El día que F&G le anuncio, por medio de correo electrónico a Denise que iban a publicar su novela, era el cumpleaños de su madre ya fallecida. Fue el 21 Noviembre del año 2007. Y comparto la emoción, ya a unos años y meses de distancia de ese evento de milagro y destino.
jueves, 11 de marzo de 2010
LECTURA DE LAS FLORES DE DENISE PHE FUNCHAL
El día que F&G le anuncio, por medio de correo electrónico a Denise que iban a publicar su novela, era el cumpleaños de su madre ya fallecida. Fue el 21 Noviembre del año 2007. Y comparto la emoción, ya a unos años y meses de distancia de ese evento de milagro y destino.
lunes, 8 de marzo de 2010
ACORDEMONOS PUES...
Mi versión particular de un libro que no he leido más que de boca de amigos. Entre ellos que ya van sumandose. Javier Payeras quien abre puertas y ventanas de un universo temporal de su vida privada. Pablo bromo que viaja en la memoria a rescatar su propio tiempo perdido y recuperado ahora en esta nota. No se me escapa tampoco Gabriel Arana que repite humanamente el me acuerdo de todos nosotros una generación que apenas esta volviendo a ver su propia arquitectura personal. Y un insignificante homenaje a la imaginación de Georges Perec que nos visita de otro mundo donde quizás lo recuerdan con esa cara de loco.
2- Me acuerdo del patio de la casa de la abuela, lleno de flores y mucho sol.
3- Me acuerdo del blanco mazapán de Amatitlán y de como me gustaba.
4- Me acuerdo del sabor del azúcar en cubitos.
5- Me acuerdo del sol a los 4 años.
6- Me acuerdo de la calle a los cuatro años.
7- Me acuerdo de un amigo de apellido Rubios.
8- Me acuerdo del rumor de la lluvia en torrentadas arrancando tierra en un rio ancho y turbio.
9- Me recuerdo, al atardecer, poniendo barquitos de papel en un rio propio en la puerta de la calle.
10- Me acuerdo de los aviones que pasaban ahuyentando a los zopilotes.
11- Me acuerdo de las ruedas de acero en el asfalto, del repartidor de periódicos y su sonido de granizada metálica.
12- Me acuerdo del sol a los seis años.
13- Me acuerdo de la primera vez que vi el mar.
14- Me acuerdo de un sólo consejo de mi abuela y mis ojos maravillados cuando me enseño por fin a escribir el dos.
15- Me acuerdo del amigo de mi abuela que me daba un quetzal por oírme reír a carcajadas.
16- Me acuerdo del sol a los 7 años.
17- Me acuerdo cuando fuimos todos a Santiago Atitlán y entramos a un gran hotel en construcción. De regreso me recuerdo que la camioneta se averió y me recuerdo escribiendo un dictado de un amigo de mi abuela en el que escribía por primera vez CACA. (todos se rieron, por supuesto)
18- Me acuerdo de la iglesia del Padre Chemita y a sus santos dormidos en vitrinas llenas de billetes viejos.
19- Me acuerdo de Miguel, Francisco, Otto y Vinicio, Edgar, y al hijo de don Fabián armando una pelota de calcetines para jugar un partido de base- ball.
20- Me acuerdo de los Scouts y de la vez que me partí un diente a la mitad.
21- Me acuerdo de las piedras que poníamos como porterías y los zapatos rotos al final de las chamuscas.
22- Me acuerdo de la soledad de las cinco de la tarde en la casa de mi abuela mientras exploraba bajo las piedras del jardín.
23- Me acuerdo de un tío que me dejaba ver televisión después de leer un capitulo de la Biblia.
24- Me acuerdo de Jimmy Swaggart y al mismo tío ponerle volumen bajo la luz del medio día.
25- Me acuerdo también de Mazinger Z, Calabozos y Dragones, Ultraman y El príncipe y el Dinosaurio.
26- Me acuerdo de una caricatura que se llamaba Cobra y salían mujeres desnudas con tatuajes en la espalda.
27- Me acuerdo de la pequeña biblioteca de mi tío Carlos, de Flavio Herrera, Rodriguez Macal y José Milla que leí desde los diez años.
28- Me acuerdo cuando descubrí a Victor Hugo y leí cuatro veces Los Miserables en una edición de dos tomos azules que me prestaba un amigo.
29- Me acuerdo que en ocasiones ponía en el toca discos Balada para Adelina de Richard Clayderman.
30- Me acuerdo de un robot rojo que me regalaron para navidad que tenía una espada plateada.
31- Me acuerdo de la primera vez que tire un trompo.
32- Me acuerdo de los yoyos con luz y de cómo se iban destrozando en lo que llegaba la madrugada del 25 de diciembre.
33- Me acuerdo de la vez que me subí a una silla para alcanzar una botellita de vino.
34- Me acuerdo de las noches a los 9 años.
35- Me acuerdo de mi madre llevándonos por la calle como si fuéramos al monte Horeb.
36- Me acuerdo del programa Campiña y a Chalio.
37- Me acuerdo de la música de Rigo Tobar que cantaba mi mamá.
38- Me acuerdo de las fiestas en casa de la abuela donde invitaban a todos sus amigos.
39- Me acuerdo de Siempre en domingo y a todos diciendo “aún hay más”.
40- Me acuerdo de los chicles Bazuca que traían historietas.
41- Me acuerdo de los chocolates Popeye.
42- Me acuerdo de una tarde en la que mi padre me regaló Corazón de Edmundo D´amicis. Fue el primer libro en el que descubrí otros mundos.
43- Me acuerdo que también me presentaba a todas las señoritas que atendía las tienditas de tolerancia donde se ponía contento con unos litros.
44- Me acuerdo de la escuelita amarilla a los 10 años y el parquecito detrás de la iglesia donde se juntaban a fumar marihuana los ladrones de la colonia.
45- Me acuerdo de la primera vez que me asaltaron en una camioneta 103.
46- Me acuerdo de MC Hammer y su forma de bailar U can´t touch this y a Tecnotronic.
47- Me acuerdo de Sinead O´connor cantando Nothing Compares, y el romance de una noche con una supuesta prima en no sé que grado consanguíneo.
48- Me acuerdo de una madrugada formado en el instituto Adolfo V. Hall y a un chico que le rompí la nariz en filas.
49- Me acuerdo de la poesía oscura de beber por primera vez.
50- Me acuerdo de la turbulencia de los once años.
51- Me acuerdo de un hombre que cruzó de una torre a otra del Geminis 10, caminando sobre una cuerda y sólo con la ayuda de una vara.
52- Me acuerdo del primer concierto de Bohemia y que llevaba sin darme cuenta una chumpa negra de los New Kids On the Block.
53- Me acuerdo de la primera vez que fumé marihuana en la casa del Unicornio y que nos pusimos a leer koanes.
54- Me acuerdo del Informe Pelicano con Julia Roberts que la vimos con un cuate en el cine las Américas, donde también vi Un Mundo Perfecto interpretado por Kevin Costner.
55- Me acuerdo de Simón Pedroza prestándome el Never Mind de Nirvana allá por el 92.
56- Me acuerdo de los malos poemas que escribía tan bien y con mucha confianza.
57- Me acuerdo de la incógnita de Dream World de Julio Calvo y su amigo Avendaño con una barba de abuelo y los ojos más turbios que nunca.
58- Me acuerdo del mejor café con leche que he probado en mi vida en el Café Oro oyendo Mazzy Star sentado a la mesa con Omar y Giovanni Pinzón hablando de cosas geniales.
59- Me acuerdo de la primera vez que me emborraché y desperté de pronto en los brazos de una brasileña que me llevo, días después a la vuelta de su casa en la cañada en su carrito blanco y se desnudo para mí.
60- Me acuerdo del cometa Halley a los diez años y el rumor que dejó cuando se alejó su cola brillante.
61- Me acuerdo del Darío queriendo romper los vidrios de la caseta.
62- Me acuerdo de Javier Payeras saliendo entre las sillas de el fondo de cultura económica con un monologo tan ininteligible para mi, en la entrega del libro de Julio Calvo, que diez años después todavía le pregunté que qué quiso decir al citar a Macdonalds a la par del Espíritu Santo. (aunque a estas alturas es una buena broma ya)
63- Me acuerdo de los Heroes del Silencio en la Plaza de toros y el lodo hasta las rodillas.
64- Me acuerdo de mi hermana Claudia bebiéndose mi botella de vino una noche de fin de año en Panajachel.
65- Me acuerdo de los amaneceres en Panajachel y el sol de las tres de la tarde en que me tiré a una lancha llena de coreanos y no les entendía nada.
66- Me acuerdo de una chica que conocí en el Burger King y se hizo mi novia en una noche mientras hablábamos, alternativamente, del Salmo 91 y de Herman Hesse.
67- Me acuerdo de la primera agencia de publicidad en al que trabajé sin haber cumplido los 17 años y que las secretarias llegaban a preguntarme cómo se redactaba una carta y yo les inventaba frases.
68- Me acuerdo del parque San Sebastián y el bautizo que nos hicieron la vez que llegamos con el Rafa.
69- Me acuerdo de toda una noche jalando cocaína y hablando de nuestra vida con aquel cuate que le llamábamos El Abuelo y cantaba muy bien New York de Frank Sinatra.
70- Me acuerdo de una mañana que amaneció lloviendo ceniza.
71- Me acuerdo de la primera vez que vi como mataban a alguien a una cuadra de distancia.
72- Me acuerdo de una chica que tenía un delfín en la cintura, por la espalda y, la cola, se le veía salir del pantalón.
73- Me acuerdo del sol a los veinte años.
74- Me acuerdo que empuje a mi madre a recibir a Portillo en un puente en la zona 5 a unas horas de que ganara las elecciones.
75- Me acuerdo de los tamales de mi abuela.
76- Me acuerdo de la primera vez que oí Black de Pearl Jam
77- Me acuerdo de la muerte de mi abuela, de su tumba grande y de sus hijos peleados.
78- Me acuerdo de Quincy´s y las hamburguesas napolitanas.
79- Me acuerdo de un amigo pasando entre toda la gente con una botella de vino unas horas antes de la firma de la paz.
80- Me acuerdo de una mujer que vi meterse en la boca doce puros y fumarlos al mismo tiempo conjurando el amor de una mujer.
81- Me acuerdo que nunca he apostado en serio por dinero.
82- Me acuerdo de un cuartito de hotel en antigua que costaba 50 quetzales la noche.
83- Me acuerdo de una vez que vi pasar a Vinicio Cerezo en un Mercedez beige.
84- Me acuerdo de la mañana que me llevaron a conocer el basurero de la zona 3 y me pareció algo realmente surrealista.
85- Me acuerdo de los pirujos con frijoles que nos daban en la Casa del Niño No.4 y que jamás volví a saborear.
86- Me acuerdo de los medios días hablando con mi padre, después de tanto alejamiento.
87- Me acuerdo que con Ludwin, un amigo de sexto grado, quisimos hacer pólvora con elementos tan básicos como el azufre de una cueva, aluminio de una mesa vieja y oxido de unas baterías.
88- Me acuerdo que yo creía firmemente en que algún día iba a volar o a mover cosas con la mente.
89- Me acuerdo que creía que tenía telepatía y podía decirle cosas a mi novia mientras estaba dormida.
90- Me acuerdo que era un chico tan malo que chantajeaba a un amigo que todavía me lo recuerda y además es mi amigo.
91- Me acuerdo que maté un gato por saber si de verdad siempre caían en cuatro patas.
92- Me acuerdo que me gustaba desarmar todo.
93- Me acuerdo que me gustaba jugar ajedrez.
94- Me acuerdo que una amiga se acordaba de mi cuando sonaba en la radio Peces e Iguanas.
95- Me acuerdo de Jackas en MTV las mañanas de los domingos.
96- Me acuerdo de un programa de radio en el que decían que el sueño no existe.
97- Me acuerdo de los matones de la clase y de que jugaban cincos todavía.
98- Me acuerdo de Paris era una Fiesta, de Hemingway.
99- Me acuerdo de mi mismo mirando al vacio, ebrio, sostenido de un puente.
100- Me acuerdo todavía ahora...
martes, 2 de marzo de 2010
TECOLOTE RAMIREZ AMAYA VIENDO EL PAJARO SOBREVIVIENTE
Unos comensales lo saludan desde una mesa en el centro, y sin problemas, se levanta y va a devolverles el saludo. Supe que dos de sus hijos viven en Suiza. Supe que vivió en Francia, y cumplió treinta años en Paris.
Tomábamos un buen vino español, sardina con tomate, cebolla picada y unas tortillas con queso derretido al estilo nicaragüense. El maestro se miraba feliz en su casa. Nos contó de los años viviendo en hoteles, y, que gracias a su mujer, ahora puede sentirse más a gusto en una casa propia. Dorian, amigo de de esos años de hoteles y conga, recuerda todo al verlo por la televisión. Mi busqueda de la persona de Ramírez Amaya fue por una entrevista en la que el contaba que García Márquez lo visitaba en la montaña, luego por el libro que le prologó Sobre la Libertad, el Dictador y sus Perros Fieles. La suerte grande de haber viajado por Costa Rica, Inglaterra, Paris y México y llevar consigo unicamente la buena estrella de haber vivido la luz y las tinieblas para dibujar una zoología lírica e imposible de pasar por alto.
Fotografia: diario la Hora.
El Pajaro Sobreviviente en YouTube.com.
TERREMOTO EN CHILE/ COLABORACION DE JUAN PABLO MENESES
viernes, 26 de febrero de 2010
ESTUARDO GRAMAJO TATO /MAS ALLA DEL MAR DE NUBES
Gaston Rébuffat
*
El bueno del Tato sabía que yo había estado en el Hall. Así que para mí el trato fue diferente desde el primer día. Divertido. Los juegos Scout son juegos donde se pone de manifiesto la astucia y se vencen los miedos. Yo era tan malo en los juegos de fuerza o habilidad que me dio en llamar, simplemente: el araña. ¡Vaya apodo! Tenía un árbol. In my Tree, como la canción de Pearl Jam, que no lograba subir nunca. Era literalmente un tormento para mi aquello. El día que lo logré subir, el Estuardo hasta me tomó una foto.
Era un líder bastante intuitivo. A veces, hasta rozaba con la intuición zodiacal que sólo les es dada a ciertas mujeres. No había juego que no fuera probado antes por él. Ahí le perdí el miedo a la muerte, conocí lo que se siente cuando a uno se le parte a la mitad un diente, y supe lo intolerable que es pasar dos noche sin dormir en el campo.
Una noche acompañé a una gran amiga a la casa de unos sus amigos de alguna familia pudiente La casa tenía unos acabados finísimos y una vista maravillosa. Al salir leí “Altos de Cayalá”. Me asusté y me dio nostalgia al mismo tiempo. Estaba en una casa construida en el mismo bosque donde yo jugaba a ser libre.
Pero esta nota es sobre Estuardo Gramajo, quien acaba de subir el Aconcagua el pico más alto de América y del mundo, afuera de Asia. Debió ser una noticia en Guatemala. No he visto los reportes. Lo cierto es que es mi amigo es un gran tipo que su única pasión es llegar arriba, más arriba del mar de nubes.
Pueden visitar su blog aca.
lunes, 22 de febrero de 2010
MALADES IMAGINAIRES
miércoles, 17 de febrero de 2010
CIELOS FALSOS (II)
martes, 16 de febrero de 2010
CIELOS FALSOS (I)
Ayer entré por fin a un grupo de Alcohólicos Anónimos. Tantos chistes que había escuchado sobre eso. La cortina era de color verde. Metí la cabeza y pregunté si podía pasar. Fue un momento interesante porque se me quedaron viendo por un instante que pudo volverse eterno. Una de las señoras que estaba sentada en medio de todos me invitó a pasar. Luego otro señor se volteó y me saludó amablemente. Un señor, como de sesenta años, compartía sus experiencias desde un estrado donde estaban grabadas en letras brillantes las dos A. El hombre relataba, pausadamente, su experiencia con el alcoholismo. Era canoso y moreno. Al terminar, un hombre, quizás el más distinguido de todos, dio lectura a la tercera tradición. “Si hay alguien entre nosotros que tenga problemas con el alcohol, póngase de pie o simplemente levante la mano”, dijo. A mi no me costo trabajo levantar la mano. Todos aplaudieron y el turno de hablar le tocó precisamente a la mujer mayor que me saludará al principio. Era bajita. Me dio la bienvenida y se extendió describiendo la felicidad que sentía ahora que ya no bebía. Pero me pareció bastante afectada por la melancolía. Le di las gracias en voz alta por la bienvenida. El hombre que estaba sentado en el escritorio al fondo anotaba algo en un papel. Pudo ser mi nombre en algún orden alfabético. Luego subió un joven de playera blanca. Mal hablado, pero franco. Me sirvieron café. Una joven morena paso con un canastito de pan. Luego me di cuenta que todos eran mal hablados pero absolutamente sinceros. Uno de todos era retórico. Habló de las infinitas posibilidades con las que un alcohólico se excusa ante el mundo. Dijo que yo era muy joven y no podía precisar si fuera alcohólico o no. Otro que paso era un orador nato. Y tenía una cualidad especial: sabía hacer reír a la gente. “Al alcohólico no le gusta ni mierda, que los patojos como gritan, que la mujer no los cuida, puta, pero en la cantina, risa y risa”. Decía todo esto con el mayor de los descaros, dándome la bienvenida a cada rato y mirándome con un desdén interesante, mientras hablaba de su mal caracter y de los sintomas cotidianos del borracho. Habló, al final de su grandioso discurso, de sus borracheras de meses, que había pedido dinero en la calle aprendiendo a temblar para despertar la compasión de las señoras que iban al mercado, habló de que dormía en carros abandonados y despertaba a plena calle, todo esto, desde que le dijo a su mujer, una tarde, que iba por cigarros.
Precius, Depeche Mode.
viernes, 12 de febrero de 2010
CARRERA ESPACIAL Y CUENTA REGRESIVA: CATAFIXIA (intercambio de doble-via)
CUENTA REGRESIVA: CATAFIXIA
(Intercambio de doble vía)
En Guatemala, como había de esperarse en el dos mil diez, se han empeñado a mandar un grupo de personas al espacio, entre ellos están puros poetas. Los conductores- astronautas de esta travesía (o travesura), hacia el espacio son Luis Méndez Salinas y Carmen Lucia Alvarado. Era sólo cuestión de tiempo para que despegara la nave en los cielos americanos y dejara tras de sí un celeste y blanco surco de posibilidades poéticas. Así que abróchense los cinturones, protéjanse los ojos porque la cuenta regresiva a empezado ya. La nave se llama: CATAFIXIA. Es una plataforma multi-despegue que perderá en el espacio literario a cuatro poetas cada mes. Por ahora, dos nacionales: Wingston González y Gabriel Woltke y a dos poetas uruguayos: Alex Piperno y Olga Leiva, quienes están cruzando los dedos en la estación de despegue. Los invitamos a presenciar el conteo final el día 18 de Febrero en el Gran Hotel a las 19:00 horas. Mientras tanto los dejo con unas preguntitas al creador de esta interesante propuesta extraterrestre Luis Méndez Salinas:
1) ¿Cómo se te ocurrió el asunto de la Editorial?
LMS: En octubre del año pasado fui a un festival de poesía en el D.F., y como parte de este rollo se planteó una asamblea general (así con ese término tan sospechoso) para tratar de establecer estrategias (políticas, no literarias) para crear redes de escritores latinoamericanos. Desde el principio me pareció claro que lo que la mara busca no es trabajar por difundir literatura, por cambiar paradigmas cansados en el continente, sino que pretende encontrar espacios cómodos para gestionarse a sí mismos, ni siquiera a su obra. Ahí es donde empieza todo el asunto: traje una idea muy burda de crear un mecanismo que permitiera agilizar el intercambio de poéticas en el continente, fuera de ese discurso mamón y ONeGero que predomina en estas “iniciativas culturales”.
Al regresar, empezamos a trabajar duro en el proyecto junto con Carmen. Así se fue gestando, fue tomando su forma. Pronto empezamos a contactar más gente (Alejandro Marré y Martín Díaz) y así fluyeron las ideas y las colaboraciones. Entonces, llegamos a donde estamos ahora: montamos una alternativa cultural independiente sin fines de lucro que dinamite el adormecido ámbito editorial guatemalteco mediante la publicación de lo más significativo de las escrituras actuales en el continente. Como ya sabés, el proyecto inicial implica la publicación de cuatro títulos mensuales: dos guatemaltecos, dos de otro país. Así, al final del año tendremos 48 obras de trece países distintos. Un panorama de lo que pasa hoy en la poesía latinoamericana.
LMS:…jajaja, ¿pues qué? Para este año no tenemos tantas expectativas como ganas. Tanto chance no lo deja fantasear tranquilo a uno. Lo que sí sabemos es que el proyecto no se quedará como inicialmente lo planteamos. En un principio pensamos en hacer las 48 publicaciones de este 2010 y ahí nomás. Ahora ya tenemos planes para seguir publicando y diversificando el asunto, hay otras colecciones en puerta y un par de proyectos paralelos que funcionarán como un todo coherente. Si de esperar se trata, “esperamos” dejar un testimonio concreto, palpable, leíble, de lo que se escribe hoy aquí, queremos que esas grandes obras de autores extranjeros que tienen nuestra edad y sufren nuestras mismas penas lleguen a nuestros estantes sin que sea necesario salir y buscar (aunque no encontremos) sus trabajos y, de paso, mostrar en el resto del continente lo que hacemos los chapines. Intercambio de doble vía pues, eso esperamos.
3) ¿Quiénes son los primeros publicados?
4) ¿Cómo han recibido la respuesta del público?
5) ¿Cuál es la mecánica de selección y publicación?
...12, 11, 10, 9, 8, 7, 6, 5, 4, 3, 2, 1, 0...................................
Lester Oliveros R.
11/02/10
miércoles, 10 de febrero de 2010
GENESIS DE LOS POETAS
Estuvimos en el paraíso, jugábamos con la luz de soles invisibles y renacíamos al despertar de cielos más tersos. No podíamos encontrar la oscuridad ni al cerrar los ojos. Todo era claro allá en el paraíso, tan puro, y nuestros cantos eran dulces alabanzas, suaves silbidos que se volvían cabellos de corceles transparentes. Galopaban sin amarras, desterrados, llevando nuestra voz resplandeciente a otras latitudes, a tierras ignoradas, a pueblos silenciosos donde el silbo era presagio. Cuando nacieron los árboles, cuando crecieron los frutos, creció la llama y el veneno en el centro de la pulpa. Éramos todos iguales, éramos todos iguales, ninguno conocía del otro más que su voz y su lenguaje. Todos poetas, todos hermanos, todos de la misma tierra cantábamos sus secretos, ignorantes del oscuro matiz de los pecados. Pero llegaron con los frutos las estaciones infinitas, y entre ellas una boa enrollada en las raíces. ¡Boa-culebra, boa-culebra! Cantaban ya los pueblos. Mientras los poetas miraban sus inocentes ojos cristalinos, la serpiente repetía la canción en otra lengua. La mujer paseaba su cuerpo desnudo, pechos al viento, rojos pezones, pies dibujados con todos los pinceles de los cielos, dios femenino mitad luz mitad tinieblas. Ojos oscuros, oscuros como noches sin pan, como tiniebla sin faro, mujer, animal extraviado ¡hasta donde conocimos la miseria!, no fue la boa ni la fruta, fue el calor de sus muslos, el olor de sus pechos, el sabor de su lengua, el fuego de su sexo, el silencio sin dioses, eso fue la mujer, la babel de los hombres, confusión y delirio, lamento, gozo. Todos éramos poetas, todos hermanos, todos hechos de la misma tierra, hasta que una mujer junto con sus manos la penumbra y fue serpiente, fruta y Dios expulsado. Si, éramos como dioses, sabiendo el bien y el mal. Los milagros de antes, ahora son herejías; condenados todos a la oscuridad en los siglos de siglos, por la belleza inhumana de una virgen.
sábado, 6 de febrero de 2010
LEYENDO EL CIGARRO
Paraselso
Provengo de una familia que amaba las supersticiones sobre cualquier ciencia. La ciencia era la superstición. La interpretación de sueños que hacía mi abuela y mi madre resultaban ser mejor que los pronósticos climáticos de la TV. Las cucharas y tenedores, en fin, todos los objetos de la mesa y de la casa estaban a merced del milagro de las predicciones. Incluso el sol y las nubes, el color del cielo, el ritmo del silencio por las tardes de verano. Mi abuela creía en el poder del agua y del fuego, en el sintoma de las tormentas en los corazones de los solitarios. Mi madre en el poder de las velas y el amor, en los eclipses infantiles a las seis de la tarde. Una de mis tías sabía más de cartas y de puros que de telenovelas y había una vecina que estaba completamente tomada por los espíritus de los desaparecidos tras la dictadura. Era médium aunque algunos juraban que era comunista. Los espíritus lo rondaban todo de noche y de día. Inquilinos que salían huyendo hablando de aparecidos sentados a los pies de su cama. Mi madre que miraba sombras negras cruzarse los pasillos a pleno día. Y una de mis hermanas miraba duendecitos parados en el baño, muy quietos, velando las gotas furtivas que caían de la regadera a las diez de la noche. Pero la hora crucial eran las doce. A las doce en punto de la noche salían las celebridades de la pasarela nocturna. El Cadejo negro y blanco. El Sombrerón y la Llorona, la Siguanaba, y, a la que más temía mi madre, la famosa Lechuza. Su grito, era quimérico, entre el llanto de un niño, el maullido feroz de una gata en brama y la solida sordidez de un pájaro del otro mundo. Se roba el alma de los niños, según dicen.
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Planeador-Soda Estereo
jueves, 4 de febrero de 2010
PEQUEÑO POEMA PARA MARIA FERNANDA (3 MESES DE NACIDA)
María, tus ojos son como flores cósmicas, diminutas y celestes. Me miro en ellas. Te veo sonreír desde un bing bang de tres o cuatro meses de vida. Se me cae algo de adentro como un pesar de siglos. Te sigo viendo y vuelves a reír, algo me dice que me conoce de niño.
De niño también lloraba, corrían mi madre y mi abuela por mí desde las pesadillas del sueño. Desde la almohada de lo invisible a prepar el alivio con hiervas y canciones. A las dos de la mañana jugando a ser madres. A las tres de la mañana oyendo el llanto de uno. Pañales de lágrimas que ahora son risa. Miradas sagradas desde la inocencia y la experiencia de la tristeza y el milagro del pan y el agua. A la madrugada el respiro asombroso de la oscuridad sin nadie. Las sábanas tibias donde se arrulla el mundo, un universo limpio como una hoja de papel sin letras.
Fernandita, yo sé por qué tu risa, la vida la entiendes mejor ahora que lo sabes todo, y no podes decirlo.
martes, 2 de febrero de 2010
TODO POR MAGNOLIA
Odio los espejos. Verme en ellos reflejado me disgustaba tanto que de niño los quebraba a escondidas. Al crecer intenté reconciliarme con ellos, pero en lo profundo conspiraba en su contra y los imaginaba quebrados. Mi diario esta lleno de metáforas que aparentan ser bellas y en realidad esconden mi rencor hacia sus reflejos. Con el tiempo había aprendido a percibir a quienes los adoraban, y me alejaba de ellos como si estuvieran enfermos de algo contagioso. Pero ya había logrado dominar ese horror de verlos en todos lados repitiendo mis gestos como fieles actores al papel que representan. Hasta que una tarde en un café de la Antigua Guatemala, frente a un inocente lavamanos, levante el rostro y vi aquel enorme espejo con marco de madera. Estaba solo en aquella habitación de un artificial estilo colonial que el espejo replicaba ante mí. En un parpadeo sentí el eterno transcurrir del tiempo; sentí que todo lo que sabía era aparente, y me era arrebatado. Vi mis ojos arrogantes interrogando mi imagen, vi mi cabello corto, negro, como cuando tenía diez años y me vestían de traje para enviarme a la iglesia, vi la mirada que los años me habían vuelto desconfiada. Me fije en los detalles, vi mi camisa blanca, el viejo cinturón de cuero que me compre en un mercado, la cadena de plata que con tanto amor me obsequiara Magnolia, los botones azules de la camisa, mis manos morenas sobre el lavamanos, sosteniendo mi cuerpo delgado. ¿Soy ese? (Mi rostro es de adobe, mezcla de barro y paja, mis ojos van a ser el batir pasajero de un ave, o una luz quebrantando un portón cerrado; tengo en mi rostro la luz y la sombra, el sol escondido en una tarde lluviosa, las ruinas cayendo, cayendo aún más en el tiempo y su transcurrir silencioso, las calles empedradas, las paredes multicolores resquebrajadas, las ventanas cerradas desde el derrumbe del amor, las puertas de madera, los leones esculpidos, las sirenas forjadas por leyendas sencillas; las plazas, los parques y sus gentes bajo la lluvia). Veo en mi cara el rostro roto de mis padres, roto como una fotografía. Intuyo que no soy yo el que habla. Soy el que piensa, pienso. Hay en todo esto un dejo de engaño, una sensación burlona de no ser yo del todo. Saco del bolsillo del pantalón una libreta y un lápiz; trato de hacer algo con ellos, quizás dibuje o escriba. Intento dibujar mi expresión. Me sorprende que no pueda simplemente irme, dejar de pensar, jalar el pasador y salir a tomar mi café a la par de Magnolia. Pero lo que me detiene es lo que siento muy dentro y me confronta frente a mi imagen. ¿Este soy yo? Me veo y toco el espejo hablando con migo mismo sintiendo que alguien más me va a ver, oír, o detener. ¿Estaré enloqueciendo? Veo como mi boca se abre y salen las palabras. Siento que debería salir ya. Mi mano dibuja algo que no veo. Oigo que algo se rompe como cuando se rompe un cristal. De pronto pienso que Magnolia debe estar viendo el lindo jardín, los cuadros de las calles, imaginando que yo me la imagino. ¿Este soy? Tan serio, tan triste, lleno de defectos al hablar. Me di la vuelta. Vi las lunas y soles de barro. El paredón oliendo a humedad.
– ¡Joven, le pasa algo!- preguntó la mesera desde afuera.
– Ahora salgo- respondí.
No había oído los golpes en la puerta. Mire mi imagen y reconocí que aún me faltaba crecer. ¿Que hombres habrán inventado este diabólico utensilio? ¿En que época? Pensé en escribir sobre eso. ¿Pensé? Me imagine escribiendo, tratando de ser verídico, tratando de ser justo con las palabras. Me imagine investigando los orígenes del espejo; y tratando de deshacerme de su imagen salí del baño. La mesera esperaba con un gesto de disgusto, sostenía un trapeador y un cepillo.
– Disculpe –le dije.
– No quiere olvidar su libreta, verdad –me preguntó con sarcasmo.
– De ninguna forma, gracias.
Magnolia siempre me esperaba, era una buena mujer, muy pacifica. Me ofreció el capuchino que había pedido para mí. El café tenía un aroma calido. Tome la cuchara colmada de azúcar.
– ¿Te quedaste dormido, o qué?
– No ¿por qué? Las mujeres se tardan más –respondí moviendo la cuchara entre la espuma.
– Pero tenemos un pretexto, nos gusta tardarnos –me dijo.
– ¿Qué, me extrañaste tan pronto? –Pregunté –. No podes vivir sin mí.
– La verdad, si te extrañe amor –dijo ella como si declamara un poema –. Extrañe tu colonia, tu noche, tu mirada irreal de no estar del todo viéndome, como ahora que te veo imaginado.
– Te soy sincero, lo que me detuvo fue una sensación que no tenía desde hace mucho.
– ¿Qué fue?
– No sé, tuve miedo, rabia, ira, no sabía que hacer.
– No te aflijas, mira que bello clima, el sol radiante, el jardín, las flores; ya no más desgracias o temores pasados; ese es tu problema desde que te conozco, piensas mucho en el pasado, déjalo ir, olvídalo; toda la semana espere tu llamada, y me llamas hasta hoy, es como si estuvieras huyendo de mi.
– Ya vez, sabía que no tenía que contárselo a nadie.
– Es que estaba aquí pensando en los planes que tenemos para el futuro. Respiraba con tranquilidad al ver el cielo limpio, todo tan esplendido.
Observe a la mesera volver al baño con un caballero muy bien vestido. Bebí mi café viendo como el sol vivificaba el jardín. No pude dejar de ver hacia el baño. Los vi salir con un aire preocupado. El hombre camino con calma hasta nuestra mesa.
– Joven, podría... disculpe, tenemos un problema.
– ¿Qué sucede?
– Soy el administrador.
– ¿Qué pasa?
– Acompáñeme – me ordenó –. Usted disculpe, francamente nunca habíamos pasado por algo así en este lugar –me decía mientras caminaba –. Soy el administrador y lo que menos quiero es interferir con los turistas y visitantes, es decir, afectarlos de alguna manera, ¿usted me entiende? Este es un café muy visitado por ser un sitio tranquilo.
– Lo comprendo todo, pero aún no entiendo que tengo que ver en eso.
– Ya vera a lo que me refiero.
– ¿Fue por lo que me tarde en el lavamanos?
– No exactamente.
Caminaba tras él hacia el baño. Le seguía el paso. Caminaba lentamente haciendo énfasis en cada palabra. Volví a ver a Magnolia y de su rostro sobresalía su boca roja y sus ojos de gata. Entramos.
– ¿No ve usted nada extraño? ¿Talvez no lo vea de pronto?
Desde el lavamanos hasta el piso, los adornos de barro, el excusado, todo estaba intacto. De último vi el espejo. Me vi reflejado y recordé el extraño monologo.
– ¡No veo nada! –dije pensando ya en como le había de cobrar aquel insulto.
– Eso creí que pensaría. Párese aquí donde estoy y vea, vea muy bien.
– ¿Lo ve? ¡No sé como pudo pasar!
Cuando el hombre se paró delante del espejo se anudaba el corbatín, pero lo hacia al cálculo porque su imagen, su reflejo, no aparecía en el espejo. Fue un instante malévolo. Me sentí como deben sentirse los que ven un fantasma por primera vez y van solos por un callejón.
– ¡No puedo creerlo! –dije consternado.
– ¡Joven, por su bien y el nuestro debe decirnos que le hizo al espejo! –me gritó.
El hombre me rogaba una respuesta a punto de llorar de impotencia.
– ¡No le hice nada! Y no sé lo que pudo haber pasado.
– ¡Tiene la obligación de decirme!
– ¿Me esta amenazando?
– No, de ninguna manera. Usted es un cliente ahora y lo respeto. Pero, la mesera vio claramente que antes que usted saliera el espejo no estaba así. Ya le expliqué que este es un sitio de esparcimiento, un lugar donde las familias ¡las familias! –Me repitió –. Vienen a pasar un momento agradable, dígame ¿como les voy a explicar algo así?
– Lo entiendo, pero ya le dije que yo tampoco sé lo que pasó.
La mesera golpeó la puerta y le dijo algo muy quedo.
– Tengo que hacer algo urgente. Lo dejó aquí para que piense que hacer y, por favor no le habrá la puerta a nadie.
– Muy bien –le dije, algo asustado por la magnitud del absurdo.
El administrador era un sujeto cortez y, debía estar verdaderamente asustado. Yo no sabia ni me imaginaba como pudo haber pasado aquello. Me acerqué al espejo y todo mi cuerpo si era reflejado. ¿Y esto? ¿Habría logrado deshacerme de mi reflejo? Eso fue lo primero que se me vino a la mente. Mi reflejo, qué era, no lo sabía, pero estaba atrapado ahora en el mercurio. Me sentía entero. ¡Este soy yo!, dije dando una palmada. Pensé en la forma de explicárselo al administrador y me sentí feliz por que sabía que mucha gente desearía no verse reflejada. ¡Cuando vean que no se ven! Empecé a reírme de los que ingenuamente sentirían el vació de estar realmente dentro de si mismos. Me reí de los cínicos que se tendrían que peinar sin ayuda de nadie. Imaginé con deleite a los adoradores del espejo horrorizados ante la muerte inminente de sus rostros reflejados. ¡Se van a sentir como si estuvieran muertos! Pensé en convencer al administrador de que era una buena forma de que los clientes rompieran con la monotonía de sus vidas. Pero de pronto, me sentí abatido por que tenía razón el hombre, las personas lo único que quieren es estar en paz y que nada extraño interfiera con esa normalidad. Por ello también pagan. Por última vez mi reflejo sonreía. Tomé una escoba y azoté con fuerza contra el espejo. El golpe fue atronador. Llegó el administrador y la mesera y vieron los pedazos del espejo roto, y se asustaron creyendo que me había herido. El administrador me examino con la mirada.
– Fue lo mejor joven, bien hecho –me dijo, viendo como fluía la sangre de los restos quebrados del espejo.
Todo lo había hecho por magnolia, había decidido casarme con ella.
Picto—grafías
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