gusto el día soleado y ver aquel campamento de trabajadores hablando de todo,
entre carpas y colchones sencillos tirados en las aceras o entre sus tiendas de
campaña.
Escribí esta nota errante como si estuviera escribiendo una carta para
meterla en una botella y aventarla a la mar. Recordé, mientras hojeaba el
libro, que en la casita de mi abuela materna conocí las fucsias y los geranios,
las hormigas domesticadas por los corredores y el patio, las ordenadas
estrellas y las nubes. En esos días mi madre insistía en trajearme como mi
padre ausente, allí fue donde entendí que la corbata es un accesorio tan
misterioso como la horca. Además de esto, siempre por las tardes me da cierta
incertidumbre, bebiendo en un restaurante chino, de que alguien se dé cuenta de
que en realidad no soy un escritor; pero lo olvido, o lo resisto tranquilamente,
cuando visito el Facebook y me doy cuenta de la cantidad de muchachos que
publican el mismo miedo.
Tal vez hoy sueñe, que soy un fantasma alado hecho de concreto, parado
heroicamente sobre una tumba.
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