Parece ser que la televisión es la enciclopedia de la
modernidad. Los libros se vierten en films; de la poesía cotidiana se rescatan
pequeños trozos de la vida y un productor los transforma en dramas. De tal
suerte logramos ver el simple lino de una obra impecable repetida en diálogos
con el mejor argot de Miami o de Cali.
Ayer, por ejemplo, pude ver Bel Ami de un escritor francés
que tristemente murió un poco trastornado. En la versión del año 2012 de Declan
Donnellan y Nick Ormerod, me parece sobresaliente que lograran un reparto de
lujo, pero que en general, aún con la actuación milimétrica de cada uno, no se
acerca para nada el ambiente francés, ya que el resultado es un drama
norteamericano hecho en la pulcritud de Hollywood.
Lo extraordinario es que las pasiones que movieron a Guy de Maupassant a finales del siglo XIX nos son representadas hoy con una certeza tal que hasta parece que nuestro amigo francés la hubiera terminado de escribir hoy.
Lo extraordinario es que las pasiones que movieron a Guy de Maupassant a finales del siglo XIX nos son representadas hoy con una certeza tal que hasta parece que nuestro amigo francés la hubiera terminado de escribir hoy.
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