Desde hace seis meses y cuatro días vivo en un terreno
anacrónico, a unas cuadras del parque Isabel la Católica. En la esquina de esa casa, se
fabrica la ilusión y la magia, aglomerados por las tardes un buen puño de
malabaristas, se afanan en presentar sus
destrezas a media calle a un público itinerante que sobrelleva el viaje detrás
de los windshields.
Se relevan o actúan en parejas y
logran reunir algunas monedas, de las tres de la tarde a las seis o siete, que se va el primer grupo a rentar un cuarto a
algún hotel cercano; luego regresan más hilarantes a platicar mientras cenan
algo liviano, alternándose entre todos para hacer sus juegos con más gracia.
A veces beben, cuando le va bien
y, se ven bastante motivados por los dones de Baco, pero no hasta la ceguera,
ya que el ejerció logra mantenerlos alerta, mucho más a los extranjeros que
terminan relatando sus viajes y la nostalgia por sus manjares natales. A pesar
de todo no les preocupa más que existir.
Los conocí de cerca y son
bastante solidarios, algunos pocos desconfiados, pero la mayoría se entretiene
todo el tiempo en aprender nuevos trucos. Allí se les ve aprender malabares con
pelotas, clavas, cuchillos y machetes, fuego y agua; esferas, Ula-ula, y
monociclos. Una tarde conocí a una rubiecita esbelta, que equilibraba una
pelota en la cabeza, en la boca otra de futbol, girando, sostenida por una
cuchara, subida sobre un monociclo mientras hacía malabares de clavas con las
dos manos: precisión orquestada y dominio.
Pero no da tanto dinero ese arte antiguo
de fluorescencia, que antes se alternaba en las plazas de los pueblos a donde
no llegaban grandes circos. Tienen que juntar monedas para comer, pagar un
hotel, el precio del transporte de regreso a donde sea su Ítaca personal. Un
milagro los mantiene vivos, un impulso del canto y vocación verdadera, la
amistad de los pueblos más sencillos, que viajan a pesar de todos los muros
invisibles y concretos.
Ahora que llegan las lluvias se
dispersan por allí o por allá junto con las aves. Trataran, algunos pocos, de
inventarse el sol o tramar un show acuático. Estos juglares modernos pasan por
aquí como en las claroscuras películas de Bergman, viendo visiones de gloria a
plena intemperie.
Publicado además en La Hora el 21/4/2017
http://lahora.gt/los-juglares-del-centro-historico/