Pude
ver la aglomeración y el verdadero fragor popular frente al Palacio Nacional detrás
de la marcha que iniciaron locatarios del híper-mercado La Terminal. A
diferencia de los maestros, esa manifestación si parecía honesta. Incluso,
menos obstáculos a su paso, demostró ser breve y concreta; no como ésta de
maestros que aun protegidos por la policía nacional y quien sabe que otra
fuerza, intentaron desalojarnos a mí y mi acompañante, con tan solo una libreta
universitaria y un lapicero multicolor de Spider-Man.
-
Este lugar es solo para maestros. Se van
o los saco a la fuerza –dijo un oficial de azul, que además estaba escoltado
por tres policías de beige.
Ayer (nos) quedamos a dormir en el
Portal del Comercio. Primero hicimos unos huevos revueltos con salchichas en una
estufa improvisada por una profesora muy amable que nos invitó a cocinar en sus
sartenes. Fue muy educada y generosa, a
tal punto, que nos regaló café con leche. Ella estaba en el centro de la plaza
del Parque Central, casi invisible entre la infinidad de carpas que se
conectaban, como en trance unas a otras, por medio de lazos sintéticos que sostenían
unas y, levantaban otras y, aseguraban a las demás, en una red tan laboriosa
que yo digo que si cortábamos una unión, se caía el mundo.
Claro que no todos los maestros están
allí por el mismo propósito. Los hay de
todas clases e intereses. Hasta hace poco yo no sabía que el 70% de los
guatemaltecos están dormidos, aunque parezca lo contrario y, el otro 30% están desvelados:
los maestros están desvelados y bastante cansados, pero aun así se levantaron
de sus carpas arábicas y se pusieron a echar relajo y baile, ya entonados…, ya
alegres con su campamento improvisado, frente al palacio en reparación, en una
noche jugosa.
Estamos en Mayo y hoy precisamente
es el día de las madres. A las doce en punto luego de una charla de horas, se oyó
un grito.
¡Feliz
cumpleaños madrecitas todas,
maestras
o no maestras,
compañeras,
hermanas!
Ya había dejado de llover por un
rato. Era media noche y las voces se levantaron con una alegría dionisiaca. Al
final me despertaron. Entonces sentí el frio de los alrededores y a los escandalosos
en su mera salsa compartiendo unas gallo.
Los maestros, estos maestros que
ahora vemos buscar refugio, lentos y pensativos, caminando en la recta del
Portal del Comercio, me dan una curiosidad infantil. ¿Cuánto estarán ganando
por quedarse à l'Etoile? Los
restaurantes de los alrededores han estado sirviendo comidas todo el día. Los más
comerciales: Campero, La Patsy, MacDonald`s, Domino´s y la Little Caesars, se
entusiasman tras puertas cerradas. Y los educadores y educadoras comen muy
bien, y no solo eso, también beben y compran souvenirs, desde perros de peluche hasta elotes locos, esto parece
una feria inventada por una necesidad aparente.
Es
casi seguro que esto sea una peregrinación ideal, algo que empezó con un
esfuerzo por mejorar el estado económico para mantener a una familia y se haya
extraviado en los everglades de la
decadencia. De que hay coherencia en una
imagen bíblica de Moisés rompiendo las tablas frente a un pueblo manifiesto
ante el becerro de oro. En fin, la curiosidad es parte también de mi
naturaleza.
Hoy
a media noche oí ese grito.
Y
sí que vivan las madres. Pero no van a poder seguir viviendo si sus hijos no
van a clases, si los maestros intentan interponerse entre el tiempo y el dinero,
porque esos novecientos millones y su colita, parecen un pacto con el diablo a
fuego lento.
-
¡Mis zapatos… mucha! –chilló enojado,
otro profe por mañana, ya cuando la lluvia era solo una figura abreviada.
Por
otro lado los artesanos, grandes amigos del Parque Central, disfrutan todo esto
con recelo vanguardista, ya saben que la otra semana, de no ser esos mismos pedagogos,
serán otros los dueños de estas edificaciones gastadas, que querrán de nuevo,
cambiar de gobierno.
Lester
Oliveros R.
Foto de El Miljos
Foto de El Miljos