A Yohanna Miner, mi antro*-pologa
favorita.
Se venció la noche tratando
de juntar a nuestra boca un buen vino
allí sentada como una emperatriz la vi
y me recordó algo brillante
que seguro conocí en otra vida felina
-de las 9, una feliz-.
Me hablaste de los espíritus
bonaerenses y
porteños que nos hicieron sentir dos
ecos
de Cortázar a Alfonsina.
Una copa de Orujo arrullado por
historias
un poco de noche extranjera
se nos volvió una hermana
abuela de sangre aro de sueño
mitologías urbanas que jugaban
a la rayuela hasta llegar al cielo.
ii
Luminosa grieta de vigilia
te cambie el nombre como a un sello
y los nimbos de ese cielo
fueron una boca que se convirtió
en un final que no termina nunca
o en un comienzo de té Lipton antes de
la cena
un recuerdo de puertas abiertas
un destino camarada como los bigotes de
Ramona.
iii
Noche eterna imaginaria terrenal
hay lugares donde no existen los
nombres propios
y las palabras primero son esas
señaladas con la lengua
un pecesito metálico y bermejo
se escapa de mis manos
y camino por la ciudad como por ti
esa que nada se estira en un país
sitiado
por una invisible tiranía de virus y
soldados
aunque tu alto seno arda como faro
y planeta
y se encienda con el agua de guitarras.
iv
Una promesa cumplida
respuesta de bastas soledades sedientas
días rudos como cadenas sin dije
que coronan tu hombro salino
y fino como el alma de una ostra.
Perla secreta que se graduó en lo hondo
como un prisma
más allá del batiscafo de Silvio
y solo será revelada con arpa de genio
que en esos mundos
de palabras no dichas jamás
la vea y descubra un nuevo diccionario
de ojos profundos como de recién
nacida.
Perla inmóvil de onomatopeyas
pedernales
vorágine de batallas marinas
vas formada de poemas de Storni, Sosa,
Sabina y Milanes
un pequeño eslabón de casualidades,
gustos aventurados
música de viaje y poemas compartidos.
*Antros: lugares de fiesta.