lunes, 12 de marzo de 2012

DE ZOPE A GAVILAN




I follow the road at night,
Just hoping to find...
Them Crooked Vultures, My dead end friends.



Un zanate se acostó a dormir. En su sueño se vio devorando carroña con tanto gusto, vomitando sobre su comida y riendo de contento entre otros que también comían entre el fétido olor a mierda y fruta descompuesta, que se despertó horrorizado. 
A lo lejos, en medio de la noche vio a tres aves dar vueltas y hacer triángulos en lo alto del cielo. Despertó de nuevo y estaba volando sobre nubes, con sus alas largas y negras como de águila. Volvió a cerrar los ojos y vio su propio cuerpo de zopilote muerto sobre el suelo lleno de gusanos. 
Despertó y voló hasta una fuente donde se lavó las pesadillas de su corazón agitado. Así fue, y no de otra forma, como dedujo que muy dentro de si mismo había un gavilán soñándolo

martes, 6 de marzo de 2012

GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ AL FINAL DE ESTE TEXTO SOBRE CINE

Tenía ya unos ocho años de no entrar a ningún centro comercial. No había vivido aún esa extraña sensación de llegar hasta una taquilla y pagar un ticket para alguna película moderna. En todo ese tiempo lo que hice fue leer, leer y releer, escribir, escribir y reescribir. Ver películas clásicas, ver películas europeas, japonesas, francesas y españolas con una devoción de niño. Pero ahora estaba sorprendido de pagar una entrada para ver una película en algún centro comercial y enterarme de pronto que podía hasta elegir donde quería sentarme con soberana libertad. Era un nuevo poder hermoso. Una aventura esa de llegar a un punto en el que ya me sentía como un viejo prematuro con cara debutante. Pero así es. Incluso cuando mi amiga me hizo considerar que podíamos ver la película en 3D, yo pensé que era una mala idea. Eso es un signo de la falta de sociabilidad. Desarraigo y quizás no es tan importante estar hasta el borde de la modernidad tecnológica en esos perversos ambientes donde se incuba el consumismo, pero en realidad tengo que sacar la cabeza de la tierra un poco.
Por otro lado, al comienzo de la película compramos unos vasos gigantescos de soda. Estoy seguro que de ver una película semanal en esas salas uno moriría de obesidad o tendría serias repercusiones cardiacas. A mi que me gusta imaginar, me puse a pensar que en esa sala, en la cual se presentaba ahora unos gigantescos engranajes de una relojería para gigantes, que es el comienzo de Hugo Cabret ( la última y maravillosa película de Martin Escorsese), podía ser aquello un intento de armonía social, una sala de una casa neutral en la que se reúne la gente para ver películas juntos como si jugaran a ser una gran familia. La película empezó de pronto entre frases de Thelma, que nunca para de bromear, y yo, que también comento a cada rato las circunstancias que pareciera que las digo como si fueran pensamientos necesarios para la humanidad; y Thelma que es tan inteligente las resuelve con una risa que me complica la vida. 
Pero mientras transcurría la película encontré que originalmente habíamos pensado en ver juntos una película que se titula El Artista pero que había sido presentada al medio día, como premio de consolación mirábamos ahora una parecida en donde el nombre de Georges Méliès resurgía después de años de brillante vuelo de todos los carretes de cinta en Hollywood. Precisamente Clint Eastwood y Escorsese habían empezado hace unos años atrás el extraño gusto por remasterizar muchas películas de antaño. Es casi seguro que esa nostalgia replicada en esta película, fuera producto de los grandes cambios, la crisis económica y la globalización de la apatía en el mundo del cine.  Sin embargo los soñadores siempre sobreviven.
Una de las maravillas de esta película en particular es su capacidad de recrear en el presente escenas de películas del pasado. El pasado de Melie se vuelve el presente de Hugo Cabret, y el ahora de nosotros sentados en medio de las proyecciones. Una palabra que siempre me gustó fue “holográfico”, es extraño el deja vu que tuve ante esa película. Thelma dijo: "allí estuve yo miren, bajo la torre Eiffel", como uno siempre piensa, esto ya lo viví, preferí no decir nada. Ambos, Méliès y Harold Lloyd, son replicados en la película.
Hace unos años, y lo cito hoy por ser el día que vino al mundo este brillante ser humano, leí uno de sus escritos sobre cine, hablaba de que la primera vez que la gente de Macondo vio, en esos patios raquíticos la proyección de actores, se emocionaron mucho, lo que no comprendían y le parecía obra del demonio, era que los que morían en una película anterior, resucitaran en la otra con nuevos nombres y nuevas vidas. Eso es el cine, una versión efímera del mundo en que vivimos. 
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Foto: eternitephemere.blogspot.com
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viernes, 2 de marzo de 2012

PARÁBOLA DE LA VIRGEN DEL MAR

Parábola de la Mujer-Joven-del Mar[i]
Justicia dicen y no saben qué es, dijo ella parada frente al Congreso de la Republica.Su blusa de pájaros y flores se transfiguró, sus rodillas se juntaron y se quedó sin sexo. Su larga falda de caballitos y figuras geométricas que transportaban la luz, quedó en el suelo. Sus pies se unieron y formaron una larga cola de pez. Su cinto de hojas verdes y venados, de árboles y frutas, también resultó junto a la banqueta. Sus manos se volvieron aletas y de su boca salió un canto, que hizo que todos esos señores dejaran sus curules bajo el fuego del medio día y se hicieran a la mar. 



[i] Meerjungfrau es sirena en alemán, pero se divide en palabras compuestas, (meer: mar), (jung: joven), (frau: mujer). 

lunes, 27 de febrero de 2012

Algunos milagros que me sucedieron con Wendy
“…morir debe ser una gran aventura”
Peter Pan

Bueno, no es extraño para algunos reconocer en el nombre de Wendy el nombre de la magia. Su nombre da vida a un personaje en la historia de Peter Pan la narración de J. M. Barrie. Supuestamente dicen por ahí que es el diminutivo de Gwendolyn, y que su nombre significa la amiga verdadera.  J.M. Barrie fue una persona bastante inusual, alguno de sus biógrafos cuenta esta anécdota, que supongo dio vida al personaje de Wendy para su historia:

“Su buena disposición para con el mundo infantil, le granjeó muchas amistades, una de ellas, significativa por lo que representa en literatura, fue la que estableció con la niñita de 4 años Margaret, una criatura angelical que llamaba a Barrie mi “friendy” puesto que le era difícil pronuncias correctamente “friendly” y habitualmente sonaba como “fwendy” o “wendy”; esta muchachita falleció a los seis años.”

Así de sorprendente es esto, como una cadena de milagros:
1.     Una tarde mientras hablábamos con Wendy de cualquier cosa, contra la puerta (lo recuerdo bien), de una tienda en la que vivían unas mujeres indígenas que tenían una tienda, cuando de pronto, al decir los dos una misma palabra a la vez, sentimos un impulso poderoso y eléctrico que nos dejó asustados, pues hasta oímos el sonido de una pequeña chispa entre nosotros que nos separó del susto.  Juramos no contarlo nunca.
2.     Wendy miraba luces. De vez en cuando me decía que me miraba iluminado. Luego, en una conferencia que dio Jorge Luis Borges para alguna universidad argentina, el dijo que el color que menos ve un ciego, es el negro; su mundo estaba matizado por el verde, el rojo y el amarillo. A veces no podía dormir por ver tantos colores.
3.     Íbamos mucho a Panajachel. Yo por un eterno romance con el lago y su intensa armonía, y ella por acompañarme en esa búsqueda terminó por gustarle tanto como a mí, pero siempre hacíamos amigos nuevos que se volvían amigos de un instante luego desaparecían para siempre. Una tarde para un concierto de rock nos dejaron entrar sin pagar, bueno, creo que siempre entrabamos a cualquier lugar donde nos gustara. Esa noche una norteamericana le regaló un collar natural a Wendy, luego de estar bailando en medio de todos con las canciones de Bohemia Suburbana.
4.     Wendy me dedicó algunas canciones de Juanes. Sin embargo, por enésima vez en la vida, entramos gratis a otro concierto, y un muchachito delgado que cuidaba la entrada nos dijo “  entren a VIP”, así de simple estábamos tomando Extra Light esperando el concierto platicando con unas colombianas. Esa noche me sentí bien por Wendy, y al mismo tiempo por fin entendí las canciones de 950 quetzales cada una.
5.     Wendy podía memorizar números enteros de teléfono. Todo mundo sabía eso. Ella era, por decirlo de alguna forma, la chica más espiritual del mundo que sabía mucho de Platón y Pitágoras sin conocerlos.
6.     Wendy coleccionaba muchos ángeles. Algunas tardes le leí un libro entero sobre los ángeles.  Luego le regalé un angelito de cristal.
7.     Wendy había guiado a muchos y a otros había salvado de morir. Su oído era capaz de prever de que lado llegarían los autos y a que distancia. Además creía en los ángeles y estos nunca le fallaron.
8.     A Wendy le gustaba tener muchos amigos. Pero particularmente secuestraba gente. Una de ellas fue la Geibby. La otra fue Olga. A su mamá me imagino, no más que a su papá, aquello les parecía fuera de lo normal. De alguna forma la presencia de Wendy era súper agradable y era muy buena para guardar secretos.  El otro secuestrado fui yo.
9.     Una noche, un hombre tocó a la puerta. Wendy lo recibió y el hombre le contó que su hijo estaba muy mal y no tenía para comer. No estoy seguro si Wendy acababa de salir del hospital, pero lo cierto es que le llenó una bolsa con víveres, jugos y galletas y se la dio a este señor que no conocía y además le dio diez quetzales.  Esos eran sus milagros.
10.                        Wendy podía ser más feliz que uno en cualquier momento. Pero era tres veces más furiosa que yo. Sin embargo nunca nos peleamos más de unas horas y siempre todo reiniciaba como si nada hubiera pasado.
11.                       Y al final… Wendy era un milagro. Su nombre era en realidad el de la amistad. Los niños del cuento de Peter Pan, solo iban al País del Nunca Jamás al morir, solo por ahí podían entrar, dejaban atrás a los malvados piratas, de esta cuenta, nadie dudaría de que Wendy está en el cielo.  Y como ya todos sabemos, y lo dice en el libro: nada pasa, después de los 12 años que importe mucho.


Lester Oliveros R.
24/feb./2012

jueves, 23 de febrero de 2012

PEQUEÑOS ATLAS URBANOS

Los dioses se matan sin sentir culpas. Somos el fuego sofocante que consumirá el futuro, a otros, a esos que vienen detrás de los preservativos. He aquí, el ahora. Un momento oportuno en medio de la ciudad, en medio de algún lugar de transición y error, repetición en que la serpiente olvida morderse la cola y nos termina hincando sus colmillos a nosotros mismos. El tiempo se repite para exonerar las utopías. Hay valor entonces de querer proponer un día por lo menos donde el sol salga de los libros y las eyaculaciones del subconsciente retorcido de uno solo empiecen a germinar por los oídos de todos los que nos vemos. La inconformidad a un sistema económico, el silencio de algunos desde lugares de poder, meditando sus débiles razonamientos ante una estampa de ciudad que cae desde el cielo con una rotunda lápida en la que todos morimos instantáneamente cada segundo. El que sabe piensa. El que escribe siente. El que se detiene de la cortina a cien metros a lo alto del edificio El Centro y dice lo bello que no huele a esa altura, de lo hermoso encandilado que no percibe hasta ese apartamento donde lo espera el café y la Prensa Libre.
Luchamos. Peleamos. Resistimos. Aguantamos al mundo en peso como pequeños Atlas urbanos. La cartonera Maximón no se toma en serio muchas cosas. La primera que no se toma en serio es que sea una editorial. Es un soplo de Neptuno. Quisiera poder meter el pan, el guaro y los cigarros ahí hasta la última página de este libro de Leonel Juracán que ahora es falsamente publicado. Porque la calle es traída hasta un formato básico de libro espejo, de libro objeto, de objeto muleta, de pequeña almohada para el desamparado en los altos rascacielos del planeta, un vaso de agua hasta los terribles desiertos en medio de todo, un plato en el infeliz momento en que todo falla. Leonel Juracán ha publicado ya con cierta y subrepticia esperanza Inflamable, en Editorial Cultura y los textos Manual para manejar la invisibilidad y algunos poemas y cuentos sueltos, ha escrito en esas blancas paredes de galerías fantasmas donde cyborgs del futuro levantan copas en esa semidulzura perversa que es leer un texto donde transita el miedo y el poder, la voz que se desplaza por esas galerías es la de un compadre que se ha preocupado y se ha interesado en la política de los trazos y actos, para decirlo de una forma menos desordenada: Leonel Juracán es escritor de marginalidades,  poeta y como lo dice en sus palabras, un salvaje bien querido y de necesaria lectura en círculos académicos y rurales. Hoy se presentan estos poemas ya aparecidos algunos en revistas virtuales, fantasmas que nunca cesan, y recuerdo algunas palabras de Wingston González cuando alguna vez me habló del trabajo aun por reconocerse de este amigo que ahora en sus poemas siempre en tiempo real se presiente y se polariza en varios mundos.

Sea pues el libro en esta anti-presentación, en la que los escuchas serán los que nos entreguen cada palabra para envolverla en papel y cartón.  
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Picto—grafías

Hace años, Javier Payeras me dio el consejo de leer el ABC of Reading de un exiliado norteamericano en Paris, llamado naturalmente: Ezra...