martes, 2 de marzo de 2010
TERREMOTO EN CHILE/ COLABORACION DE JUAN PABLO MENESES
viernes, 26 de febrero de 2010
ESTUARDO GRAMAJO TATO /MAS ALLA DEL MAR DE NUBES
Gaston Rébuffat
*
El bueno del Tato sabía que yo había estado en el Hall. Así que para mí el trato fue diferente desde el primer día. Divertido. Los juegos Scout son juegos donde se pone de manifiesto la astucia y se vencen los miedos. Yo era tan malo en los juegos de fuerza o habilidad que me dio en llamar, simplemente: el araña. ¡Vaya apodo! Tenía un árbol. In my Tree, como la canción de Pearl Jam, que no lograba subir nunca. Era literalmente un tormento para mi aquello. El día que lo logré subir, el Estuardo hasta me tomó una foto.
Era un líder bastante intuitivo. A veces, hasta rozaba con la intuición zodiacal que sólo les es dada a ciertas mujeres. No había juego que no fuera probado antes por él. Ahí le perdí el miedo a la muerte, conocí lo que se siente cuando a uno se le parte a la mitad un diente, y supe lo intolerable que es pasar dos noche sin dormir en el campo.
Una noche acompañé a una gran amiga a la casa de unos sus amigos de alguna familia pudiente La casa tenía unos acabados finísimos y una vista maravillosa. Al salir leí “Altos de Cayalá”. Me asusté y me dio nostalgia al mismo tiempo. Estaba en una casa construida en el mismo bosque donde yo jugaba a ser libre.
Pero esta nota es sobre Estuardo Gramajo, quien acaba de subir el Aconcagua el pico más alto de América y del mundo, afuera de Asia. Debió ser una noticia en Guatemala. No he visto los reportes. Lo cierto es que es mi amigo es un gran tipo que su única pasión es llegar arriba, más arriba del mar de nubes.
Pueden visitar su blog aca.
lunes, 22 de febrero de 2010
MALADES IMAGINAIRES
miércoles, 17 de febrero de 2010
CIELOS FALSOS (II)
martes, 16 de febrero de 2010
CIELOS FALSOS (I)
Ayer entré por fin a un grupo de Alcohólicos Anónimos. Tantos chistes que había escuchado sobre eso. La cortina era de color verde. Metí la cabeza y pregunté si podía pasar. Fue un momento interesante porque se me quedaron viendo por un instante que pudo volverse eterno. Una de las señoras que estaba sentada en medio de todos me invitó a pasar. Luego otro señor se volteó y me saludó amablemente. Un señor, como de sesenta años, compartía sus experiencias desde un estrado donde estaban grabadas en letras brillantes las dos A. El hombre relataba, pausadamente, su experiencia con el alcoholismo. Era canoso y moreno. Al terminar, un hombre, quizás el más distinguido de todos, dio lectura a la tercera tradición. “Si hay alguien entre nosotros que tenga problemas con el alcohol, póngase de pie o simplemente levante la mano”, dijo. A mi no me costo trabajo levantar la mano. Todos aplaudieron y el turno de hablar le tocó precisamente a la mujer mayor que me saludará al principio. Era bajita. Me dio la bienvenida y se extendió describiendo la felicidad que sentía ahora que ya no bebía. Pero me pareció bastante afectada por la melancolía. Le di las gracias en voz alta por la bienvenida. El hombre que estaba sentado en el escritorio al fondo anotaba algo en un papel. Pudo ser mi nombre en algún orden alfabético. Luego subió un joven de playera blanca. Mal hablado, pero franco. Me sirvieron café. Una joven morena paso con un canastito de pan. Luego me di cuenta que todos eran mal hablados pero absolutamente sinceros. Uno de todos era retórico. Habló de las infinitas posibilidades con las que un alcohólico se excusa ante el mundo. Dijo que yo era muy joven y no podía precisar si fuera alcohólico o no. Otro que paso era un orador nato. Y tenía una cualidad especial: sabía hacer reír a la gente. “Al alcohólico no le gusta ni mierda, que los patojos como gritan, que la mujer no los cuida, puta, pero en la cantina, risa y risa”. Decía todo esto con el mayor de los descaros, dándome la bienvenida a cada rato y mirándome con un desdén interesante, mientras hablaba de su mal caracter y de los sintomas cotidianos del borracho. Habló, al final de su grandioso discurso, de sus borracheras de meses, que había pedido dinero en la calle aprendiendo a temblar para despertar la compasión de las señoras que iban al mercado, habló de que dormía en carros abandonados y despertaba a plena calle, todo esto, desde que le dijo a su mujer, una tarde, que iba por cigarros.
Precius, Depeche Mode.
Picto—grafías
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