Nacer con
una trama, real o imaginaria, de códigos y telarañas. Repetido el observador, reiterado
el actor. Sonríe, sabe que lo están filmando. Cámaras en los cuatro puntos de
bloque a bloque. Si sonríes tanto parecerás un tonto. Ojos de dos a mil con un
alcance estratosférico. Sigue sonriendo, es por tu seguridad, tranquilo, no
protestes, solo sigue divirtiéndote. El celular opera una materia de sonidos y
GPS. Además sabemos dónde estás. Yo soy
repetidas veces un actor sin sueldo. Tú, desnuda en el asiento de atrás, sonriéndole
a miles de ojos desde la tierra y el espacio. No hay dolor. Aunque busquemos un
lugar en las cavernas, nunca volveremos a estar solos. Orwell desde el más allá
rodeado de ángeles, observa y es observado. No hay misterio ya. No hay secretos
para el hombre.
Mirándolo todo.
Oyéndolo todo.
Aparentan ser
Dios.
La otra vez
compró una lata de soda, una bolsa de papalinas y todo esto resultó en una
cinta inútil. Caminó por la cuadra de la mano de su novia, la beso, se peleó, se enjuago los ojos y todo esto bajo
una lente orwelliana. Aunque nos sumergiéramos en la ciudad a oscuras, tan solo
botando el alumbrado, nunca volveríamos a recuperar la inocente oscuridad de
estar a solas.
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