miércoles, 6 de abril de 2022

NO ENTENDER NI JOTA

El idioma español, con toda la historia que lleva en las entrañas, es mi lengua materna. Un idioma dulce y armónico, musical, que al tiempo se fue volviendo caduco por la televisión por cable. Pero del que he aprendido mucho, incluso hasta dudar de él, incluso hasta cuestionarle sobre todo que haya una agencia policíaca llamada La Real Academia. Todo sea por la pureza del argot de un latín vulgar que empezó a cortar en rebanadas, los árabes primero y luego, en países americanos, los gringos. Todas las variantes de los acentos hablados en todo el territorio hispano son graciosos, no de ser chistosos, sino persuasivos. El idioma ingles fue permeando los años noventas con la música rock de Seattle y las nuevas palabras que se iban adhiriendo al lenguaje de la computación y el Internet. Un idioma imprescindible, sí, pero también un idioma desechable como la mayoría de exportaciones gringas. En cambio el francés, idioma armónico pero preciso, lujoso para brillar en los cócteles o en San Pedro la Laguna cuando a uno se le acaba el pisto; idioma lleno de glamour cultural, llamarada azul de lecturas fundamentales, luz de la mente en la ciudad luz. Que por cierto, sinceramente solo me ha servido para poder leer a los del boom y no tropezarme con cada una de esos afrancesamientos que tanto odian los que aman el idioma puro, que por cierto, ya no existe. Dos meses estudié Quiché. Solo me dio tiempo de leer el Popol Vuh y hacerle preguntas al maestro; eso y darme cuenta que los pueblos ancestrales tenían una gramática intensa, eso y darme cuenta que es difícil hacer un sonido con la lengua y el paladar, eso y saber que hay que respetar esas etnológicas sonoras, hasta en las tortillerias. Pruebe y verá. Ahora estudio ruso. De primas a primeras, me parece un idioma inventado por un adolescente que no quiere que nadie descubra lo que le escribe secretamente a la vecina. Esos ideogramas que yo o que otras y otros han inventado. Es más común de lo que uno cree, eso es el ruso a primera vista. Suena recio, suena grave. Es un idioma crudo, pero escrito de una forma divertida. La P es la R. El signo de Pi, es la P. La A es la D, claro que no es una A como la conocemos sino más estilizada. A no entender ni j de algo, en fin.

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