jueves, 16 de junio de 2016

ROSSIO ETOILE

Rossio Etoile

Una religiosa, de la que por cierto no tengo registro de su nombre, siempre estaba atenta a la casa de enfrente. La podía observar, sin ser plenamente vista desde una ventanita en el segundo nivel del convento. La casa era de Rossio Etoile una prieta de unas nalgas suculentas, que además recibía allí a los viajantes proscritos, de sangre ansiosa, que vagaban bajo el calor del verano eterno de la isla.
La monja no descasaba un momento, levantada en puntas de pie, para vigilar a Rossio Etoile, que todas las mañanas y por las tardes, al terminar su jornada azarosa, le saludaba desde su puerta agitando sus manitas morenas.  La monja se escondía asustada y nunca respondió al saludo; pero en cambio, llevaba la contabilidad exacta del número de hombres que frecuentaban su casa. Eran, según sus cuentas, exactamente hasta el día: seis mil trescientos veintiuno. Pero de entre todos, uno solo era por el que más rabietas, solitarias y exageradas hasta el llanto  hacía la monja. Quizás un amor imposible, no se sabe a cabalidad.
Pasado el tiempo murió la monja, sin nombre, sin hijos y sin pecado. Ninguno llegó a su entierro. Rossio, desde su puerta, vio pasar el acompañamiento fúnebre y se lamentó de su amargura y, de paso, de su soledad refinada.
Dicen que luego murió Rossio Etoile y eran cuadras y cuadras de gente en su entierro. Más hombres que mujeres por supuesto. Y esto da mucho que pensar sobre las cuentas exactas de la religiosa.

ESCATOLOGIA I


Las galletas eran duras como el bronce
y el bife tan salado como el culo de la mujer de Lot.
James Joyce.

- Vos mierda.
-Qué putas vos cerote.
-Sho, jueputa.
-Tu madre vos caca, qué me ibas a decir pues.
-Que la mierda está vitaminada hijo e´cienmil...
-Vitamina C de cerote... decís vos.
-Hablo en serio maldito.
-¿La mierda?
-Si, la misma mierda.
-No lo creo.
-Si, date cuenta cuanto hijo de puta comiendo mierda y engordando en este país. Tanto gordo pisado, es una paradoja a menos que uno crea que la mierda nutre.

ALGUNOS PERSONAJES QUERIDOS DEL CENTRO.

http://www.esquisses.net/2016/06/25018/

ERASE UNA VEZ...

En Julio, espero que sea mi nuevo regalo de cumpleaños, sale mi libro Erase Una Vez... inspirado en los finales de todos los libros. Estoy Feliz y agradezco, como nunca lo hago por razones de mesura, a Eduardo Villalobos (gran amigo) y a la editorial Santillana (con ternura).

UN RECUERDO DE LO QUE YO NO ME ACUERDO

En la Plaza Central se oye el grito.
¡ Les hablo ahora a todos en nombre del señor...!
El sujeto piensa. Eso ya lo he oído todas las tardes, más reacciona cuando el muchacho termina la frase con un libro en la mano derecha:
¡...en nombre del señor... Borges!
Entonces voltea y ve allí, frente a un grupo de tres o cuatro sujetos, a un joven que reconoce instantáneamente. Lamenta no tener una cámara para grabar el instante loco, infinitamente anacrónico.
¡ Ahora el que tiene oídos para oír escuche lo que puede salvar su vidas... esto es El Golem del Señor Borges!
"Y, hecho de consonantes y vocales, habrá un terrible Nombre,
que la esencia cifre de Dios
y que la Omnipotencia guarde
en letras y sílabas cabales.
Adán y las estrellas lo supieron
en el Jardín. La herrumbre del pecado
(dicen los cabalistas)
lo ha borrado y las generaciones lo perdieron."
Ese joven ebrio era yo una tarde en el Parque Central. Relato recordado porCrea Guatemala.
Gracias Borges, divino erudito.

jueves, 19 de mayo de 2016

MORCILLA DEL CERRITO






Su aroma no siempre es agradable, por no decir que siempre es fétido. Su consistencia: sólida a gelatinosa. Ésta bien hecha, bien condimentada, con gorditos de cerdo y hierbabuena. Pero es sangre coagulada. Comida para vampiros y monjes trastornados, todos esos murciélagos urbanos. Comida nocturna, morbosa y sádica. Si la comen dos amantes en luna llena, harán el mejor sexo del Sistema Solar. Su nombre vulgar es moronga y en los oídos indicados se vuelve afrodisiaca poesía.



EN UNA ESQUINA/LUIS DE LION


Dimos la vuelta por la segunda avenida y caí al suelo besando el bronce. Buscamos fuego y encendimos su vela. Había una corona de claveles que dibujaban los bordes de esa placa. Como acostumbramos rociamos lágrimas secretas en la calle oscura, pero muchos se congregaron a preguntarnos por qué posábamos arrodillados. Es por Luis de Lion, les dije.
Hacía ya más de dos años. Llegue a San Juan del Obispo y tenía que visitar las bibliotecas de alrededor de parte de la ONG Niños de Guatemala. Esta estaba abierta y la recomiendo por su diversidad. Pero además me aconsejaron ir a la casa-museo-Luis de Lion. Lo recordaba de El tiempo comienza en Xibalbá, un libro ágil que comienza con el viento y termina, literalmente, con él.
Un rostro de mujer me recibió y junto con mis credenciales de bibliotecario me abrió la puerta. Me guío y contó sobre todas las fechas, notas y pertenencias de aquella habitación, que ella mantiene intacta. Yo soy chillón, pero extrañamente, nunca he llorado por cosas que no valgan la pena, y entonces me empezó aquel fulgor de llanto, nubarrón inmenso en el pecho, pero me aguanté las ganas, tanto que cuando respondí una pregunta me salto de golpe el agónico llanto y las disculpas que no salían del fondo de una voz que se me iba. Se fue. Gatos y sombras, matorrales, una luz húmeda y fría.

La señora era la hija de un hombre de letras, poeta interesado en su tiempo y en el futuro como buen profeta, como buen ser humano universal. Yo no sabía hasta ese día quién era él, porque esa tarde lo vio mi alma, eso creo, tan vivo y presente en aquella casa, invisible, por eso conmueve.

Picto—grafías

Hace años, Javier Payeras me dio el consejo de leer el ABC of Reading de un exiliado norteamericano en Paris, llamado naturalmente: Ezra...