sábado, 20 de marzo de 2010

PSICO-BUS


La intuí en el bus. Callada y por eso, quizás, con una belleza de cuento griego. La imaginé imaginándome imaginarla. No era un simple juego de palabras. Era normal ir en un bus sin saludar a nadie. Viendo como la gente sube y baja, sin decir una palabra. Oyendo el viejo motor y al ayudante perdido es sus gritos y en el ruido caliente de afuera. Sudando. Hablando algo que nunca entendí por el ruido. Pero entre todo, la ventanilla percudida, y los asientos vacios que miraba desde atrás. Iba ella. Conocer a alguien en un bus urbano, ruidoso y románticamente destrozado, en un San Valentine, puede ser tan extraño como buscar el amor en un centro comercial. Imaginé que pensaba lo mismo que yo.
Era la primera vez que iba a Mixco. Había soñado que me encontraba sola en una calle que no conocía y mientras más buscaba la salida del laberinto más me perdía. De sólo pensar en el sueño me entró un miedo conocido, un miedo con el que uno podía lidiar día a día en los buses porque en ese momento podían subir a asaltarlo a uno. Pero a veces era en el momento en el que uno no pensaba en el asalto. Y eso era terrible, porque siempre hay que saber que hacer inmediatamente. Las calles de la calzada no eran muy entretenidas. Entonces lo vi. Mirándome y con una sonrisa desamparada que apenas se le dibujaba en la cara. Puse cara de valiente. Trate de ignorarlo y verme molesta por su persistente mirada, como una subrepticia invitación al amor. Me sentí tonta de pensarlo. Mire la ventanilla sucia y me recordé que de niña dibujaba corazones en las ventanillas y mi mamá celebraba eso para no seguir pensando en la calle inundada por la lluvia. Pero ahora eran más que alucinaciones por el calor. Cada vez sentía más su mirada y pensaba que estaba pensando lo que yo pensaba.
El sol me pegaba en la cara. Era molesto, pero estaba como pegado al asiento. Había pensado en cambiarme de lugar y con algún pretexto preguntarle algo o tratar de empezar una conversación. Hablarle de algo. Pero qué. No se me ocurría nada. ¿Cómo hablarle por primera vez a alguien que uno no conoce? Era absurdo. Me sentía mal al preocuparme por aquello. Pero la seguía viendo. Y conforme la miraba sabía que ella o yo algo diríamos. Pero no decía nada. Era como si en lugar de agradarla la amenazara mi atención. Era estúpido tratar de hablar con alguien de esa forma. Pero ella me gustaba. Si tan sólo me corriera un poco de mi asiento, llamara su atención y le dijera que me agradaba algo de ella. Pero eso además de cursi, era tan gastado. Todo mundo hace eso. Como cuando un señor le pregunta la hora a una mujer que podría ser su hija. Y todo lo demás. Pero además, estaba completamente desorientado por dentro, aunque por fuera ella me viera sonriéndole sutilmente, como si en el fondo no le quisiera hablar, sino inquietarla.
Subió un vendedor. Me agradan esos tipos. Siempre animaba a mi madre a remedarlos. Le salía muy bien. Me gustaba verlos impostar la voz e inventarse un mar de lágrimas para motivar a los pasajeros. Recordé la vez que mi mamá me contó que un señor se hacía pasar por lisiado y luego de que le daban, se bajaba burlándose de todos. Porqué pensaré en eso ahora. Siempre me pregunto porque pienso tanto. Debería comprarle unos dulces de menta al patojo y regarle uno a ese que tanto me mira. Se asustaría. Ya me lo imagino. Pero no. Pensaría mal de mí. Que soy fácil. Mejor miro para la calle.
El chiclero parece cansado. Y yo estoy cansado de tanto vendedor. Y ellos lo dicen. Como si con eso exorcizarán tanto trinquetero que se sube en cada cuadra. Y ellos lo saben. Saben que uno se da cuenta que siempre dicen la misma mentira. Puta, y yo acá sin moverme de este asiento. Y ya voy a llegar a donde bajo. Porqué no puedo decirle que esta linda. Que me hace pensar en que debería ser la princesa de mí barrió. Por qué. Tengo miedo. Tanto miedo, y es un miedo tan parecido al de un asalto. Mejor no pienso en eso, capaz que se suben y acabo de comprar mi celular. Yo a veces recuerdo que las veces que me han robado son por descuido. Tantos lugares que hay en las camionetas para guardar las cosas. Normalmente los sillones están rotos. Pues ahí se podrían meter las cosas mientras aquellos registran al de atrás. Ahora que me acuerdo, me he salvado de varias. Lo único que no me gusta es que las mujeres siempre terminan llorando. Pobrecitas. Ahora que lo digo, tal vez eso es lo que siento por ella, un deseo de acercarme para que no le pase nada. Bueno, en la otra me bajo.
Y si soy yo la que le habló. Pero es que va a pensar que soy puta. Pero a las putas le va bien, como dice mi mamá cuando esta enojada. La verdad, hay ocasiones que me siento tan aburrida, que me gustaría hacer una locura. Que ese muchacho se viniera a sentar a la par mía y me pidiera un beso. Que me jalonee la blusa tratando de buscarme los pechos y me haga sentir algo tan fuerte que olvidemos al brocha mirándonos con una risa de pícaro y al chofer con un cigarrito en la boca, detenidos a media calle sólo por el espectáculo… pero el ya se bajó del bus y yo me bajo en la otra esquina.

jueves, 18 de marzo de 2010

PINBOL POETICO COLECTIVO


La lectura empezó a las 7:30. Ahí estaba Edna Sandoval, que me había pedido leer primero por un compromiso que tenía a las 8:00pm. Iba con un vestido de una pieza que terminaba arriba de la rodilla. Parecía una princesita en una fiesta de gala. Leyó con gracia un solo cuento. Nunca la había oído leer y en ese momento sentí como si el Pen Internacional de New York hubiera bajado del cielo. No es muy normal ver a una escritora leyendo sobre personajes que lleven bolsas Prada. Esa es la marca de Edna, su imagen transpolada en Lucia a través de su blog. El publico, en su mayoría escritores, editores, e invitados, celebraron con un aplauso. Denise Phé Funchal leyó un texto en prosa. Iba vestida con una camisa a cuadros estilo grunge. Luego resonaron los poemas de Mariano Cantoral, con todo el impulso histérico de la postmodernidad.. A Leonel Juracan lo habíamos visto desde el Bar Central, como perdido, como siempre en una arquitectura demasiado rígida, y ahora que leía sus poemas con voz de obsidiana se petrificaba el miedo y surgían las ramas de arboles ensombrecidos y personajes sin rostro. Le llegó el turno a Manuel Tzoc y sacudió con su glamor verbal todas las conciencias en una risa actuada para todos. Lo interesante de Manuel es que iba contando el inicio de cada poema. Hubo un poema que escribió a fin de año. Textos insanos como siempre. Yo leí un texto largo sobre un pedido literario en el que un fantasma nos observa desde el futuro: J.G. Ballard. Luego leyó Karla Perez y Marcia, y también Numan, una amiga interesante que conocimos esa noche. Hubo otra vuelta de lectura en la que Denisse se oyó más en su estilo. Algo que no sabría definir todavía. Manuel leyó con descaro unos poemas donde aparecían condones, tragos de indita y proposiciones infalibles en el carnaval erótico. Por fin, termino la lectura, con un amigo, que ahí mismo, sobre la mesa, había escrito dos poemas breves. La bola acerada del pinbol cayó al vacío.

sábado, 13 de marzo de 2010

DE LA MALA SUERTE/ ENSAYO AL MARTES 16 DE MARZO




Podría bailar entre chayes hasta sangrar/ oír a los Beattles un viernes por la mañana/ emborracharme hasta echarme tierra en la cabeza/ ver algunos murales con verdadera convicción/ acercarme hasta mi victima para oírle el ultimo latido/ llegar descalzo hasta mi victima y olerle el aroma de su sangre/ puedo volver a través del universo/ leer un libro de algún poeta postmoderno imaginado los tiempos de la Conquista/ ella me dice: sólo quiero que me ayudes a olvidarlo y yo presiento que también me iré de la misma forma/ suelo pensar en el vacio y en la nada/ hoy vi el mural dedicado a Rogelia las carpas de cerveza gallo promocionando a Oliverio el puente hacia el olvido más cínico del mundo/ y tu te queres ir a Japón con todos tus amigos oyendo Janis Joplin/ es hermosa la forma en que nos vamos transformando en otros/ la tecnología verbal y ese ruido del Ping Ball/ mis ideas son como esa bolita rebotando hasta ganar puntos siderales/ las palabras entonces se rebelan y golpean como hace un cuarto de hora en que pensaba otra vez en el vacio como poema final.


II

Podría pasar bajo escaleras rompiendo espejos/ podría blasfemar contra los gatos negros mientras los ojos como diamantes difuminados fueran perfectas linternas/ sabría en que momento de las doce en punto salen los muertos transparentados/ tiraría al cielo las cucharas y los tenedores, los cuchillos/ para luego sumergirlos en las pilas antiguas donde mi familia rezaría sin cesar por pura culpa/ culpa tras culpa tras culpa/ robar/ pedir/ robar/ el cielo de los pobres/ la redención azul de las calles rojas/ podría señalar los arcoíris y abrir los ojos de los muertos/ podría y sé que lo haría/ fumar descalzo sobre las tumbas riendo/ saldría bajo la lluvia sin paraguas a poner barquitos en los ríos dorados/ me gustaría sin embargo leerle poemas eróticos a todas las recepcionistas del mundo por sus teléfonos/ amarrarme nudos en los zapatos cuando pase el afilador y escupir al cielo escupir al cielo escupir al cielo...


III
Voy a señalar el arcoíris o la punta de la nariz de un Cristo, voy a cortar las nubes con mis dedos y te llegaré a rogar con los brazos leprosos, voy a conjurar el miedo escribiendo palabras en la arena de una calle, para hacerte volver de madrugada con el sonido lentísimo de las estrellas huyendo, caminando en un solo pie, escribiendo con una sola mano con tinta y papel, dibujando en pedazos de cartón portadas de la Santa Muerte, y me dormiré soñando que despierto y me veo dormido, me veo muerto, me veo perdido, me veo solo, me veo bajo un cielo falso cuadricula, me veo sobre una cama con dos ponchos de lana, me veo con los ojos cerrados y lámpara encendida, me veo con el radio en una sintonía fantástica, me veo celeste a la par de un cuadro de Picasso impreso en vinil, me veo en medio de una habitación intima y perpetua, me veo a oscuras y despierto sufriendo la belleza de la memoria, me veo pintando con oleos mi ventana y crear una estrella amarilla y un árbol quetzal, recitando poemas de Caeiro y sonriendo sólo hasta crear heterónimos de mi mismo con quienes platico sobre el presente, siempre en tiempo presente, siempre en tiempo presente, siempre en tiempo presente…


IV
Un gato negro ronronea a mis espaldas mientras tomo un poco de sal y doy tres saltos hacia adelante, el gato se transforma en superstición, rostros innumerables metidos en un circulo son la imagen del mundo, nacido bajo un mal signo, tras un terremoto, y con unas ganas barbarás de incendiar el mundo a los cinco años, se me atraviesa una pelirroja y despierta en mi un sueño prostíbulo donde lo único que falta es la luz, avanzo a ciegas hacia su danza felina en un viernes trece embriagante y resuelve ser solo un desierto tatuado en una toalla que se desprende del techo, y aparece Jay Hawkins cantando I put a spell on you, y sólo trato de ser feliz, mientras llega la madrugada y acaricio mi pata de conejo.
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Fotografia: Irma Serrano (La Tigresa)
Se dice que hizo un pacto con el diablo, vivia en palacio de rojo y dorado, y además sacrificaba animales en su teatro y se bebia la sangre.

jueves, 11 de marzo de 2010

LECTURA DE LAS FLORES DE DENISE PHE FUNCHAL


A Denise Phé Funchal la conocí en el festival Manifestarte. Es cordial y tiene unos ojos aconejados hermosos. Parece tan juvenil que es difícil pensar, que ya haya publicado una novela. Leí Las Flores en una semana. Al principio es una lectura difícil pues se impone cierta restricción de estilo y eso es bueno. Escribir es fácil, volar es difícil. Y en su vuelo imaginario Denise plantea a unos personajes sin rostro, y va dibujando a sus héroes cotidianos surgidos de la reverente atmosfera de los conventos y las iglesias y el olor a corozo. Las Flores es eso, un aroma a lilas que va entre líneas. Me llamó mucho la atención ese estilo refinado en donde se puede encontrar pensamientos (porque eso es lo que son) en latín, en francés, y en italiano. Y el tono disciplinado que impone escribir sin diálogos. Como digo, es interesante notar el preciosismo femenino, el detalle en los nombres de ciertas telas y trajes, la forma en la que se va contando la historia de la Nena. Es la historia principalmente de Madre y Maldiva, de un señor obeso al quien nunca describe completamente, más que por sus rosadas carnes en las fantasías y asociaciones libres de Madre, que es quien sufre las consecuencias de dar en matrimonio a su hija a un hombre indeseable, pero de buena familia. Los capítulos son cortos y retoman la acción inmediatamente. Hay símbolos, como las mariposas, las flores, el casamiento y la misma muerte de la Nena.
El día que F&G le anuncio, por medio de correo electrónico a Denise que iban a publicar su novela, era el cumpleaños de su madre ya fallecida. Fue el 21 Noviembre del año 2007. Y comparto la emoción, ya a unos años y meses de distancia de ese evento de milagro y destino.

En realidad, luego de leer Las Flores uno siente que la historia no ha terminado. El desenlace, la muerte de la Nena en el nudo conflicto de todo lo que se ha ido gestando en las calles y en la casa para el casamiento, pasa tan rápido que es como aquellos finales aparentes en las obras de Beethoven. Todo es subjetivo en arte y en literatura más. Mi opinión total es que es una novela maravillosa que conjuga la visión de una mujer y la imaginación juvenil de una precoz creadora de ficción.


PINBOL POETICO
COLECTIVO

Denise Phé Funchal
Edna Sandoval
Leonel Juracan
Lester Oliveros
Mariano Cantoral
Manuel Tzoc

16/ marzo/ año 2010.
Gran Hotel
9na.Calle 7-64 zona 1
7:00pm.

lunes, 8 de marzo de 2010

ACORDEMONOS PUES...




Mi versión particular de un libro que no he leido más que de boca de amigos. Entre ellos que ya van sumandose. Javier Payeras quien abre puertas y ventanas de un universo temporal de su vida privada. Pablo bromo que viaja en la memoria a rescatar su propio tiempo perdido y recuperado ahora en esta nota. No se me escapa tampoco Gabriel Arana que repite humanamente el me acuerdo de todos nosotros una generación que apenas esta volviendo a ver su propia arquitectura personal. Y un insignificante homenaje a la imaginación de Georges Perec que nos visita de otro mundo donde quizás lo recuerdan con esa cara de loco.
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1- Me acuerdo de mi mamá y mi papá besándose a oscuras parados frente a mi cuna.
2- Me acuerdo del patio de la casa de la abuela, lleno de flores y mucho sol.
3- Me acuerdo del blanco mazapán de Amatitlán y de como me gustaba.
4- Me acuerdo del sabor del azúcar en cubitos.
5- Me acuerdo del sol a los 4 años.
6- Me acuerdo de la calle a los cuatro años.
7- Me acuerdo de un amigo de apellido Rubios.
8- Me acuerdo del rumor de la lluvia en torrentadas arrancando tierra en un rio ancho y turbio.
9- Me recuerdo, al atardecer, poniendo barquitos de papel en un rio propio en la puerta de la calle.
10- Me acuerdo de los aviones que pasaban ahuyentando a los zopilotes.
11- Me acuerdo de las ruedas de acero en el asfalto, del repartidor de periódicos y su sonido de granizada metálica.
12- Me acuerdo del sol a los seis años.
13- Me acuerdo de la primera vez que vi el mar.
14- Me acuerdo de un sólo consejo de mi abuela y mis ojos maravillados cuando me enseño por fin a escribir el dos.
15- Me acuerdo del amigo de mi abuela que me daba un quetzal por oírme reír a carcajadas.
16- Me acuerdo del sol a los 7 años.
17- Me acuerdo cuando fuimos todos a Santiago Atitlán y entramos a un gran hotel en construcción. De regreso me recuerdo que la camioneta se averió y me recuerdo escribiendo un dictado de un amigo de mi abuela en el que escribía por primera vez CACA. (todos se rieron, por supuesto)
18- Me acuerdo de la iglesia del Padre Chemita y a sus santos dormidos en vitrinas llenas de billetes viejos.
19- Me acuerdo de Miguel, Francisco, Otto y Vinicio, Edgar, y al hijo de don Fabián armando una pelota de calcetines para jugar un partido de base- ball.
20- Me acuerdo de los Scouts y de la vez que me partí un diente a la mitad.
21- Me acuerdo de las piedras que poníamos como porterías y los zapatos rotos al final de las chamuscas.
22- Me acuerdo de la soledad de las cinco de la tarde en la casa de mi abuela mientras exploraba bajo las piedras del jardín.
23- Me acuerdo de un tío que me dejaba ver televisión después de leer un capitulo de la Biblia.
24- Me acuerdo de Jimmy Swaggart y al mismo tío ponerle volumen bajo la luz del medio día.
25- Me acuerdo también de Mazinger Z, Calabozos y Dragones, Ultraman y El príncipe y el Dinosaurio.
26- Me acuerdo de una caricatura que se llamaba Cobra y salían mujeres desnudas con tatuajes en la espalda.
27- Me acuerdo de la pequeña biblioteca de mi tío Carlos, de Flavio Herrera, Rodriguez Macal y José Milla que leí desde los diez años.
28- Me acuerdo cuando descubrí a Victor Hugo y leí cuatro veces Los Miserables en una edición de dos tomos azules que me prestaba un amigo.
29- Me acuerdo que en ocasiones ponía en el toca discos Balada para Adelina de Richard Clayderman.
30- Me acuerdo de un robot rojo que me regalaron para navidad que tenía una espada plateada.
31- Me acuerdo de la primera vez que tire un trompo.
32- Me acuerdo de los yoyos con luz y de cómo se iban destrozando en lo que llegaba la madrugada del 25 de diciembre.
33- Me acuerdo de la vez que me subí a una silla para alcanzar una botellita de vino.
34- Me acuerdo de las noches a los 9 años.
35- Me acuerdo de mi madre llevándonos por la calle como si fuéramos al monte Horeb.
36- Me acuerdo del programa Campiña y a Chalio.
37- Me acuerdo de la música de Rigo Tobar que cantaba mi mamá.
38- Me acuerdo de las fiestas en casa de la abuela donde invitaban a todos sus amigos.
39- Me acuerdo de Siempre en domingo y a todos diciendo “aún hay más”.
40- Me acuerdo de los chicles Bazuca que traían historietas.
41- Me acuerdo de los chocolates Popeye.
42- Me acuerdo de una tarde en la que mi padre me regaló Corazón de Edmundo D´amicis. Fue el primer libro en el que descubrí otros mundos.
43- Me acuerdo que también me presentaba a todas las señoritas que atendía las tienditas de tolerancia donde se ponía contento con unos litros.
44- Me acuerdo de la escuelita amarilla a los 10 años y el parquecito detrás de la iglesia donde se juntaban a fumar marihuana los ladrones de la colonia.
45- Me acuerdo de la primera vez que me asaltaron en una camioneta 103.
46- Me acuerdo de MC Hammer y su forma de bailar U can´t touch this y a Tecnotronic.
47- Me acuerdo de Sinead O´connor cantando Nothing Compares, y el romance de una noche con una supuesta prima en no sé que grado consanguíneo.
48- Me acuerdo de una madrugada formado en el instituto Adolfo V. Hall y a un chico que le rompí la nariz en filas.
49- Me acuerdo de la poesía oscura de beber por primera vez.
50- Me acuerdo de la turbulencia de los once años.
51- Me acuerdo de un hombre que cruzó de una torre a otra del Geminis 10, caminando sobre una cuerda y sólo con la ayuda de una vara.
52- Me acuerdo del primer concierto de Bohemia y que llevaba sin darme cuenta una chumpa negra de los New Kids On the Block.
53- Me acuerdo de la primera vez que fumé marihuana en la casa del Unicornio y que nos pusimos a leer koanes.
54- Me acuerdo del Informe Pelicano con Julia Roberts que la vimos con un cuate en el cine las Américas, donde también vi Un Mundo Perfecto interpretado por Kevin Costner.
55- Me acuerdo de Simón Pedroza prestándome el Never Mind de Nirvana allá por el 92.
56- Me acuerdo de los malos poemas que escribía tan bien y con mucha confianza.
57- Me acuerdo de la incógnita de Dream World de Julio Calvo y su amigo Avendaño con una barba de abuelo y los ojos más turbios que nunca.
58- Me acuerdo del mejor café con leche que he probado en mi vida en el Café Oro oyendo Mazzy Star sentado a la mesa con Omar y Giovanni Pinzón hablando de cosas geniales.
59- Me acuerdo de la primera vez que me emborraché y desperté de pronto en los brazos de una brasileña que me llevo, días después a la vuelta de su casa en la cañada en su carrito blanco y se desnudo para mí.
60- Me acuerdo del cometa Halley a los diez años y el rumor que dejó cuando se alejó su cola brillante.
61- Me acuerdo del Darío queriendo romper los vidrios de la caseta.
62- Me acuerdo de Javier Payeras saliendo entre las sillas de el fondo de cultura económica con un monologo tan ininteligible para mi, en la entrega del libro de Julio Calvo, que diez años después todavía le pregunté que qué quiso decir al citar a Macdonalds a la par del Espíritu Santo. (aunque a estas alturas es una buena broma ya)
63- Me acuerdo de los Heroes del Silencio en la Plaza de toros y el lodo hasta las rodillas.
64- Me acuerdo de mi hermana Claudia bebiéndose mi botella de vino una noche de fin de año en Panajachel.
65- Me acuerdo de los amaneceres en Panajachel y el sol de las tres de la tarde en que me tiré a una lancha llena de coreanos y no les entendía nada.
66- Me acuerdo de una chica que conocí en el Burger King y se hizo mi novia en una noche mientras hablábamos, alternativamente, del Salmo 91 y de Herman Hesse.
67- Me acuerdo de la primera agencia de publicidad en al que trabajé sin haber cumplido los 17 años y que las secretarias llegaban a preguntarme cómo se redactaba una carta y yo les inventaba frases.
68- Me acuerdo del parque San Sebastián y el bautizo que nos hicieron la vez que llegamos con el Rafa.
69- Me acuerdo de toda una noche jalando cocaína y hablando de nuestra vida con aquel cuate que le llamábamos El Abuelo y cantaba muy bien New York de Frank Sinatra.
70- Me acuerdo de una mañana que amaneció lloviendo ceniza.
71- Me acuerdo de la primera vez que vi como mataban a alguien a una cuadra de distancia.
72- Me acuerdo de una chica que tenía un delfín en la cintura, por la espalda y, la cola, se le veía salir del pantalón.
73- Me acuerdo del sol a los veinte años.
74- Me acuerdo que empuje a mi madre a recibir a Portillo en un puente en la zona 5 a unas horas de que ganara las elecciones.
75- Me acuerdo de los tamales de mi abuela.
76- Me acuerdo de la primera vez que oí Black de Pearl Jam
77- Me acuerdo de la muerte de mi abuela, de su tumba grande y de sus hijos peleados.
78- Me acuerdo de Quincy´s y las hamburguesas napolitanas.
79- Me acuerdo de un amigo pasando entre toda la gente con una botella de vino unas horas antes de la firma de la paz.
80- Me acuerdo de una mujer que vi meterse en la boca doce puros y fumarlos al mismo tiempo conjurando el amor de una mujer.
81- Me acuerdo que nunca he apostado en serio por dinero.
82- Me acuerdo de un cuartito de hotel en antigua que costaba 50 quetzales la noche.
83- Me acuerdo de una vez que vi pasar a Vinicio Cerezo en un Mercedez beige.
84- Me acuerdo de la mañana que me llevaron a conocer el basurero de la zona 3 y me pareció algo realmente surrealista.
85- Me acuerdo de los pirujos con frijoles que nos daban en la Casa del Niño No.4 y que jamás volví a saborear.
86- Me acuerdo de los medios días hablando con mi padre, después de tanto alejamiento.
87- Me acuerdo que con Ludwin, un amigo de sexto grado, quisimos hacer pólvora con elementos tan básicos como el azufre de una cueva, aluminio de una mesa vieja y oxido de unas baterías.
88- Me acuerdo que yo creía firmemente en que algún día iba a volar o a mover cosas con la mente.
89- Me acuerdo que creía que tenía telepatía y podía decirle cosas a mi novia mientras estaba dormida.
90- Me acuerdo que era un chico tan malo que chantajeaba a un amigo que todavía me lo recuerda y además es mi amigo.
91- Me acuerdo que maté un gato por saber si de verdad siempre caían en cuatro patas.
92- Me acuerdo que me gustaba desarmar todo.
93- Me acuerdo que me gustaba jugar ajedrez.
94- Me acuerdo que una amiga se acordaba de mi cuando sonaba en la radio Peces e Iguanas.
95- Me acuerdo de Jackas en MTV las mañanas de los domingos.
96- Me acuerdo de un programa de radio en el que decían que el sueño no existe.
97- Me acuerdo de los matones de la clase y de que jugaban cincos todavía.
98- Me acuerdo de Paris era una Fiesta, de Hemingway.
99- Me acuerdo de mi mismo mirando al vacio, ebrio, sostenido de un puente.
100- Me acuerdo todavía ahora...


martes, 2 de marzo de 2010

TECOLOTE RAMIREZ AMAYA VIENDO EL PAJARO SOBREVIVIENTE



Conocer al maestro Arnoldo Ramírez Amaya fue una revelación. El artista, el ser humano, el grandioso solitario armado de una pluma, tinta y una hoja de papel.
En esta ocasión me lo presentó, ya formalmente, mi gran amigo Dorian Lima. Quedamos de juntarnos en el restaurante La Mezquita. Llegó con una camisa verde, sonriente, acompañado de su nueva familia. Me pareció interesante la forma en la que pidió su almuerzo. Optó por pedir un consomé y unos espárragos con crema para picar. No sin antes, ordenar una michelada, con dos onzas de tequila. Lo que más resalta de su figura es su cabeza brillante y una mirada como que bailara sobre los objetos observados. Recordé los ojos de sus dibujos. Son los ojos de sí mismo. Toda su pintura se basa en la libertad del trazo y en un encuentro consigo mismo. El Tecolote, como lo llaman sus amigos más cercanos, ya tiene una leyenda tras de sí.
Unos comensales lo saludan desde una mesa en el centro, y sin problemas, se levanta y va a devolverles el saludo. Supe que dos de sus hijos viven en Suiza. Supe que vivió en Francia, y cumplió treinta años en Paris.
Es un verdadero personaje muy conocido por sus excesos, por su talento, por la forma extravagante de una vida con mucho de todo. No es un secreto para nadie luego de que publicaran El Pájaro Sobreviviente. El misterio verdadero radica en sus dibujos. Y esto es lo que me interesa narrarles. Llegamos a su casa. Al encender las luces nos dejo hurgar entre sus dibujos. En la sala había un murciélago que me sorprendió tratando de encontrarle el principio de su propio enredo, líneas de tinta continuas y manchones involuntarios para entregarnos un Jabalí iracundo batiéndose en la noche y contra la noche de una hoja de papel. El busto de una paloma de monte bellamente enmarcada. Un lujo de composiciones.
Tomábamos un buen vino español, sardina con tomate, cebolla picada y unas tortillas con queso derretido al estilo nicaragüense. El maestro se miraba feliz en su casa. Nos contó de los años viviendo en hoteles, y, que gracias a su mujer, ahora puede sentirse más a gusto en una casa propia. Dorian, amigo de de esos años de hoteles y conga, recuerda todo al verlo por la televisión. Mi busqueda de la persona de Ramírez Amaya fue por una entrevista en la que el contaba que García Márquez lo visitaba en la montaña, luego por el libro que le prologó Sobre la Libertad, el Dictador y sus Perros Fieles. La suerte grande de haber viajado por Costa Rica, Inglaterra, Paris y México y llevar consigo unicamente la buena estrella de haber vivido la luz y las tinieblas para dibujar una zoología lírica e imposible de pasar por alto.
Vimos el documental de su vida. El Pajaro Sobreviviente o la Inmortalidad del Tecolote. No me quiero extender mucho ahora. Esto, es solamente el comienzo de una semblanza de un personaje insólito, que sin embargo, se le salieron las lágrimas al oise él mismo en el documental, hablando de como su madre le había enseñado a dibujar en el suelo con palitos.

Fotografia: diario la Hora.

El Pajaro Sobreviviente en YouTube.com.

TERREMOTO EN CHILE/ COLABORACION DE JUAN PABLO MENESES


Ahora debería estar en Buenos Aires. Después de unos días de paso por Santiago, la tarde del sábado 27 de febrero despegaba mi avión hacia Argentina. Sin embargo, a esa hora el Aeropuerto Internacional de Santiago ya estaba en el suelo. Las noticias no dejaban –no dejan, hasta ahora- de mostrar derrumbes y muertos y heridos y se informaba de la clausura de los vuelos hacia el extranjero. Sigo en Santiago, y el terremoto cada vez se ve peor. La habitación 514 del hotel donde me hospedaba comenzó a sacudirse lentamente. Cuando tu cama se mueve en mitad de la noche, te despiertas sobresaltado. Te asustas, mientras la intensidad del terremoto aumenta cada vez. Primero se caen las lámparas de la mesa de luz, luego los vasos, y en seguida comienzan a sonar las alarmas de los autos estacionados en la calle. Pasan los segundos y el movimiento no cesa, crece. Crece, y con ello la sonajera vidrios y derrumbes y los primeros gritos. Crece, y la estructura del edifico cruje como una escalera de madera. Crece, y te sientas a los pies de la cama sin saber si arrancar por la salida de emergencia o esperar que todo pase. Crece, y ahora se corta la luz y esto es grave. Piensas que en cualquier momento se cae el techo, piensas que si esto se derrumba costará que te encuentren, piensas que hay millones pasando por lo mismo y piensas -porque en Chile tenemos cultura de terremoto- que hay gente aún peor: la que vive en el epicentro. Crecí escuchando expresiones como placas tectónicas, corteza terrestre, escala de Richter, escala de Mercalli, falla geológica. Sin embargo, la más importante siempre fue el epicentro: ahí donde todo lo que habías sentido, se había vivido mucho peor. El último terremoto grande que viví fue el de Santiago en 1985. Sin embargo, el del ahora, el de la habitación 514 en un hotel de Providencia, fue el más violento de todos. Los estadísticos dicen que se encaramó al quinto más duro de la historia, y supera por mucho la fiereza del último en Haití. La tierra se movía sin piedad, y eso que muchos imploraban “¡que se termine, por favor!”. Cuando por fin paró, cuando el baile forzado se detuvo, uno sabía que no estabamos frente a una simple sacudida. En el lobby del hotel, a oscuras y con todos los pasajeros en la calle, tenpian encendida una radio a pilas. Ahí escuché por primera vez: El epicentro está en la región del Biobío. Si el epicentro estaba a 500 kilómetros al sur, y aquí se había movido de esta manera, medio país estaba en el suelo. Han pasado los días. Buena parte del Chile entra Santiago y Concepción tiene daños. Como si no bastara el sismo, después del terremoto el mar se entró profundo, volviendo a salir en olas gigantes que se comieron varios pueblos costeros de la región del Maule. Al día siguiente, después del terremoto y el maremoto, comenzaron los saqueos. Los militares salieron a las calles en distintas ciudades. Llegó el toque de queda y, como todos los toques de queda, uno sabe cuando llega pero nunca cuando se va. La ayuda falta, y los pobres la claman por medio de micrófonos multicolores que se multiplican alrededor de los lamentos. La televisión muestra turbas que entran a los supermercados por leche y por comida, pero también por lavadoras y televisores plasmas. El debate se centra en si se roba por necesidad o por delincuencia. Se habla de recuperar el orden perdido. Se implora ir al rescate inmediato de esos pequeños pueblos costeros que todavía no reciben ayuda. Chile se sigue sacudiendo. Los supermercados aparecen como el gran botín. Los militares patrullan las casas comerciales. Palabras como "saqueo", "pillaje" y "delincuentes" se mezclan con "damnificados", "abandonados" y "pobres". El terremoto no para, y seguirá por muchos días. Si un terremoto de esta magnitud solamente fuera ese par de minutos donde piensas lo peor, donde llegas a creer que terminarás tus días atrapado en un hotel derrumbado, no sería tan duro. Pero ya han pasado varias noches, y las noticias son cada vez peores. La televisión siempre tiene nuevas imágenes de violencia, la radio no deja de dar nombres de desaparecidos y en Internet transmiten la desgracia y las miserias humanas con gráficos interactivos. El aeropuerto sigue cerrado, y con ello mi regreso a la Argentina. Alguna vez deberé agradecer que la tragedia la pasé aquí, cerca de mi familia y amigos, escuchando a mis sobrinos como relatan el primer gran temblor de sus vidas. Agradecer de que pude presenciar, en directo, cómo un terremoto se transforma en una gran zamarreada. Es una sacudida que nos despierta. Aunque ahora que despertamos, muchos están asustados: a nadie le está gustando ver lo que esconde una sociedad adormecida.
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