Sucede que Ernest Hemigway le
llamaba leones muertos a sus libros ya terminados. Yo contemplaba mi león moribundo,
antes de darle una despedida justa hacía las manos de mi editor. Pero, por
justas que sean las palabras, me enamoré de la escritura, y empecé, dos poemas
más ya más en broma que en rigor y resultó algo interesante que merece ser
contado.
Logré imprimir el poema extenso y
me entretuve dos días leyéndoselos solamente a los asiduos al Gran Hotel.
Sucede que recibí un poco más que lo que esperaba. Me gustó el ejercicio. Así
que dos semanas después estaba listo con dos poemas en broma para leerlos por
las calles a quien fuera, y quien tuviera la paciencia de escuchar.
Resultó, que mientras lo leía, le
ponía más melodrama y más atención, solo así me di cuenta que la tristeza que
le imprimía al final era innecesaria, ya que el poema, lejos de ser una elegía
era un melodrama. He aquí el poema y
noten el final:
Poema
de las voces.
Dos chicos sentados
en una banca:
-
El sol se come a tu mamá –le dice él a
ella.
La chica piensa “éste está tan nervioso que no sabe qué
decir”.
Pero le sigue la
corriente:
-
¿Por qué?
-
Porque
tu luz es tan grande que la envuelve.
-
Tú eras única para tu papá –le explica
él.
-
Cómo así –pregunta ella.
-
Porque él siempre pensó llevarte de la
mano, eternamente, para siempre, pero te soltaste.
Y te vi
nos vimos
fue cuando enamorados
nos escondimos
debajo de una frazada
una gran sabanota.
Y solo tú sabes cuánto
trabajo
Nos costó salir de allí
sudando.
Éramos uno contra el
otro:
tu una carta de
tréboles
yo una de diamantes.
Y te dolió que me
fuera.
Pero morir es sano
y el único enfermo
crónico
tenía que ser mi
destino.
(abre los brazos
dramático).
Cuando me di cuenta de tal problema,
fue mucho mejor la lectura y en verdad me divertía verlos reír cuando yo
levantaba los brazos, trababa los ojos y me hacía el muerto.
El poema habla de un muchacho que
primero se hace el tonto, en seguida sorprende a la chica, después logra lo que
quiere y luego se hace el muerto para seguir en busca de otra conquista. Aunque
el poema lo escribí yo, normalmente en un trance tour de forcé, este era supuestamente sencillo y terminó siendo
complicado, ya que me hizo darme cuenta de que un poema siempre esconde algo
más.
Del poema extenso todavía no recibo respuesta, solo puedo decir
que una chica me invitó a dos cervezas en La
Llorona y luego, en lo que fui al baño, me encontré con una nota que decía
un gracias. Halago.
Me había robado el manuscrito completito.
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