miércoles, 6 de mayo de 2015

VIGILAR Y CASTIGAR



- Ojalá, cree usted, dígame... verdad que Baldizon no va a robar igual que todos -Pregunta la mujer que carga un niño.
 - No... a él le sobra -respondió el hombre de camisa roja.
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Todas las promesas que no han cumplido se han vuelto un fantasma desmembrado, un sucio espectro alienado y triste, un hambre colosal que ahora mismo, en medio de esas masas de gentes ansiosas, gentes que levantan sus ojos al cielo y ven un enorme helicóptero dar vueltas de vueltas..., oyen canticos de esperanza gospel y se exaltan al escuchar ya tres veces seguidas que el candidato a presidente de la república de Guatemala esta por llegar.
Ya llegará y repartirá sus dones invisibles, su carisma, su lozanía de pequeño y falso millonario, ya lo verán alzar las manos y levantar la voz a todo pulmón y con gracia resolver en el aire los problemas más tristes, más angustiosos, más urgentes de un pueblo que camina entre bolsitas de agua pura.
Veo a otros que sudan y se desesperan. Hay niños jugando a pelear y mujeres besándose con sus hombres de sombrero. Viajan gratis, con almuerzo y refacción, unos queriendo ver a su líder y otros aprovechando entre la sexta avenida sus cortas horas de viaje, todos de rojo, todos entre todos.
Uno de ellos se pierde en las alabanzas y cantos, en las consignas... pero en el fondo realmente hay silencio, y ellos lo saben, hay un terrible vacío, y ellos lo saben, hay soledad y ellos, todos ellos lo sienten. No van a cumplir con nada porque los hombres, según dice un viejito en la plaza grande, no fueron hechos para gobernar hombres, sino animales. La Biblia dixit. Apunto

miércoles, 29 de abril de 2015

NOTA BREVE SOBRE EL DESEMPLEO (UNO)




Aún recuerdo aquellos tiempos en los que trabajaba en horarios estrictos. Cada mañana en realidad parecía una extraña pesadilla, más todavía, si en mis sueños ignoraba la esclavitud, el código preciso de una realidad devastadora. Ya la mañana no era ese sol y el camino imaginario desde la curiosidad amigable hasta el deleite, el pan y la existencia. Cada hora entonces soñaba con vagabundear, salir un día, irme lejos, conocer gentes y paisajes. Andar con poco dinero y mucha libertad, con la voluntad exótica del que ya lo tiene todo con solo respirar el aire. Ingenuo o no, nihilista, anárquico, hipie o no, eso era lo que más quería.
Pero entonces, eran horas terribles al mando de un jefe, que en el peor de los casos, era un señor muy terco con ideas viejas, un léxico de vulgaridades repetitivas, una fotocopia de la mediana empresa y de los nuevos ricos en un país desesperado. El pueblón entonces se me olvidaba entre lecturas a la hora del almuerzo. Antes que ese venerable hijo de Dios, llegara de nuevo de su mansión prefabricada y me siguiera dando órdenes. Entonces yo obedecía, era parte de ese contrato invisible. Siempre fui respetuoso, responsable y honrado, esas clausulas de buena conducta que tanto aman. Trabajé y fui merecedor de cierto respeto social, ya saben "el que no trabaja que no coma", según las sagradas escrituras.
Pero no comía en paz, me daba cuenta que el sueldo que ganaba era siempre tan exacto como una emboscada, para levantarte de nuevo por la mañana con la angustia perenne de que tenes que ir a trabajar para sobrevivir, y que todo estaba fríamente calculado hasta la eternidad. 
Así fue como una noche me dio rabia de chucho todo eso. Traté por todos los medios de salirme golpeando contra la pared invisible con mi furia de perro. Ladré, grite, golpee las ventanas sucias del bus atestado de gentes. Si lloré y me rompí la cara contra el vidrio. Mordí a algunos pasajeros de esa camioneta sin destino, esa escalera hacía ninguna parte. Luego me salió de adentro un humo negro cuando lo quemé todo por dentro, intentando hacer memoria de la memoria.
Me quede quieto esperando algo, lo que fuera, pero el bus no se detuvo, siguió su marcha desesperada y maldita, su carga sin peso, su peso sin alma.
Leí poesía entonces en el bus, un silbido como una aguja, palabras que eran las mismas pero en llamas, leí feliz de encontrar mi voz, y ya no tuve que luchar contra nada. Recité todo lo vivido y por eso me bajaron.
Ellos mismos me bajaron.


lunes, 2 de febrero de 2015

ESTA BIEN: HABLEMOS DE LA LOCURA-




La gente es un poco descuidada al nombrar la locura. Tal vez, pienso yo, por la casi imperceptible forma en que se presentan los síntomas. Recuerdo ahora un texto de Julio Cortázar: Estrictamente no profesional, en cuyo centro debate al borde sobre la imperceptible barrera entre la cordura y la demencia.
La palabra viene del latín vulgar "de lira ire" o desviado del surco recto, que era una palabra que se usaba en la agricultura. Es de allí precisamente en donde se les llama "locos" a todos aquellos que rebasan, contradicen o profanan las ordinarias conductas establecidas. El loco en general es cualquiera que vaya en contra de la corriente. De allí que seguir la corriente es una de las aficiones de los locos, para que no los descubran. No, esa es broma. Al punto que voy es a la gravedad que hay en vaguedad irresponsable de no ser preciso al asignar esa palabra a una persona.
Los psicólogos son muy prudentes y hacen una serie de exámenes y previsiones. Un hombre o una mujer con alguna disfunción, alteración anímica o sensorial, no necesariamente puede entrar en la categoría. Hay locuras geniales, gente con potenciales sensoriales, esa gente que de una u otra forma va llenando la lista de los artistas, matemáticos o músicos.
Hay una película en la que sobresale el talento de Nicolas Cage al interpretar a un estafador, sus tics nerviosos, ya entendidos por sus amigos, son escandalosos para los demás. Pero en el fondo no es un loco de atar, sino un hábil embaucador que se roba show.
Yo siempre recuerdo a Dalí y el sin fin de extravagancias que le han ido sumando en cada libro, pero algo me dice que Dalí en la soledad era un tipo normal. Era, pienso yo, como que estuviera interpretando un papel de por vida. Claro que, de tanto rehacer y rehacer el melodrama, hasta él perdía la noción de hasta dónde debía seguir actuando. Ese tipo de locos son locos a su favor, diría mi madre.
Pero hay los de asilo, esos solitarios excluidos del mundo real, perdidos y quizás peligrosos. Un muchacho, hace poco lo leí, mató a su padre de un cuchillazo, arma que dejó en el cuello de su triste víctima. La imperceptible barrera se hizo real. Le espera una celda, pastillas para dormir el sueño eterno lejos de los semáforos y la pasta dental que se debe apretar desde abajo.
Yo por ejemplo, no a todos les llamo locos, delirantes tal vez, desviados del surco, a lo mejor, a veces sonríen y pintan a su manera, diría Sinatra.

Picto—grafías

Hace años, Javier Payeras me dio el consejo de leer el ABC of Reading de un exiliado norteamericano en Paris, llamado naturalmente: Ezra...