Quizás en
el fondo nadie entienda a nadie. Tal vez solo jugamos como niños. Nos creemos
un par de mentiras y seguimos adelante ante la inercia. Solo como un juego, nos
decimos, bueno, ahora digamos que yo te entiendo, juguemos a que yo te
comprendo, hagamos parecer a los demás que somos uno. ¿Amigos, en serio creen
que todo es real a estas alturas? Basta con prender la tele, basta con apagar
el último cigarrillo y darse cuenta, así de golpe que la luna no brilla con luz
propia, que el sol no es una estrella, que todos los cuentos que de niños nos
contaron son falsos. Las calles y su basto mundo en línea recta. El amor, un
milagro. Yo que nunca he visto fantasmas creo más en los billetes de a cien
dólares.
Todo está
al revés. Por momentos. Un pensamiento tras otro como un ventilador. La
mente no es precisa, en eso ves la poesía. Pero los errores si se repiten y eso
es la vida. Querer vengarse como Edmundo Dantes. Escribir poemas derrotistas.
Sentirte un anarquista, un nihilista por el solo hecho de estar vivo. En medio
uno, trazado por un compás de cuchillas afiladas. La vida es una moneda
de a veinticinco centavos lanzada contra el cielo. Cara o escudo. Va volando
ante el azul dando vueltas y vueltas y besos y vueltas, abrazos y vueltas,
caricias, sexo en una nota de Charlie Parker, dando vueltas, bailando ante la
nada, triste moneda sin mano que la reciba. Somos espectros, filosofía básica,
solo vemos una parte de la moneda. Si cae, muy real sería la experiencia. Lo
que todos deseamos es que se detenga en el aire.
Por eso
digo, un recuerdo de cuando era niño y muy egoísta. Sabía que solo yo era en el
mundo y todos los demás actuaban para mí, solo para mí. Eran zombis, yo era el
único demonio que tenía corazón. Era Dios y era celoso de mi deidad. Pero luego
me di cuenta que tenía amigos, que a ellos también se les miraba en los ojos la
tristeza. Lloraban bajo la lluvia, para que no se notaran sus lágrimas. No, no
era solo yo entonces, había otros que llevaban un hámster dando vueltas bajo la
tapa de los sesos. Personalmente creo desde entonces que ya no es tan difícil
estar vivo. Tengo el gusto por la broma, soy hipertenso, manejo mal el rechazo,
no me gustan esas mujeres que caminan como si nunca cagaran. Pero la gente,
también cree que piensa, pero piensa mal. Quizás en el fondo quieren entender
un poco, pero van muy de prisa. Nunca se detienen. Recuerdo del café Peñalba en
la sexta avenida. Cuando no era yo mismo. Distorsión de la conciencia.
Remordimientos apresurados. Todo por mirarme a los ojos en un espejo.
Los que
se suicidan se dan por enterados. Mando un mensaje, a los siete años, en un
hilo que detiene un barrilete contra el viento. En el fondo, todos nos
suicidamos, unos más lento, más lento, ellos, los de los 27, al rayo. Unos se
matan a pausas. Colgados de un hilo se tuercen en convulsiones. Pero no lo
saben porque no quieren darse cuenta. Todos nos ponemos la soga al cuello. Continuamos
así sabiendo que tarde o temprano haremos que alguien nos quite el banco.
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