miércoles, 29 de abril de 2015
NOTA BREVE SOBRE EL DESEMPLEO (UNO)
Aún recuerdo aquellos tiempos en los que trabajaba en horarios estrictos. Cada mañana en realidad parecía una extraña pesadilla, más todavía, si en mis sueños ignoraba la esclavitud, el código preciso de una realidad devastadora. Ya la mañana no era ese sol y el camino imaginario desde la curiosidad amigable hasta el deleite, el pan y la existencia. Cada hora entonces soñaba con vagabundear, salir un día, irme lejos, conocer gentes y paisajes. Andar con poco dinero y mucha libertad, con la voluntad exótica del que ya lo tiene todo con solo respirar el aire. Ingenuo o no, nihilista, anárquico, hipie o no, eso era lo que más quería.
Pero entonces, eran horas terribles al mando de un jefe, que en el peor de los casos, era un señor muy terco con ideas viejas, un léxico de vulgaridades repetitivas, una fotocopia de la mediana empresa y de los nuevos ricos en un país desesperado. El pueblón entonces se me olvidaba entre lecturas a la hora del almuerzo. Antes que ese venerable hijo de Dios, llegara de nuevo de su mansión prefabricada y me siguiera dando órdenes. Entonces yo obedecía, era parte de ese contrato invisible. Siempre fui respetuoso, responsable y honrado, esas clausulas de buena conducta que tanto aman. Trabajé y fui merecedor de cierto respeto social, ya saben "el que no trabaja que no coma", según las sagradas escrituras.
Pero no comía en paz, me daba cuenta que el sueldo que ganaba era siempre tan exacto como una emboscada, para levantarte de nuevo por la mañana con la angustia perenne de que tenes que ir a trabajar para sobrevivir, y que todo estaba fríamente calculado hasta la eternidad.
Así fue como una noche me dio rabia de chucho todo eso. Traté por todos los medios de salirme golpeando contra la pared invisible con mi furia de perro. Ladré, grite, golpee las ventanas sucias del bus atestado de gentes. Si lloré y me rompí la cara contra el vidrio. Mordí a algunos pasajeros de esa camioneta sin destino, esa escalera hacía ninguna parte. Luego me salió de adentro un humo negro cuando lo quemé todo por dentro, intentando hacer memoria de la memoria.
Me quede quieto esperando algo, lo que fuera, pero el bus no se detuvo, siguió su marcha desesperada y maldita, su carga sin peso, su peso sin alma.
Leí poesía entonces en el bus, un silbido como una aguja, palabras que eran las mismas pero en llamas, leí feliz de encontrar mi voz, y ya no tuve que luchar contra nada. Recité todo lo vivido y por eso me bajaron.
Ellos mismos me bajaron.
martes, 3 de febrero de 2015
lunes, 2 de febrero de 2015
ESTA BIEN: HABLEMOS DE LA LOCURA-
La gente es un poco descuidada al nombrar la locura. Tal vez, pienso yo, por la casi imperceptible forma en que se presentan los síntomas. Recuerdo ahora un texto de Julio Cortázar: Estrictamente no profesional, en cuyo centro debate al borde sobre la imperceptible barrera entre la cordura y la demencia.
La palabra viene del latín vulgar "de lira ire" o desviado del surco recto, que era una palabra que se usaba en la agricultura. Es de allí precisamente en donde se les llama "locos" a todos aquellos que rebasan, contradicen o profanan las ordinarias conductas establecidas. El loco en general es cualquiera que vaya en contra de la corriente. De allí que seguir la corriente es una de las aficiones de los locos, para que no los descubran. No, esa es broma. Al punto que voy es a la gravedad que hay en vaguedad irresponsable de no ser preciso al asignar esa palabra a una persona.
Los psicólogos son muy prudentes y hacen una serie de exámenes y previsiones. Un hombre o una mujer con alguna disfunción, alteración anímica o sensorial, no necesariamente puede entrar en la categoría. Hay locuras geniales, gente con potenciales sensoriales, esa gente que de una u otra forma va llenando la lista de los artistas, matemáticos o músicos.
Hay una película en la que sobresale el talento de Nicolas Cage al interpretar a un estafador, sus tics nerviosos, ya entendidos por sus amigos, son escandalosos para los demás. Pero en el fondo no es un loco de atar, sino un hábil embaucador que se roba show.
Yo siempre recuerdo a Dalí y el sin fin de extravagancias que le han ido sumando en cada libro, pero algo me dice que Dalí en la soledad era un tipo normal. Era, pienso yo, como que estuviera interpretando un papel de por vida. Claro que, de tanto rehacer y rehacer el melodrama, hasta él perdía la noción de hasta dónde debía seguir actuando. Ese tipo de locos son locos a su favor, diría mi madre.
Pero hay los de asilo, esos solitarios excluidos del mundo real, perdidos y quizás peligrosos. Un muchacho, hace poco lo leí, mató a su padre de un cuchillazo, arma que dejó en el cuello de su triste víctima. La imperceptible barrera se hizo real. Le espera una celda, pastillas para dormir el sueño eterno lejos de los semáforos y la pasta dental que se debe apretar desde abajo.
Yo por ejemplo, no a todos les llamo locos, delirantes tal vez, desviados del surco, a lo mejor, a veces sonríen y pintan a su manera, diría Sinatra.
miércoles, 12 de noviembre de 2014
MÚSICA PARA PERROS I
También de la mierda hacemos arte.
Julio Prado
Lo conocí ya viejo. Llevaba unos lentes oscuros, que yo pensé eran para el sol, pero no, eran para remarcar su ceguera. No se bañaba nunca y dormía entre periódicos atrasados.
Le gustaba mucho guardar comida para una rata, su única acompañante.
Vivía entre muchos, pero siempre se le miraba solo, tomando café a media noche, rebuscando sobras de cuando en cuando. Nunca lo vi reír, simplemente hacer gestos de desconsuelo que predecían muchas penas, pero en el fondo de su cuarto se reía solo, y entonces puedo jurar que se reía de verdad.
Nunca estuvo despierto, siempre parecía dormir todo el día, era como si uno estuviera hablando con un sonámbulo.
Regalaba, a veces unas miradas de espanto y solo algunos días, puedo creerlo, se reconciliaba con el mundo. Tenía un jardín y hablaba mucho con su madre, que desde lejos lo oía con terror cada vez que le decía mami aquí, mami allá.
No sé en que momento me di cuenta que en realidad era muy pobre, pero hablaba como rico. No le agradaban los indígenas y decía que Ríos Montt debería haber acabado con ellos. Era extraño oírlo hablar tan mal de la gente, como si siguiera estudiando en la Landivar y estuviera viviendo en la Cañada. Sin embargo era ateo, pero de esos que le siguen la corriente a medio mundo, solo por costumbre, ya ni siquiera por conveniencia.
Yo lo conocí un poco, pero me molestó siempre, esos saludos apacibles que en las entrañas murmuraban la rabia de la inconformidad por el presente, por el pasado y por el futuro. Era extraño, lo siento pero era extremadamente extraño, pues lo vi darle billetes de a cien a muchos de sus hijos que luego se los cobraba para volvérselos a dar de nuevo. Pero no era un padre aunque legalmente apadrino a muchos, era más bien el padrastro de todos sus hijos, porque no los quería. Tenía una hermana religiosa que de paso le aconsejó los nombres de todos sus hijos, todos y cada uno con nombres de Santos.
De joven era delgado, enfermizo y orgulloso de su provincia. Lo casaron con una mujer que dejó embarazada, la misma que luego lo engañó con uno de sus primos. De ese entonces en adelante, no quiso mucho a las mujeres más que para lo único que le convenían. De paso los hijos que se fueron sumando. Tuvo suerte con las mujeres, esas buenas señoras que se desvivieron por ellos para darles el nombre y el apellido. Que luego el pobre hombre levantaría con amigos y familiares, como estandartes de logros propios. A saber, claramente por todos que no eran suyas las estrellas, sino signos progresivos de su demencia. Todos fueron, más bien arrastrados por la necesidad, madre de todas las virtudes. Pero en fin, todos lo saben, el joven era alcohólico y alegaba demencia, contando a todos la muerte de sus compañeros de clase en un bus escolar. Cosa que algunos le creyeron por compasión. Otros, como yo, nos hacíamos los locos, o a veces los tontos para no entrar en detalles.
Y es que en realidad no era mala persona, más bien se podría decir a su favor que había tomado decisiones apresuradas, quizás antes de la adolescencia, tal vez en la infancia podría reconocerse a un niño bueno, bien portado, hasta demasiado obediente, feliz. Pero presa de las alucinaciones de la madurez, como veo, vivía pensando en el reconocimiento negado de su propia madre. Esas cosas psicológicas que van de más, pero al final son evidentes.
viernes, 7 de noviembre de 2014
XX
Breve historia de un libro X
"…claro que me da miedo el hambre
pero me preocupa más
terminar un libro incompleto…"
pero me preocupa más
terminar un libro incompleto…"
Javier Payeras, Soledad brother.
La mañana del 4 de enero del año 1991 amanecí
escribiendo en mi diario. Yo sé que algunos no me va a creer, que hasta sepa la
hora, pero eran las diez de la mañana con cincuenta y cuatro minutos. Los
segundos son los que no recuerdo. Y si, sé que suena cursi, pero llevaba un
diario, que luego abandoné por escribir un blog. Intentaba garrapatear ocho cuentos sobre mi familia y
lugares cercanos y bien conocidos.
Entre todos eran ocho relatos. Que armado de valor
envié a la Editorial Cultura. Me imagino que ya son parte del polvo que flota
en el aire. Pero eran textos insidiosos y que no vale la pena recordar tanto.
Hasta que en un festival del Centro Histórico nos tomamos unos litros con
Javier Payeras y me dio una lista de nombres y libros, y conforme fuimos
platicando, la mayoría de sus libros. Fue por eso que dispuse, hacerle una
entrevista a cada uno de los escritores jóvenes más representativos que
empezaban a publicar con la editorial X. Ya antes, había tenido muy buena
amistad con Julio Calvo y con Simón Pedroza, ya que vivían en la zona cinco, en
una colonia inmediata a la mía.
En 2003, en 4º Grados Norte me encontré a Ronald y le pregunté
sobre la editorial X. Recuerdo que me explicó que ya había desaparecido.
Hablando con Payeras me contó que Estuardo se había enamorado y se había ido a
vivir a un lugar X. Ese fue el detonante
de DEEP (…y dónde está Estuardo Prado, un documental que iba a filmar el buen
amigo Sergio Valdés Pedroni).
Quise hacer una broma publicando un libro con un poema
largo llamado Deliriosaurios. Inventé una editorial. Junté a un grupo de
mujeres poetas que habían estado leyendo los miércoles conmigo en el Gran Hotel
y logramos hacer una cartonera llamada Maximón.
La broma había nacido de la idea de que en Guatemala se puede hacer de
todo, porque todo está por crearse. Lo que ignoraba era que la broma la iban a
tomar en serio en los medios escritos. Broma que también agradezco mucho, mucho.
De todos aquellos cuentos el único que fue publicado se llama
Gharbanzo. Una historia extraña que mi abuela me contara una tarde en la que
siendo niña, junto con su hermano, se terminan comiendo un guiso que en
realidad… era su propio gato cocinado
por los vecinos. La verdad nunca le creí ese cuento a mi difunta abuela, por
eso creo que es real. Siento nostalgia por esos cuentos perdidos en la
Editorial Cultura, tanto papel tirado, tantas memorias mal escritas.
Lo demás vio la
luz, y lo expreso con mucha gratitud, por la amenaza amigable que significó
para mi haber conocido a Estuardo Prado y se le diera la chispa a la Editorial
X. Uno de los mejores amigos con los que hablábamos por horas de tanto
que ya no me acuerdo. Una vez me dio su fórmula mágica para sobrevivir a
cualquier década: un bote de vino tinto Termidor y veinte diazepanes, luego agite, luego
beba, luego viva.
Somos más que la posguerra de un país. Somos tiempo
que se esfuma. Esos años de soledad y aprendizaje han quedado atrás junto con
esa primera idea para un libro. Las
editoriales en Guatemala, el trabajo editorial es casi mesiánico. Un libro en
Guatemala es un rayo de luz halógena y luego se pierde. Es una gracia increíble
que la editorial X siga echando raíces.
Voy a concluir sin percusiones.
En esos años noventa, entonces cuando todo era una
mierda y las brújulas estaban más locas que una cabra, yo encontré mi vocación.
La escritura es nuestro salvavidas. Larga vida a ese muchacho de pelo rojo y
tatuajes en sanscrito.
Lester Oliveros Ramírez
Viernes 24 de octubre del año 2014
lunes, 22 de septiembre de 2014
UN GARABATO ENTRE UNA NIÑA
Pareciera
que te voy
a dejar de
escribir ahora
y te
empezaré a dibujar
porque ahora
mismo
siento el
vuelco de dos corazones
del que
habla
y ciegamente
palpa en la oscuridad
a un niño.
El beso que
nos dimos
en la
infinita cama entre las sábanas verdes
fue el
molino que dio vida
a este signo
de futuras risas.
Ahora yo
que ya de
niño buscaba oscuridades
sol y
estrella me acompañan.
No me quites
este gesto
de pintar
palabras en mis manos
líneas sin
orden
he
inventado.
martes, 19 de agosto de 2014
Oh, capitán, mi capitán!
A Robin Williams
Todos morimos
pero algunos sobrevivirán
en el control de una TV.
Hoy me contaron de tu muerte.
Cambio de canal
y veo el noticiero
en uno de todos mencionaron tus películas
(cambio de canal)
en otro veo tu mejor actuación
sobre un escritorio levitando
o vestido de anciana.
Vos seras infinito tras la noche y el sofá.
Yo que soy pequeño delante de todo
no encuentro cómo explicarte
que la película de tu vida
duró un segundo en tu mente ante el cordel
pero vivirá en tanto haya cable en la colonia.
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