martes, 12 de junio de 2018

UN POEMA INOCENTE (a)







Sucede que Ernest Hemigway le llamaba leones muertos a sus libros ya terminados. Yo contemplaba mi león moribundo, antes de darle una despedida justa hacía las manos de mi editor. Pero, por justas que sean las palabras, me enamoré de la escritura, y empecé, dos poemas más ya más en broma que en rigor y resultó algo interesante que merece ser contado.
Logré imprimir el poema extenso y me entretuve dos días leyéndoselos solamente a los asiduos al Gran Hotel. Sucede que recibí un poco más que lo que esperaba. Me gustó el ejercicio. Así que dos semanas después estaba listo con dos poemas en broma para leerlos por las calles a quien fuera, y quien tuviera la paciencia de escuchar.
Resultó, que mientras lo leía, le ponía más melodrama y más atención, solo así me di cuenta que la tristeza que le imprimía al final era innecesaria, ya que el poema, lejos de ser una elegía era un melodrama.  He aquí el poema y noten el final:
Poema de las voces.
Dos chicos sentados
en una banca:

-                      El sol se come a tu mamá –le dice él a ella.
La chica piensa “éste está tan nervioso que no sabe qué decir”.
Pero le sigue la corriente:
-                      ¿Por qué?
-                      Porque tu luz es tan grande que la envuelve.
-                      Tú eras única para tu papá –le explica él.
-                      Cómo así –pregunta ella.
-                      Porque él siempre pensó llevarte de la mano, eternamente, para siempre, pero te soltaste.
Y te vi
nos vimos
fue cuando enamorados nos escondimos
debajo de una frazada
una gran sabanota.
Y solo tú sabes cuánto trabajo
Nos costó salir de  allí
sudando.

Éramos uno contra el otro:
tu una carta de tréboles
yo una de diamantes.

Y te dolió que me fuera.
Pero morir es sano
y el único enfermo crónico
tenía que ser mi
destino.
(abre los brazos dramático).

Cuando me di cuenta de tal problema, fue mucho mejor la lectura y en verdad me divertía verlos reír cuando yo levantaba los brazos, trababa los ojos y me hacía el muerto.
El poema habla de un muchacho que primero se hace el tonto, en seguida sorprende a la chica, después logra lo que quiere y luego se hace el muerto para seguir en busca de otra conquista. Aunque el poema lo escribí yo, normalmente en un trance tour de forcé, este era supuestamente sencillo y terminó siendo complicado, ya que me hizo darme cuenta de que un poema siempre esconde algo más.
Del poema extenso  todavía no recibo respuesta, solo puedo decir que una chica me invitó a dos cervezas en La Llorona y luego, en lo que fui al baño, me encontré con una nota que decía un gracias. Halago.
Me había robado el manuscrito completito.

No hay comentarios:

Picto—grafías

Hace años, Javier Payeras me dio el consejo de leer el ABC of Reading de un exiliado norteamericano en Paris, llamado naturalmente: Ezra...