Toda la generación de los noventas, esa generación X, es
casi seguro que se identificará hasta la medula con esta película de Rodolfo
Espinosa. Hay códigos generacionales, paisajes que muerden con furia
adolescente: Panajachel, lugar de libertad y búsqueda de uno mismo. Hubo un
Woodstock mínimo allá en una cancha de basquetbol, con todas esas bandas, entre
ellas Bohemia Suburbana con un hambre particular de identidad. Allí bajo la
llovizna y la luna, el lago más bello del Mundo, los años dejaron algo en las
calles que luego se reprodujo en libros y discos con una garra particular.
En la película lo que se rescata es la nostalgia. Personajes
erráticos, cubiertos de groserías, embrutecidos
de una modernidad fugaz, paralizados por la imagen, Master Card y la fast food, todo eso pero también empapados
en los problemas existenciales más sublimes, esas pequeñas luchas entre el bien
y el mal. Próximas a captar una realidad exacta de nosotros mismos, o intentar
simular una identidad propia entre tanto mix. No es entonces una imagen pulida
con discursos perfectos de una retórica purificada, sino el desorden mental, el
desasosiego del alma de una época global y sin etiquetas permanentes.
La escena del médico naturista por ejemplo un tanto
Jodorowsky, pero gastada; del cineasta serio que ya es parodia junto con la
extranjera loquita. Identidad extraviada en todo ese cine folk. Romanticismo masoquista
en todos y más en Chente. Frases exquisitas como esa de que “…en Guatemala todos somos mayas, pero no lo
sabemos”. Nos practicamos un racismo sabroso en contra de nosotros mismos porque no nos conocemos, o nos ignoramos.
El único personaje honesto hasta el punto de parecer idiota,
o de parecer una mezcla de autista circunstancial es el Mijo, un desencanto
total, una lucidez dolorosa con una suerte a lo Forrest Gump.
¡Me explico?
Nota: El monólogo final del Mijo es, creo yo, una piedra para que tropiecen los especuladores, en realidad es una comedia y se le debe rendir un homenaje contra la seriedad de un país donde es casi inverosimil que viva de presidente un oportunista.
¡Me explico?
Nota: El monólogo final del Mijo es, creo yo, una piedra para que tropiecen los especuladores, en realidad es una comedia y se le debe rendir un homenaje contra la seriedad de un país donde es casi inverosimil que viva de presidente un oportunista.