A veces pienso que la vida da algunas oportunidades, que las veo pasar sin pestañear, mientras me tomo un trago.
Charles Bukowski
Es increíble como dejé de tener amigos. Recuerdo que eran cientos, quizás miles y todos eran amigos míos. Uno de los mejores amigos que he tenido era actor y había ganado un premio grande por hacer reír a una muchedumbre estudiantil. Otro de ellos, me lo recordó hoy mismo Pablo Bromo (con eso de que le gustan los vueltegatos). A Darío le gustaban mucho los vueltegatos, tanto, que los hacía siempre para impresionar a alguna buena chica que le gustaba. Siempre le funcionó, hasta decía que era una valentía hacer vueltegatos como niño en un mundo en guerra/ eso era lúdico. Los otros novecientos noventa y ocho amigos eran los típicos parranderos que uno conoce tras unas copas de más y luego no reconoce en la calle, y tan sólo podemos seguir el juego saludando con una mirada de consternación para no parecer desmemorizados. (Lo que hace el guaro mucha). Pero talvez fue por eso que dejé de tener amigos; porque olvidé visitar la zona viva, los bares, los cafés, y ahora que regreso de nuevo, veo que esos bares y cafés han cerrado y tan sólo queda la cursi nostalgia de una época extraña cuando nos juntábamos en el Géminis a volvernos sabios a fuerza de lúpulo.
Si describo una sola noche nadie me va a creer, es ciencia ficción, surrealismo, imaginarme tan ebrio que me tiré frente a Tre Fratelli para llamar la atención y decirles a todos que votaran por Jonh Kerry, como si estuviera en los Estados Unidos/ besar a una desconocida preciosa y luego saber que era la hija de una embajadora/ subirse a las mesas de la Caseta de don Robert y pedir otra de Doors o Soda Estereo/ tratar de traspasar vidrios y lograrlo sin quebrarlos/ retar al mundo y a los policías de la esquina y luego salir corriendo/ subirse a la Torre del Reformador con una botella de ron/ apedrear el condominio de la famosa novia sin miedo a los guaruras con el Guicho y el Pedro Pablo/ quedarse tirado bajo las gradas del suntuoso edificio/ amanecer recostado en una banqueta/ ser excomulgado de la familia por loco/ todo esto por la pandilla de amigos, por los miles de amigos del mundo que gritan por la amistad todos los viernes; por eso dejé de beber y frecuentar los lugares del exceso, por eso perdí mis amistades. Ahora estoy más solo que nunca y no sé que fue de todos. De vez en cuando miro las fotos de los conciertos/ otras veces oigo que gritan mi nombre por la calle o veo que saludan, pero es a otro. Y lo extraño es que sigo conociendo gente pero ya sé que no van a ser nunca como los primeros mil amigos que conocí de madrugada, inconciente.