Las Marimbas del Infierno
de Julio Hernández Cordón
Una película
hiperreal.
Detrás de la pantalla blanca donde se proyecta la ficción está el nido que engendró la trama. Frente a la pantalla, la gente se distrae, piensa, se olvida. Eso es lo que pasa normalmente en todos los cines. Pero así no es el cine de Julio Hernández Cordón, realizador también de Gasolina y según me voy enterando ahora, también de unos cuentos publicados por la extinta y sagrada editorial X.
Vi las marimbas del Infierno el día de la inauguración de Manifestarte. El cielo era una mancha de tinta negra y muchos niños estaban como en trance por los instrumentos y baile de Sotzil. Tomé un vaso de vino de caja y entonces entendí el misterio de esa pantalla blanca caza-sueños. El ambiente se cargó con ese primer segmento de don Alfonso llorando sobre su marimba a raíz de una pérdida. Mi compañera me dijo “si el llora yo lloro”, tenía razón porque la escena era conmovedora. Ya todos sabemos, que por lo que más queremos no damos sólo la vida, sino también lo que no imaginamos; además no podíamos desentrañar si era ficción o una realidad documentada.
Como espectador de algunas películas de culto y otras tantas de Hollywood, puedo comentar algunos detalles de su obra, en este caso de Marimbas del Infierno, que si bien llega a distraer y hacer reír al espectador, en la mayoría de los casos lo confronta de una forma personal con su identidad, con la imagen de una realidad distorsionada, y de esa realidad que esta del otro lado de la pantalla blanca en el momento mismo de estar viendo la película. La pantalla entonces es espejo y vidrio transparente donde la mosca busca escapar, golpe tras golpe.
Julio H. Cordón ha dicho en algunas oportunidades que su gran pasión es contar historias. Veo que sus historias son tan hiperrealistas que no son toleradas por muchos. La otra vez, en el aniversario del Centro Histórico, mientras terminaba un cortometraje de Julio Hernández vi a un muchacho entre los asistentes reclamarle la falta de veracidad en el lenguaje de la película Gasolina, a lo que Julio respondió con una anécdota muy violenta de cuando vino por primera vez a Guatemala y del lenguaje que escuchó y sirvió como material para su película. En cambio por otros es comentada como una de las grandes revelaciones fílmicas, además de haber sido premiada en el Festival de San Sebastián.
Básicamente la historia de Marimbas del Infierno es guiada por un elemento principal, que no son directamente los personajes sino la música, que forma una trilogía moderna: marimba, metal y Hip-Hop. El ensamble entre la marimba y el rock and roll y además la voz que se acopla pasivamente con el Hip Hop es una monstruosa mezcla de estilos-tiempos y formas de ser, que desembocan irremediablemente en la genialidad. Es difícil ser original en estos tiempos y algunos se atreven a decir que ya no existe nada original. Creo que las marimbas del infierno tiene una lectura de la realidad guatemalteca muy original. Es una película artesanal hecha con elementos básicos como la misma realidad guatemalteca: una realidad hecha con añadiduras, cortes y parches, una realidad collage.
La sinopsis superficial esta basada en la extorsión que sufre don Alfonso, que más que un sencillo marimbista, es un artista que no podría vivir sin tocar su instrumento. La situación se agrava cuando, luego de “esconder a su familia”, tiene que ir a esconder su marimba. Es triste ver como la llevan de un lugar a otro en plena calle. Es conmovedor verlo en su lucha diaria de preservar su patrimonio ante el desamparo y la violencia.
El Chiquilín aparece con un pasado violento que se refleja, como en Gasolina, en el lenguaje. El Blacko es un blackShirt decadente y un personaje con muchas referencias, es médico y además practica la religión judeo-cristiana (que además tiene una fuerte influencia israelí), en contra posición con su pasado satánico y rocanrolero que además logra ser el aglutinante en esa fusión del otro mundo, que es unir la marimba con el metal pesado. El chiquilín logra darle la vuelta de tuerca a la trama. Por cierto que esa escena donde aparece China Godoy en el edificio del Bar Central, me parece interesante, junto con la escena en la que terminan brincando sobre la cama, donde uno puede imaginar que en el cuarto de al lado se escandalizaron un poco por la idea que da el ruido del catre. Tiene muchos momentos de risa, como esa escena en que el Chiquilín busca a un tal Javier Playeras, y cuando Payeras le dice que para presentarse con el alto mando cultural tiene que ponerse un traje, que por cierto, no ha devuelto aún en la vida real.
El final es impredecible, seco y con un estilacho muy guatemalteco, rematado con una frase certera, que según mi compañera de vida, que además es comunicadora social, es un gancho al hígado de los indiferentes sistemas culturales del país.
Las Marimbas del Infierno es una película que se sale del molde con todo lo hecho en Guatemala, la realidad, la hiperrealidad guatemalteca, no puede ser otra cosa que una ficción cierta y, valga la retórica: hasta verídica.
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Lester OliverosGuatemala, la Reformita, 2/11/2010