martes, 7 de abril de 2020

CUENTO DE CUARENTENA




Mataron al hermano de Isabel. A media calle solo quedó el charquito de sangre en forma de ángel exterminador. Ella fue la única sobreviviente de una familia desintegrada.
Una tarde después del entierro se sentó a ver fotos que el habría tomado en su celular, pero más allá de una vida loca, se dio cuenta de un número frecuente. Entonces ella hizo la llamada más con certeza que con curiosidad. Pensaba que le iba a responder una voz de mujer, quizá alguna traída de su hermano. Pero no le respondieron.
A los tres días sonó el teléfono y ella se percató que había dejado el celular bajo la cama. La voz era de un joven asustado que fue recuperando la calma pero embargado en tristeza por momentos. Se contaron de todo, hablaron mucho sobre el ser querido que ya estaba allá en el cielo. Se rieron tal vez un poco cuando él le contó a Isabel el susto que se llevó al ver las llamadas del teléfono de su amigo tres días después que regreso de su trabajo en el interior. Ella le contó que había llorado mucho por su ausencia, al fin quedaron de juntarse para llevarle flores. Al terminar la llamada ella notó que el tiempo de aire se había ido volando sin solemnidades, y él, allá en su cuarto estaba encantado del timbre de voz de ella.
Así que se enamoraron. Así fue de medieval. Bajo los ángeles petrificados, las vírgenes compasivas, los escudos de aves humanas y feroces, las rosas secas y las gladiolas moribundas. Bajo el cielo azul puro de un Campo Santo en silencio, se dieron su primer beso. Fue tierno, no flamígero, ni carnal. Bajo el cielo y los cipreses meciéndose se dieron los primeros detalles de un amor valiente, eterno y gótico; entre los espíritus de celeste traje y blancas lapidas sin nombre.
Se tenían que dejar un día. Morir es sano y les llegó la hora. Ya en la habitación íntima de vivos roces y tibias caricias vitales. A gritos recios y somatones de mano contra las cosas, al calor inclemente de la canícula y el alcohol.
Hoy, en esta cuarentena que se nos está volviendo inmortal por una pandemia apocalíptica, él muchacho atenta a recoger los fragmentos del tiempo muerto que ya fue, memorias de aquel amor blanco. Cree todavía que todo puede recuperarse, volverse a juntar con ella. Aquel cariño fantasma de lujosos espíritus oscuros.
Entra la llamada, los dos han vuelto a ser extraños al responder. Solo uno de los dos entiende que ya no se atraen.

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