«Of all the gin joints in all the towns in all the world, she walks into mine»
Me gustaría hacer unas breves postales de los lugares que frecuento. Empezaré con el Cafetín. Una o dos de la mañana. Rótulo neón enrejado, meseras amables y serviciales, Julio Serrano con una cara de mariachi desvelado, que nos invita a sentarnos, que nos ponemos conversadores, que empieza una disertación tan natural sobre Casa Blanca la película más interesante que he visto y me atrevo a decirles que la he mirado, con mi madre, más de diez veces. Julio corre el litro hasta nosotros por amistad y solidario con nuestros humildes diez quetzales sobre la mesa. Yo estoy en un estado alterado de conciencia luego de recorrer la zona 1 hasta Bad Attitud con una amiga no vidente del brazo. Y antes de entrar confirmé que era cierto, Juan Pablo Dardon era más alto que yo y Tito Monterroso y además no era ninguna malsana invención de Javier Payeras. Lo saludamos. Juan Pablo estaba a las puertas del local de Farnes y naturalmente sostenía una cerveza, pero había algo en esa forma de sostener la cerveza que me hacia pensar en anuncios de publicidad, Juan Pablo es en cierta forma un personaje publicitario producto de infinidad de comentarios hasta volverlo un ser conciente de algunos descabellados juicios. Es popular y lo sabe y, le agrada, no hay duda, es cómodo hablando de los mensajes anónimos y entonces todo se vuelve un gran teatro, la comedia humana en el micro cosmos de este amigo; quedamos de hacer un ejercicio literario, nada más y nada menos, que en El Cevichito frente a los Próceres. Un cague de risa, cree firmemente que se acaba de graduar de sexto primaria, como bromista se gana un cien.
Me quedé con estas anotaciones de Casa Blanca en el Cafetín, paredes pintadas de blanco y sencillísimas mesas y sillas, amigos, travestís en ropa intima, provocadores borrachos y elegantes cantantes de blues. Neco parecía un naufrago sosteniendose de la mesa en ese mar de sueños que es la vida nocturna. Pero Casa Blanca merece un capítulo aparte, diré que es mi película favorita. Humphrey Bogart entre el piano y la letra de As Time Goes By, atento a la entrada de Ingrid Bergman, bella e imposible (Play it again, Sam). Siempre dije que esta película es para mi una metáfora del bien y del mal, de la sutileza de sus vestiduras, de lo impostores que son los dos, la mafia de los sentidos. Bogart hace el papel del duro, pero quien termina siendo más dura es la Bergman. Bogart decide con sabía benevolencia y presiente que si ella se quedara ya nada sería igual, que ella siempre vio en él un producto de las luces de Paris y el glamour de la juventud, pero las luces de Paris y la juventud ya se han ido o por lo menos todo ha cambiado. El también intuye que al sacrificar todo por que ella siga a Victor Laszlo (imagen del idealismo inconmovible), el podrá esperar algo mejor, un nuevo capítulo, otro affair. Muy listo. Ella también. Los amigos, una española de Galicia y un joven estudiante, que acompañaban al escritor de Trans 2.0.
El cafetín esta a un costado del Palacio Nacional, esta abierto las 24 horas. Si llega una noche de estas, es posible que pueda hablar con algun inmortal desvelandose.