viernes, 1 de septiembre de 2017

Consideraciones sobre la vida (Texto hibrido y personal)




Quizás en el fondo nadie entienda a nadie. Tal vez solo jugamos como niños. Nos creemos un par de mentiras y seguimos adelante ante la inercia. Solo como un juego, nos decimos, bueno, ahora digamos que yo te entiendo, juguemos a que yo te comprendo, hagamos parecer a los demás que somos uno. ¿Amigos, en serio creen que todo es real a estas alturas? Basta con prender la tele, basta con apagar el último cigarrillo y darse cuenta, así de golpe que la luna no brilla con luz propia, que el sol no es una estrella, que todos los cuentos que de niños nos contaron son falsos. Las calles y su basto mundo en línea recta. El amor, un milagro. Yo que nunca he visto fantasmas creo más en los billetes de a cien dólares.
Todo está al revés.  Por momentos. Un pensamiento tras otro como un ventilador. La mente no es precisa, en eso ves la poesía. Pero los errores si se repiten y eso es la vida. Querer vengarse como Edmundo Dantes. Escribir poemas derrotistas. Sentirte un anarquista, un nihilista por el solo hecho de estar vivo. En medio uno, trazado por un compás de cuchillas afiladas.  La vida es una moneda de a veinticinco centavos lanzada contra el cielo. Cara o escudo. Va volando ante el azul dando vueltas y vueltas y besos y vueltas, abrazos y vueltas, caricias, sexo en una nota de Charlie Parker, dando vueltas, bailando ante la nada, triste moneda sin mano que la reciba. Somos espectros, filosofía básica, solo vemos una parte de la moneda. Si cae, muy real sería la experiencia. Lo que todos deseamos es que se detenga en el aire.
Por eso digo, un recuerdo de cuando era niño y muy egoísta. Sabía que solo yo era en el mundo y todos los demás actuaban para mí, solo para mí. Eran zombis, yo era el único demonio que tenía corazón. Era Dios y era celoso de mi deidad. Pero luego me di cuenta que tenía amigos, que a ellos también se les miraba en los ojos la tristeza. Lloraban bajo la lluvia, para que no se notaran sus lágrimas. No, no era solo yo entonces, había otros que llevaban un hámster dando vueltas bajo la tapa de los sesos. Personalmente creo desde entonces que ya no es tan difícil estar vivo. Tengo el gusto por la broma, soy hipertenso, manejo mal el rechazo, no me gustan esas mujeres que caminan como si nunca cagaran. Pero la gente, también cree que piensa, pero piensa mal. Quizás en el fondo quieren entender un poco, pero van muy de prisa. Nunca se detienen. Recuerdo del café Peñalba en la sexta avenida. Cuando no era yo mismo. Distorsión de la conciencia. Remordimientos apresurados. Todo por mirarme a los ojos en un espejo.
Los que se suicidan se dan por enterados. Mando un mensaje, a los siete años, en un hilo que detiene un barrilete contra el viento.  En el fondo, todos nos suicidamos, unos más lento, más lento, ellos, los de los 27, al rayo. Unos se matan a pausas. Colgados de un hilo se tuercen en convulsiones. Pero no lo saben porque no quieren darse cuenta. Todos nos ponemos la soga al cuello. Continuamos así sabiendo que tarde o temprano haremos que alguien nos quite el banco.

No hay comentarios:

Picto—grafías

Hace años, Javier Payeras me dio el consejo de leer el ABC of Reading de un exiliado norteamericano en Paris, llamado naturalmente: Ezra...