Daniel Alarcón Osorio,
y su libro Aprender a Quedarse,
Vrs. su biblioteca-universo.
El libro de Daniel Alarcón, es un libro auto publicado, esto es símbolo de la libertades que se pueden encontrar en este texto. En el micro-relato New Age de Aprender a Quedarse, se puede pesar, catar, sentir el bouquet de esa ironía ya sentida en Amo a mi mamá. La crítica de Daniel va duro contra el sistema. Hay suficiente intuición Kantiana para saberse ingenuo de ciertas maquinarias malévolas que circundan estas burocracias prehistóricas donde abundan esos tiranosaurios con corbata que van en limosina a Hiperpaiz. La crítica es eficaz porque logra que el texto resulte en una compacta creación estética que doblemente espejo se revierte sobre el lector.
Dante Liano, ese excelente narrador, escribe en el prólogo la constante de las creaciones textuales de Daniel Osorio, yo agregaría una basta cultura como lector. El año pasado, tuve la oportunidad de almorzar con Daniel. Me invitó a su casa por el diseño de una revista virtual que soñaba desde hacia ya mucho tiempo. Fui, deje mis libritos en una mesa, en el espacio menos encopetado, y entonces por poco me caigo de espaldas. Tenía, tan sólo en su cuarto de estudio más de 8,000 libros aproximadamente, una mesa como ya mencioné con unos grandes tomos, entre ellos un libro grueso de Anton Chejov. Vi en esa librera los mejores títulos de William Faulkner, clásicos en regla, libros antiguos, editoriales desaparecidas y recientes de toda Latinoamérica y Europa, autores del Boom latinoamericano, varios escritores modernos norteamericanos que valdría la pena leer antes de llegar a los treinta y re-leer a los cuarenta, autores franceses que yo idolatraba, cientos de títulos sugerentes. Me senté en una mecedora y pensé en quedarme a vivir en aquel cuarto y pensar como Borges pensaba, que el universo era una basta biblioteca. Daniel posee entonces una galaxia personal.
Su libro, tiene referencias caras de libros seleccionados. Pude ver que cita a Cabrera Infante, gran sarcástico y humorista. Y así, por otro lado Daniel, como buen lector, ha leído con naturalidad las crueles facetas del mundo. Cada texto es un fractal, un color del magno caleidoscopio de ese mundo que es un tanto cínico y sucio en esta parte del mundo. Por otro lado, hay un vértice romántico, y aunque la palabra convoque ciertas imágenes en desuso por la tecno-música y el Reguetton, es valida la ternura, el reencuentro con imágenes de la infancia, el tejer desde la ingenuidad un sueño paternal donde el hijo es también héroe. Veo en esto algo de los mismo que se ve en la generación de post-guerra, estos chicos desencantados que a todos nos encantaron como Javier Payeras o Alan Mills o Byron Quiñonez, donde abunda el desasosiego y la irreverencia pero también surgen gestos de respeto y una ternura ebria de excesos, naturales en nosotros los seres humanos que aun no logran descifrar los psicoanalistas.
Este es un milagro más en la mínima cooperación gubernamental por botar los impuestos a los libros. Ya desde hace muchos años que en México se han olvidado de algún día los libros pagaban IVA. Así nos vamos quedando atrás. Los pocos que tenemos acceso a las bibliotecas o internet, vamos lento también, porque el avance es un privilegio para las masas, que la gente por multitudes lea y crea en un estado que va en el tren del futuro sólo serán posibles cuando los mercenarios de políticas subversivas, empiecen a notar el avance inminente de otro frente que va jugando en serio por la transformación.
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El libro Aprender a quedarse, será presentado por Luisa Perez y Léster Oliveros, en el Salón Fuego del Parque de la Industria a las 17: 00pm.