Estábamos muy cansados, habíamos bebido tanto vino una noche antes y el almuerzo había sido regado con cervezas Gallo, y sólo tuvimos fuerzas para llegar al lago, bajar a la playa y quedarnos dormidos por una hora sin ningún temor. Era el día sábado de un fin de semana. Cuando abrí los ojos por el oleaje frió, pude ver el crepúsculo indefinido del sol de Atitlán, ese paisaje monumental donde todo es un elemento del azar y por lo tanto de la belleza. Un grupo de rockeros estaban reunidos alrededor de una botella y un trovador de pelo largo y la mirada perdida cantaba alguna canción de los héroes. Una estrella apareció en el preciso momento que mi mujer se despertó.
- Mira que bonito, una estrella –me dijo.
- Despertó contigo.
- No seas mentiroso, la noche es corta como para empezar mintiendo.
- No es por la noche que vemos las estrellas.
Siempre hablábamos como tontos haciendo el lenguaje casi imposible. Era el amor. Pero esa noche apareció de lleno la caravana de estrellas como aves migratorias. Uno de los trovadores, dijo de pronto haber visto que una estrella se movía. No le respondí nada más a mi mujer. Me quedé oyendo la conversación. Siempre me entretenían las conversaciones ajenas. Una de las mujeres dijo al muchacho que no bromeara, que las estrellas son estáticas. Todos rieron. Pero pasó que yo vi que la estrella realmente se volvía a mover, o mejor dicho, cambiaba de lugar rápidamente. Pero no dije nada, no mencione nada a mi mujer. Seguí viendo la escena. El trovador de pelo largo pasó la guitarra a otro: uno que llevaba la etiqueta de Jack Daniels en la playera. Se levantó y no dejó de decir que la estrella se había movido. Hasta entonces yo también dudaba porque sentía levemente la sensación de la resaca. Pero la estrella empezó a acercarse y todos los del grupo se levantaron lentamente mientras iban viendo como se acercaba una luz como la luz de un avión.
- Mira que bonito, una estrella –me dijo.
- Despertó contigo.
- No seas mentiroso, la noche es corta como para empezar mintiendo.
- No es por la noche que vemos las estrellas.
Siempre hablábamos como tontos haciendo el lenguaje casi imposible. Era el amor. Pero esa noche apareció de lleno la caravana de estrellas como aves migratorias. Uno de los trovadores, dijo de pronto haber visto que una estrella se movía. No le respondí nada más a mi mujer. Me quedé oyendo la conversación. Siempre me entretenían las conversaciones ajenas. Una de las mujeres dijo al muchacho que no bromeara, que las estrellas son estáticas. Todos rieron. Pero pasó que yo vi que la estrella realmente se volvía a mover, o mejor dicho, cambiaba de lugar rápidamente. Pero no dije nada, no mencione nada a mi mujer. Seguí viendo la escena. El trovador de pelo largo pasó la guitarra a otro: uno que llevaba la etiqueta de Jack Daniels en la playera. Se levantó y no dejó de decir que la estrella se había movido. Hasta entonces yo también dudaba porque sentía levemente la sensación de la resaca. Pero la estrella empezó a acercarse y todos los del grupo se levantaron lentamente mientras iban viendo como se acercaba una luz como la luz de un avión.
Yo pensé eso, pensé que era un avión que iba a estrellarse contra el lago. Pero luego me di cuenta que no era eso porque la luz, aunque era mayor que Venus, era lenta, y los aviones que se estrellan terminan en un veloz choque. Por alguna razón nadie corrió, sino que se quedaron tapándose la cara de la gran luz que ahora tenía la forma de un verdadero halo cósmico. Fue muy rápido, la sensación es difícil de describir, la certeza de que lo que vimos es aún menos creíble cuando cuento que el halo de luz, como un ojo lumínico se fue hundiendo a medio lago ante nuestros ojos y, los rayos eran tan hermosos que muy bien hubiese estallado una bomba que nadie habría sentido que fuera la muerte, sino un regalo del cielo. El lago se iluminó como una llamarada azul y pudimos ver los peces, algunos enormes, que vagaban sin sobresaltos como volando en el agua iluminada. Fue algo inesperado. Siempre que lo cuento me entristece la cantidad de detalles que se me escaparon porque alguno de los rockeros que estaban antes cerca de nosotros, nos llegó a (según el) a salvar. Ellos habían subido desde hacía mucho, y nosotros éramos los únicos al borde de la playa. El que nos llamaba era el trovador y, me repetía que me subiera, que eso no era nada bueno, y yo no podía desasirme para que me dejara ver como esa luz se sumergía lentamente. Logré ver, al final, como el último rayo de luz se ahogó pacíficamente y las estrellas del cielo aparecieron en una lentitud sumisa y seguíamos viendo la luz bajo el lago.
- Qué pudo ser –le susurre a mi mujer al oído.
- No sé, pero es mejor que nos vayamos.
Al contrario de lo que todos creían corrí a la playa y pude ver aún la luz y el lago como un gran topacio. Al tocar el agua con las manos sentí una rara electricidad y no resistí la tentación.
- Voy a nadar hasta el centro y regreso.
- Si te vas y no regresas te espero en el hotel –me dijo.
Sólo pude volverla a ver y saber que todos esos años juntos no habían sido una perdida de tiempo, ella sabía que iba a hacer. Me tiré al agua y sentí esa rara electricidad en todo el cuerpo. Podía nadar directamente hacía la luz pues el lago seguía iluminado. Pero a los minutos me di cuenta que el aire que aspiré no era suficiente. Subí y seguí nadando. Me había alejado ya lo suficiente como para voltear a ver. Las luces de San Pedro ya no eran radiantes. Seguí nadando y al contrario de lo que cualquiera hubiera pensado, cada vez que me acercaba más al centro me cansaba menos, hasta que entendí el porqué. Un gran remolino terminó por arrástrame hasta el centro. Recuerdo que pasé un momento de agonía porque no podía respirar y por un momento imaginé que jamás volvería. Sentí por último que mi corazón colapsaba. Me sentí muerto por un momento porque no podía respirar y no necesitaba hacerlo, pero vi todo negro y al fondo los rostros sonrientes de Marilyn Monroe, de Kurt Kobain y de Jim Morrison, además pude ver a Michael Jackson otra vez moreno y riéndose de todo su espectáculo terrenal, era como una visión, ahora lo sé, pero era también un secreto del lago tener debajo de sus fronteras a tanto famoso viviendo como en el paraiso. Sentí que me volvía la vida y a lo lejos pude ver a Michael siendo recibido por Elvis Preasley.
Al salir por fin a la playa, mi mujer corrió a recibirme. Muchos estaban alarmados pero irrumpieron con unos acordes de guitarra de sonidos sedantes. No me atreví a revelarles el secreto, al verlos tan emocionados.
- Qué pudo ser –le susurre a mi mujer al oído.
- No sé, pero es mejor que nos vayamos.
Al contrario de lo que todos creían corrí a la playa y pude ver aún la luz y el lago como un gran topacio. Al tocar el agua con las manos sentí una rara electricidad y no resistí la tentación.
- Voy a nadar hasta el centro y regreso.
- Si te vas y no regresas te espero en el hotel –me dijo.
Sólo pude volverla a ver y saber que todos esos años juntos no habían sido una perdida de tiempo, ella sabía que iba a hacer. Me tiré al agua y sentí esa rara electricidad en todo el cuerpo. Podía nadar directamente hacía la luz pues el lago seguía iluminado. Pero a los minutos me di cuenta que el aire que aspiré no era suficiente. Subí y seguí nadando. Me había alejado ya lo suficiente como para voltear a ver. Las luces de San Pedro ya no eran radiantes. Seguí nadando y al contrario de lo que cualquiera hubiera pensado, cada vez que me acercaba más al centro me cansaba menos, hasta que entendí el porqué. Un gran remolino terminó por arrástrame hasta el centro. Recuerdo que pasé un momento de agonía porque no podía respirar y por un momento imaginé que jamás volvería. Sentí por último que mi corazón colapsaba. Me sentí muerto por un momento porque no podía respirar y no necesitaba hacerlo, pero vi todo negro y al fondo los rostros sonrientes de Marilyn Monroe, de Kurt Kobain y de Jim Morrison, además pude ver a Michael Jackson otra vez moreno y riéndose de todo su espectáculo terrenal, era como una visión, ahora lo sé, pero era también un secreto del lago tener debajo de sus fronteras a tanto famoso viviendo como en el paraiso. Sentí que me volvía la vida y a lo lejos pude ver a Michael siendo recibido por Elvis Preasley.
Al salir por fin a la playa, mi mujer corrió a recibirme. Muchos estaban alarmados pero irrumpieron con unos acordes de guitarra de sonidos sedantes. No me atreví a revelarles el secreto, al verlos tan emocionados.
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