miércoles, 10 de febrero de 2010

GENESIS DE LOS POETAS

Es el principio de la perfección en todo el mundo. Su poder es infinito cuando se ha transformado en tierra.
Alquimista Arabe.


Los poetas, somos santos corrompidos.
Estuvimos en el paraíso, jugábamos con la luz de soles invisibles y renacíamos al despertar de cielos más tersos. No podíamos encontrar la oscuridad ni al cerrar los ojos. Todo era claro allá en el paraíso, tan puro, y nuestros cantos eran dulces alabanzas, suaves silbidos que se volvían cabellos de corceles transparentes. Galopaban sin amarras, desterrados, llevando nuestra voz resplandeciente a otras latitudes, a tierras ignoradas, a pueblos silenciosos donde el silbo era presagio. Cuando nacieron los árboles, cuando crecieron los frutos, creció la llama y el veneno en el centro de la pulpa. Éramos todos iguales, éramos todos iguales, ninguno conocía del otro más que su voz y su lenguaje. Todos poetas, todos hermanos, todos de la misma tierra cantábamos sus secretos, ignorantes del oscuro matiz de los pecados. Pero llegaron con los frutos las estaciones infinitas, y entre ellas una boa enrollada en las raíces. ¡Boa-culebra, boa-culebra! Cantaban ya los pueblos. Mientras los poetas miraban sus inocentes ojos cristalinos, la serpiente repetía la canción en otra lengua. La mujer paseaba su cuerpo desnudo, pechos al viento, rojos pezones, pies dibujados con todos los pinceles de los cielos, dios femenino mitad luz mitad tinieblas. Ojos oscuros, oscuros como noches sin pan, como tiniebla sin faro, mujer, animal extraviado ¡hasta donde conocimos la miseria!, no fue la boa ni la fruta, fue el calor de sus muslos, el olor de sus pechos, el sabor de su lengua, el fuego de su sexo, el silencio sin dioses, eso fue la mujer, la babel de los hombres, confusión y delirio, lamento, gozo. Todos éramos poetas, todos hermanos, todos hechos de la misma tierra, hasta que una mujer junto con sus manos la penumbra y fue serpiente, fruta y Dios expulsado. Si, éramos como dioses, sabiendo el bien y el mal. Los milagros de antes, ahora son herejías; condenados todos a la oscuridad en los siglos de siglos, por la belleza inhumana de una virgen.

sábado, 6 de febrero de 2010

LEYENDO EL CIGARRO


Nada es veneno, todo es veneno: la diferencia está en la dosis.
Paraselso


Provengo de una familia que amaba las supersticiones sobre cualquier ciencia. La ciencia era la superstición. La interpretación de sueños que hacía mi abuela y mi madre resultaban ser mejor que los pronósticos climáticos de la TV. Las cucharas y tenedores, en fin, todos los objetos de la mesa y de la casa estaban a merced del milagro de las predicciones. Incluso el sol y las nubes, el color del cielo, el ritmo del silencio por las tardes de verano. Mi abuela creía en el poder del agua y del fuego, en el sintoma de las tormentas en los corazones de los solitarios. Mi madre en el poder de las velas y el amor, en los eclipses infantiles a las seis de la tarde. Una de mis tías sabía más de cartas y de puros que de telenovelas y había una vecina que estaba completamente tomada por los espíritus de los desaparecidos tras la dictadura. Era médium aunque algunos juraban que era comunista. Los espíritus lo rondaban todo de noche y de día. Inquilinos que salían huyendo hablando de aparecidos sentados a los pies de su cama. Mi madre que miraba sombras negras cruzarse los pasillos a pleno día. Y una de mis hermanas miraba duendecitos parados en el baño, muy quietos, velando las gotas furtivas que caían de la regadera a las diez de la noche. Pero la hora crucial eran las doce. A las doce en punto de la noche salían las celebridades de la pasarela nocturna. El Cadejo negro y blanco. El Sombrerón y la Llorona, la Siguanaba, y, a la que más temía mi madre, la famosa Lechuza. Su grito, era quimérico, entre el llanto de un niño, el maullido feroz de una gata en brama y la solida sordidez de un pájaro del otro mundo. Se roba el alma de los niños, según dicen.
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Planeador-Soda Estereo

jueves, 4 de febrero de 2010

PEQUEÑO POEMA PARA MARIA FERNANDA (3 MESES DE NACIDA)


A mi sobrina, una piedrita en la playa.


María, tus ojos son como flores cósmicas, diminutas y celestes. Me miro en ellas. Te veo sonreír desde un bing bang de tres o cuatro meses de vida. Se me cae algo de adentro como un pesar de siglos. Te sigo viendo y vuelves a reír, algo me dice que me conoce de niño.




De niño también lloraba, corrían mi madre y mi abuela por mí desde las pesadillas del sueño. Desde la almohada de lo invisible a prepar el alivio con hiervas y canciones. A las dos de la mañana jugando a ser madres. A las tres de la mañana oyendo el llanto de uno. Pañales de lágrimas que ahora son risa. Miradas sagradas desde la inocencia y la experiencia de la tristeza y el milagro del pan y el agua. A la madrugada el respiro asombroso de la oscuridad sin nadie. Las sábanas tibias donde se arrulla el mundo, un universo limpio como una hoja de papel sin letras.

Fernandita, yo sé por qué tu risa, la vida la entiendes mejor ahora que lo sabes todo, y no podes decirlo.

martes, 2 de febrero de 2010

TODO POR MAGNOLIA


Perfumes of embraces all him assailed.
With hungered flesh obscurely he mutely craved to adore.
Ulises, James Joyce
Hemos ido acumulando corazones en nuestro corazón...

Odio los espejos. Verme en ellos reflejado me disgustaba tanto que de niño los quebraba a escondidas. Al crecer intenté reconciliarme con ellos, pero en lo profundo conspiraba en su contra y los imaginaba quebrados. Mi diario esta lleno de metáforas que aparentan ser bellas y en realidad esconden mi rencor hacia sus reflejos. Con el tiempo había aprendido a percibir a quienes los adoraban, y me alejaba de ellos como si estuvieran enfermos de algo contagioso. Pero ya había logrado dominar ese horror de verlos en todos lados repitiendo mis gestos como fieles actores al papel que representan. Hasta que una tarde en un café de la Antigua Guatemala, frente a un inocente lavamanos, levante el rostro y vi aquel enorme espejo con marco de madera. Estaba solo en aquella habitación de un artificial estilo colonial que el espejo replicaba ante mí. En un parpadeo sentí el eterno transcurrir del tiempo; sentí que todo lo que sabía era aparente, y me era arrebatado. Vi mis ojos arrogantes interrogando mi imagen, vi mi cabello corto, negro, como cuando tenía diez años y me vestían de traje para enviarme a la iglesia, vi la mirada que los años me habían vuelto desconfiada. Me fije en los detalles, vi mi camisa blanca, el viejo cinturón de cuero que me compre en un mercado, la cadena de plata que con tanto amor me obsequiara Magnolia, los botones azules de la camisa, mis manos morenas sobre el lavamanos, sosteniendo mi cuerpo delgado. ¿Soy ese? (Mi rostro es de adobe, mezcla de barro y paja, mis ojos van a ser el batir pasajero de un ave, o una luz quebrantando un portón cerrado; tengo en mi rostro la luz y la sombra, el sol escondido en una tarde lluviosa, las ruinas cayendo, cayendo aún más en el tiempo y su transcurrir silencioso, las calles empedradas, las paredes multicolores resquebrajadas, las ventanas cerradas desde el derrumbe del amor, las puertas de madera, los leones esculpidos, las sirenas forjadas por leyendas sencillas; las plazas, los parques y sus gentes bajo la lluvia). Veo en mi cara el rostro roto de mis padres, roto como una fotografía. Intuyo que no soy yo el que habla. Soy el que piensa, pienso. Hay en todo esto un dejo de engaño, una sensación burlona de no ser yo del todo. Saco del bolsillo del pantalón una libreta y un lápiz; trato de hacer algo con ellos, quizás dibuje o escriba. Intento dibujar mi expresión. Me sorprende que no pueda simplemente irme, dejar de pensar, jalar el pasador y salir a tomar mi café a la par de Magnolia. Pero lo que me detiene es lo que siento muy dentro y me confronta frente a mi imagen. ¿Este soy yo? Me veo y toco el espejo hablando con migo mismo sintiendo que alguien más me va a ver, oír, o detener. ¿Estaré enloqueciendo? Veo como mi boca se abre y salen las palabras. Siento que debería salir ya. Mi mano dibuja algo que no veo. Oigo que algo se rompe como cuando se rompe un cristal. De pronto pienso que Magnolia debe estar viendo el lindo jardín, los cuadros de las calles, imaginando que yo me la imagino. ¿Este soy? Tan serio, tan triste, lleno de defectos al hablar. Me di la vuelta. Vi las lunas y soles de barro. El paredón oliendo a humedad.
– ¡Joven, le pasa algo!- preguntó la mesera desde afuera.
– Ahora salgo- respondí.
No había oído los golpes en la puerta. Mire mi imagen y reconocí que aún me faltaba crecer. ¿Que hombres habrán inventado este diabólico utensilio? ¿En que época? Pensé en escribir sobre eso. ¿Pensé? Me imagine escribiendo, tratando de ser verídico, tratando de ser justo con las palabras. Me imagine investigando los orígenes del espejo; y tratando de deshacerme de su imagen salí del baño. La mesera esperaba con un gesto de disgusto, sostenía un trapeador y un cepillo.
– Disculpe –le dije.
– No quiere olvidar su libreta, verdad –me preguntó con sarcasmo.
– De ninguna forma, gracias.
Magnolia siempre me esperaba, era una buena mujer, muy pacifica. Me ofreció el capuchino que había pedido para mí. El café tenía un aroma calido. Tome la cuchara colmada de azúcar.
– ¿Te quedaste dormido, o qué?
– No ¿por qué? Las mujeres se tardan más –respondí moviendo la cuchara entre la espuma.
– Pero tenemos un pretexto, nos gusta tardarnos –me dijo.
– ¿Qué, me extrañaste tan pronto? –Pregunté –. No podes vivir sin mí.
– La verdad, si te extrañe amor –dijo ella como si declamara un poema –. Extrañe tu colonia, tu noche, tu mirada irreal de no estar del todo viéndome, como ahora que te veo imaginado.
– Te soy sincero, lo que me detuvo fue una sensación que no tenía desde hace mucho.
– ¿Qué fue?
– No sé, tuve miedo, rabia, ira, no sabía que hacer.
– No te aflijas, mira que bello clima, el sol radiante, el jardín, las flores; ya no más desgracias o temores pasados; ese es tu problema desde que te conozco, piensas mucho en el pasado, déjalo ir, olvídalo; toda la semana espere tu llamada, y me llamas hasta hoy, es como si estuvieras huyendo de mi.
– Ya vez, sabía que no tenía que contárselo a nadie.
– Es que estaba aquí pensando en los planes que tenemos para el futuro. Respiraba con tranquilidad al ver el cielo limpio, todo tan esplendido.
Observe a la mesera volver al baño con un caballero muy bien vestido. Bebí mi café viendo como el sol vivificaba el jardín. No pude dejar de ver hacia el baño. Los vi salir con un aire preocupado. El hombre camino con calma hasta nuestra mesa.
– Joven, podría... disculpe, tenemos un problema.
– ¿Qué sucede?
– Soy el administrador.
– ¿Qué pasa?
– Acompáñeme – me ordenó –. Usted disculpe, francamente nunca habíamos pasado por algo así en este lugar –me decía mientras caminaba –. Soy el administrador y lo que menos quiero es interferir con los turistas y visitantes, es decir, afectarlos de alguna manera, ¿usted me entiende? Este es un café muy visitado por ser un sitio tranquilo.
– Lo comprendo todo, pero aún no entiendo que tengo que ver en eso.
– Ya vera a lo que me refiero.
– ¿Fue por lo que me tarde en el lavamanos?
– No exactamente.
Caminaba tras él hacia el baño. Le seguía el paso. Caminaba lentamente haciendo énfasis en cada palabra. Volví a ver a Magnolia y de su rostro sobresalía su boca roja y sus ojos de gata. Entramos.
– ¿No ve usted nada extraño? ¿Talvez no lo vea de pronto?
Desde el lavamanos hasta el piso, los adornos de barro, el excusado, todo estaba intacto. De último vi el espejo. Me vi reflejado y recordé el extraño monologo.
– ¡No veo nada! –dije pensando ya en como le había de cobrar aquel insulto.
– Eso creí que pensaría. Párese aquí donde estoy y vea, vea muy bien.
– ¿Lo ve? ¡No sé como pudo pasar!
Cuando el hombre se paró delante del espejo se anudaba el corbatín, pero lo hacia al cálculo porque su imagen, su reflejo, no aparecía en el espejo. Fue un instante malévolo. Me sentí como deben sentirse los que ven un fantasma por primera vez y van solos por un callejón.
– ¡No puedo creerlo! –dije consternado.
– ¡Joven, por su bien y el nuestro debe decirnos que le hizo al espejo! –me gritó.
El hombre me rogaba una respuesta a punto de llorar de impotencia.
– ¡No le hice nada! Y no sé lo que pudo haber pasado.
– ¡Tiene la obligación de decirme!
– ¿Me esta amenazando?
– No, de ninguna manera. Usted es un cliente ahora y lo respeto. Pero, la mesera vio claramente que antes que usted saliera el espejo no estaba así. Ya le expliqué que este es un sitio de esparcimiento, un lugar donde las familias ¡las familias! –Me repitió –. Vienen a pasar un momento agradable, dígame ¿como les voy a explicar algo así?
– Lo entiendo, pero ya le dije que yo tampoco sé lo que pasó.
La mesera golpeó la puerta y le dijo algo muy quedo.
– Tengo que hacer algo urgente. Lo dejó aquí para que piense que hacer y, por favor no le habrá la puerta a nadie.
– Muy bien –le dije, algo asustado por la magnitud del absurdo.
El administrador era un sujeto cortez y, debía estar verdaderamente asustado. Yo no sabia ni me imaginaba como pudo haber pasado aquello. Me acerqué al espejo y todo mi cuerpo si era reflejado. ¿Y esto? ¿Habría logrado deshacerme de mi reflejo? Eso fue lo primero que se me vino a la mente. Mi reflejo, qué era, no lo sabía, pero estaba atrapado ahora en el mercurio. Me sentía entero. ¡Este soy yo!, dije dando una palmada. Pensé en la forma de explicárselo al administrador y me sentí feliz por que sabía que mucha gente desearía no verse reflejada. ¡Cuando vean que no se ven! Empecé a reírme de los que ingenuamente sentirían el vació de estar realmente dentro de si mismos. Me reí de los cínicos que se tendrían que peinar sin ayuda de nadie. Imaginé con deleite a los adoradores del espejo horrorizados ante la muerte inminente de sus rostros reflejados. ¡Se van a sentir como si estuvieran muertos! Pensé en convencer al administrador de que era una buena forma de que los clientes rompieran con la monotonía de sus vidas. Pero de pronto, me sentí abatido por que tenía razón el hombre, las personas lo único que quieren es estar en paz y que nada extraño interfiera con esa normalidad. Por ello también pagan. Por última vez mi reflejo sonreía. Tomé una escoba y azoté con fuerza contra el espejo. El golpe fue atronador. Llegó el administrador y la mesera y vieron los pedazos del espejo roto, y se asustaron creyendo que me había herido. El administrador me examino con la mirada.
– Fue lo mejor joven, bien hecho –me dijo, viendo como fluía la sangre de los restos quebrados del espejo.
Todo lo había hecho por magnolia, había decidido casarme con ella.
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*Jacques Viau nació en Puerto Príncipe en 1942. Perteneció a unafamilia de perseguidos políticos que se refugiaron en Santo Domingo.Fue abatido durante las insurrecciones de 1965 cuando aún no habíacumplido veintitrés años.

miércoles, 27 de enero de 2010

(X/y) UNA ENTREVISTA A MANUEL-TZOC EN EL GRAN HOTEL



(X/y)
UNA ENTREVISTA A
MANUEL – TZOC
EN EL GRAN HOTEL

El ebrio mar y yo se mojan con la lluvia.
Todo baila abajo.

VEMOS fragmentos de rótulos en las calles, esquinas con desaparecidos-fotocopiados y arrancados por manos anónimas en el pleno ir y venir de la vida, un collage inmóvil moviéndose, en una secreta sinfonía de bocinas y rostros que pasan apresurados un día como hoy lleno de hielo en el aire, un viaje como hoy que es éste tiempo presente atravesando el Parque Central y la sexta avenida en un movimiento giratorio de la vista en viaje hasta el Gran hotel en el que me he decidido por fin ha concluir esta entrevista a un poeta bastante singular.
Manuel Tzoc es un artista sencillo, delgado y con una mirada desvelada. Lo conozco desde el año pasado que intenté hacerle unas preguntas para un boletín que trabajaba todos los meses en la Facultad de Humanidades. Pero una razón me detuvo a publicarla: no conocía su poesía que ante todo rompe con patrones morales e ideológicos y atenta, junto con la propuesta de Héctor Montesinos y Yaxkin Melchy a una honesta trasgresión desde el lenguaje y la forma de vida. Una forma de vida que en otros tiempos sólo se podía vivir desde el closet (esa palabra que usa Monsiváis como metáfora) y en grupos aislados. Manuel es abiertamente Gay. Pero noto que ese no es el tema central de su obra, sino sólo parte del juego que le tocó interpretar. Su trabajo se divide en la artesanía y la literatura. Por un lado, se mantiene de la venta de ropa teñida al mejor estilo Tye-dye; por el otro, vende sus libros personalmente como le ha tocado a muchos escritores nacionales en ese performance al que Manuel asiste casi naturalmente. Aún así sigue escribiendo, posando para la cámara en un trabajo de modelaje travesti casi secreto. Su gusto por el cine es una retroalimentación visual, que luego sintetiza de alguna forma misteriosa en sus poemas. Puede tolerar la música de un sintetizador toda la noche, bailando y bebiendo, conversando con todos los amigos que siempre vemos en los after partys, luego recorre de madrugada, si bien le place, las calles desiertas de la zona 1 en el insomnio de voces de los cafetines de la dieciocho calle, hasta el ir y venir de los Transmetros a la cinco de la mañana que lo llevan a su casa en San Miguel Petapa. Liberal y lúcido, me responde la primera pregunta, no sin antes confesarme lo nervioso que lo ponen las entrevistas:


Lester Oliveros: ¿Y, cómo fue tu primer encuentro con la literatura Manuel?
Manuel Tzoc: Te había contado que mi primer contacto con el arte había sido por medio de la pintura. Una vez por cable, en un canal vi unos oleos de Frida Khalo, Unos cuantos piquetitos se llamaba la que mejor recuerdo. Recuerdo que estaba empeñado en lo visual, tanto, que le dije a mi papá que quería estudiar pintura. Me inscribí en la ENAP, mi papá me compró pinceles y pinturas de oleo. Después de tres meses casi no entraba a clases, me desencanté y me iba a tomar con un grupo de amigos.
LO: ¿Primeros tiempos de Bohemia? –le pregunto, riendo.
MT: Si, la verdad que eran mis primeros tiempos de bohemia. Pero me gusto pintar y lo seguí haciendo. Ya me gustaba el arte de Dalí, Klimt, los surrealistas…, el Bosco.
LO: ¿Recordas el momento en el que escribiste tu primer poema?
MT: Fue una tarde que me encontré de nuevo sin nada que hacer, aburrido y encontré el libro El Tiempo principia en Xibalba de Luis de Lión, me gustó por la portada, por la mitología Maya que siempre me había interesado. Leyendo ese libro escribí mi primer poema, me acuerdo muy bien que fue una fila de palabras, sólo palabras, bastante minimalista.
Recordé esa vez que fuimos con otro amigo a su casa y vimos las paredes de su cuarto con pinturas llenas de un encanto dadaísta y poemas en letra grande tapizando las paredes, poemas de centroamericanos, uno de Borges que según me contó lo hizo llorar. Nos dice que en un tiempo en el folio 114 publicaban poemas en ese formato con invitados de Centro América.-
Entonces le hago algunas preguntas abstractas:
LO: ¿Qué pensas del Mundo?
MT: El mundo es un lugar donde tenemos que soportar cosas… –me dice-, resistir a la muerte, a la vejez; más que disfrutar es soportar algo… que algunas veces no se ve.
LO: ¿Qué es la noche para vos?
MT: La noche –me dice y se le iluminan los ojos al reír –, como dijo alguna vez la Pizarnik, es el día, y el día es la noche, un espacio, en mi caso, para mi solo.
LO: ¿Cuál es tu mejor película, o director de cine?
MT: Te podría hablar de directores, en mi caso Ingmar Bergman me encanta y Persona o el Séptimo Sello son las mejores películas.
LO: ¿Qué es la soledad, para vos?
MT: Desde lo más básico, algo textual, sentirse solo, hasta lo más sublime y existencial como no poder explicarlo.
Su cuarto, desde donde estamos, sentados en su cama, se ve iluminado y puedo ver algunos libros, y folletos de eventos literarios. Me dice que puedo ver algunos y encuentro el libro “Sin Casaca”, del cual me regala una copia; encuentro la novela de Denise Phe Funchal, encuentro Exul Umbra de Guinea Diez, un libro de Mundo Capitol sobre una exposición; sus propios libros: el Escop(o)etas para una muerte en ver(sos) ba…l…a, y el de la Santa Muerte Cartonera de sus Textos Insanos, veo además una librera donde está un libro de Octavio Paz de ensayos, uno de Panero, Khalil Gibran, La Iliada, Clarice Lispector, Pessoa, Boudelaire, conversaciones con poetas de la de la colección Pensamiento, y no alcance a verlos todos porque había empezado ya a interesarme por Cuadrivio de Octavio Paz, que por cierto me lo prestó. Afuera, por su ventana, se veían botellas viejas de ron y octavos de Quetzalteca. Al otro lado de la pared, siempre bajo las pinturas, se miraban fotografías y carteles de eventos como el de Manifestarte y Animal de Monte.
LO: ¿A quién o quiénes invitarías para un falso funeral?
MT: Al funeral invitaría a todos mis cuates leales, a personas que consideren que dejé algo, tal vez no un legado pero si algo…
LO: ¿y a una gran fiesta?
MT: A transexuales o gente excomulgada, marginados de guate, excéntricos, poetas que no les importa si los leen o no, artistas visuales, fotógrafos, novelistas, periodistas de nota roja.


Manuel, desde que lo conozco es un personaje al que le gusta la zona 1. Todos los días, normalmente de martes a sábado vende playeras, pantalones, blusas y faldas, en el local de uno de sus amigos por el parque San Sebastián. Pero me llamó mucho la atención que a Manuel le gusta mucho llegar los domingos a caminar por el Parque Central y perderse en las calles hasta donde la imaginación lo lleve. Además, es un personaje fotografiado puntualmente en las fiestas de la media noche. Lo recuerdo en una celebración que me dijo en un momento “yo voy a morir en la fiesta”, y lo dijo con tanta seriedad que a todos nos dio risa. La fiesta en Guatemala después de la una es una de las más interesantes rebeliones que existen en países como este, también en Teheran, también en Los Angeles, también en Colombia.
LO: ¿Cuáles son los autores que harías tus amigos si estuvieran vivos?
MT: La Alejandra Pizarnik –me dice sin dudarlo, luego piensa, y agrega –, Isabel de los Ángeles Ruano y Rimbaud; Isabel de los Ángeles es la Pizarnik de Guatemala, y Pizarnik fue la Isabel de los Ángeles en Argentina.

Se levanta y trae grandes vasos con jugo de naranja y vodka. Lo noto más relajado. Sé que le gusta la cerveza y lo he visto en fotos en el Cafetín o en alguna parranda callejera en algún estacionamiento, fotos que yo mismo miro con algo como gratitud de la celebración y que al mismo tiempo son un símbolo, si queremos que sea eso, o puede verse también como simple vida de excesos. La noche es una fiesta de luces que chocan. Caminando solo, quizás llorando, como alguna vez me contó que escribió su primer libro, en un estado de melancólica enfermedad, tomando antidepresivos y vagando por las calles como único habitante.
LO: ¿No sé si podes contarme alguna anécdota de algo que te haya pasado en la zona 1?
MT: Que me hayan asaltado dos veces –me dice –, esas dos veces que te conté, de ahí todo lo demás muy bien.
LO: ¿Qué referencias hay en tu poesía a la zona 1?
MT: Todas y cada una –me dice interesado –, porque a pesar de vivir fuera del Centro Histórico, la considero mi segunda casa; todo lo que tiene que ver con la ciudad me afecta y me genera al escribir. Estuve viviendo en un pueblo y me gusta por unos días, luego, es bien raro que empiece a extrañar el movimiento, el ruido general de las bocinas de carros y camionetas, los gritos de los vendedores, el caos, el ruido.
LO: ¿Cómo ves el carácter de los eventos literarios en la zona 1?
MT: A veces me generan dificultades…, no sé como interpretarlo, he sentido la exclusión alguna vez; por ejemplo, no sé si decirlo, pero por lo menos algunos lugares pareciera que sólo fueron hechos para un grupo de amigos, siempre esta marcado por los mismos, es decir… habemos otros; y no es que este yo en el bando de Simón Pedroza ni mucho menos. Creo que finalmente los lugares deberían abrirse más a los demás, el Gran Hotel esta haciendo esa función a un nivel mejor, Casa Cervantes o el Bar el Olvido donde hay que tomar el espacio. El año pasado…, no, antepasado…-corrige- fue Animal de Monte en Xela, yo ya tenía el Escop(o)etas para una muerte en ver(sos) ba…l…a y de pura casualidad andaba por Xela cuando vi el cartel y entonces me regresé a mi casa para traer dinero y me regresé a Xela de nuevo; recuerdo que llegué con el encargado de Metáfora para decirle que me incluyera y me dijo que ya estaban todos, y eso que iba a pagar yo mismo mis gastos; y así te podría contar un par más... En Asalto al Cielo, me metí casi de colado porque Héctor Montesinos y Yaxkin Melchy me invitaron por la presentación del libro de la Cartonera.

Nos llevó un momento largo hablar sobre como había presentado su segundo libro. Me contó que su gusto por la pintura volvió, al darse cuenta que tendría que editar el libro en Guatemala, en la recolección de cartón por la sexta avenida, en la buena y puntual ayuda del editor Simón Pedroza, de cómo había nacido la idea desde México de parte de un poeta chileno en contra de las editoriales establecidas en un comercio lejos del bolsillo del consumidor actual.
LO: Cambiando un poco de tema ¿qué pensas de la moda?
MT: La moda, eso si me fascina –me dice, sonriendo de esa forma que ya he notado que revela cuando algo realmente le agrada –, creo en la moda desde el sentido de la comodidad, la actitud y la creación.
Siento que ha dicho una frase grandiosa. Pero, cómo no puede creer en eso si ha vestido casi a todo el mundo en la zona 1. Sus playeras tye dye se ven en todos lados y es uno de los pocos que lo hace artesanalmente aún.
LO: ¿Cuál es tu estilo de vestir, si lo pudieras definir?
MT: Mira, yo agarro de todos los estilos, me gusta el retro sport de los 80´s, la colaboración de los 70´s también, cada época nos dejó algo.
LO: Una pregunta que nunca te hayan hecho y que quisieras responder.
MT: Tal vez –se queda pensando – ¿Qué pensas del movimiento artístico Gay?
LO: ¿Y que responderías?
MT: Siento que hay mara muy enclosetada, y algunos nos encasillan, el gay sólo puede ser estilista, diseñador, tal vez modisto o padrote, pero no lo ven como escritor, o como artista, y hay muchos que escriben, pero creen que la protesta sólo la pueden hacer en una marcha por las calles del centro… me comprendes, tiene que haber más movimiento de letras, como antes que era tan natural en Rimbaud o Georges Sand.
LO: ¿Que pregunta le harías a Dios si existiera? –le pregunto finalmente.
MT: Yo no creo en Dios, creo que no creo en nada –me responde.
Salimos a la calle. Yo enciendo un cigarro y veo el edificio el Centro con su fachada de apartamentos verticales, el mundo de gente que pasa y corre por la sexta avenida y bajan por la novena calle. Veo a un Michael Jackson bailando sin música pero idéntico a lo lejos. Recostados en un automóvil, luego que me contara todas las dificultades que pasó para publicar su libros, me doy cuenta que la poesía de Tzoc es eso, una búsqueda obstinada a la espera de la apertura espiritual de una generación sobreviviente de la doble moral.

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Manuel Gabriel Tzoc Bucup (1982) publicó su primer libro en el 2006 Escop(o)etas para una muerte en ver(sos) ba…l…a, por la editorial artesanal Folio 114. Pertenece al colectivo de poesía emergente sociedad optativa de poetas anónimos (SOPA). Actualmente prepara otros libros de poemas. De Textos insanos, es de la colección de poesía Sol verde de la editorial Santa Muerte Cartonera, México.

The Smiths- There is a light that never goes out
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Lester Oliveros

Guatemala martes 12 de enero del año 2010

Picto—grafías

Hace años, Javier Payeras me dio el consejo de leer el ABC of Reading de un exiliado norteamericano en Paris, llamado naturalmente: Ezra...