En las bibliotecas, universos compactos, el silencio no se
hace por los que aparentan estudiar, sino por los que duermen: ya sean vivos o
muertos, figurativa o literalmente. Tomemos en cuenta, por favor, que existen
en esos universos algunos que llevan siglos de sueño; otros, no solo duermen
sino que han muerto y, algunos, solo se hacen los dormidos, porque siguen
llevándosela de vivos.
En realidad se debería hacer fiesta en las bibliotecas y sus
libreras, lejos de parecer fachas imprudentes, lucirían adornos carnavalescos
y, tal vez así, las juventudes se emocionarían
con ese oficio que requiere atención concentrada y mantener la boca cerrada y la mente
abierta. Como un dato en suma gracia y confiando de que nadie se dé por
aludido, y las autoridades de esa biblioteca no tomen decisiones censurables,
me contaron la otra vez, que en la
Universidad del Valle las juventudes han tomado los anaqueles como afrodisiaco
y han procreado futuros universitarios entre los confortables libros de
botánica y genética.
Hay aún así, en ese cosmos compacto, en esa urbe de sueños y
letras, cifras y sabiduría adormecida, algunos que deliberadamente vemos
despiertos, de pie, ante la puerta esperando salir a dar un paseo al parque y,
olvidarse del olor de la madera en rodajas, que es finalmente, el papel de cada
libro.
Foto: todocoleccion.online
No hay comentarios:
Publicar un comentario