viernes, 31 de julio de 2009

ODAS HONDAS (LECTURA EL 7 DE AGOSTO)


Iba por todos los rincones recogiendo polvo de estrellas y con suerte encontraba constelaciones y nuevos mundos, iba así, porque ya intuía que el amor verdadero estaba escondido, y recogiendo palabras para nombrarnos fue como sintió de pronto que podría destruir los viejos ídolos, los más tiernos valores errados y las magnificas leyes de piedra labrada, porque en su sangre brotaban de sueños los silicios, brotaban de viento los minerales proscritos y los más largos monólogos transoceánicos de una regata desde Alaska hasta la Tierra de Fuego, desde los tótem mandálicos hasta las gradas empinadas del Gran Jaguar, iba así, recogiendo palabras con aristas brillantes y vendiendo cadenas de ellas en los parques del mundo civilizado, iba así, escapando de los grandes transparencias consumidas por la industria del pecado, iba así, volteando cartas y separando las piezas de una ajedrez falseado donde el peón jamás podría llegar a ser Rey porque el Rey ya estaba en jaque mate, iba así, jugándose la vida por los secretos que encontraba, diciendo en clave las verdades más antiguas, iluminado, iluminando, buscando y encontrando, siempre bendiciendo urbanas moradas mientras se hacia grande, iba así, por el grande Universo de los rincones, encontrando galaxias en los cincos de los patojos y viendo similitudes en los trompos y los yoyos, iba así, entre ríos calles, entre avenidas mares, entre silencios cárceles, viendo en sueños el futuro de los más pequeños, luego regresaría a su casa y dejaría todo en orden para el próximo viaje.

martes, 28 de julio de 2009

JUAN PABLO DARDON RESPONDE 11PREGUNTAS


Lester Oliveros: Estimado Juan Pablo, no he tenido la oportunidad de saludarlo, en sus textos no se muestra tanto como en las preguntas que ya ha respondido, aquí van las mias que publicaré en mi humilde blog:1- Qué es lo que más valoras de los seres humanos.La capacidad de reir en las situaciones más desesperadas.2- vos morirías por algo.Claro. Y por alguien también.3- Cuál es tu sueño recurrente.Que tengo un puesto de hotdogs en el día y por las noches, la carreta se convierte en auto de drag racing. Todo como parte de la estrategia de mi franquicia “Rápido y Shucoso”.4- Alguna pregunta que nunca quisieras que te hicieran, ni contestar.Si me preguntan yo contesto, aunque sea muladas.5- Cual es el mejor recuerdo que tenes de la zona 1.Mi cachorra, una gata casi humana que me gustaba llamar Kichu.6- Quién es para vos Javier Payeras, Alan Mills, Julio Serrano, Ronald Flores, Maurice Echeverria, Pablo Bromo, y que cualidades aprenderias de cada uno.Todos son mis amigos y cada vez que los miro aprendo a no ser como ellos, jajaja! Pero fuera de bromas, todos tienen algo para aprenderles y para desechar, ya, como todo el mundo.7- Algo que te guste más de las Cien Puertas.Las lentejas. Y las lentejuelas de la gentejuela que por allí transnocha.8- Alguna rareza en la Cama con tu mujer.Nada, no tengo mujer en cama.9- Haciendo una Mujer Frankestein, como formarias a una mujer modelo para un escritor indigente.Pues no son muy exigentes, he de decirte. Con que le haga operación cebolla, suficiente.10- Cual es la bebida recomendada para un artista.Cada uno escoge su veneno. A mi me gusta el Whiskey JWBL y la cerveza Rooster (Gallo pues).11- Qué fue lo que más te gusto de la literatura, y porque no has terminado en el bote, y que fue lo que se te dificulto más de la escritura de tu libro publicado.No he terminado en el bote porque no soy delincuente, la vida que se habla en los libros es otra de la que vive el autor. Eso sí, que he hecho mis travesuras, pues quien no. Lo que se me dificultó fue el proceso de selección de textos para Breves Conversaciones de la Sicosis era un libro de poemas gordo que tuve que hacerle liposucción para dejarle la esencia. Ya sabés, lo flaco siempre es mejor.


*En este espacio también se pueden hacer preguntas a JuanPabloDardon, yo se las mando por correo.

TRAZAR LA TRAMA (...)




La muerte sólo será triste para los que no hayan pensado en ella.

Fenelón

Iba bien. De pronto mi personaje caminaba por la línea del tren rumbo a la playa, o qué sé yo, luego lo encontré durmiendo en una casa de negros en Escuintla, enamorado de una Leona. Pero no era cualquier mujer. Ella me hizo revisar manuales de mujeres mulatas y cuanta foto encontrara para ponerle un rostro único y un cuerpo de pecado. La dejé sentada en un comedor sucio a una cuadra del putero donde terminó trabajando para pagarle la vida a su hermanita. La dejé allí y ya no he vuelto a escribirle su vida. La dejé tan hermosa como quise y todavía con el cigarro a la mitad. El muchacho estuvo a punto de hablarle. Lo olvidé parado en la esquina pensando si volvía o no volvía a entrar. La línea del tren sigue su curso desde el primer paso que dieron todos.


Hoy que es mi cumpleaños, veo que todas estas vidas fortuitas que me rodean se confunden entre recuerdos y precogniciones del ayer; seres inventados por mi otro yo que también se apega a mis desordenes, y los otros familiares rostros que llevan mi apellido o el de mis abuelos. Una semilla, nada más, era apenas treinta y tres años, a punto de morir como a las doce y media de un medio día como éste. Ésta es mi trama y la estoy trazando en malas compañías. Entre los libros de poetas malditos y escritores mal vivientes, en medio de la América más peligrosa y trastornada donde el realismo mágico es creíble y la realidad nos sorprende más que los libros. El diablo ha rodeado la tierra y ha encontrado en medios de estos volcanes como jugar sin perder. Los Mega-templos de la angustia y la abundancia siguen extendiéndose como techando un continente y vio Dios que era bueno mientras negociaba con el diablo. Las conciencias secuestradas por los dogmas. Seres subterráneos me gritan esperanzas. Creo en un dios ausente y secreto, en el fin del tercer mundo, en el cielo para los pecadores, en la sanidad de los enfermos, en las pinturas de Benvenuto Chavajay y las novelas sin escribir de un falso ídolo; creo en las conciencias rebeldes y en las manifestaciones de la rabia, en el intento de fracasar y en los errores del gobierno, en las manipulaciones del destino, en las estrellas avanzando, en la nada, en el universo irreversible y en la totalidad de las banalidades, en el orgullo de los ciegos y en las manos de los monos, en los ojos de las culebras y en lo nahuales de las constelaciones, en las visiones de los recién nacidos y en las maravillas ocultas bajo las piedras de los ríos, en la luz, en el amor, en la inexplicable levedad del ser, y en los sencillos cataclismos de la razón, creo en mi, creo en el futuro, en todo lo que ya me contaron de Paris, en los falsos museos, en el pago por hacer nada, en el silencio, y de nuevo en la literatura, maldita y despiadada.
Iba bien, ahora sólo tengo que volver a donde pertenezco y empezar de nuevo con una sola frase sincera.

sábado, 25 de julio de 2009

MARIO MONTEFORTE TOLEDO (A TRAVEZ DE LA MEMORIA DE LOS DEMAS)

Un poco de mi cuerpo de asceta pecador, otro de mi voraz curiosidad de descifrar los enigmas de lo desconocido y otro de esa especie de mesianismo que tenemos muchos intelectuales de mi época para considerarnos obligados a emancipar y mejorar a la gente -en especial a la de nuestro país. Esto no se puede sentir en Europa, donde todo ya está hecho.
Mario Monteforte Toledo, de entrevista de Edward Waters Hood


Ya lo escribí una vez en mi diario.
Iba muy apresurado por el edificio Géminis10, con su barba de quijote y su rostro igualmente mítico, cuando lo saludé sin saber nada de su temperamento. Debo admitir que en una de esas me van a meter un balazo por ser tan descuidado y poco mesurado. Pero lo saludé con la mayor cortesía:
- Usted es Monteforte –le pregunté reiterándolo.
- Si –me respondió, sin detenerse.
- Mire, leí un cuento suyo que me gusto mucho, se llama Los Exiliados –le dije, emocionado, era la primera vez que lo veía en persona y su cuento me había gustado verdaderamente, y tenía que comentarle, o quizás preguntarle, porqué el final era tan abrupto y no tenía aparente continuidad.
- ¿Dónde lo compraste? –me preguntó, fuera de toda lógica.
- Allá arriba –señale Piedra Santa.
- ¿En dónde lo leíste? –me preguntó con su vozarrón de general.
- En mi casa, le respondí –y estuve a punto de contarle sobre el espacio especial que tengo para leer, cuando se detuvo, me dio la mano y se marchó.
- Mucho gusto, alcance a decirle –y pensé que le había molestado algo.
Subí las gradas mecánicamente. Las gradas eléctricas eran lentísimas, y recordé que iba hacía Artemis. Entonces bajé de nuevo, y lo vi regresar también, y subir las escaleras eléctricas. No me atreví a volverlo a saludar, porque me brotó una sonrisa tonta.
Esperé mucho tiempo, para conocerlo realmente la noche del jueves 23 en el Centro Español. La presentación estuvo a cargo de Max Araujo, Méndez Vides y Perdomo. Max hizo una breve representación con la lectura de un prólogo escrita por Mario Monteforte, en la que cuenta todo sobre sus novelas y libros de cuentos, intimidades, rasgos de su personalidad, una breve autobiografía. Pero nada me gustó tanto como el texto de Méndez Vides, precisándolo en fechas y acontecimientos en el mundo mientras rehace la imagen del escritor con pasajes de aventura sincera y pleno gusto por el viaje y el esplendor de los caminos del Mundo. Hay una anécdota además que me gusto mucho: cuenta Méndez Vides que en una ocasión Monteforte les contó a todos que se escapó de su casa a los catorce años, y que se fue sólo a los Estados Unidos, por tierra, escondiéndose en las cuevas que también escogían los coyotes para sobrevivir de los guardianes de las fronteras, pero lo hacía como si estuviera creando ficción, con magia, porque la sorpresa se la llevó el mismo Méndez Vides cuando presentó su texto sobre éstas memorias y alguien había escrito otro texto en el que desmentía todo ese cuento, porque Monteforte se había ido con su padre por otro motivos que poco tenían que ver con la verdadera aventura. Esa noche conocí a muchos de sus amigos. Una de esas personas fue Regina de Toledo, quien me contó que ella y su esposo había sido como los padres postreros de Mario (cosa que me hizo mucha gracia); y cuando le pregunté sobre lo más trascendental del escritor, me contó que Monteforte, ya en el final de su vida, había aceptado a Dios, y de cómo fueron vertiendo sus cenizas en el hermoso lago de Atitlán y de cómo había recibido una señal de la salvación de Monteforte por medio de la poesía del espíritu y la música, y me habló también de las primeras visitas del joven poeta Alan Mills y de cómo Monteforte perdía las llaves del carro por vivir en su mundo aparte llenó de imágenes que se le iban volviendo, inevitablemente, más vivas y sagradas que las cotidianas.
Ya al salir platicamos un momento con el escritor Max Araujo y Gerardo Guinea Diez y me recomendaron unos libros, yo ya sabía cual buscar de Monteforte, Unas vísperas muy largas, iba a ser un texto que compraría con el primer pago de mi quincena.
Le pregunté a Javier Payeras, que me dio oportunidad:
- Mira vos Javier, y de verdad te gusta el Pop.
- Si –me dijo, y sacó un cuaderno que llevaba debajo del brazo y yo creí, le puse atención, a la portada del cuaderno, cuando levanta la portada y veo, otra portada diferente: The Cure Greatest Hits, luces y parafernalia en las manos de un músico como Robert Smith.
- Si, a huevos –le respondí riéndome, entendiendo el asunto. Luego me invitaron Al Bar de Poncho, yo no sabía quién era Poncho hasta que lo vi con su sonrisa bonachona. Ya lo conocía.

He querido recoger acá, guardar acá, las imperceptibles volutas que flotaron en esas horas. Nunca estaré satisfecho de cómo meto palabras en éste espacio nebuloso, pero estoy conciente, que la otra forma de completar una frase está, quizás, completamente en la imaginación de los que leen. Saludos, tengo que ir por el pan ahora, hasta luego.

FRANCISCO GARAMONA (UNA ENTREVISTA PERDIDA EN LA MEMORIA)


Se encontraron a las afueras del Bar de Poncho. Era una casa donde Francisco Garamona se acomodó en una de las mesas del patio, luego que Javier se encargara de presentarlo ante los amigos del grupo que fumaban en la puerta de la entrada. Lester Oliveros ya andaba visiblemente hilarante por cuatro copas de vino tinto que amablemente sirvieran en el Centro Español en honor a la colección recientemente publicada de Mario Monteforte Toledo. Se acomodó en la mesa de Francisco y le dijo que le iba a ser unas preguntas y probar su memoria. Junto a Garamona estaban amigos que también acababan de llegar de la Argentina, frente a el estaba su mujer, visiblemente embarazada y con una cara de novia enamorada, pero también le recordó a Courtney Love. Lester Oliveros no se recuerda mucho de la entrevista, se recuerda de la conversación con Francisco que respondía sin pensar mucho, como si fueran preguntas que tuvieran una secuencia sencilla, clásico de los poetas, pensó Lester, y brindó con ellos mientras Benvenuto Chavajay le parecía un gigante y Simón Pedroza seguía reuniendo amigos casi a media calle mientras conversaban de Scott Fitzgerald, Hemingway y Los Cantos de Maldoror, con una viajera de nombre Carrie Comer y una morena de pelo ensortijado que se llamaba Aurore y tenía algunos meses de tratar de hablar español y frances al mismo tiempo, y la noche siguió tras los pasillos donde se inventaba el dolor y las lágrimas y quizás de todo eso el amor como un fuego secreto naciendo de las fisuras en los espacios, y Armando Pineda se gastaba más bromas sobre el Rock, y Javier y yo, recordábamos A portrait of the artist as a Young man y el Ulysses[1], y la grandiosa anécdota de cómo Ruben Dario, caminando con un poeta en España, conoció esas florecillas que sin saber metía en sus poemas “estos son los Nenúfares de los que usted escribe, mire”, le dijeron, porque leía poemas en francés sin saber francés, copiando la música secreta y la métrica vedada, para luego armarnos desde la ingenuidad de un niño todo lo que después dieron en llamar Modernismo. Garamona, ha concluido su cerveza y pide otra a su musa; Lester Oliveros ha preferido quedarse, cambiando sus planes de volver a su casa en Nimajuyu, y parece como pez en el agua o quizás como un gusano en el agave. Yo me despido, mañana tengo que ir a trabajar.


Uno (Francisco Garamona)

Recordábamos sentados o un poco más lejos, abismos que la luz leía, suaves planos donde desnudos nos miramos al espejo. Era el alba clara, cuando la chica seca su vestido contra la estufa, y en el cuarto se despeja una energía azul de primer día. Las calles de agosto con un viento abdominal, tardío; que roe los parques, los juegos vistos desde la ventana del colectivo. Recordábamos, dejábamos rodar el tiempo en un declive dulce, prolongado; como ciertas drogas que tallan en los huesos la cifra de un récord.


[1] Javier me hablaba de esa escena de Ulysses en que el hombre, llega hasta una fila de ataúdes en los que ve unos nombres, y me dice “de ahí salio Días Amarillos".
Francisco Garamona, ademas de ser poeta y editor, también es cantautor y ha sacado al mercado dos discos.

Picto—grafías

Hace años, Javier Payeras me dio el consejo de leer el ABC of Reading de un exiliado norteamericano en Paris, llamado naturalmente: Ezra...