La belleza, como el dolor, hace sufrir.
Thomas Mann
Javier Payeras estaba ahí/Soñando que lo soñaba la ciudad, ciudad que era hecha de todos los anonimos, los marginados, los que no llegaron a la presentación. /Ya un poco mayor, con una gabardina azul, como un campeón de boxeo que ha dejado de ser amateur y espera sentado en la banca. /Parecía un obrero mal pagado, pero feliz de haber terminado la jornada. /Se reía de todo, como siempre, con una sencillez de monje y una mirada diabólica de niño culpable. /Todo fue divertido. /Siete copas colmadas de vino rotas, la risa macabra de todos los presentes, el imponente, majestuoso, bello teatro, hijo de las travesuras de un genio. Al final todo un mundo en una pequeña terraza.
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