lunes, 29 de enero de 2018

UN PUZZLE INCOMPLETO





Sí. Esos somos. Un puzzle incompleto.
Cada pieza puesta en nosotros es otro acertijo. Sientes que te falta algo, que estas a medias. Eres un puzzle en proceso. La imagen completa no la ves. Solo intentas darle la vuelta a tanto trozo suelto y, de ningún modo puedes encontrar el tuyo, tu segmento suelto.
-          Perdón, esa es mi pieza –dice una niña de ojos rosa.
Pero tú no la escuchas entre la angustia un tanto dislocada. Tu angustia también es un puzzle incompleto, que está a medio camino entre la intranquila red de la histeria y la demencia.
La niña se inclina y te quita el fragmento con sus ojos claros y enrojecidos. Ves que concluye una trenza de sí misma, donde hace falta otro pedazo, que quizás termine dibujando una nariz y media boca.
Pero te lamentas de nuevo y esa tristeza es un puzzle incompleto. No haces más que distraerte o distraer a otros. Tú no te completas. El vacío ondulado de piezas dibuja parte de ti, pero no te logras ver del todo. Hay un vacío y tus manos imprecisas buscan entre el montón de piezas sueltas de otros y tú.
Pasa a veces que la pieza que tienes en la mano, no es la tuya, es la precisa de otro, que urgente avanza y te la arrebata sin educación. Pero ya te has acostumbrado al error. Ves el vacío y te alientas con esperanzas, que además son otro maldito puzzle incompleto.
También ocurre a veces, que alguien logra completarse. Se aleja intrigado, no feliz ni triste, simplemente un poco consternado. Dirige su mirada a sus vecinos y humildemente vuelve los ojos a su trabajo y no parece estar satisfecho. Retorna los ojos a los demás rompecabezas y sonríe ante los aplausos internos, mudos y educados de los demás.
Qué hay que hacer ahora, piensa, no hay más que esperar a que todos corran hasta su mesa y él, humildemente, como avergonzado y disculpándose, revuelva las piezas de nuevo, con los ojos cerrados y húmedos, para volver a empezar de cero.

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