lunes, 8 de febrero de 2016

Agua Dulce/ Attico//Arte Pop / Museo Carlos Merida




Agua Dulce/ Attico
Fabiola Aguirre expuso una serie de collages en uno de los bunkers de la galería El Attico. En primer lugar destaca la experimentación de dos géneros: el grabado y superposición de diferentes texturas en diferentes tipos de papel. Se ve el cuidado que puso en la selección de los materiales, pero además el azar encauzado a respetar la lógica sumaria de un alternado orden musical.
La serie de grabados parecen tener un tema en común: un pez Carassius auratus del orden de los Cypriniformes, llamado por la mayoría goldfish. Una imagen que genera inmediatamente una conexión interna con ciertos espacios cotidianos y más directamente en instantes domésticos. Este pez fue introducido para cría doméstica en Europa hace casi tres siglos, su forma es alada y pareciera que en lugar de nadar, flotara como medusa subconsciente en las mentes de los espectadores. El pez en este caso no está en una pecera, está libre entre un entramado de formas geométricas, viaja sobre el color, sobrevive entero con todas sus facultades submarinas.
Será mi muy fácil y excitable imaginación, el vino tinto que corría inagotable, o el buen día que hizo, pero pude ver la habitación llena de burbujas.


Arte Pop / Museo Carlos Merida
Acercarse a los precipicios. Eso es, dejarse embaucar por Andy Warhol y luego encontrar una telaraña de Jasper Johns y su bandera, hasta gravitar en las atmosferas de Frank Stella y luego encontrar un respiro abominable en Richard Anuszkewcz, para quedar encantado finalmente por Willem de Kooning, que pensé era entonces una mujer mutilada. Hubiese querido ver un Roy Lichtenstein en los volantes por lo menos.

jueves, 28 de enero de 2016

UN MODELO DE FAMILIA



Fue en el año 2014 que necesité facturar algunos trabajos, que recurrí a mi padre. Un personaje fantasma, nunca estuvo en mi infancia y así en adelante hasta ahora. Así que para empezar no sabía ni cómo tratarlo. Fue entonces que recurrí a una mezcla de sátira y gracia para poder sobrevivir cierta carga que todavía sobrenadaba en toda el agua estancada. Lo encontré muy tranquilo, vestido como siempre de traje de colores neutros, pero no fue eso lo que me sorprendió, sino lo que me interesó mucho más fue su sobriedad.
Solo él sabía hacer esos trámites que a mí me estorbaban, solo él tenía ese carácter para hacer largas colas y hablar con empleados mal encarados, burócratas empolvados y secretarias desinteresadas en cubículos de información. Y así fue que terminé con un número de Nit. El trabajo que hacía y, para el que necesitaba las facturas, era la revisión de libros de texto en una editorial. Que terminé haciendo en una computadora de la casa de mi hermana y su esposo. Fue así como tuve todo el tiempo del mundo para hablar con los hijos de papá, que por extraño que me pareciera por aquellos días, me eran tan familiares por muchas razones, tal vez demasiadas, que para entonces en dos o tres días ya era parte del clan.
Pero ellos, no solamente eran amables, estaban tan extrañados como yo de lo extraordinaria que es la sangre. Yo feliz, riéndome de las coincidencias. Tenía suficientes temas que guardar para escribir. Esa es, aunque parezca rarísimo, una familia unida, pensé. Como hermanos, entre ellos se habían apoyado instintivamente, buscando la mejor forma, el mejor modelo de hábitos, para ser mejores en la vida.
Entre ellos, me agrado reconocer el esfuerzo de la madre, con todo y la gracia que me daba recordar ciertos eventos del pasado, que luego de tantos años, ya eran postales borrosas de una época vital y maravillosa. Porque lo que vivieron era la vida y esa no contiene dos caras, solo una y es la de la buena fortuna de la existencia.
Una de mis hermanas, muy cristiana, por esos días inauguro una iglesia aparte de las reuniones en su casa todos los miércoles. Junto con su esposo tenían la buena costumbre de invitarme a las reuniones. Yo escuchaba desde la computadora. Permanecía en ella todo el día, a veces la mitad de la noche. Todo ese año dormí en un sofá cama y por las mañanas miraba a los hijos más pequeños de mi hermana pasar volando para subirse al carro de alguien que los llevaría al colegio.
Luego me levantaba y desayunaba con la madre y una de sus nueras. Me hacían preguntas que yo respondía con tanta franqueza que parecían mentiras. Hacíamos bromas sobre todo, creo que en el fondo sabía que estaban viendo un holograma.
Sin embargo los recuerdo como una familia unida, un modelo que me enseñó, sin que ellos lo supieran a ver con otros ojos a la familia de mi madre. Si uno ríe, todos ríen, si uno llora todos buscan como ayudar. Eso era, no sé si fue un sueño, pero ese pasaje, con sus altibajos y topes fue una buena escuela.
Ah, por cierto, papá sigue durmiendo, creo.
*Este texto es de ficción cualquier parecido con la realidad es pura casualidad.

sábado, 23 de enero de 2016

Lettre d'un main à l'autre.


Todo corre hacía un solo mar.
Revienta el horizonte en luz.
Me llega el verano a través.
Eres como una mano desnuda.
Una mano que escribe y sueña
con volar en cuando empiece la noche.

Like a star of your mouth.

No somos de metal.
Somos una letra en metamorfosis.
Un par de ojos y boca
que subleva un píxel.
Infantiles al jugar con restos de un idioma.

Niña princesa
vocal rumor de ti misma y la playa
rozas con silencios la herida de la vida.

These naked as your hand.

De vuelta al mundo.
Coronas con tu presencia y tu lengua.
Si puedes convertirte en distancia.
Si puedes conciliar este sueño que te sueña.

Así sea…

Picto—grafías

Hace años, Javier Payeras me dio el consejo de leer el ABC of Reading de un exiliado norteamericano en Paris, llamado naturalmente: Ezra...