lunes, 9 de mayo de 2011

DIA 0 /CUENTA LARGA/2DO. CAPITULO

Las cámaras filmaron todo. Recibí un mensaje por el celular, sobre ocho agujeros iguales a los de Guatemala y la psicosis mediática que recorría el ciberespacio. Documenté a los dos guerreros paralelamente, mientras miraba como aviones supersónicos surcaban el cielo ante la amenaza de un ser de otro planeta. Más de ciento cincuenta familias de los alrededores, por un pánico generalizado, salían de sus viviendas a un refugio que se fue formando en el Parque Central. La misma catedral era incontenible de día. Muchos falsos profetas iban y venían recitando la Biblia en Quiché. Y se veía por los canales nacionales noticias de las más estrafalarias, como la mujer que había proclamado a los siete vientos ser la dibujante de las líneas de Nazca y, de haber hecho trece círculos en los cultivos de Inglaterra. Los supermercados invadidos a golpes por multitudes que compraban víveres para una posible guerra bacteriológica, y entre las filas gente del narcotráfico regalando billetes de a doscientos quetzales. Un hombre que vendía oraciones y frases de superación y pedía a cambio sumas extravagantes sólo porque la primera frase se la había comprado un Judío de apellido Nattusius.

Una mujer que desde hacía un año predicaba la Biblia basándose en todos los hechos obscenos de esta, y poniéndose como seudónimo Samaria Lucifer, y era seguida por muchos ladrones, asesinos y traficantes que miraban en su nueva religión una esperanza para su vocación; hasta que la consignaron por llevar a cabo una manifestación: dicen que incitó a todos los creyentes a tomar LSD, y luego perdieron el control, hasta que terminaron desvistiéndose y salieron corriendo juntos por toda la nueva sexta avenida. Sin la menor vergüenza llegaron, casi huyendo de la policía, a los cubos de la municipalidad, donde finalmente se tomaron fotos para los periódicos con velas aromáticas. Las abarroterías eran saqueadas y los policías amanecían sedados, o perforados por balas hechas con clavos. La violencia era tal que los policías andaban en grupos de cinco.

Hubo una migración extrema a los puntos de referencia Maya. Y circulaba por correos electrónicos, las últimas noticias de los Mayan Prophet´s sensacionalistas que llevaban a grupos grandes a conocer el supuesto inframundo por veinte dólares. Varones indígenas que despertaban en las extranjeras un delirio que terminaba en amores desenfrenados. Fueron muchos los casos de europeas o norteamericanas que se enamoraban perdidamente de ellos, que con el tiempo fueron calificados por las mismas de la comunidad extranjera como Mayanlovers, porque había tanta oferta que no desatendían a ninguna en esa babilonia que se habían vuelto los departamentos con mayor afluencia de turistas. Por otro lado, los jóvenes se dejaban crecer el pelo, se cubrían su pecho con metales, plumas y dibujos de jaguares, aves o seres del submundo, para reiterar su amor a la tierra, aún ante el descrédito, en ocasiones, de las mismas comunidades saturadas de la religión judeo-cristiana. Y para contraste absurdo, los cientos de extranjeros que llegaban por todos lados buscando, como última señal a sus ambientes plagados de consumismo, las alucinantes historias del Popol Wuj en todas las traducciones que habían, desde que el padre Francisco Ximénez, había logrado la hazaña de traducir un libro Maya. Buscaban en internet todo lo relacionado con los nahuales y su calendario. Así fueron saliendo bares temáticos con dibujos del Cholq´ij. Prostíbulos con muchachas vestidas de plumas de queztal y tatuadas con Kan o Tijax. Restaurantes recargados de falso arte maya y códigos de Dresde en los manteles de las mesas. Vestidos con el códice de Madrid y zapatos que dejaban la huella de los leopardos. Todo relacionado de la forma más barata con la enajenación de una subversiva creencia, que nada tenía que ver con la cosmogonía original.

La sensación traspasaba las barreras y mimetizaba en las pantallas de televisión imágenes sobre el cambio de era, y entre películas del fin del mundo, pastores evangélicos pagando espacios para decirle a la gente que se arrepientan de una vez por todas, surge el anuncio de la gran fiesta para recibir el dos mil trece, unos días antes del fin de año, el 21 de diciembre a las doce de la noche. En otros círculos, era vista la campaña como una falta de respeto ante la inminente llegada del juicio final.

Astrónomos sin despegar el ojo del telescopio, día y noche, estudiando y documentando el momento cumbre del cambio y la alineación planetaria desde Chichén Itzá y Tikál. Rodeados de poetas curiosos y místicos en trance mandaban información a la ciudad directamente a la pantalla gigante que iba a registrar holográfica y musicalmente el momento cumbre. Para esto, desde el 19 de diciembre fueron construyendo, delante de las carpas de refugiados, el escenario más grande creado hasta entonces en la Plaza Central frente al Palacio Nacional de la Cultura.
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(Continuará...)

domingo, 8 de mayo de 2011

ALBUM MALDITO Y FAMILIAR/LECTURAS MENORES: JAVIER PAYERAS

Partiendo de una literatura que se escriba a sí misma,

imposibilitando otra salida que no sea su expresión absolutamente
menor, indeseable e inocentemente mal intencionada.
Lecturas Menores, J. Payeras.




Los libros de Javier Payeras son todos concisos. No le gusta quitarles mucho tiempo a sus amigos. Avispado, para estos tiempos de la velocidad enlatada. Pero esos libros, por concisos, tienen un sabor picante que el mismo Javier prepara tan denso que termina siendo una escudilla con un potaje explosivo. El texto sobre Bret Easton Ellis resume todos los verbos y los adjetivos precisos que aún leyéndolo lentamente surte el efecto de un helicóptero de una resaca infernal. Nadie como Pat Bateman para salir en el cine ampliado más de ocho veces su tamaño y disminuido por televisión, quizás en mismas dosis, conjurando la violencia y haciéndola una moda glamorosa. Hasta acá de entrada el libro es un engendro del bien escribir. Aunque Javier, modesto como él sólo, siempre pareciera que se ríe de todos y de sí mismo con una sencillez macabra.

Sin embargo siguen los deslumbramientos en estas lecturas que están fechadas desde el año 2000, al año 2007, en desorden aparente, en un sube y baja de pasiones y estilos que son una galería donde los esnobistas celebrarían sus excesivos gustos desde el retrete. Para todos los que empezamos a escribir es una excelente guía de lecturas, según los parámetros que buscamos para describir la vida, o quizás la muerte de una era, de una sociedad que va cada vez más al borde del suicidio y los divertimentos más extraños.

En una nota, me llama la atención el poder de posicionamiento de un pensamiento lucido ante algo, que para otros, no tendría explicación: LA POLÍTICA KAFKA: LITERATURA MENOR E IMPOSIBILIDAD DE ESCRIBIR DE OTRA MANERA: como en la poesía, el autor introduce un breve manifiesto X, una granada de fragmentación, una carta en una botella que inmediatamente al leerla rompe su cristal contra las rocas del cerebro. Rompe el cerebro. Rompe el paradigma. Esa y otras aversiones psico-patológicas; “enfermas” diría un hacadémico, y que son la raíz que toda una generación de escritores de post-guerra ha tomado como bandera. Las literaturas menores, de escritores breves y concisos, como Aira, como Quiñones, como Halfon, como Alejandro Mendez, como Bolaños, que van abriendo una brecha particular con un nombre colectivo, como dice en resumidas cuentas el autor de este álbum de parientes cercanos.

Lester Oliveros,
Mayo 5, 2011
Ciudad Vieja, Sacatepequez.
http://www.lahora.com.gt/imagenes/2008/05/165218.jpg


jueves, 5 de mayo de 2011

DIA 0 /CUENTA LARGA /1ER CAPITULO

“Una ola de pánico recorre el internet en China ante la aparición súbita de una serie de agujeros kársticos, que tienen a los internautas considerando teorías apocalípticas. Los relacionan con el de Guatemala. Son 8 que se formaron de repente en las últimas dos semanas. Los científicos chinos no le encontraron respuesta a los extraños huecos que aparecieron”



El primer guerrero salió del hoyo de la zona 2 con un diámetro de cuarenta metros. Lo filmamos saliendo, luego de alarmas de terremoto por los sismos repetidos que sacudían la zona como si una fiera del otro mundo estuviera a punto de abortarlo de una sola vez. Fue desenterrándose lentamente, y pudimos grabar como la lluvia perpetua le lustraba el cuerpo negro, absolutamente hecho de piedras de obsidiana que desbordaban en luces tenues como relámpagos internos, que le nacían del corazón.

Tuvimos problemas al permanecer por mucho tiempo en aquellas condiciones adversas por la tormenta. En ese mismo momento, movidos por la suerte, recibí la llamada de una amiga arqueóloga que me avisó que en el agujero del barrio San Antonio de la zona seis, empezaba a salir el otro guerrero mítico, a los que ella, fue la primera en llamar: Hunapuh e Ixbalanque. No había duda de ello al ver los dibujos hallados en el lugar llamado El Mirador, en la cuenca más grande descubierta en el Mundo Maya. Y era ella la arqueóloga encargada, por suerte, enviada por el gobierno para la trascripción e interpretación de los epigramas, junto con un joven Kaqchikel y un norteamericano.

Eso fue el primero de Noviembre, día que se celebra a los muertos. Llovía desde la madrugada, y pocas personas salieron a los cementerios. La estática era mayor que en otros días, junto con las descargas eléctricas que según curiosos caían directamente como una cascada sobre el hoyo, antes de que saliera hasta la mitad, enorme y monstruosamente perfecto el guerrero Maya. A este si lo pudimos ver lentamente. Su cabeza de piedras verdes y transparentes y sus plumas fósiles junto con todo el cuerpo de obsidiana, desde el cuello hasta las sandalias, las que se podían observar al inclinarse un poco sobre el abismo y, observar con detenimiento las diferentes capas hasta terminar en una multiplicación transparentada de si mismo, en degrade, hasta un tamaño fetal hasta el fondo de su pecho. Fue sorprendente ver en su espalda, las inscripciones en la original epigrafía de los códices y monolitos, pero estos estaban escritos con algo parecido al neón y cada color de las piedras que componían los códices brillaba con luz intensa.

(Continuara...)






viernes, 29 de abril de 2011

DIEZ GUIAS TURISTICAS DE ZACATEPEQUEZ

Ciudad Vieja

Ciudad Vieja es una cúpula blanca, tan blanca que en días nublados la iglesia parece parte del cielo, entonces el parque realmente flota y el alcalde tiene que pedir agua para tomarse tres tragos y, dejar que pasé el susto. El parque es íntimo. Es, además amplio y con bancas de concreto y faroles pequeños; de vez en cuando pasan los guardias de la municipalidad y le silban a las muchachas que se recuestan al hombro de la tarde. La primera vez que llegué al parque me encantó que desde un ángulo, detrás de la iglesia, podía ver como el sol iluminaba al volcán de Agua y lo hacía parecer como esa película antigua basada en la novela Adiós a las Armas de Ernest Hemingway. Me encantó el efecto del tiempo esa tarde de marzo. Lo tengo grabado como si fuera fundido en mis neuronas. Pero Ciudad Vieja también es la cara de todos los niños con sus nombres que estudian y van a casa con cuadernos saturados de recortes y corren con olor a ajo en medio de todo lo que hasta ahora se ha construido en este pueblo tan tierno. El río Guacalate es un río turbio y lamentable. Arriba de este estruendo de lodo y desperdicios hay un parquecito. Subiendo la cuesta varias cantinas donde los borrachos salen a la banqueta a mirar pasar gente, son cantidades, miles de borrachos sedientos pidiendo y buscando. A veces desaparecen y veo pasar mulas y caballos que se parecen mucho entre si. Hombres que desde la madrugada acarrean con su machete al viento para que los acompañe a hacerle nudos a la tierra. He visto mujeres con hijos picando piedras en los muros del desconsuelo. Sus maridos perdidos se cambian de nombre y se llaman a si mismos desde adentro. Vomitan penas, respiran alcoholes entre si, fuman nostalgias. Hay una placa que ostenta la iglesia donde hay una fecha que a todos los patojos les parece de a mentiras. Ciudad Vieja, ni es ciudad, ni esta vieja, pero fue, eso si… la primera capital de Guatemala.



Alotenango:

Alotenango se me volvió una carretera bastante larga a pie. Pero por momentos quieta y disfrutable con su aroma a puros aires espirituales. Iba eso si, acompañado de la señora y sus hijos, una señora morena y médium; los espíritus, según me dijo, entraban y salían de ella sin permiso. No me sorprendió su sinceridad esotérica, me sorprendió que me diera tanta y tan buena amistad. Pero así es, así será, Sacatepéquez. Esta mujer de ojos diabólicos pero con un corazón más suave que el centro de un mollete, camino conmigo porque me dijo que toda su familia vivía en Alotenango. Era cierto. En el camino me presentó a su padre. Era dueño de un vivero y unos cafetales, de tres perros, y setecientas plantas que daban flores todo el año. Lo encontramos frente a un volcán de tierra abonada, llenado bolsas y matando lombrices histéricas que saltaban como hules enlodados. Nos saludó lentamente, casi como si aunque estuviéramos frente a él fuéramos llegando lentamente. Era moreno y estaba sin camisa, sentado en una piedra y su mujer seguía llenando bolsas y plantando hojas verdes y retoños de los que subían hojitas turbias que exhalaban por última vez su mano de resignación. Me habló de los cafetales. Supe de su tiempo. Me habló de todo, menos de sus hijos. Me miraba bien. Le dio agua a la Dixie que ya iba tenebrosa por toda la tierra que se la había pegado en el camino. Luego nos despidió resignado y nos regaló una planta de chiles rojos.

Seguimos caminando y en unas piedras, se me dio la de hacer una fogata y calentamos tortillas y comimos con frijoles. Tomamos agua pura y seguimos caminando. Era lejos y yo no sabía que tanto. Un surtidor de agua en una finca nos baño un poco y los niños reían bajo la lluvia giratoria. Hasta que vi la gasolinera y un letrero que decía: Bienvenidos a Alotenango la tierra del mejor café del Mundo.

A la primera que me presentó fue a su mamá. Luego de pasar un chubasco repentino, caminamos hasta una tiendita oscura, desde donde vi a una mujer de edad, pero entera desde su voz hasta las rodillas. Si tenía fuertes señales del mundo en los ojos y en las manos, pero sobre todo era recia y astuta, se le notaba sin que se diera cuenta. Nos invitó a pasar la lluvia sentados en uno de sus corredores. Me miró y me preguntó que quién era yo. Le dije que imaginaba que era el bibliotecario de una escuela. Me volvió a ver y miró a su hija. Luego preferí platicar con un señor que dijo estar de luto, lloraba por todos lados y sus lágrimas eran el mezclador del alcohol que tomaba puro. Me ofreció un cigarrito de una forma imprudente y yo más precipitado lo tomé y lo encendí.
Salimos de allí y vimos, así, a lo largo de la carretera, a otras hermanas de la señora. Se detuvieron, llevaban cada una, niños en brazos. Preguntaron desde un principio si yo era soltero. Les dije que tal vez. Se rieron mucho y nos dejaron en la puerta de sus casas, desde donde vi muchos niños pequeños que eran, repartidos, hijos de las dos. Luego fuimos más abajo, pasamos un río donde no había río y entramos a una casa. Ahí estaba una mujer torteando, sumida en una humareda que parecía una pared de ojos cerrados. Ella es mi hermana, y ella es su hija, me dijo la señora y le creí hasta que está última, nos invito a sentarnos y nos dio Pepsi-Cola. La señora sonrió y mandó a comprar carne y cerró su tortillería, además nos presentó a sus demás hijas. Las dos hermanas empezaron a comentar sobre todo de su familia. Se dijeron en broma y en serio de todo. Pero conservaban la cordura de que había un visitante. Me contaron cosas de ellas cuando eran niñas, riendo como si nada. Cosas terribles y dulces. La carne se asó. Las tortillas doradas eran mi locura. Ensalada de pepinos y tomates, cebollas escabeches, pero llorando. El humo de leña lleva espinas etéreas.

Me gusto mucho el viaje. Contamos que habíamos llegado a pie y la mujer, la hermana, la madre, esa mujer que torteaba y tenía una cintura de tres cinchos grandes, nos recomendó tomar el bus con un billete de a veinte. Ninguno lo tomó. Nos despedimos y al salir éramos cómplices para caminar de nuevo y bebernos el sol de postre como un majar final, antes de entrar con dicha a las calles húmedas por mangueras que rociaban agua sobre el aserrín de las nuevas alfombras de esta nueva Semana Santa.



Antigua

Antigua es una ciudad formal. Colonial, pero dura y formal. Fundada sobre piedras y envuelta en piedras.

En Antigua esa noche era un barco en medio de una lluvia.

Las alfombras hechas unas horas antes, luego de la microtormenta estaban deshechas y era lamentable. Nosotros, hermanos de Noé, sembramos vides y bebíamos hasta desnudarnos en las calles brillantes. El vino brotaba de las paredes y bajaba hasta la garganta y luego se iba. Esa madrugada, ustedes ya saben como es Antigua, no tengo que contarles todo. Conocimos a una dama. Charlotte nos regalaba cigarros, y esa chica coqueta nos daba ron de un vaso, con una cucharita roja. Ustedes ya saben como es antigua, no tengo que contarlo todo. Conocimos otra madrugada mojados en la fuente.

Parramos

Parramos es el único lugar donde la jefatura de policía tiene barrotes en la puerta y una trinchera de costales de arena. Pareciera que es una guarida de gente dura. Pero no. En el parque uno se da cuenta que los que están un poco dislocados son los policías. Es un pueblo bueno con gente alegre.



Dueñas

No conocí a fondo dueñas hasta que vi una de sus muchachas. Sus ojos eran el parquecito abierto y su cuerpo era ondulado.



Pastores

¡Botas con piel de tigre de Bengala! Vayan a Pastores.



Santa Maria de Jesús

Ya hacía unos años que no iba a Santa Maria de Jesús. Recordé que subí cuatro veces el volcán de Agua. Es un pueblo raro, como sumergido en algo parecido al agua, como sumergido, bañado en algo parecido a un vientre, es como una mujer virgen, huele a leche y miel con su Horeb a unos cuantos suspiros.



San Pedro las Huertas

No era para contarles, pero al fin, lo mejor de San Pedro son las gringas borrachas tratando de quitarse los zapatos al borde de una cama en un hotel de paso. Eso dicen mis amigos. 



Jocotenango

En Jocotenango hay un poeta que vive en una escuela. Lo más increíble del asunto es que es un poeta de verdad. No he conocido más poeta que este. Habla con Dios por su teléfono Motorola y las mujeres hacen cola para que les de la bendición. Suda poesía este poeta verdadero. Miente como todo poeta y viaja de vez en cuando como todos. Pero a veces este poeta hace que la ciudad de Jocotenango recuerde a otros celebres habitantes, inquilinos, hijos de esta tierra, Rafael Romero y a Ricardo Arjona, perdonen uno y otro que los ponga a la par. Fernando Moreira es de quien les hablo.



San Juan del Obispo

Además de ser la Itaca de Luis de Lión, San Juan del Obispo es pura materia. Sus portales, sus calles y sus balcones guardan una historia que me contaron. Quítese usted el sombrero de adulto y póngase el gorro de niño y vera que las cosas son tan simples que a veces dan ganas de reírse hasta de lo más triste. Ponga usted a dos enamorados, supongamos que se casan y se van a vivir juntos. Supongamos que a los tres años, uno de los dos encuentra otro amor. Pero hablamos, según dicen, de un amor verdadero dentro de otro amor verdadero, en síntesis, el hombre tiene a dos mujeres viviendo en el mismo pueblo. Imaginemos que la primera ni se entera porque el sigue fiel a todos sus caprichos de alcoba y además se preocupa sin medida de sus dos hijos. Supongamos pues, que todo marcha bien en los dos hogares, hasta que una vecina, ya sabe usted eso de que pueblo chico, pero la vecina solo cuenta lo que ve, usted sabe. Hasta que el hombre es confrontado. Siente que se le junta la tierra con el cielo. No haya qué hacer. La segunda mujer empieza a extrañarlo y la primera a despreciarlo, hasta que, usted ya sabe. El hombre se desespera porque se da cuenta que no quiere a ninguna, las ama a las dos y eso es una agonía. Así que deja un papel con instrucciones. Nadie nunca supo si parte de su poca herencia o algo más intrigante. En un completo desvarío, va a un hotel de la antigua, al hotel el refugio y después de pensarlo mucho acompañado de una botella, se quita la vida. Eso cuentan en San Juan el Obispo, pero nadie dice nada recio. La carta fue encontrada por las dos mujeres en la cama y destrozada a cuatro manos.

Lester Oliveros
Antigua Guatemala,
Café No Sé, Abril 2011

martes, 26 de abril de 2011

SE BUSCA

A Joaquín Sabina,
que me ha dicho que esto, lo que me pasa,
tan sólo es parte del glamour.

Se busca mujer que quiera ser inmortal. Solicito que sea de cualquier color Pantone, de cualquier medida, de preferencia, eso sí, que le guste dormir en una cama imperial. Sugiero que sea voluptuosa de esos lugares a los que Botero, con todo respeto, les pone más brochazos y pintura. Que le guste el vino, un buen cigarro por la tarde de un viernes en alguna azotea. Se requiere que sea experta en escuchar y que sepa los salmos de memoria, para que entienda el porque del silencio. A mi particularmente me gustan coquetas, peligrosas y creativas. Que rompan los moldes. Con alguna patología y que sea evidente. Con gusto por las caminatas largas y las bragas pequeñas. Que oiga un poco de Jazz, pero que se abstenga de hablar de Rayuela. Que le gusten los cuadros y desprecie los libros de superación, pero sólo en mi presencia. Que me diga te quiero y haga cosas sin que me de cuenta, yo, o dios mismo. Que tenga voluntad y no se deje llevar por los periódicos, no es demás decir que yo no miro televisión, ya que apenas me siento, empiezo a pensar. Que tenga un excelso gusto por las fuentes, y si es mucho pedir, que le guste bañarse en ellas por la noche después de la juerga. Que mire de reojo y que oiga de repente. Que me mire, por cierto, con ganas de pegarme un tiro, pero que se arrepienta al besarme. Que me hable al oído y me diga cosas secretas, sobre todo para ambos. Que no le gusten las muchas amistades. Que sepa que los libros sirven de almohada y los buenos cuadros: de espejos. Que se bañe pronto y conmigo se tarde todo lo que quiera. Que me diga machista cada vez que le regale una rosa. Que me limpie los pies con su cabello y me llame salvador. Luego que vaya al patio y sueñe con ser una magdalena después de que se apague la última luz de casa. Que se llame como quiera cuando quiera. Que se vaya pronto y que por favor no me escriba cartas largas para que yo imagine publicadas. Que me haga sentir culpable a oscuras cuando no le de el beso de buenas noches. Que luzca bella ante cualquiera pero divina sólo para mí. Que baile poco pero que sepa bailar a solas y conmigo. Que me mire llorar y reír, como cuando se contempla a un muerto y, me deje hablar de todas y luego reírnos de todas y ninguna. Que olvidemos jugando y juguemos viviendo. Que hagamos poemas breves y nos guste tirarlos desde casa como avioncitos de papel. Que vaya mucho al parque, pero a misa sólo de vez en cuando. Que se llame puta y me diga mentiras. Que me sepa de memoria y no se le olviden mis peores defectos, pero sobre todo, que no me los diga sin un abrazo. Que me recuerde lavarme los dientes y ponerme la camisa correcta, pero que me deje escribir como yo quiera y, ser como yo quiera cuando quiera. Que no me llegue a sacar de una galería, ni se caiga en alguna esquina por cuidarme los pasos. Que no me tire mi droga favorita. Que me consienta llegar tarde. Pero no me grite de pronto. Que me diga todo esto después de hacerme el amor o antes. Que me haga jurar por lo más bello y loco, antes de acostarse conmigo. Que me cambie a fuerza de abrazos o mordidas muy suaves. Que me ruegue hasta al fondo y no me lo saque nunca en cara. Que no se canse de ser amable. Que se vaya, si quiere irse, pero que no me haga sentir culpable. Que me quiera tener enjaulado pero en una jaula sin llave. Que oiga siempre su corazón y me haga oír el mío. Que nos vayamos un día a un lugar cada uno y no volvamos nunca. Que se despida siempre con una palabra repetida en mi boca, muchas veces. Que no me regale libros. Que no me pida explicaciones obvias. Que sea pura como para llorar de sed y perdida como para encontrarme pronto. Que sea una fiesta y tenga los ojos tan abiertos que yo pueda soñar en ellos el final de este texto.
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Picto—grafías

Hace años, Javier Payeras me dio el consejo de leer el ABC of Reading de un exiliado norteamericano en Paris, llamado naturalmente: Ezra...