A Borges, el que soñaba.
Hace cuatro semanas murió una tía muy querida.
Una semana después la soñé. Estaba en su casa sentada en una cama y en el sillón de enfrente un gato de pecho blanco y cola gris la llamaba con su pata de terciopelo. Yo estaba viendo todo y le aconsejé que atendiera a la llamada del gato, que ya cerca de ella se enroscó sobre su pierna y se quedó bien dormido.
Hoy soñé que estaba sentada en un sillón ella y mi madre. Yo acababa de llegar y reconocí que estaba viva, que tal vez había sido todo un mal entendido, y también vi cuando mi mamá me guiño el ojo para que no le mencionara su muerte.
Entonces tratando de borrar la tensión del momento, le conté que la había soñado, y también recordé al minino simpático que la llamaba casi a punto de hablarle, y que cuando logró que se acercará se había enrollado como un gusano de terciopelo y se había quedado dormido.
- Estaba soñando -respondió mi tía -, que hace dos semanas una señora vio cuando se calló en una pila antigua, y no lo ayudó a salir, sin saber que esa misma tarde esa misma señora moriría.
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