Después de 150 años, en pleno siglo XXI, El Gran Hotel se levanta en la 9na. Calle y 8va. Avenida esquina. Sigue siendo ese elegante inmueble que imaginara de una forma tan vivida el propietario alemán don Enrique Richtter. Aun en está época que hace culto a lo breve y desechable, muchos visitantes se admiran de que por dentro aún se conserven en buen estado los frescos del artista Roberto Ossaye. Murales de 1881, fotografías que se han rescatado afanosamente de periódicos antiguos, textos, monedas, rostros que marcaron una época gloriosa que aun es recordada por abuelos con los ojos brillantes de magia y romance, el mismo gusto de haber participado en esas expediciones por el interior de Guatemala y regresar en tren y luego subirse a un carruaje de caballos lustrosos, todo un cuadro impresionista que Camille Pizarro habría pintado con sus brillos más precisos.
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El Hotel San Carlos, El Gran Hotel, fue un punto de glamour y reunión de lo más selecto, no solo de Guatemala sino de varios lugares del mundo. Cantinflas hizo presencia imborrable. Otros huéspedes como María Félix, Pedro Infante, Libertad Lamarque, o el trío los Panchos. De la sociedad guatemalteca el celebre Carlos Mérida era asiduo junto a actores de teatro, músicos y arquitectos con un gusto refinado. Las fiestas eran de gala y toda la fortuna del instante se dispersaba a manos llenas, era una sociedad, en aquel entonces asimilando lo mejor de Europa. El mismo Gran Hotel conservaba matices franceses y por dentro una arquitectura sobria y de buen gusto.
Del lado del café, está el ingreso al salón Oro, donde han estado grupos nacionales y extranjeros. El segundo nivel, bautizado como la Suite, es un área que se solicita para recepciones y eventos culturales. Desde la Suite se puede apreciar muy bien el salón Oro en sus noches de conciertos o presentaciones.
El Gran Hotel es un lugar místico, exótico, histórico, tanto adjetivo no puede aún captar todo el contenido. Dicen que espantan, que se mueven las botellas, que chocan las copas, toda la Historia se subleva de repente, y no se asuste si una sombra lúdica le sirve un cóctel.
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miércoles, 28 de noviembre de 2012
miércoles, 21 de noviembre de 2012
FÚNEBRE Y CARNAVALESCO VERSIÓN MAGNA TERRA
De una película como Irreversible y la estética de Sin City, de las bibliotecas dormidas para el mundo y los grandes documentales de Discovery Chanell, de las aparatosas guerras y grandes ideologías, delas infernales imágenes de Dante y las sacrosantas piernas de la Virgen de la Piedad que ya vale su peso en oro y en diamantes, de las antiguas legiones de hombres felices despellejando a su adversario hasta las hermosas tetas en los lienzos de Boticelli, de las microscópicas niñas que piden una ficha de a cinco centavos en el Amate a los gigantescos automóviles donde transportan papel moneda, de los podridos tugurios, de los insanos mundos que recoge el hambre, de los precipicios de la razón ante la justicia y la vigilancia y la hermosa letra en todos los papeles españoles donde se ejecuta una sentencia, de los culpables a los inocentes, de los festivos saturnales de los hombres de negocios del evangelio completo hasta las susurrantes plagas de hombres sucios que mendigan droga en cualquier esquina, de ellos nace, de ellos supura, de ellos brinca en plomo el calor breve de las armas de fuego y blancas, de las armas rojas y brillantes, sin filo, con fuerza, las sangres que se mesclan con el aire y se oxidan y vuelven el sol negro, desde esas infinitas manifestaciones del delirio, de las soledades extremas en intramuros donde solo se cuelan las palabras más duras, de esas que nace el rencor perpetuo, la última cena, el vaso de cerveza con ron, el vaso, la copa llena de una sidra, extramuros el rumor del humo de las camionetas, las enormes banquetas que se adelgazan con la noche, los zapatos gastados, la baba estirada al límite de los labios resecos por el alcohol del pozo, los puntos, varios puntos de donde emana el olor a canavis y piedra, piedra tras piedra quemándose, puro tras puro convirtiéndose en ceniza y más allá la honda cadencia del grito de una mujer que muere, los balazos para empezar el día, desde la cara de aburrimiento, hasta el terror del tedio, el miedo en los ojos abiertos hasta el ciego comenzar del sueño, no somos, no estamos, no existimos, la infinita invisibilidad, no somos, no tenemos un nombre, no tenemos un pasado ni un futuro, todo es un invento, pero desde todo eso nacen los versos, se mueve la mano, se ensangra el pensamiento.
He aquí de nuevo un libro fúnebre, pero carnavalesco. Leonel Juracán, su autor. No hay más que decir, todo lo demás ensancha el vacío.
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Fotografía de Dahmane
lunes, 19 de noviembre de 2012
ACTORES PERFECTOS
Te veo jugar con la luz. Estás vestida con tus mejores palabras. La contemplación es la más fina forma de adorar a una mujer. El arte es eso, un perderse infinitamente en los detalles. Por eso ahora mis ojos se nutren de la más exquisita forma de inanición. Estoy en tu huerto rebosante de colores. Perfectamente atento a tus lentos movimientos que se colapsan con una luz que deserta por la tarde.
Comprender la locura es abiertamente tirarse al borde. No todas pueden. Los que tratan fracasan. Ana-crónica. Ella no logra solventar el tiempo y no le salen las cuentas. Las bocas bailan de los arboles y solo puede cantar de nuevo esa presencia de canción que arrebata de las nubes. Ahora hasta parezco un británico, ya tengo editor, dice su pareja. Es un chico listo, pero no tanto. Ella una chica linda, pero no tanto. Los dos perdidos, en una locura suculenta de sensaciones sin variaciones peligrosas. Son como los actores de una película famosa. Se sienten felices por las noches.
La braza baila en al fondo del beso, una bocanada de un bribón como yo, un boleto de un bolero boreal que nace. Ella duerme. El despierta. Ella despierta, el sueña. Sueña saborear el sexo del siglo, el mejor de todos, mejor que la sidra.
Comprender la locura es abiertamente tirarse al borde. No todas pueden. Los que tratan fracasan. Ana-crónica. Ella no logra solventar el tiempo y no le salen las cuentas. Las bocas bailan de los arboles y solo puede cantar de nuevo esa presencia de canción que arrebata de las nubes. Ahora hasta parezco un británico, ya tengo editor, dice su pareja. Es un chico listo, pero no tanto. Ella una chica linda, pero no tanto. Los dos perdidos, en una locura suculenta de sensaciones sin variaciones peligrosas. Son como los actores de una película famosa. Se sienten felices por las noches.
La braza baila en al fondo del beso, una bocanada de un bribón como yo, un boleto de un bolero boreal que nace. Ella duerme. El despierta. Ella despierta, el sueña. Sueña saborear el sexo del siglo, el mejor de todos, mejor que la sidra.
lunes, 12 de noviembre de 2012
LIKES
L'essentiel est invisible pour les yeux.
A Athanasios Vrionis le gusta esto.
Olga Contreras no siempre...
Lester Oliveros no es simple, querras decir, explícate...
Olga Contreras quise decir lo que escribí: no siempre (lo esencial es invisible a los ojos). La frase es bonita pero generaliza.
Lester Oliveros dame un ejemplo.
Olga Contreras Damelo vos, es tu muro, no el mío =)
Lester Oliveros Bueno, mi hermana está muerta, sin embargo esta en todas partes. Cuando Saint Exupery escribió eso, sabía por lo menos que Dios es Fibonacci, un copo de nieve sostiene al mundo, la materia oscura, el boson de Higgs, qué más, la Teoria de Cuerdas, algo incomprobable, vos por ejemplo sin tu ejemplo.
Lester Oliveros 1, 1, 2, 3, 5, 8, 13, 21
Lester Oliveros arriba la respuesta sencilla.
Olga Contreras gracias maestro por iluminarme(nos) con tu sabiduría
Lester Oliveros Como decimos en el Gran Hotel, la gracia es toda tuya. Abrazo la incongruencia, por favor leete el manifiesto surrealista.
Lester Oliveros Y si, no siempre. Feliz.
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Explicación de la canción: la grabación fue hecha en el Hipódromo del Sur, esa noche, era la primera vez que mi hermana Claudia María Oliveros iba a un concierto.
martes, 6 de noviembre de 2012
YO DUERMO EN SU CAMA
Siempre nos peleamos de niños. Ella era la que me miraba con fastidio desde sus años detenidos de colegio, yo en ese tiempo andaba con una rabia de chucho de la calle, rabia por cualquiera y contra todos y la casa era tan pequeña que se mezclaba todo. Pero al fin, ella era mi hermana menor, dos o tres años menor que yo, dos o tres años más pura que yo, y además, supo de matemática lo que yo jamás iba llegar a saber por leer sin descanso esa poesía de los que comen papel y café con leche. Ahora mismo escucho el disco de Ricardo Arjona, ese que por azares y desfavores irónicos, para mi mala suerte se llama Vivo, y donde de seguro estarán condensados los gritos de euforia de Claudia y de toda una generación desencantada de un país de idiotas.
La recuerdo esa noche con sus dientes más blancos que la luna mirando a la gente cantar a todo pulmón. A estas alturas sería mucho mejor que yo, quizás auditora, y ya habría sobornado a todos por darle a mi madre una casa con jardín.
No sé que sería de ese conductor que equivocó el camino y giró en otro sentido cuando vio al camión fuera de borda encender las luces últimas de la vida de dos jóvenes, antes de virar en pánico y perderse para siempre entre papeles frente al juzgado.
Mucho tiempo le costó a mi madre, tiempo, coraje y una alma enferma por la religión e inconsciente de todo su valor histórico, para poder vencer el fantasma de la soledad fría y triste de un amor que era más valiente que todo lo que nos parecía fuerte.
Restos de ella: unas fotos riendo, sus diplomas, carnets del IGSS, su tarjeta de crédito, una cédula donde aparecía tan bonita y seria, un largo ticket de un supermercado, una foto en el carro de su novio, una lápida con un Cristo dibujado con cincel, dos fechas desamparadas.
Yo duermo en su cama.
Guatemala (algún día de noviembre del año 2011).
Fotografía, Ana C.
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