1) Una mujer iba y venía por la playa pidiendo una moneda. Tenía frutas y flores impresas en su falda, y una blusa raída. Al llegar a nuestra mesa se quedo oyendo la conversación. Sonrió. Alguno le dio una moneda, otro se disculpo no llevar cobres, otro miraba el mar como si hubiera sido golpeado por una almágana. La señora se quedó oyendo un poco más y viendo las posturas de placidez con que los extranjeros de los puertos miran el mar y son conmovidos por el ruido de las olas y el olor a pez podrido. Cuando pensaba que ya no estaría allí parada, sentí sus manos, dándome un abrazo que yo interprete como esos impulsos maravillosos de la sangre. Le agradecí el abrazo con un vaso de cerveza que apuro inmediatamente. Luego se fue. Me dejo feliz, yo siento que soy caribe.
2) Esa misma noche fuimos a la tienda más sencilla del puerto. Quería conversar con los pescadores. Maya es muy cautelosa. Tiene miedo de lo que no conoce, muy al contrario de mi madre, que le teme más a todo lo que ya conoce bien. Algunas veces el instinto puede más que la razón y siempre es bueno mirar a los ojos a la gente, ahí esta todo. Nos sentamos, como dije, en una mesa de madera. Nos llevaron dos cervezas y nos quedamos cayados oyendo. Un hombre en pantaloncillos, lanchero, hablaba de la tarea nocturna. “No cualquiera puede embarcarse con nosotros, sabe que hasta los hombres más fuertes, yo los he visto, no le miento, se desmallan cuando les pega el sol, porque el único que pega en el mar es el sol y de vez en vez las olas, eso, mire pues, uno cree que el mar es bravo pero el sol mar adentro es peligroso, yo no me recuerdo de la primera vez con una mujer, me recuerdo de mi primera vez en el mar, y eso enoja a la Negra, ella siente celos cada vez que salgo por la mañana, con permiso de usted, disculpe, perdone, regáleme para un mi trago…” Estaba parado delante de mí. Le pedí un su Venado, pero el me dijo que le gustaba más el Predilecto, porqué, saber, pero en eso estaba, en contarnos de sus hazañas en el mar. “Dios es más grande allá, y más bueno, hay milagros grandes que sólo puede ver uno cuando ya ha estado a punto de morir, seño tómese su cervecita, se le va a calentar, el cielo, qué le contaba, tengo tan mala memoria, ustedes no son de acá, mire tenga cuidado, hay gente mala, somos malos, estamos en los últimos tiempos, ya se acerca el fin, esperemos nada más que la voluntad del de allá (señalo al cielo), si, mire, lo que le hablaba era del mar, y luego del mal, si es como usted dice.”
3) Al regreso, nos venimos oyendo a Chente, Pepe Aguilar, La Paquita la del Barrio, y al Buky. Una señora, con aliento a licor, golpeada de la cara, con raspones en los brazos, se sentó a mi lado. “Usted es jose y ella es Maria, si, yo se lo dije a ella que usted el convenía, que usted la iba a hacer feliz, que usted era para ella, mire, no se preocupe, yo puedo estar tomada pero respeto, usted es la hija de Raquel, yo la conocí cuando era una chiquitilla, que bonita esta, me recuerdo porque a su casa me recomendaron doña Estelita y don Davis…” Con Maya, nos mirábamos sorprendidos de la cantidad de gente profetizando en estados alterados, como si de pronto las líneas de la temporalidad, el efecto del mar, y los destinos se convocaran para hacernos pasar un weekend tan extraño. Tratamos de decirle a la señora que nosotros no éramos los que ella decía, que estaba equivocada, pero ella decía que éramos unos ingratos porque tratabamos de ignorarla. Al principio nos reímos solo nosotros, al tiempo, muchos vecinos de asiento comprendían todo y se reían de nosotros trantando de explicarle a la señora que nunca la habíamos visto en la vida.
4) Maya me dijo, cuando tomabamos té en su casa, que todos ellos, esa gente que tras de uno suplica, son Ángeles que nos guardan. Otras versiones, me dijo, dicen que es Jesús multiplicado, pidiendo, tocando, y buscando. En el espejo del mundo, todos ellos, son afortunados. Por eso hablan de Dios cuando beben. Recorde las palabras de un ebanista "...mire yo que usted sólo me tomo ese y me voy a descansar, uno sabe que esto es malo, uno ya lo sabe, uno sabe que esto mata, uno ya lo sabe, pero lo sabe y uno es necio, usted cree en Dios verdad, pues mire como es la vida, usted debería de cambiar, mire eso cuesta, cuesta mucho pero hay que hacer la lucha porque uno no se da cuenta de nada hasta que se enferma, y es doloroso, como con los niños, a los niños les dicen hace la tarea, portate bien que nada te cuesta, y uno sigue de malcriado, la verdad es que Dios hace milagros y grandes, les voy a contar una vez..." El hombre nos terminó dando un sermón, con el trago en la mano.
*Estoy leyendo Islas en el Golfo, de Hemingway. Parece que es una historia basada en todos los recuerdos de sus años en Paris y Cuba.