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viernes, 23 de abril de 2010

ENTREVISTA A GABRIEL WOLTKE Y SU ART OF FICTION DE VACIOS PARALELOS




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Una foto en blanco y negro al final del libro. La cédula. Datos personales. Foto seguramente para su primera identificación de vecino de la ciudad de Guatemala. Traje, corbata, la seriedad del caso. Gabriel Antonio Padilla Woltke, es el autor de este libro que tengo en la mano, publicado por la editorial Catafixia. El Bar Central es una mina de vidrio, mesas, sillas y el mejor ambiente del centro, según me asegura un asiduo visitante. Por la tarde, se veía gente apresurada pasando sin percatarse de la viva arquitectura congelada en dos épocas, como si fueran puntos paralelos de dos dimensiones frente a frente. Por un lado, las nubes blancas del antiguo edificio de Guatel donde por las noches se refleja el Ex –Céntrico en neón con todo su tiempo presente. Lo veo desde acá.
Me había comunicado con Woltke sólo por Facebook, y me interesó hacerle una entrevista por la publicación de su libro Vacios Paralelos. Woltke es moreno, con unas profundas ojeras en los ojos, que ha logrado gracias a la única forma en la que puede escribir, por computadora y de noche. Le digo, antes de empezar, que la entrevista es más bien una conversación relajada. Estamos sentados acá en una de las salitas fuera del bar, y me da oportunidad para encender un cigarro, mientras planifico las preguntas. No sé nada de Woltke. A lo mucho recuerdo haberlo visto parado en una esquina esperando un bus en la novena avenida. Un saludo rápido en el pasaje. Pero leí el libro. Logra un dialogo entre el tiempo presente y pasado, con realidades alternas y casi a punto de ser tan imprecisas que podría colapsar el futuro. Watchmen es el hilo conductor, con frases del Dr. Manhattan, personaje de la novela gráfica escrita por Alan Moore, dibujada por Dave Gibbons y publicada por DC Comics entre 1986 y 1987 (no es un simple comic, eso se los puedo asegurar). Mientras transcribo estas palabras, veo la película. Las frases del Dr. Manhattan están presentes en idioma ingles y cursiva, quizás abriendo un agujero de gusano a esa cuarta dimensión que podría ser un tiempo vacio y paralelo donde habita un solo vigilante. Uno mismo.
Lo valido como todas las veces, son las tres cuartas partes que sostienen la parte pequeña que miramos del iceberg. Hijo de madre soltera, buscando su voz a través de una familia católica, en una de las ciudades más violentas del mundo, pasando por una posible identificación en una banda de rock, generación de la crisis de la moral y los valores de cabeza, aún así Woltke trabaja un universo personal, a solas, en la invisibilidad; posibles analogías con la serie Alan Moore, la búsqueda personal, “ahora la mitad de lo que soy es lo que escribo”, me dice. Aún no anochece. Un reloj sigue trabajando armónicamente en la catedral, a unas cuadras del bar. Le pregunto sobre su blog y me doy cuenta que Woltke es todo un personaje, un drogo confeso que no se ha drogado nunca. Anoto todo rápidamente mientras me habla."
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Lester Oliveros: ¿Cuándo fue la primera vez que tuviste conciencia de que estabas escribiendo poesía?
Gabriel Woltke: Después de leer una entrevista a Wingston González, escribí algo que me pareció mi primer texto, era Batallas bajo tus pies y algunos otros poemas que aparecieron en el primer blog.
LO: ¿Dónde hiciste tu primera lectura?
GW: En la Casa Cervantes, era un Día de la Poesía jajaja, allí conocí a casi toda la mara que me ayudó a moverme en esto, Mills, Méndez Salinas, Payeras…
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"Me cuenta brevemente que la literatura, en un principio le parecía aburrida. Aprenderse de memoria a Ruben Dario en la primaria, recitar por algunos puntos en el aula, por obligación, le quitaba completamente la poesía. Gabriel, culpa al sistema educativo. Luego encontró a los hombres X, como les llama: Méndez, Serrano y Pedroza, y revaloró el trabajo literario, todo se desencadeno luego de su graduación. "
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LO: ¿Cómo fue que concebiste Vacios Paralelos (Un hombre que no existe)?
GW: Precisamente estaba en Antigua cuando vi Watchmen, me gusto el comic, la novela gráfica, y la onda se fue expandiendo, dándome vueltas en la mente, lo recuerdo bien, que salí al patio a pensar en eso… luego de ver la película, y así nace la idea parcial del libro, esa tarde imaginé la estructura.
LO: Me imagino que te pusiste a escribir algo esa misma noche.
GW: No… pasó más o menos un mes después que escribí una versión concentrada, era un poema de tres páginas.
LO: Tiene frases, o epígrafes en ingles.
GW: Mirá, yo no sé ingles, así que le pedí favor a mi novia que me tradujera las frases que iban a integrar el libro, aunque no domino el idioma sabía que era necesario mantener lo más íntegro posible al Dr. Manhattan.
LO: ¿Cómo se llama tu novia? No le importara salir en la entrevista.
GW: jajaja no hay problema, Monimoni.
LO: Entonces tu novia trabajó con vos el libro, imagino que mantienen un diálogo mientras vas escribiendo.
GW: Si, las referencias a pintura, geometría, la proporción áurea también son crédito de ella.
LO: ¿Y… haces el libro en esa estructura que imaginaste?
GW: Sí casi nada sale improvisado, tenía concebida de antemano la extensión de cada parte del libro y el tema a abordar en cada párrafo, incluso escuchar cierta música al momento de escribir era parte de lo que buscaba lograr …y como de costumbre todo se escribió de noche, no puedo hacerlo por más que quiera de día.
LO: Curioso. Como eso que me contabas antes de tu primer libro, que tuviste que volverlo a escribir cuando tuviste que formatear el disco duro de la computadora.
GW: Si, lo escribí 3 veces, mi computadora tronaba y tronaba al final creo que ayudó en algo tanta reescritura.
LO: ¿Cómo es eso que escribís sólo de noche?
GW: Me acostumbre, solo de noche escribo, en casa es el único momento para escribir tranquilo. Cuando no tengo computadora, como ahora, me resulta imposible escribir a mano, mejor me dedico a leer. Además no escribo a diario, escribo por temporadas…, por lo regular termino de leer algún libro y escribo durante un mes, luego dejo de hacerlo por un buen tiempo hasta que se repite el proceso.
LO: ¿Y como fue la estructura final de Vacios Paralelos?
WG: Lo tenía claro, tres partes, de tres páginas tamaño carta, y la última de tres páginas y media.
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"Adentro del bar, se empezaba a oír Even Flow de Pearl Jam, entraban clientes conocidos, asiduos bohemios que se iban oyendo más alegres; la noche afuera corrigiendo el tiempo de los relojes, las minúsculas agujas de cientos de engranajes sincronizados, minutos más o menos paralelos, quizás segundo a segundo acercándose a ese flow final donde las máquinas, afuera, imaginaban el caos de la humanidad. Carmen Lucia Alvarado apareció como teletransportada a través de las avenidas “sólo quiero sentarme un rato mucha, sigan”, dijo, después de saludar, y se apertrecho a leer en un sofá. Afuera la noche. "
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GW: Mi primer libro lo pensé para escribirlo en doce noches, y el último capítulo, levantarme al amanecer para terminarlo.
LO: ¿En este libro alcance a percibir tu gusto por la nada, que pansas de eso?
GW: A mi mismo me pasa mucho, a veces siento que estoy completamente en otra parte o en ningún lado. Pero la nada como nada no existe, ya es con sólo nombrarla, lo único que podes hacer como individuo es establecer para quien queres existir y para quién no.
LO: ¿Podría servir de algo escribir en este siglo en Guatemala?
GW: La literatura primero te sirve a vos y quizá con eso basta.
LO: ¿Crees en Dios todavía?
GW: No lo perdes nunca, esta ahí ese algo, siempre vas a necesitar de creer en un dios, o fuerza o energía o algo. No creo que exista una religión más barroca que la católica, su simbolismo, los rituales, talvez por haber crecido católico esa es la imagen de dios que aún conservo. Y por decirte algo, dios podría ser, dentro del libro, el Dr. Manhattan.
LO: ¿Qué libro estas leyendo ahora?
GW: Bueno, leo El Placer de Corresponder. Correspondencia variada, de Cardoza, Brañas, Meany y otros embajadores en época de la Revolución.
LO: ¿Cómo miras el ambiente literario en Guatemala?
GW: …como dicen los políticos cuando no quieren meterse en problemas “no entendí su pregunta” (risas), a través de editoriales te vas a dar cuenta de que no estamos tan mal, hablo de los Mínimos de Serrano; de Vueltegato Ediciones de Bromo; Catafixia de Carmen y Luis Méndez Salinas, Ediciones Palo de Hormigo, y otras, soy demasiado nuevo o joven en esto para decirte como estamos en relación al pasado, pero creo vamos en buen camino.
LO: ¿Qué pensas del aburrimiento?
GW: Es necesario.
LO: ¿La rutina?
GW: Te puede absorber.
LO: ¿2012?
GW: …mala la película. (risas)
LO: ¿El Cielo y el Infierno?
WG: …podes confundirlos, lo que para mi es el cielo, para otros podría ser el infierno.
LO: ¿Cómo imaginas un libro tuyo en el futuro?
GW: Dos versiones imagino. La primera son todos mis libros juntos y que cada uno sea un capitulo. La segunda, seria un documento monstruoso que fuera casi imposible de leer.
LO: Como pregunta final, ¿qué pensas, el dinero puede ayudar a un escritor a crear?GW: La única forma en la que creo que el dinero puede ayudar a crear, es en tener la comodidad para realmente quedarse en casa sólo a escribir, aunque ni así. La comodidad tampoco ayuda mucho que digamos, ahora con lo de motivación exterior...sólo que fueras a cazar premios por todos lados, tu prioridad sería ganar y muy difícilmente hacer un buen trabajo.
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"Como en un espejo gigante y cóncavo, otro Gabriel Woltke, otro entrevistador, y el Dr. Manhattan observan como todo vuelve al principio a voluntad. Me veo entrando al bar y saludo a Gabriel en una mesa, saludo a Mauro y Andrea, subo corriendo las gradas hacia la galería y todo desaparece. "
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Lester Oliveros.
Guatemala 9/04/2010
Fotografía extraida del facebook de Gabriel W.

viernes, 26 de febrero de 2010

ESTUARDO GRAMAJO TATO /MAS ALLA DEL MAR DE NUBES





El alpinista es quién conduce su cuerpo allá dónde un día sus ojos lo soñaron.
Gaston Rébuffat


*
*

A uno de mis tíos siempre le dio curiosidad ese tipo que a medio día andaba vestido con un jaquet de militar que le llegaba a los tobillos, el pelo revuelto y una cuadrilla de bohemios románticos salvajes. “Ese tipo esta loco, viene gritando desde la esquina”, decía una de mis tias que acababa de llegar de los Estados Unidos. Era Estuardo Gramajo, mejor conocido como Tato. Yo recuerdo cuando se pasaron a vivir a la casa de color verde aqua, en la 35 avenida. Yo estaba en el primer año del Adolfo V. Hall. Poco después, gracias al cielo, el sueño de mi papá se vino abajo, nunca pudo pagarme el instituto, y me quedé a la deriva a medio año. No sé si el Tato me invitó o si me invitó un amigo, lo cierto es que llegué un sábado a la escuela Estados Unidos a ver en que consistía ese royo Scout. Tato era el Jefe de Tropa. Paré en la patrulla Halcones, que lideraba una canchita de ojos claros. Luego supe que se llama Roxana. Era el único hombre en una patrulla de unas cinco o seis mujeres. Luego también me daría cuenta que Roxana sufría de desmayos, creo, producidos por la insolación. Aunque nunca fue tan grave, recuerdo que en algunas ocasiones tenía que hacerme cargo del banderín. Fue así como terminé haciendo mi propia patrulla: la Toros. Banderín rojo con un toro tipo los Bulls de Chicago.
El bueno del Tato sabía que yo había estado en el Hall. Así que para mí el trato fue diferente desde el primer día. Divertido. Los juegos Scout son juegos donde se pone de manifiesto la astucia y se vencen los miedos. Yo era tan malo en los juegos de fuerza o habilidad que me dio en llamar, simplemente: el araña. ¡Vaya apodo! Tenía un árbol. In my Tree, como la canción de Pearl Jam, que no lograba subir nunca. Era literalmente un tormento para mi aquello. El día que lo logré subir, el Estuardo hasta me tomó una foto.

Era un líder bastante intuitivo. A veces, hasta rozaba con la intuición zodiacal que sólo les es dada a ciertas mujeres. No había juego que no fuera probado antes por él. Ahí le perdí el miedo a la muerte, conocí lo que se siente cuando a uno se le parte a la mitad un diente, y supe lo intolerable que es pasar dos noche sin dormir en el campo.


También, ahí conocí a Francisco Soto, Luis Morales, Carlos, Hellen, el Minchito; en fin, una fila de cuates que nos poníamos a prueba todos los sabados en esos tugurios de la zona 16, la Laguna Verde, y el bosque de Cayalá. Me han contado que todo eso ya fue arrasado.
Una noche acompañé a una gran amiga a la casa de unos sus amigos de alguna familia pudiente La casa tenía unos acabados finísimos y una vista maravillosa. Al salir leí “Altos de Cayalá”. Me asusté y me dio nostalgia al mismo tiempo. Estaba en una casa construida en el mismo bosque donde yo jugaba a ser libre.
Pero esta nota es sobre Estuardo Gramajo, quien acaba de subir el Aconcagua el pico más alto de América y del mundo, afuera de Asia. Debió ser una noticia en Guatemala. No he visto los reportes. Lo cierto es que es mi amigo es un gran tipo que su única pasión es llegar arriba, más arriba del mar de nubes.



Pueden visitar su blog aca.

lunes, 12 de octubre de 2009

HOTEL REALIDAD


Entramos a almorzar a un lugar de lo más humilde, que bien hubiera sido una brasserie francesa en tiempos de calamidad. Pero nos atendieron estupendamente. Pedimos un solo menú. Pollo frito con ensalada de papas con crema y abundante fuente de arroz y, nos dieron dos platos de sopa caliente. Era un caldo de res delicioso que aquella tarde, al final del invierno, nos pareció una magia feliz de los primeros días de octubre. Además nos gusto que el refresco de Rosa de Jamaica lo envasaran en botellas de Coca-Cola para poder organizarlo en el refrigerador. Era un lugar donde habían mujeres mayores almorzando, señores y jóvenes bebiendo octavos de Quezalteca, y era un lugar sórdido y mínimo pero al mismo tiempo agradable. Una señora se acercó hasta mi novia y la saludó con mucha cortesía. Parecía una mujer amable y debía ser cliente del lugar y era la primera vez que nos veía por ahí, porque nos saludo como si nos diera la bienvenida. Un poco después apareció un músico que habíamos conocido un día antes en una cafetería china. Era un señor curtido por el sol, con profundas heridas de desvelo y los años habían sido duros para el, se notaba en su rostro de una forma permanente y se podría uno imaginar que había llevado una vida de infortunios por haber elegido una vocación y un vicio al mismo tiempo. Por un tiempo había compartido con su mujer el gusto por la música, por 1976 eran los esposos Iseppi y se presentaban en las radios a cantar. Me enseñó un carné de la Asociación de teatreros, cantantes y similares, y se veía robusto con la dignidad intacta y parecía un tipo decente. Fue muy amable un día antes en cobrarme las canciones a quetzal, pero además era todo un personaje. Terminamos de comer en el momento en que un hombre se sentó a nuestra mesa y me pidió que le regalara para un trago. Parecía un tipo sin vergüenza por el alcohol y parecía indigno que pidieran con sus manos fuertes y su rostro entero. Pero le dimos unas monedas y, luego terminaron por sacarlo cuando empezó a molestar a unos clientes. Era un lugar intimo y parecía poblado por vecinos que no vivían lejos. El servicio sanitario estaba al subir unas gradas y desde ahí se podía ver la vida humilde que llevaban los dueños. Ese mismo día, a las dos y media de la mañana habíamos asistido a un milagro que sólo pudo venir de un poeta. Una cena improvisada por Simón Pedroza que no parecía una cena improvisada sino un gran banquete de espaguetis con salsa de atún y vegetales rociado con queso parmesano y grandes copas de vino tinto Frontera. Al final de la cena de esa noche Simón llevó un librito negro y sin decirnos el nombre del autor empezó una lectura que nos llevó a saborear con gusto el vino, era un poeta del mismo país del vino tinto, Vicente Huidobro. El tiempo es sólo una fantasía de la imaginación. Por la mañana, antes de entrar a la brasserie, vimos un hotel que se llamaba, contradictoriamente, Hotel Realidad, una pareja salió apresurada tapándose la cara.

miércoles, 7 de octubre de 2009

CARLOS SALVADÓ/ AMIGOS


Carlos Salvadó se parece a Melville porque tiene cara de capitán de barco. De esos barcos que cruzaban el atlántico de America a Europa. Mide algo así como dos metros, pero para mi es más alto aún. Se deja la barba blanca y cuando camina, suele apoyarse en un bastón de madera, que parece una rama que el mismo hubiera cortado y barnizado. A las primeras palabras uno sabe, por alguna razón del corazón, que Carlos es noble y claro con lo que dice. La primera vez que pudimos hablar estaba de momento en casa de Simón Pedroza. Me contó, mientras le ofrecía una cerveza, que estaba viviendo muy feliz en San Juan la Laguna, dando clases gratuitas de matemáticas a sus vecinos, y algunos niños. Carlos es matemático y además suele decir, con mucho orgullo, que es un ateo sin problemas de entrar a una iglesia y disfrutar de la fiesta. Le gusta ir a la iglesia evangélica los domingos antes del almuerzo porque le gusta el baile y la alegría espontánea de los creyentes de San Juan. Esto es un rasgo definitivo de éste gran amigo de casi ochenta años, su libre pensamiento, su instantánea sonrisa de joven. Esa tarde en casa del poeta Simon Pedroza, hablamos sobre T.S. Eliot, y entre otras cosas, recordó un poema que se titula The Love Song of J. Alfred Prufrock, y del cual reproduzco un fragmento que el mismo Salvadó nos recitó:
Let us go then, you and I,
When the evening is spread out against the sky
Like a patient etherised upon a table;
Let us go, through certain half-deserted streets,
The muttering retreats
Of restless nights in one-night cheap hotels
And sawdust restaurants with oyster-shells:
Streets that follow like a tedious argument
Of insidious intent
To lead you to an overwhelming question...
Oh, do not ask, "What is it?"
Let us go and make our visit.
Carlos Salvadó no es un norteamericano común. Me contó que, para el tiempo que empezaba la infame guerra contra Vietnam, el no quiso ir y su negativa le costo la nacionalidad norteamericana. Sus razones me confió, mientras caminaba muy despacio por uno de los patios de la casa del poeta Pedroza. Fue un momento difícil, según me dijo explicándome todos los trámites que tuvo que hacer para recobrar su nacionalidad, y me di cuenta de la suerte que tenía de haber conocido a alguien tan valiente. El episodio del poema de T.S. Eliot se quedó imborrable, porque caminábamos por la 1era. Avenida de la zona 1, rumbo a una tienda a beber los primeros aperitivos de Quezalteca, que es una de sus bebidas favoritas. Cenamos todos juntos unos platos generosos de Shapsui y Chao Mein. Luego terminó la noche oyendo a un cantante urbano, maestro de la guitarra, bebiéndose los últimos digestivos en un restaurante chino.
Anoche lo volví a ver en el Parque Central, tan fresco, como si acabara de despertar, desde la última vez que nos despedimos.

lunes, 24 de agosto de 2009

CANCION MENTAL/RELOJ DE FLORES/ Y COLIBRI




* Antes, en algunos casos de apatía o nostalgia adolescente resolvía muchos conflictos caminando. Caminaba desde la zona 10 hasta la zona 5 y me gustaba pensar, en ese periodo, en todo lo que me iba sugiriendo el camino. Tentaciones, breves revelaciones del atardecer después del trabajo, largos monólogos interiores que iban haciéndome fuerte para darme cuenta que aquel conflicto iba a ser borrado con un poco de voluntad o de olvido. Lo cuento a propósito de mis viajes largos en bicicleta al Centro Histórico. La semana pasada caí en la cuenta que recorría varias zonas antes de llegar a casa a una hora escandalosa para las sanas conciencias y morales limpias. Luego de estar conviviendo en el festival, iba frente a Ex-Céntricos, quitaba el bronce de la cadena y empezaba a correr el tiempo por la sexta avenida, donde muchos comerciantes de discos piratas y aparatos eléctricos intentaban no hacer mucho tiempo en recoger sus mercaderías coreanas. Fu Lu Sho, siempre me guardaba una imagen nostálgica con uno o dos comensales solitarios sin ánimos de seguir viendo el periódico. Cantando una canción mental pasaba por el Teatro Nacional hacia la zona 4. Siento miedo a veces, uno realmente no sabe hasta que punto la ficción de los diarios amarillistas puede saltar en un momento de los periódicos viejos y enrolarlo a uno en una estadística que llene la pagina del News Paper del otro día. Pero no me ha pasado nada. He tenido la mayor precaución. Manejo lento tras el tráfico, pero por las noches y a esa hora, puedo correr hasta la zona nueve por la sexta avenida, hasta el Reloj de Flores de la zona 10 y seguir sintiendo libertad y el fresco aire que llega del Atlántico lado del mundo, cargado de saludables emanaciones hasta que me encuentro pasando por la zona 12 y luego la Reformita con sus oscuras calles rurales, hasta que veo la familiar avenida Petapa. Lo demás es sencillo porque es una bajada ondulada. Llego a casa en una euforia feliz de poder hacer esto con la mayor de las ingenuidades.* El sábado por la tarde fui con unos amigos a comer al Bar del Centro, tienen una pizza verdaderamente maravillosa. La acompañamos con un buen vino Cabernet. Pero antes nos habíamos tomado unos aperitivos en una tienda en la 8va. calle y 14 avenida de la zona 1, y conocimos a dos viejitos que se presentaron como vendedores de bienes raíces, y uno de ellos, el más brillante, me dijo que era familiar de Castillo Armas, que la amistad lo era todo, y que si hay amistad no falta nada. Pura sabiduría. Me dijo que el me iba a regalar un caballo blanco y que yo era un rey, que mi amiga era mi reina. Yo recordé una conversación de esas con Javier, y vino al caso, porque al final, luego de tres quezaltecas y algunas carcajadas, me pidió que besara a mi compañera. Le dije que no sólo la iba a besar para el, sino que le íbamos a bailar una pieza de la canción que sonaba en la radio. Se quedó encantado y feliz. Que viva Reymond Carver porque hice realidad un cuento suyo.
* Mucho después fuimos al Pasaje Aycinena y bebimos unos litros Cabro. Vimos pasar a unos chicos de una asociación que se dedica a fabricar sonrisas a niños en riesgo de muerte en hospitales. La chica me contó una anécdota preciosa de una niña con cáncer.* Conocí finalmente a Rosa Chávez como a las diez de la noche Es amigable y muy intuitiva. Estaba con Leonel Juracan, Rolando Orantes y no recuerdo quienes más. Me habló sobre la humildad de las palabras y un proyecto secreto para descentralizar las lecturas de poesía. Es un colibrí. Me gustó mucho su discurso, pienso que de allí podría salir una interesante anécdota que no terminará, como aquel día, después de la media noche en el Cafetín compartiendo una cerveza y unos cigarros quebrados con olor a chocolate.

sábado, 25 de julio de 2009

MARIO MONTEFORTE TOLEDO (A TRAVEZ DE LA MEMORIA DE LOS DEMAS)

Un poco de mi cuerpo de asceta pecador, otro de mi voraz curiosidad de descifrar los enigmas de lo desconocido y otro de esa especie de mesianismo que tenemos muchos intelectuales de mi época para considerarnos obligados a emancipar y mejorar a la gente -en especial a la de nuestro país. Esto no se puede sentir en Europa, donde todo ya está hecho.
Mario Monteforte Toledo, de entrevista de Edward Waters Hood


Ya lo escribí una vez en mi diario.
Iba muy apresurado por el edificio Géminis10, con su barba de quijote y su rostro igualmente mítico, cuando lo saludé sin saber nada de su temperamento. Debo admitir que en una de esas me van a meter un balazo por ser tan descuidado y poco mesurado. Pero lo saludé con la mayor cortesía:
- Usted es Monteforte –le pregunté reiterándolo.
- Si –me respondió, sin detenerse.
- Mire, leí un cuento suyo que me gusto mucho, se llama Los Exiliados –le dije, emocionado, era la primera vez que lo veía en persona y su cuento me había gustado verdaderamente, y tenía que comentarle, o quizás preguntarle, porqué el final era tan abrupto y no tenía aparente continuidad.
- ¿Dónde lo compraste? –me preguntó, fuera de toda lógica.
- Allá arriba –señale Piedra Santa.
- ¿En dónde lo leíste? –me preguntó con su vozarrón de general.
- En mi casa, le respondí –y estuve a punto de contarle sobre el espacio especial que tengo para leer, cuando se detuvo, me dio la mano y se marchó.
- Mucho gusto, alcance a decirle –y pensé que le había molestado algo.
Subí las gradas mecánicamente. Las gradas eléctricas eran lentísimas, y recordé que iba hacía Artemis. Entonces bajé de nuevo, y lo vi regresar también, y subir las escaleras eléctricas. No me atreví a volverlo a saludar, porque me brotó una sonrisa tonta.
Esperé mucho tiempo, para conocerlo realmente la noche del jueves 23 en el Centro Español. La presentación estuvo a cargo de Max Araujo, Méndez Vides y Perdomo. Max hizo una breve representación con la lectura de un prólogo escrita por Mario Monteforte, en la que cuenta todo sobre sus novelas y libros de cuentos, intimidades, rasgos de su personalidad, una breve autobiografía. Pero nada me gustó tanto como el texto de Méndez Vides, precisándolo en fechas y acontecimientos en el mundo mientras rehace la imagen del escritor con pasajes de aventura sincera y pleno gusto por el viaje y el esplendor de los caminos del Mundo. Hay una anécdota además que me gusto mucho: cuenta Méndez Vides que en una ocasión Monteforte les contó a todos que se escapó de su casa a los catorce años, y que se fue sólo a los Estados Unidos, por tierra, escondiéndose en las cuevas que también escogían los coyotes para sobrevivir de los guardianes de las fronteras, pero lo hacía como si estuviera creando ficción, con magia, porque la sorpresa se la llevó el mismo Méndez Vides cuando presentó su texto sobre éstas memorias y alguien había escrito otro texto en el que desmentía todo ese cuento, porque Monteforte se había ido con su padre por otro motivos que poco tenían que ver con la verdadera aventura. Esa noche conocí a muchos de sus amigos. Una de esas personas fue Regina de Toledo, quien me contó que ella y su esposo había sido como los padres postreros de Mario (cosa que me hizo mucha gracia); y cuando le pregunté sobre lo más trascendental del escritor, me contó que Monteforte, ya en el final de su vida, había aceptado a Dios, y de cómo fueron vertiendo sus cenizas en el hermoso lago de Atitlán y de cómo había recibido una señal de la salvación de Monteforte por medio de la poesía del espíritu y la música, y me habló también de las primeras visitas del joven poeta Alan Mills y de cómo Monteforte perdía las llaves del carro por vivir en su mundo aparte llenó de imágenes que se le iban volviendo, inevitablemente, más vivas y sagradas que las cotidianas.
Ya al salir platicamos un momento con el escritor Max Araujo y Gerardo Guinea Diez y me recomendaron unos libros, yo ya sabía cual buscar de Monteforte, Unas vísperas muy largas, iba a ser un texto que compraría con el primer pago de mi quincena.
Le pregunté a Javier Payeras, que me dio oportunidad:
- Mira vos Javier, y de verdad te gusta el Pop.
- Si –me dijo, y sacó un cuaderno que llevaba debajo del brazo y yo creí, le puse atención, a la portada del cuaderno, cuando levanta la portada y veo, otra portada diferente: The Cure Greatest Hits, luces y parafernalia en las manos de un músico como Robert Smith.
- Si, a huevos –le respondí riéndome, entendiendo el asunto. Luego me invitaron Al Bar de Poncho, yo no sabía quién era Poncho hasta que lo vi con su sonrisa bonachona. Ya lo conocía.

He querido recoger acá, guardar acá, las imperceptibles volutas que flotaron en esas horas. Nunca estaré satisfecho de cómo meto palabras en éste espacio nebuloso, pero estoy conciente, que la otra forma de completar una frase está, quizás, completamente en la imaginación de los que leen. Saludos, tengo que ir por el pan ahora, hasta luego.

miércoles, 13 de mayo de 2009

¿RODRIGO ROSEMBERG FUE UN BOYSCOUT?


Eso fue lo que sentí, vértigo. La realidad guatemalteca es surrealista. Yo no podía creer que ese hombre apareciera diciendo todo lo que se sabe pero jamás se dice, y confirmando, con tanta sangre fría que ya estaba muerto. Era la magia de las nuevas tecnologías y dejo a muchos, como a mí, en un estado de shock.
En un principio dudé. Como todo escritor, soy un escéptico, hago mis deducciones mentales y básicas; veo su rostro, parece un hombre maduro, con traje, habla con soltura, parece muy bien educado, es abogado y trabajó para personalidades muy influyentes, tiene, a pesar de todo, una mirada que inspira confianza y es posible ver todo eso a través de una pantalla de computadora. Se llama Rodrigo Rosemberg Marzano, apellido extranjero, o más bien criollo. Tenía 48 años. Se sabe que el video fue grabado el día jueves 07 de Mayo por amenazas verbales de las personas que el mismo acusa. Fue asesinado el día domingo 09.
Mientras miraba el video pensé de pronto que éste empresario asesinado, con esa mirada honrada, había sido victima de una quimera gubernamental, de algo maquiavélico, donde en todo caso, como en las buenas novelas de ficción, los verdaderos culpables estaban detrás de los acusados. Luego, me siguió doliendo su ingenuidad y ese corazón de mártir que había visto también en la cara de Jim Caviezel. Era un héroe, no había duda. En un país como Guatemala, en donde ya no se puede ir por la calle en un sentido contemplativo, donde matan diariamente a 13 o 20 personas según el noticiario, donde salen genios escribiendo obras verdaderamente grandes y nadie los toma en cuenta, donde los niños sueñan con volar y las niñas juegan a domar toros de Lidia, donde los poetas se mueren de hambre y de risa y las estrellas se ven más brillantes, acá, donde los cangrejos y las hormigas tratan de salir y otros se encargan de jalar, esta novela hermosa de contradicciones y humor del más negro, acá, si señores de todo el mundo, se ha dicho por primera vez una verdad oscura, dolorosa, pero cierta. El brillante abogado, que jamás tuve el honor de conocer, fue asesinado mientras disfrutaba de un viaje en bicicleta. In memoriam a todos los que han hablado pensando que la vida es un ejercicio de la verdad.


PD.

El periodista que hizo posible la entrega de los 150 CDs, y dio su testimonio de como se adelantaron a los hechos, también es un gran ser humano.

sábado, 18 de abril de 2009

CONVERSACION EN EL FUTURO UNA ENTREVISTA AL POETA ALAN MILLS


Sophos 6:00pm.




Creen que los escritores vivimos en ciudades cosmopolitas, tenemos
dinero, agentes literarios, cenamos con embajadores, dictamos conferencias en
auditorios llenos y nos acostamos con muchas mujeres.

Javier Payeras, Retrato del Mal.
[1]


Existe la posibilidad que éste artista, en una región paralela, pudo haber sido antes amigo nuestro, talvez por una correspondencia, por dibujos dejados al azar sin aparente destinatario, por mapas que corresponden a la invisibilidad y terminan en un vacío significante, invisible, anónimo, pero que de pronto pueden llegar a ser más reales que la gente que transita por la misma calle, día con día, a la salida de casa para ir al trabajo. Alan Mills ha viajado mucho y ha publicado con éxito varios libros de poesía, pero sobre todo ha sido un nómada… y estaba lejos para mí la posibilidad de poder entrevistarlo. Llegó puntual a Sophos de la Plaza Fontabella, con su “Poetry Rock Star’s Hair”, la mirada que lo ha hecho célebre desde México hasta Chile, su tez morena, y en la mano el signo de su pasión: un libro. No llegó solo, unos pasos atrás, lo acompañaba Ballard[2], más serio que un muerto, y más blanco que una hoja de papel bond. Nos saludamos. Ballard, se sentó en una de las sillas libres y no dijo nada en toda la conversación, parecía irse inmortalizando conforme entraba la noche. En seguida apareció la mesera por el pasillo largo y nos ofreció el menú. Alan pidió una Gallo y yo repetí mi pedido de café Americano.
Eran las seis de la tarde. Afuera el mundo; las casas con piscina de la zona diez, los ventanales nebulosos de la casa de enfrente y los árboles fieles a la naturaleza y a la alta decoración urbana.


- Cuando vos digás –me dijo, su voz era grave, educada, como esas voces cínicas y permanentes.
- Esta bien, te voy a leer algo que bajé de internet y me pareció muy interesante, vos decís que sos como “una especie de marero del lenguaje de la civilización”, y que sos como “una mezcla de un artista conceptual con un escritor convencional”.
- Sí, más o menos eso es lo que soy.
- Pues para empezar con esta suerte de entrevista-conversación, ¿podrías contarme alguna anécdota de tu niñez?
- Bueno, en mi casa de la zona 6 de Mixco tenía una colección de revistas gigante, habían de Archi, La pequeña Lulú, Mortadelo y Filemón, muchos…, no recuerdo cuántos más; y pues en cierto momento no quise saber nada de todos ellos, guardé como por un año las revistas en una valija muy grande, de viajes. Después de ese tiempo, me volvieron las ganas de leer mis revistas y, ansioso, fui hasta la valija y al abrirla encontré una enorme rata –me enseñó con las manos su tamaño –con una fila de ratoncitos, que deshicieron mi colección con tal de hacerse un nido, estaban postrados en el pica-pica de mis revistas. Me recuerdo que cerré la valija, la llevé al techo y le prendí fuego.
- ¿Fue en el techo?
- En la terraza de mi casa, y sentí como si fuera una ceremonia, la incineración de una época para dejar la ignorancia (o quizás la realidad) atrás; además la rata es un animal que detesto. En algún poema de Los nombres ocultos escribí que me complace escuchar el chillido de las ratas...
- Revisé algunas de las entrevistas que te han hecho en medios internacionales y me gustó una pregunta, que quisiera planteártela así, de nuevo: ¿La palabra es el pez o aún es el anzuelo?
- Esa entrevista no me la hizo ningún medio, fue un amigo, el Erick. Aquella vez contesté que era el anzuelo. Yo creo que ahora es el pez, como un pez globo que se convierte en piedra; un pez que se inflama y luego se queda fijo, imagínate que la palabra es el mar y el pez termina siendo una roca colorida más, adentro de un arrecife luminoso.
- Me di cuenta en otras entrevistas que decís un discurso poético lleno de imágenes, estas imágenes las sentís, las ves o...
- Me las imagino, pero es algo volátil, que se esfuma.
Una mesera llega hasta Alan con una cerveza y una copa de cristal. Sonríe, la noche va lenta. Endulzo mi café con dos cucharadas colmadas de azúcar, (algo que le llama la atención a Alan, pero no me dice nada). Hasta ahora hemos conversado entre preguntas, me ha dicho que su madre soñó alguna vez con ser escritora, que ahora lee mucha literatura en parte por él. En la terraza donde conversamos hay un grupo de señoras sentadas detrás nuestro, y los meseros, pulcros y cordiales no se detienen entre los pasillos.
Alan me cuenta sobre un libro suyo que está en proceso, y me dice que en gran medida su blog
[3] es el lado B de ese libro. Yo le hago algunos comentarios que pensaba dejar para después, pero dado el momento, le digo que su trabajo me interesa porque contiene muy buen material narrativo que me ha ayudado para ver desde ahí posibilidades para lo que yo mismo escribo. Me habla de su juego de invisibilidad, del gran deseo de permanecer en el anonimato para poder hacer su trabajo, de la vacuidad. Le digo algo sobre su texto en el que se nombra Ex Poeta y me dice que es un juego que empezó por otro poeta que ha trabajado todo el tiempo con esa actitud[4]; le hablo de la calidad lúdica de sus textos y me dice “lo lúdico es lo lucido, y creo que si jugáramos más en esta sociedad seríamos mas sanos mentalmente; reírnos y aprender, el aprendizaje siempre ha sido mejor si es entendido como juego”. Vemos pasar unas mujeres y Alan me dice lo importante que ellas han sido y son para su vida, me dice algo sobre el amor. Hablamos de Jorge Amado y sus novelas, de los gustos sexuales, le pregunto sobre las mujeres latinoamericanas. Conversa con pasión y como si fuera tejiendo una red, metódico, con una ingenuidad magistral de poder saltar de una imagen a otra sin temor al error o a la incomprensión, seguro de su intuición. Logra entablar una conversación profunda pero relajada, como la magistral trompeta de Miles Davis; y termino haciéndole la pregunta que pensaba dejar para el final.
- ¿Qué pensás del mundo, ahora que has viajado por América y Europa, creés que cabe la posibilidad de que la poesía se expanda a pesar de los medios de comunicación y sus estrategias de mercadeo rancio, o que la poesía disminuya hasta ser nada más un recuerdo de una civilización que no pudo trascender su propio egoísmo.
- Esa es la mayor pregunta. La revolución, como la hemos conocido, es una ficción colectiva, que al materializarse siempre termina en decadencia, pues no modifica el estado de conciencia anterior. Hay un libro de Úrsula K. Leguin (comentado por Fredric Jameson), donde plantea que la utopía está condenada a fracasar como materialidad, que un sueño al ser cumplido desarrolla su propio reverso como pesadilla. Entonces, creo que ahora quedará buscar nuevas formas de vida a través de la ficción y eso tiene que ver con la poesía. Todo se arruinó, es lo que veo. Obama es el hombre que ahora pretende, quizás en vano, salvar ese modelo de humanidad, que se ha perdido. A ver cómo nos va. Pero en el futuro la nueva conciencia humana será el juego. La telepatía será una realidad alternativa, los libros quedarán obsoletos, porque nos contaremos las historias con el pensamiento y uno se la confiará al otro, hasta armar grandes sagas. Esto corresponderá siempre a una lucha contra el establishment, contra el modelo de humanidad arruinado. Mira ahora al Fidel, decrépito, vestido con tenis y un traje deportivo rojo, me parece que eso es un poco distópico. Por otro lado, el tiempo no está acabando, apenas está empezando.
- Has dicho que has leído cuatro veces el Popol Wuj.
- Sí, cuatro traducciones distintas; el Popol Wuj me ha marcado, necesito leerlo, sé que también fue así para Miguel Ángel Asturias, para Cardoza, uno se identifica con la Guatemala de ficción cuando está lejos.
Hablando de eso estábamos cuando se oyó un estruendo. Yo no pude ver bien por la distancia. Un mesero cayó al suelo, agua por todos lados, un florero quebrado, las flores tiradas a la par del hombre. Alan trató de levantarse, pero vimos que muchas personas fueron en su ayuda.
- Mirá, justo hablando del fin y ahí el símbolo. El hombre que cae y se levanta, dignamente, levanta las flores, mira, se sacude el polvo, limpia lo destruido –me dijo, como una revelación.
El camarero llegó después y le preguntamos cómo había sido. Dijo que un cliente había puesto pie y él había tropezado. Pero era cierto lo que decía Alan, el hombre no se había ensuciado, seguía limpio. Además, por un momento me pareció que tenía algo que ver con las señales que da la vida, con nuestro destino.
- No hace falta volverse paranoico –me dijo inmediatamente –solo hay que saber ver e interpretar.
- ¿Dónde empezaste a escribir Síncopes?
- Empecé en París, y lo escribí pensando en por qué no quería volver a Guatemala. Pero luego, estando en París, quería volver acá, no soportaba el invierno y estar en ese país, vivir ahí sin un centavo es casi un suplicio (risas), es un poco difícil. Con Rodrigo Rey Rosa hablamos de que ya ningún escritor latinoamericano puede vivir en París a la manera loca con la que varios hicieron leyenda; bueno, esto no es ninguna novedad, hace años que hasta escriben libros sobre eso.
- ¿Qué pasó entonces con el texto?
- Me invitaron a dar unas lecturas a México, en aquel momento, mientras vivía en Francia. Les respondí que muchas gracias, pero que no estaba en Guatemala, así que el pasaje les saldría demasiado caro, que era mejor invitar a otro. Me respondieron, muy a la mexicana “¿por qué nos respondes así, si nosotros te estamos invitando”. Y entonces me fui a México, donde me encontré a varios poetas que me han sido fundamentales, ese viaje por alguna razón fue muy especial, el trópico de Villa Hermosa, Tabasco. Ahí, en esa especie de zona intermedia, como que terminé de entender lo que quería mostrar con Síncopes, pero el libro lo concluí acá en Guatemala.
- No he leído Sincopes, es una desventaja, sólo he leído los fragmentos que has publicado en la web. Pero hablás de un lenguaje de la violencia, hablás de que querés un habla, una forma de decir Guatemala de diferente forma.
- Mirá, cuando yo me enfrenté a lo que quería decir, me di cuenta que, como en el libro La Naranja Mecánica, necesitaba reproducir una lengua violenta, construir un idioma; cuando yo digo “shic tu pus mamit”, es una onomatopeya del dolor, cualquiera imagina a uno de nuestros seres oscuros tratando de violar a alguien, eso era lo que buscaba. Es un libro violento, como La Noche de Balam Mills, pero no por temática, es el lenguaje mismo, la comunicación en sí misma muestra su violencia. Hablo de Guatemala, sí, pero como metáfora de algo total.
- Dijiste en una entrevista que ya no querés volver a escribir otro Síncopes.
- Sí, pero creo que La Noche de Balam Mills será lo último en esa clave un tanto trágica.

Ballard sonrió por primera vez, se veía su cara como la pasta de un libro nuevo. Alan dio un trago de su cerveza que se veía cristalizada como un trofeo dionisiaco. Hablamos de París.
- Es lindo París –me dijo –cuando vayás te va a gustar.
- Vi todas las entrevistas que te hicieron el año pasado en París por YouTube
[5], te vi al lado de Rodrigo Rey Rosa, gran creador, y recuerdo ese museo donde fueron a presentar sus propuestas, una belleza.
- El Quai Branly, magnífico. Todo París es un museo, cada calle, cada avenida… Tuve la grandísima suerte de poder regresar allá, ahora como un escritor, y ya no como un falso estudiante sin dinero ...
- Esto es algo de tu personalidad que me sorprendió mucho, esa forma de escribir y de movilizarte, la invisibilidad, la ilusión de estar en muchos lugares a la vez y que tus lectores lo crean. La forma en que juegas a tiempo completo con la ficción.
- Sí, la verdad es que cuando he estado en México escribo con México en la cabeza, con toda su cultura por dentro, y cuando estoy en Francia, de igual forma, pero a veces no se dan cuenta los lectores de mi blog, creo que hay gente que piensa que nunca he salido de Guatemala. Y está bien así. A veces, otros creen que vivo hace años en España, muy chistoso. Otros me imaginan en las playas de Copa Cabana, bebiendo caipirinhas, o escapando de una turba por alguna favela paulista. Busco cierta invisibilidad, moverme en diferentes planos, vivo en una dimensión donde tengo trazado lo que voy a hacer y las cosas van sucediendo. Como ves… estoy un poco loco –risas –.
- Menos mal. Creo que la lucidez se confunde con la locura.
El mesero llegó a preguntar si necesitábamos algo más. Ballard levantó una mano, pero su transparencia lo hacía impresentable y el mesero no lo notó. Le llevó otra cerveza a Alan y a mí me retiró la taza. Pedí agua. Comentamos sobre los medios de transporte, me contó que quería hacerse de una bicicleta para movilizarse por Sao Paulo. Me habló más de su libro. El viento fuerte y frío nos levantó por fin. Me queda pensar que Alan es un mito, que nunca llegó a la cita, o pensar que el único real era J. G. Ballard, o creer en todo, hasta en los símbolos de esa noche en Sophos.
Ballard se quiso levantar de la silla, pero no pudo seguirle los pasos a Alan, así que lo vi caminar muy despacio tras de nosotros.
En las gradas eléctricas, al despedirnos, recordamos con risas, el texto de Javier Payeras
[6], en el que habla de los escritores, sus viajes, los congresos literarios, las mujeres, que hay algunos que hasta se creen unos “poetry rock stars”, y Alan sonrió abiertamente.
- Por lo menos uno que lo haga –me dijo un poco resignado con su suerte. –O uno que se lo crea
[7].
- Sí, por lo menos que uno lo haga y se lo crea –le respondí.


Guatemala 8:30

Lester Oliveros Ramírez 26/03/09
[1] http://javierpayeras.blogspot.com/2008/08/retrato-hablado-de-la-literatura.html
[2] James Graham Ballard (1930) es un escritor británico de ciencia ficción. Un gran número de sus escritos describen distopías. Autor del libro Crash, que también fue llevado al cine.
[3] http://alanmills.blogspot.com/
[4] Jose Angel Cuevas
[5] http://alanmills.blogspot.com/2008/11/tranger-un-jour-tranger-toujours.html
http://alanmills.blogspot.com/2008/11/paris.html
[6] Yo pensaba que nos referíamos al texto “Retrato del Mal”, pero Alan me aclara, al revisar esta entrevista, que él estaba pensando en el cuento “Variaciones a Raymond Chandler en un encuentro internacional de escritores”…De Javier también comentamos Afuera. Alan me contó que alguna vez Javier Payeras le había dicho “si los judíos tienen su carta al padre, los latinos tenemos, ahora, nuestra carta a la madre”.
-
[7] “Aunque eso, ese estrellato, en realidad siempre será ficción y hasta una distopía. La verdad es que sólo el amor nos salva…”-me comentó Alan, también al revisar esta entrevista.
Publicada en el diario La Hora 18/04/09

viernes, 13 de febrero de 2009

ERNEST HEMINGWAY A PESAR DE LA MUERTE





Para colmo, el mal tiempo. Se nos echaba encima en un solo día, al acabarse el otoño. Teníamos que cerrar las ventanas de noche por la lluvia, y el viento frío arrancaba las hojas a los árboles de la place Contrescarpe. Las hojas se pudrían de lluvia por el suelo, y el viento arrojaba lluvias al gran autobús verde en la parada de término, y el Café des Amateurs se llenaba y el calor y el humo de dentro empañaban los cristales. Era un café tristón y mala sombra, y allí se agolpaban los borrachos del barrio y yo me guardaba de entrar porque olía a cuerpo sucio y la borrachera olía a acre.

Ernest Hemingway, Paris era una Fiesta.



Al terminar de leer Sun Olso Rises, de Ernest Hemingway en aquel Café Oro en medio de árboles y una agradable brisa, sentí lo que todos sienten por Hemigway: una gran devoción por un trabajo honesto, claro y sencillo. No había sentido interés de leer más de una vez algún libro, salvo Los Miserables de Víctor Hugo, tres veces, por el puro placer de revivir lo que había vivido a la primera leída.
Fiesta, el título en español que le asignaron a esta obra de Hemingway, la leía por segunda vez, y al terminarla entendí que debía ser uno de esos libros que jamás olvidaría.
La novela tiene un argumento sencillo. Podría ser la crónica de un viaje, la descripción de la fiesta de Pamplona, y la historia de lo efímero de la felicidad humana. Un grupo de expatriados norteamericanos son los protagonistas de esta historia; y una mujer liberal, glamorosa, y tan perdida como los otros que nunca se da cuenta del conflicto que desata en Robert Cohn y el narrador. Hemingway escribió esta novela con recuerdos de un viaje que hiciera el mismo a España, y al terminarlo le puso de epígrafe un verso de Eclesiastés y una frase que le dijera Gertrude Stein en una tarde que Hemingway la encontró de un humor terrible y le dijo “Todos ustedes sois una generación perdida”.
Hemingway había sido periodista del Toronto Star y enviaba cuentos a un periódico alemán, que era el único sitio donde le pagaban por unos poemas obscenos y sus primeros cuentos. Vivió en un cuarto en el que tenían el peor toilette que hayan visto. Todo lo soportaba por el gusto de escribir. En ese cuarto escribió Sun Olso Rises, y luego lo corrigió lejos del Paris sucio y adorable de esos años.
Me costo muy barato El Viejo y El Mar, de esos ejemplares que vendían hasta en la sexta avenida de la zona 1, en papel periódico, que valían ocho o diez quetzales. Toda la experiencia de un hombre a bordo de su propia barca en contra de todo, hasta del destino, y de cómo lucha con un formidable, hermoso y sobrenatural pez hasta la muerte, el desfallecimiento, y logra vencerlo con paciencia y técnica. Con un conocimiento de sus limites y de lo que puede hacer el pez por liberarse de eso que lo somete, y luego cómo el viejo debe pelear cuerpo a cuerpo contra la ira de los tiburones, solo, viejo, y sin más herramientas que su miserable remo. Una metáfora grandiosa donde se mostraba una destreza narrativa y técnicas mágicas como la del Iceberg, en la cual se escondían tres cuartas partes de la historia para darle fuerza al relato.
Muchos escritores latinoamericanos, entre ellos Carlos Fuentes, Mario Vargas Llosa y el bueno de Gabo Márquez, hablan en diferentes notas de prensa de su profunda admiración por su trabajo, por sus enseñanzas, por la disciplina que les enseño desde sus libros, y por el secreto conocimiento de las técnicas para recrear la ficción.
En Contra Viento y Marea, el escritor Vargas Llosa resalta párrafos de su libro A moveable Feast, en el que relata como escogía los lugares para escribir y el poder que ejercían las apuestas de caballo y las carreras. Sus viajes a África y el gusto por los deportes al aire libre. Vida la de Hemingway, galardonada con el placer de vivir en lugares disímiles y que a la vez, en sus obras cobran unidad, una unidad espiritual de la naturaleza humana.
Pero una de las más breves y cariñosas notas fue la de Gabriel García Márquez: nos habla de Hemigway en Un hombre ha muerto de muerte natural, sobre la muerte del escritor norteamericano luego de pegarse un tiro de escopeta. Gabo tenía un día de estar en México cuando fue notificado por un amigo. Recuerda la tragedia como algo que le marcó un antes y un después en su trabajo. Fue en esas notas de prensa donde me presento a su mentor con una admiración grande por la orfebrería de su lenguaje, y me enamoré de su prosa.
He leído Por quién doblan las campanas, A través del río y entre los árboles, todos o la mayoría de sus relatos, la entrevista que le hizo Georges Plimpton, del Paris Review. Que hoy estoy por terminar y es donde el maestro habla con tanta naturalidad de sus secretos de mago. Leí también Adiós a las armas, y finalmente Paris era una fiesta, que fue por mucho tiempo mi libro de cabecera, el que leía cuando algo me salía mal, cuando me sentía muy solo como una moneda de centavo en las manos de un millonario, cuando me cuestionaba la existencia, cuando quería escribir algo que valiera la pena tan sólo para mi. Allí estaba el libro que empezaba recorriendo Paris con una soltura juvenil y un amor tan intimo, un goce de cada trago de cerveza, cada sorbo del jugo de las ostras, cada conversación en las terrazas de Deux Magotts, cada lugar que nombraba de la ciudad francesa me llevo a inscribirme en los cursos de francés y a mirar ha Francia como destino, cuando toda mi familia idolatraba Norteamérica y hacía hasta lo imposible por ir a Los Ángeles. Ya antes pude sentir en Víctor Hugo ese pulso universal de Paris, y algunos textos de varios escritores latinoamericanos residentes en esta ciudad y revelados por un libro carísimo que sacó a la venta Editorial Norma, se llamaba La Ciudad de las Palabras y eran fotografías de un tal Daniel Mordzinsky, sin nada de novedoso y mucho de pretensión, pues los escritores nos son modelos de pasarela y algunos como Sábato o Nelida Piñon, y un Cesar Aira, salían como recientemente sacudidos por los sueños de una noche interminable (sin mencionar al triste tigre de Cabrera Infante que parecía un simio sabio sentado sobre una pila de libros). Sólo a mi se me ocurrió gastar plata en ese libro; pero me quedaron los textos de muchos latinos, entre ellos , Cortazar enfundado en la piel de un grizly y con unos lentes como lupas y con un texto a su manera, de que uno no elige la ciudad, sino la ciudad lo elige a uno, y que Paris es un ente vivo, viviente, donde la gente y el paisaje es una ósmosis que crece… y así se va el peludo, hasta su Rayuela donde la Maga encuentra al Horacio que le huye.
Tengo en lista de espera Muerte en la Tarde, y Tener o no Tener del Hemingway inolvidable, y espero leerlos antes de que se me termine el vino de la botella, es decir, es otro de mis propósitos para éste año, aparte de publicar unos cuentos.

Picto—grafías

Hace años, Javier Payeras me dio el consejo de leer el ABC of Reading de un exiliado norteamericano en Paris, llamado naturalmente: Ezra...