viernes, 5 de junio de 2009

POSTDATA/OYENDO A DEBUSSY CON UNA PATA DE CONEJO ENTRE LA BOLSA DEL PANTALON


Cuesta mucho llegar a ser humano. Muchas veces, debiera ser posible apagar con un switch áreas de la mente o el cerebro entero, otras interrumpir el torrente sanguíneo, y finalmente parar al corazón, porque ser humano, comprender al otro es tan difícil que no necesitamos de la razón sino de algo más allá del sentimiento, pensarnos vulnerables, entender el estado de postración de un ser viviente. Aprendemos y desaprendemos en toda una vida, quizás algunos afortunados logren encontrar un balance, quizás no se hagan reproches, talvez tiene la conciencia limpia. Pero otros vagamos en un submundo hecho a base de caídas y raspones, a golpes y golpes contra el mismo muro, tropezar de nuevo y con la misma piedra, no es una canción solamente es una realidad. Las justificaciones a nuestros actos son un performance diario, un ejercicio de conmiseración propio, pero a veces es un dolor en alguna parte de los huesos todos y el alma pesa con tanto dolor y la angustia termina derrotando nuestros músculos sobre una cama. Nos enfermamos de un pasado injusto e injustificable, cómo darle vuelta al tiempo y volver a empezar un nuevo ciclo, cómo olvidarnos de los golpes dados y los recibidos en el combate, porque no se olvida el primer pijazo que la vida nos pega, no se olvida como se nos cruzaron otros caminos y el camino pensado nos quedo como recuerdo colgando de una cadenita de otros ideales tan muertos que parecen la pata de conejo que llevo en la bolsa del pantalón pensada para dar suerte, pobre conejo.
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PostData.
...y pensar que un primate encerrado en la biblioteca mayor de Londres, ahora mismo esta escribiendo las obras completas de Shakespeare, fumando un Montecristo.

lunes, 1 de junio de 2009

ADIVINOS DE CATACLISMOS



1) Una mujer iba y venía por la playa pidiendo una moneda. Tenía frutas y flores impresas en su falda, y una blusa raída. Al llegar a nuestra mesa se quedo oyendo la conversación. Sonrió. Alguno le dio una moneda, otro se disculpo no llevar cobres, otro miraba el mar como si hubiera sido golpeado por una almágana. La señora se quedó oyendo un poco más y viendo las posturas de placidez con que los extranjeros de los puertos miran el mar y son conmovidos por el ruido de las olas y el olor a pez podrido. Cuando pensaba que ya no estaría allí parada, sentí sus manos, dándome un abrazo que yo interprete como esos impulsos maravillosos de la sangre. Le agradecí el abrazo con un vaso de cerveza que apuro inmediatamente. Luego se fue. Me dejo feliz, yo siento que soy caribe.
2) Esa misma noche fuimos a la tienda más sencilla del puerto. Quería conversar con los pescadores. Maya es muy cautelosa. Tiene miedo de lo que no conoce, muy al contrario de mi madre, que le teme más a todo lo que ya conoce bien. Algunas veces el instinto puede más que la razón y siempre es bueno mirar a los ojos a la gente, ahí esta todo. Nos sentamos, como dije, en una mesa de madera. Nos llevaron dos cervezas y nos quedamos cayados oyendo. Un hombre en pantaloncillos, lanchero, hablaba de la tarea nocturna. “No cualquiera puede embarcarse con nosotros, sabe que hasta los hombres más fuertes, yo los he visto, no le miento, se desmallan cuando les pega el sol, porque el único que pega en el mar es el sol y de vez en vez las olas, eso, mire pues, uno cree que el mar es bravo pero el sol mar adentro es peligroso, yo no me recuerdo de la primera vez con una mujer, me recuerdo de mi primera vez en el mar, y eso enoja a la Negra, ella siente celos cada vez que salgo por la mañana, con permiso de usted, disculpe, perdone, regáleme para un mi trago…” Estaba parado delante de mí. Le pedí un su Venado, pero el me dijo que le gustaba más el Predilecto, porqué, saber, pero en eso estaba, en contarnos de sus hazañas en el mar.
“Dios es más grande allá, y más bueno, hay milagros grandes que sólo puede ver uno cuando ya ha estado a punto de morir, seño tómese su cervecita, se le va a calentar, el cielo, qué le contaba, tengo tan mala memoria, ustedes no son de acá, mire tenga cuidado, hay gente mala, somos malos, estamos en los últimos tiempos, ya se acerca el fin, esperemos nada más que la voluntad del de allá (señalo al cielo), si, mire, lo que le hablaba era del mar, y luego del mal, si es como usted dice.”
3) Al regreso, nos venimos oyendo a Chente, Pepe Aguilar, La Paquita la del Barrio, y al Buky. Una señora, con aliento a licor, golpeada de la cara, con raspones en los brazos, se sentó a mi lado. “Usted es jose y ella es Maria, si, yo se lo dije a ella que usted el convenía, que usted la iba a hacer feliz, que usted era para ella, mire, no se preocupe, yo puedo estar tomada pero respeto, usted es la hija de Raquel, yo la conocí cuando era una chiquitilla, que bonita esta, me recuerdo porque a su casa me recomendaron doña Estelita y don Davis…” Con Maya, nos mirábamos sorprendidos de la cantidad de gente profetizando en estados alterados, como si de pronto las líneas de la temporalidad, el efecto del mar, y los destinos se convocaran para hacernos pasar un weekend tan extraño. Tratamos de decirle a la señora que nosotros no éramos los que ella decía, que estaba equivocada, pero ella decía que éramos unos ingratos porque tratabamos de ignorarla. Al principio nos reímos solo nosotros, al tiempo, muchos vecinos de asiento comprendían todo y se reían de nosotros trantando de explicarle a la señora que nunca la habíamos visto en la vida.
4) Maya me dijo, cuando tomabamos té en su casa, que todos ellos, esa gente que tras de uno suplica, son Ángeles que nos guardan. Otras versiones, me dijo, dicen que es Jesús multiplicado, pidiendo, tocando, y buscando. En el espejo del mundo, todos ellos, son afortunados. Por eso hablan de Dios cuando beben. Recorde las palabras de un ebanista "...mire yo que usted sólo me tomo ese y me voy a descansar, uno sabe que esto es malo, uno ya lo sabe, uno sabe que esto mata, uno ya lo sabe, pero lo sabe y uno es necio, usted cree en Dios verdad, pues mire como es la vida, usted debería de cambiar, mire eso cuesta, cuesta mucho pero hay que hacer la lucha porque uno no se da cuenta de nada hasta que se enferma, y es doloroso, como con los niños, a los niños les dicen hace la tarea, portate bien que nada te cuesta, y uno sigue de malcriado, la verdad es que Dios hace milagros y grandes, les voy a contar una vez..." El hombre nos terminó dando un sermón, con el trago en la mano.


*Estoy leyendo Islas en el Golfo, de Hemingway. Parece que es una historia basada en todos los recuerdos de sus años en Paris y Cuba.

jueves, 28 de mayo de 2009

RUIDO DE FONDO (SEMBLANZA Y RESEÑA AL LIBRO DE JAVIER PAYERAS)


Siempre recordaré a Javier Payeras en la entrega del libro de Julio Calvo. Salió de una fila de sillas, porque en realidad, para esa ocasión, nada en aquel salón del Fondo de Cultura Económica era ordinario, los expositores y el mismo autor estaban sentados del lado de los espectadores. Javier empezó un discurso muy fluido con un contenido denso y mundano sobre acontecimientos en la literatura guatemalteca. Me quedó esa imagen rondando, y aún cuando comíamos cangrejo y vino blanco, sabía que esa imagen era de esas que no iba a olvidar nunca porque no había entendido nada de lo que había dicho.
Me alejé un tiempo de todo lo literario, porque francamente creí que podía dejar de leer o escribir, pero no fue así. En ese tiempo me perdí de toda la producción literaria y tan sólo miraba a Maurice Echeverría bebiendo feliz en la misma tiendita de la zona 10 donde yo me emborrachaba todos los fines de semana. Esa vez que vi a Maurice aún llevaba el pelo largo y, no se imaginaba que interpretaría el papel del bueno en una película precisamente sobre la casa de enfrente de donde algunos nos bebíamos los noventas. El libro que acababa de presentar era Encierro y divagación en tres espacios y un anexo, y creo que fue el único que intente leer antes que Maurice se fuera con su amigo a Queens, con la única copia que llevaba.
Hace un año que empecé a leer literatura guatemalteca en serio. No la leía porque estaba metido en la búsqueda de un tema, entre Hemingway y Vargas Llosa, que por alguna razón se me habían presentado como una posibilidad para interpretar todo lo que había visto en un viaje largo por Guatemala. Mis amigos me hablaban de Luís Lión, de Mario Payeras, de Quiroa, de Enrique Noriega, Dante Liano, y hasta mi antigua novia sabía quién era Isabelita de los Ángeles Ruano. Conocía a Julio Calvo y a Simón Pedroza desde los primeros años de los noventas, pero sólo hablábamos, la mayor parte del tiempo, de música (por eso estaba en esa presentación de Julio, porque era mi amigo y porque había leído el germen de ese libro y me daba gusto que se lo publicaran). Había leído a muy pocos autores jóvenes, tengo que admitirlo.
Hoy terminé de leer Ruido de Fondo. Tengo que confesar que el primer capítulo no me conmovió tanto como el final. Al final yo estaba tratando de reírme y tratando de no llorar al mismo tiempo. Es vertiginoso, es una obra grande que anuncia un testimonio de una vida multiplicada. Ruido de Fondo es triste y alegre. Es fragmentario como un cuadro de Picasso; no está, ni parece, una obra acabada. Podría ser al mismo tiempo un catálogo de monstruos mesurados, un poema sobre la juventud de la post-guerra, un canto de catarsis del mismo Javier Payeras, secuencias de la película de su vida, sombras inexactas y lineales. La música de este libro es irreverente, pero no por lo que se cree, es irreverente porque el argot de la oscuridad es la barbarie desmesurada.
Javier Payeras es un tipo sonriente, siempre que lo he saludado esta sonriendo por algo incierto, algo de lo que no me entero, algo íntimo que lo hace un tipo carismático; pero al terminar de leer su libro, pensé, traté de imaginar el dolor secreto y la celebración espiritual que lo acompañaron hasta la última palabra, y que lo debieron agotar, como después de un gran orgasmo, con esa otra mujer que ama, que es la furtiva ciudad de Guatemala.

28/05/09

martes, 26 de mayo de 2009

FLUXUS EVENTS /PERFORMANCE CONCEPTUAL DE UN ROMPIMIENTO


Como bien te lo dije, todo era un juego. Me tiraré de un puente para caer sonriendo en el pasado del cielo que parece una almohada. Al principio uno se asusta. Puede que uno piense que es real, pero el pedazo de nube sobrevive al accidente y se tiñe de rojo atardecer, de rojo florecer, de más tonalidades bermejas. Luego llega la tristeza y la noche. Pero las estrellas insignificantes desde la el agua de la tierra son un ejercito invencible. Se teme hablar de más, se dice lo que se sabe, se piensa hasta donde uno debe, cualquier transgresión es otra vez el salto desde el punte y la ceremonia feliz de la muerte a carcajadas, o la violación de las leyes. Del otro lado del juego puede que no haya misericordia ni justicia, que los hombres encargados de los mandamientos jamás imaginen un salto al vacío tan en serio. Las miradas de los espectadores son de horror, el hombre que abusa de los vicios será condenado a la soledad, y el cielo bajo el puente seguirá huyendo de los reflejos. Sólo quiero decirte que todo es juego, pero para encontrar el balance de la felicidad y la culpa es necesario que otros piensen algo diferente de vos, que sos el primero en morir en un salto no es lo vanguardista, que hayas hablado de más, que vivas a punto de pedir disculpas, que sintáis que cometiste mil errores, eso no es un juego, el juego consiste en tratar de repetirlo todo. En no dejar cabos sueltos, en decir lo justo y decirlo en el momento indicado. No basta con cometer errores, es necesario publicarlos. El accidente, terminará siendo repetido por muchos espectadores y cada uno contara un pedazo de alguna verdad. Pero luego del horror, y la burla, está la noche de nuevo con su sueño mortal. Ella volverá al lugar y verá la luna roja. Después de todo el que ríe también perdona. La libertad es la irresponsable imaginación del amor.

viernes, 22 de mayo de 2009

DIBUJOS DE NIÑO (4)


La edad de los niños es la misma que la de los ancianos. Mirar desde una ventana el paso de la multitud al trabajo diario, al pan diario, al agua. Oler el miedo y saberse mortal. Extender excusas mentales, juicios indoblegables ante los demás. Excomulgar al enemigo del cielo. Creerse un buen ciudadano y viajar a Londres sin ver para abajo. Gastarse los pocos minutos en un puerto viendo las nuevas carabelas. Perder amigos a cada año. Sufrir frente a los espejos. Caminar despacio, dejar para otros el atletismo y la natación. Ver un poco menos lo que hacen los niños. Empezar a perdonar al mundo. Buscar a Dios. Perder el apetito es como olvidarnos de la tierra. Talvez a veces podamos reírnos de verdad, pero es muy difícil porque se olvidan hasta las poses. La edad de los niños es una era sin tiempo, sin leyes, sin fundamentos, donde giran como astros sostenidos por el poder invisible del misterio. La muerte es para siempre, porque la vida es breve. La vida, ya lo saben los abuelos, puede volverse a repetir. Basta con hablar del pasado para crear países alternos. Los crímenes vuelven a sangrar y los besos de la novia suceden al sueño. No hay recuerdos tristes a una edad donde la memoria es el deseo realizado. Miramos a los viejos volver a la infancia y todos sabemos que nos espera el otoño y quizás la buena suerte de una muerte natural.

jueves, 21 de mayo de 2009

CANCION TORRENCIAL (OIDA EN MAZATENANGO DESDE UNA PULLMAN)



O bruit de la pluie
Par terre et sur les toits.

Paul Verlaine

Veo al hombre vestido de soles y madrugadas eternas. Con piel oscura comprado por el destino de otros hombres; lo veo bajo el rigor de los medios días. Todo se externa y resurge del vapor como una visión. Cae la lluvia sobre todo, y a lo lejos, entre las plantaciones, ciega los llanos de sus penas áridas. Cae sin caer, llega desde lejos con su propia emanación viviente. Se doblegan las palmeras y se rompen los retoños secos, los que nunca debieron nacer. Las nubes van naciendo de la tierra conforme el sol calienta, entonces llegan las nubes negras, grises y llaman a la nostalgia con gritos húmedos, con lágrimas continuas que bendicen a los hombres que corren y miran hacia el cielo buscando una respuesta. Estos hombres conocen la tierra y los domingos cuando suben los graderíos del templo piden que llore el cielo para que la milpa o la caña, o el café, se levanten al cielo con cosecha. Cae la lluvia de repente con su tropel siniestro de rayos y de truenos, como una batalla donde mueren muchas vírgenes gimiendo. El cielo revuelto hace formas que se cruzan como agonías que conoce solo Dios, mientras este pueblo navega y se agita sobre el mar. Se bañan las mujeres, se agitan sus cuerpos curtidos, sus miradas y gestos son divinos; van dejando aromas, se presienten en los parques sus cuerpos cubiertos de sumos y semillas, envueltas en polen viento y tierra, como si volviéramos al Edén. ¡Son tan risueñas a la vista del patrón! Una de ellas tiene ramas de palma, otra un racimo de unos frutos rojos, otra pone en la iglesia verde un canasto de corozo, bajo la lluvia azul, todo bajo la lluvia sagrada que cambia de color la ciénaga. Las ramas de los árboles danzan y los viajeros ven las extensiones de semilla sembrada, la magnificencia del cielo y, sienten que deben volver, que deben seguir viviendo, que aman y que sus hijos verán la cosecha cuando ellos se vallan de esta tierra. Junto con los truenos lejanos, los rugidos de leones transparentes como gritos de luz, los ríos hacen fiesta con la lluvia púrpura; arrebatan casas y se llevan a las niñas que más quieren… dejan a los hombres solos en la ribera, llorando talvez, o a veces riendo por llorar.

Picto—grafías

Hace años, Javier Payeras me dio el consejo de leer el ABC of Reading de un exiliado norteamericano en Paris, llamado naturalmente: Ezra...