Jesús era poeta. Tenía a los profetas, los salmos y el Eclesiastés. Era poeta cuando sanaba paralíticos con sólo decir las palabras. Las palabras no eran las que sanaban sino la poesía.
sábado, 7 de marzo de 2009
martes, 3 de marzo de 2009
La Mujer del tamaño del Mundo
Para los Iletrados, santos corrompidos.
Tenía tres bocas, dos de ellas comían imágenes de luz. La otra, la última, hablaba lo que las dos bocas primeras veían.
Eras habían pasado, talvez siglos, tras ella y delante de ella; mas ahora veía con desinterés la llegada del fin del mundo. Tenía entre las piernas una luz tierna de donde salían jinetes manchados de menstruaciones. Con una de la bocas, que también eran ojos y oían, la bestia hurgaba entre los pelos del prominente clítoris buscando pequeñas perlas que brotaban entre un flujo pestilente, que llenaba la tierra de un profano olor a muerte, desde la mañana hasta el anochecer. Grandes y maravillosas palabras decía la bestia desde sus dos orificios. Todos los hombres del mundo la veían pasearse con su cuerpo desnudo por los cinco continentes, y en todos los rincones de la tierra oyeron las palabras obscenas que le salían del culo a la ramera como pedos pútridos. Cuando se cansaba de hablar pestes, se volteaba sobre el mar y parecía una isla. Pero en los peores días de la tierra mato con sus pezones prominentes a muchos valientes que trataban de vencerla con sus encantos beligerantes. Muchos temerosos también murieron, pero sus cuerpos nunca fueron encontrados, pues se cuenta que la hembra monstruosa caza de noche hombres miedosos, pues son ellos los únicos que jamás han visto a una mujer desnuda ni por casualidad. Dicen también, la mayoría de mujeres vividas, que esta inconcebible mujer libertina, hacía en otros tiempos poemas de amor para el príncipe de los mortales. Los hombres que jamás conocieron mujer, le temieron hasta desaparecer. A mí, que me ha tocado escribir tan extraña historia, me consta su locura, pero el que tenga oídos para oír, oiga.
Lester Oliveros Ramírez 03/03/2009
sábado, 28 de febrero de 2009
SHARK LIKE GIRL
Desde que la conocí sabía que sería muy breve. Ella estaba de vacaciones, y al mismo tiempo, trabajando de voluntaria para una organización que se sostenía con donativos de gente de todo el mundo, aunque principalmente de Norte América. Yo trabajaba por un sueldo simbólico y aprendía mucho sobre la gente que trabajaba de una forma lamentable en el basurero municipal de la ciudad. Aprendí mucho de los niños de esa área y mucho más del coraje de las madres solteras y las adolescentes con ilusiones.
En éste lugar agradable tuve el trabajo más idílico y lúdico que jamás imaginé: contar cuentos. Atendía una biblioteca donde organizaba cientos de historias para niños y donde encontré unos relatos alucinantes que luego leíamos y comentábamos. Me sorprendió que a la mayoría le gustara estar en la biblioteca y eran los maestros, para mi sorpresa, a los que no les gustaba la lectura y muchas veces lograban que llevar a sus alumnos a leer fuera el acto más inútil del día. Aún así organizaba lecturas en público y lamenté algunos comentarios fuertes de algunos compañeros.
Una tarde llegó a la biblioteca esta muchacha norteamericana con su saludable sonrisa y sus ojos de niña traviesa y me regaló una pulsera artesanal. Iba con una niña del proyecto y se rieron como cómplices sin decirme nada más. A mi me pareció una de esas extranjeras alocadas que pasan por el mundo coleccionando souvenirs, aunque luego pensé que debía tener los ojos más dulces que había visto en la vida, y que no era un brillo para dudar, sino para confiar en el mañana. Así que al otro día, pese a mi timidez, la saludé y le mostré la pulsera como si fuera un pacto de fraternidad. Me sonrió, y pude ver su desordenado cabello rizado brillando como una corona áurea como la de los Cupidos de alguna pintura del renacimiento. Trabajamos con los niños y servimos comidas a las madres y en un receso terminamos uno a la par del otro. Lo primero que le pregunté fue su nombre, hice una broma con su apellido por algunas declaraciones de Michael Moore; luego, al final, llegó corriendo hasta donde estaba y me dijo en su español atípico, que si podía llegar a Antigua para una fiesta.
El día convenido me dijo que su madre iba estar con ella en la fuente del parque. A mi me pareció extraño que una norteamericana invitara a sus padres a la fiesta, pues ninguna amiga anterior lo había siquiera considerado. Ella estaba frente a esa monumental fuente de piedra con sirenas sosteniéndose los pechos, por donde saltaba, de cada pezón, un chorro de agua. Al verme sonrió aliviada. Me presentó a su madre y a sus amigas y no me sentí tan incomodo como me imaginé y enseguida fuimos a Deja-Vu, Café de una amiga, en donde, para mi buena fortuna, planeaba una exposición de algunas acuarelas que pintaba en la biblioteca en los ratos libres. Tomamos agua mineral y la señora se centro en temas políticos y yo le respondía sin desconfianza lo más honesto que podía. Con mi malísimo ingles trataba de ordenar frases cortas. Ellos eran considerados y parecían entenderme, lo mismo que yo hacía con su español, así que nos considerábamos mutuamente. Ida estaba muy feliz. Me contó que estaba dudando que yo llegara, porque un año antes había invitado a otro amigo y no había llegado. Yo no estaba muy seguro de lo que estaba haciendo y pensé en seguida que tendría que ser amable hasta la media noche, porque no sabía como preguntarle a Ida si su madre nos iba acompañar a algo más que al agua mineral.
Les enseñé mis acuarelas y quedaron muy impresionados. Realmente les gustaban los colores, pero no sé hasta que punto me lo merecía, para mi eran experimentos fáciles con temas infantiles. Para esa fecha tenía una invitación a presentarlas, nada menos que en la Embajada de Estados Unidos, por medio de Elisa Bonfoid, una elegante mujer que también había elogiado mis pinturas hasta compararlas con las de Pablo Picasso. Para ser honesto eran replicas automáticas de los tonos de algunos cuadros del gran pintor, que además admiraba, y sobre todo, no quería ofender con colgarme yo mismo un titulo que no merecía. Era entonces un complot de visitantes y extranjeros fascinados. Yo nada más me quedaba callado, viendo con curiosidad a estos norteamericanos que tenían el dinero para estar en los Champs Elysees en Paris, y por lo tanto no les importaba estar escondidos en una ciudad a punto de derrumbarse.
Mi ansiedad cesó cuando Ida me dijo que iba a dejar a su mamá a un Tuc-Tuc. Caminamos con Becka y Robyn (que por cierto era un nombre de mujer), y llegamos a la Sin Ventura. Me di cuenta en seguida que necesitaba una cerveza. Vi a Becka y me asombró la perfección cinematográfica de sus facciones, era de esas jóvenes que uno ve en cualquier película norteamericana. Era bella. Me enteré que la amiga, había sido su maestra en el último grado de la High School, y no era para nada atractiva, sino un tanto varonil. Poco después apareció Ida. Me di cuenta además que sería una noche bizarra porque estaba sin querer, solo, rodeado de extranjeros, con una amiga que aún no conocía. Como sucede siempre le pregunte sobre muchas cosas que pensaba escribir luego, y me dio mucho gusto que me entendiera en español pues mi torpeza con el ingles era evidente. Aún no me había contado sobre su novio, ni sobre su vida en Carolina del Norte, ni sobre su gran cariño a los niños en el proyecto en la zona del basurero, ni sobre su vocación romántica, pero cuando empezamos a bailar empezó un gran reloj la cuenta regresiva de nuestro breve amor de dos días.
Hoy la recuerdo, porque entre todos los amores que he tenido, nunca tuve uno más breve, en la mejor época de mi vida.
Lester Giovanni Oliveros Ramírez
Guatemala 27/02/09
En éste lugar agradable tuve el trabajo más idílico y lúdico que jamás imaginé: contar cuentos. Atendía una biblioteca donde organizaba cientos de historias para niños y donde encontré unos relatos alucinantes que luego leíamos y comentábamos. Me sorprendió que a la mayoría le gustara estar en la biblioteca y eran los maestros, para mi sorpresa, a los que no les gustaba la lectura y muchas veces lograban que llevar a sus alumnos a leer fuera el acto más inútil del día. Aún así organizaba lecturas en público y lamenté algunos comentarios fuertes de algunos compañeros.
Una tarde llegó a la biblioteca esta muchacha norteamericana con su saludable sonrisa y sus ojos de niña traviesa y me regaló una pulsera artesanal. Iba con una niña del proyecto y se rieron como cómplices sin decirme nada más. A mi me pareció una de esas extranjeras alocadas que pasan por el mundo coleccionando souvenirs, aunque luego pensé que debía tener los ojos más dulces que había visto en la vida, y que no era un brillo para dudar, sino para confiar en el mañana. Así que al otro día, pese a mi timidez, la saludé y le mostré la pulsera como si fuera un pacto de fraternidad. Me sonrió, y pude ver su desordenado cabello rizado brillando como una corona áurea como la de los Cupidos de alguna pintura del renacimiento. Trabajamos con los niños y servimos comidas a las madres y en un receso terminamos uno a la par del otro. Lo primero que le pregunté fue su nombre, hice una broma con su apellido por algunas declaraciones de Michael Moore; luego, al final, llegó corriendo hasta donde estaba y me dijo en su español atípico, que si podía llegar a Antigua para una fiesta.
El día convenido me dijo que su madre iba estar con ella en la fuente del parque. A mi me pareció extraño que una norteamericana invitara a sus padres a la fiesta, pues ninguna amiga anterior lo había siquiera considerado. Ella estaba frente a esa monumental fuente de piedra con sirenas sosteniéndose los pechos, por donde saltaba, de cada pezón, un chorro de agua. Al verme sonrió aliviada. Me presentó a su madre y a sus amigas y no me sentí tan incomodo como me imaginé y enseguida fuimos a Deja-Vu, Café de una amiga, en donde, para mi buena fortuna, planeaba una exposición de algunas acuarelas que pintaba en la biblioteca en los ratos libres. Tomamos agua mineral y la señora se centro en temas políticos y yo le respondía sin desconfianza lo más honesto que podía. Con mi malísimo ingles trataba de ordenar frases cortas. Ellos eran considerados y parecían entenderme, lo mismo que yo hacía con su español, así que nos considerábamos mutuamente. Ida estaba muy feliz. Me contó que estaba dudando que yo llegara, porque un año antes había invitado a otro amigo y no había llegado. Yo no estaba muy seguro de lo que estaba haciendo y pensé en seguida que tendría que ser amable hasta la media noche, porque no sabía como preguntarle a Ida si su madre nos iba acompañar a algo más que al agua mineral.
Les enseñé mis acuarelas y quedaron muy impresionados. Realmente les gustaban los colores, pero no sé hasta que punto me lo merecía, para mi eran experimentos fáciles con temas infantiles. Para esa fecha tenía una invitación a presentarlas, nada menos que en la Embajada de Estados Unidos, por medio de Elisa Bonfoid, una elegante mujer que también había elogiado mis pinturas hasta compararlas con las de Pablo Picasso. Para ser honesto eran replicas automáticas de los tonos de algunos cuadros del gran pintor, que además admiraba, y sobre todo, no quería ofender con colgarme yo mismo un titulo que no merecía. Era entonces un complot de visitantes y extranjeros fascinados. Yo nada más me quedaba callado, viendo con curiosidad a estos norteamericanos que tenían el dinero para estar en los Champs Elysees en Paris, y por lo tanto no les importaba estar escondidos en una ciudad a punto de derrumbarse.
Mi ansiedad cesó cuando Ida me dijo que iba a dejar a su mamá a un Tuc-Tuc. Caminamos con Becka y Robyn (que por cierto era un nombre de mujer), y llegamos a la Sin Ventura. Me di cuenta en seguida que necesitaba una cerveza. Vi a Becka y me asombró la perfección cinematográfica de sus facciones, era de esas jóvenes que uno ve en cualquier película norteamericana. Era bella. Me enteré que la amiga, había sido su maestra en el último grado de la High School, y no era para nada atractiva, sino un tanto varonil. Poco después apareció Ida. Me di cuenta además que sería una noche bizarra porque estaba sin querer, solo, rodeado de extranjeros, con una amiga que aún no conocía. Como sucede siempre le pregunte sobre muchas cosas que pensaba escribir luego, y me dio mucho gusto que me entendiera en español pues mi torpeza con el ingles era evidente. Aún no me había contado sobre su novio, ni sobre su vida en Carolina del Norte, ni sobre su gran cariño a los niños en el proyecto en la zona del basurero, ni sobre su vocación romántica, pero cuando empezamos a bailar empezó un gran reloj la cuenta regresiva de nuestro breve amor de dos días.
Hoy la recuerdo, porque entre todos los amores que he tenido, nunca tuve uno más breve, en la mejor época de mi vida.
Lester Giovanni Oliveros Ramírez
Guatemala 27/02/09
miércoles, 25 de febrero de 2009
PURO HUMO (a proposito de la ley anti-tabaco)
Los prometeos modernos, son dueños del fuego y del poético humo de tabaco por muy poco, en la antigüedad les hubiera costado la vida antes de desarrollar un cáncer.
Yo empecé a fumar desde que empecé a leer a Julio Verne (podría decir que desde que empecé a leer), y eso fue hace mucho. Mi primer cigarro lo encontré tirado, aún encendido, y al hacer el golpe, vaya que me golpeó. Tosí por mucho tiempo aún con el cigarrillo en la mano. Hasta que una noche encendí un Marlboro mentolado y fumé libre de tos, aunque asediado, a los tres jalones, por un mareo embriagante que podía perder a cualquiera en una siesta mortal. Ahora lo recuerdo, mi primer cigarrillo fue un cigarro que mi papá dejó tirado. Antes de eso aprendí en la escuela a fabricar un cigarro casi real hecho de papel bond y crayones de colores. No todos los niños hacían esto. Yo lo veía en mi padre los fines de semana en los que llegaba con unas cervezas entre pecho y espalda y su cigarro Rubios entre los dedos.
El humo de cigarro siempre me resulto agradable. Me gusto también el nivel que confería. Todos los traiditos de las películas fumaban con un desinterés de gente mayor. Para un niño, ser mayor es una utopía. Uno cree que nunca podrá envejecer y ser respetado de verdad. El cigarrito entonces hacía su parte. Pocos amigos fumábamos, pero seriamos después los valentinos de nuestros propios largometrajes. Repetíamos los gestos y las formas de fumar de la gente grande, y tratábamos de hacer el número mayor de golpes sin sacar el humo. Otros intentaban guardarse el cabo de cigarro en la misma boca cuando pasaba el supervisor y muchos aprendieron a encenderlo con una mano. Eran trucos que no se aprendían en los ambientes domésticos, sino a plena calle entre rufianes con fama de maleantes. De alguna manera esotérica terminé caminando con gente mayor. Uno de mis amigos era un poeta que le gustaba ir al café Condesa en Antigua y escribir anuncios de publicidad inspirado en las bugambilias, o se entretenía en el bullicio desordenado de aquel calor humano. El cigarrito sabía muy bien entre un poema, talvez acompañado de una cerveza. Una cosa lleva a otra. El gusto se incomoda con el tabaco, y la cerveza lo limpia dejando una sensación de juventud en el paladar. Me gusto esta combinación de alquimia que me llevaría a trasmutar el viento en oro, o el fuego en tiempo. El cigarro además, se podía leer. Cuantas cosas leí en los cigarros y luego terminaba escribiendo. El cigarro es hablador. Confiesa muchos secretos del fumador. Algunas mujeres que fuman saben que el tabaco las acerca a algo espiritual. Una de mis tías es agnóstica y es la única que puede, como ninguno en la familia, leer el cigarro. Aún así nunca imaginó que en estos tiempos, el gobierno de Guatemala prohibiría un derecho de poca gente, hasta el punto de inventarse multas y penas mayores, que relevan en gravedad a la misma marihuana.
"Creo que fumar en pipa ayuda a pensar con serenidad y objetividad sobre todos los asuntos humanos"
Albert Einstein.
martes, 24 de febrero de 2009
MIEDO Y DESEO
Niña, mi pequeña gatita, éste mundo es un desierto habitado por fantasmas, espejos que recortan partes de tu cuerpo y te limitan. Hacer lo correcto es transgredir la historia, morir un poco cada día es como beber un vaso de veneno diariamente. Al final lo que mata es otra cosa, algo oscuro que llevamos todos dentro. Un millón de años atrás murió una estrella, su luz aún no ha llegado a la tierra, una noche veremos esa llama nueva en la negra inmensidad. Y tú ahora tienes en los ojos miedo y deseo. Camina un poco por la memoria, recoge una hoja de un árbol y quédate por un segundo sintiendo lo que llevas dentro. Tal vez sientas el tiempo pasar y la luz del sol te recuerde que tienes tan sólo una noche y un día juntos. Lo demás, desdoblamiento, reflejo, pedazos de vidrio con mercurio.
Guatemala 24/02/09
Lester Oliveros.
viernes, 20 de febrero de 2009
POLLO CAMPERO Y UNA GOTA DE NOSTALGIA
Yo recuerdo que el hombre era como una sombra. Una sombra que entró con pies humanos, enfundado en un gabán sucio y mal oliente y con sus manos oscuras, sin detenerse a saludar, robó una pieza de Pollo Campero del plato de mi abuelita. Ella no dijo nada hasta verlo salir. Todos los que estábamos en la mesa lo vimos correr por séptima avenida y perderse para siempre en una esquina.
Ahora que mi abuela ha muerto, recuerdo que fue ella quien nos llevó por primera vez a Pollo Campero. Nos consintió con un postre de tartaleta. Fue en el Campero de la Sexta donde vimos el desfile de Paiz desde una ventana, donde mucha gente se fue sin pagar al ver que llegaba Mikey Mouse saludando a los niños que eran toda la multitud, pues hasta a mi abuela le brillaron los ojos aquella noche de publicidad y promoción inocente de todos los productos de esta empresa. Siempre que he vuelto a Campero recuerdo aquel episodio. A mi ya no me convence el sabor del pollo, ni el servicio; mi madre lo adora, porque como a todos, algo nos recuerda ese sabor alquímico de los años de amor verdadero.
Ahora que mi abuela ha muerto, recuerdo que fue ella quien nos llevó por primera vez a Pollo Campero. Nos consintió con un postre de tartaleta. Fue en el Campero de la Sexta donde vimos el desfile de Paiz desde una ventana, donde mucha gente se fue sin pagar al ver que llegaba Mikey Mouse saludando a los niños que eran toda la multitud, pues hasta a mi abuela le brillaron los ojos aquella noche de publicidad y promoción inocente de todos los productos de esta empresa. Siempre que he vuelto a Campero recuerdo aquel episodio. A mi ya no me convence el sabor del pollo, ni el servicio; mi madre lo adora, porque como a todos, algo nos recuerda ese sabor alquímico de los años de amor verdadero.
No volvimos a ver al disipado hambriento, quizás era Dios que también se disfraza de vez en cuando para provar las nuevas promociones.
jueves, 19 de febrero de 2009
LOS PREMIOS, LOS VIAJES DE COLOM Y UN FANTASMA COMUNISTA
-Ayer, quiero contarles así en secreto, conocí a otro militante revolucionario que ya lleva unos años en la vida cotidiana de la ciudad. Habla con nostalgia de las estrategias de guerra, y dice con orgullo que era de la URNG. Me cuenta que trabaja ahora de cocinero y sirve muchos desayunos y muchos almuerzos al día. Me dice que se levanta a las cuatro de la mañana porque su empleo esta fuera de la capital, y que lo primero que oye, para empezar el día, es la bendita marimba. Se ve atlético y resuelto, aunque ya es un hombre maduro. Lleva una gorra con tres estrellas, una carita del Che, y un puño de banderitas a donde pudo viajar. Dice que conoció a Manuel Marulanda, a uno de Sendero Luminoso y que vio de lejos a Fidel Castro en la Habana. Habla aún de empezar un movimiento revolucionario porque cree que en Guatemala todavía no hay justicia. Tenía voz de líder. En un momento éramos como cuatro, al rato había diez personas comentando sobre todo. Imaginé una posible tertulia sobre libertad, arte y humanismo. Llevaba un libro de Pablo Monsanto, del cual, una señora leyó un párrafo con gusto. Todo esto paso en un momento, frente a una humilde venta de libros usados, tirados, viejitos, célebres, dormidos sobre la tierra.
-La Orden del Quetzal fue entregada a Raúl Castro, presidente de Cuba. Fidel estaba ocupado en disfrutar de la lectura que tanto le gusta.
-La Orden del Quetzal fue entregada a Raúl Castro, presidente de Cuba. Fidel estaba ocupado en disfrutar de la lectura que tanto le gusta.
Esto dice mucho del gobierno guatemalteco. En primer lugar que apoya a Cuba en su ideal político; por otro lado el presidente guatemalteco a viajado ya a cinco países en el mundo y a penas esta empezando su gestión; dice también que acaba de dividir al país en dos bandos, los que creen y los que no creen (por decirlo de forma divina). El presidente Alvaro Colom además ha pedido disculpas por unas tropas que se prepararon en Retalhulehu para invadir la Bahía de Cochinos y que fue un fracaso, así que el presidente mejor hubiera llegado con otro cuento, tal vez con el que uso su antepasado aventurero, diciendo que se había equivocado de ruta, que en realidad iba camino a la India. No sé si Fidel merecerá la Orden del Quetzal, no sé si la merecerá Raúl, pero una cosa si sé, que fue una noticia surrealista. Encontré un blogger que quería la orden del Quetzal, otros siete muchachos diciendo que ellos también la querían, y uno más sagaz invento su propia Orden. No creo que el gobierno este haciendo completamente bien su trabajo, se puede sentir en las calles. Tengo treinta y dos años de vivir en Guatemala, en esta región con una historia interesante para cualquier poeta o escritor en ciernes porque es una historia triste y violenta y eso es lamentable. Tengo el corazón partido después de treinta y dos años porque mi familia es una muestra de los divididos que estamos y que no nos detenemos a tratar de cambiar el rumbo, no por política, como le dije al amigo comunista, sino por humanismo, por amor tal vez.
-Por último, el amigo socialista y cocinero me dijo que el CACIF esta pensando la posibilidad de quitar las prestaciones. Lo esta pensando bien. Dice el amigo muchas cosas asombrosas, y al final habló que las maras las trajo un grupo de Israelíes cuando el gobierno de Guatemala les dio asilo. Quién sabe, es la primera vez que yo oigo eso.
-Por último, el amigo socialista y cocinero me dijo que el CACIF esta pensando la posibilidad de quitar las prestaciones. Lo esta pensando bien. Dice el amigo muchas cosas asombrosas, y al final habló que las maras las trajo un grupo de Israelíes cuando el gobierno de Guatemala les dio asilo. Quién sabe, es la primera vez que yo oigo eso.
viernes, 13 de febrero de 2009
ERNEST HEMINGWAY A PESAR DE LA MUERTE
Para colmo, el mal tiempo. Se nos echaba encima en un solo día, al acabarse el otoño. Teníamos que cerrar las ventanas de noche por la lluvia, y el viento frío arrancaba las hojas a los árboles de la place Contrescarpe. Las hojas se pudrían de lluvia por el suelo, y el viento arrojaba lluvias al gran autobús verde en la parada de término, y el Café des Amateurs se llenaba y el calor y el humo de dentro empañaban los cristales. Era un café tristón y mala sombra, y allí se agolpaban los borrachos del barrio y yo me guardaba de entrar porque olía a cuerpo sucio y la borrachera olía a acre.
Ernest Hemingway, Paris era una Fiesta.
Al terminar de leer Sun Olso Rises, de Ernest Hemingway en aquel Café Oro en medio de árboles y una agradable brisa, sentí lo que todos sienten por Hemigway: una gran devoción por un trabajo honesto, claro y sencillo. No había sentido interés de leer más de una vez algún libro, salvo Los Miserables de Víctor Hugo, tres veces, por el puro placer de revivir lo que había vivido a la primera leída.
Fiesta, el título en español que le asignaron a esta obra de Hemingway, la leía por segunda vez, y al terminarla entendí que debía ser uno de esos libros que jamás olvidaría.
La novela tiene un argumento sencillo. Podría ser la crónica de un viaje, la descripción de la fiesta de Pamplona, y la historia de lo efímero de la felicidad humana. Un grupo de expatriados norteamericanos son los protagonistas de esta historia; y una mujer liberal, glamorosa, y tan perdida como los otros que nunca se da cuenta del conflicto que desata en Robert Cohn y el narrador. Hemingway escribió esta novela con recuerdos de un viaje que hiciera el mismo a España, y al terminarlo le puso de epígrafe un verso de Eclesiastés y una frase que le dijera Gertrude Stein en una tarde que Hemingway la encontró de un humor terrible y le dijo “Todos ustedes sois una generación perdida”.
Hemingway había sido periodista del Toronto Star y enviaba cuentos a un periódico alemán, que era el único sitio donde le pagaban por unos poemas obscenos y sus primeros cuentos. Vivió en un cuarto en el que tenían el peor toilette que hayan visto. Todo lo soportaba por el gusto de escribir. En ese cuarto escribió Sun Olso Rises, y luego lo corrigió lejos del Paris sucio y adorable de esos años.
Me costo muy barato El Viejo y El Mar, de esos ejemplares que vendían hasta en la sexta avenida de la zona 1, en papel periódico, que valían ocho o diez quetzales. Toda la experiencia de un hombre a bordo de su propia barca en contra de todo, hasta del destino, y de cómo lucha con un formidable, hermoso y sobrenatural pez hasta la muerte, el desfallecimiento, y logra vencerlo con paciencia y técnica. Con un conocimiento de sus limites y de lo que puede hacer el pez por liberarse de eso que lo somete, y luego cómo el viejo debe pelear cuerpo a cuerpo contra la ira de los tiburones, solo, viejo, y sin más herramientas que su miserable remo. Una metáfora grandiosa donde se mostraba una destreza narrativa y técnicas mágicas como la del Iceberg, en la cual se escondían tres cuartas partes de la historia para darle fuerza al relato.
Muchos escritores latinoamericanos, entre ellos Carlos Fuentes, Mario Vargas Llosa y el bueno de Gabo Márquez, hablan en diferentes notas de prensa de su profunda admiración por su trabajo, por sus enseñanzas, por la disciplina que les enseño desde sus libros, y por el secreto conocimiento de las técnicas para recrear la ficción.
En Contra Viento y Marea, el escritor Vargas Llosa resalta párrafos de su libro A moveable Feast, en el que relata como escogía los lugares para escribir y el poder que ejercían las apuestas de caballo y las carreras. Sus viajes a África y el gusto por los deportes al aire libre. Vida la de Hemingway, galardonada con el placer de vivir en lugares disímiles y que a la vez, en sus obras cobran unidad, una unidad espiritual de la naturaleza humana.
Pero una de las más breves y cariñosas notas fue la de Gabriel García Márquez: nos habla de Hemigway en Un hombre ha muerto de muerte natural, sobre la muerte del escritor norteamericano luego de pegarse un tiro de escopeta. Gabo tenía un día de estar en México cuando fue notificado por un amigo. Recuerda la tragedia como algo que le marcó un antes y un después en su trabajo. Fue en esas notas de prensa donde me presento a su mentor con una admiración grande por la orfebrería de su lenguaje, y me enamoré de su prosa.
He leído Por quién doblan las campanas, A través del río y entre los árboles, todos o la mayoría de sus relatos, la entrevista que le hizo Georges Plimpton, del Paris Review. Que hoy estoy por terminar y es donde el maestro habla con tanta naturalidad de sus secretos de mago. Leí también Adiós a las armas, y finalmente Paris era una fiesta, que fue por mucho tiempo mi libro de cabecera, el que leía cuando algo me salía mal, cuando me sentía muy solo como una moneda de centavo en las manos de un millonario, cuando me cuestionaba la existencia, cuando quería escribir algo que valiera la pena tan sólo para mi. Allí estaba el libro que empezaba recorriendo Paris con una soltura juvenil y un amor tan intimo, un goce de cada trago de cerveza, cada sorbo del jugo de las ostras, cada conversación en las terrazas de Deux Magotts, cada lugar que nombraba de la ciudad francesa me llevo a inscribirme en los cursos de francés y a mirar ha Francia como destino, cuando toda mi familia idolatraba Norteamérica y hacía hasta lo imposible por ir a Los Ángeles. Ya antes pude sentir en Víctor Hugo ese pulso universal de Paris, y algunos textos de varios escritores latinoamericanos residentes en esta ciudad y revelados por un libro carísimo que sacó a la venta Editorial Norma, se llamaba La Ciudad de las Palabras y eran fotografías de un tal Daniel Mordzinsky, sin nada de novedoso y mucho de pretensión, pues los escritores nos son modelos de pasarela y algunos como Sábato o Nelida Piñon, y un Cesar Aira, salían como recientemente sacudidos por los sueños de una noche interminable (sin mencionar al triste tigre de Cabrera Infante que parecía un simio sabio sentado sobre una pila de libros). Sólo a mi se me ocurrió gastar plata en ese libro; pero me quedaron los textos de muchos latinos, entre ellos , Cortazar enfundado en la piel de un grizly y con unos lentes como lupas y con un texto a su manera, de que uno no elige la ciudad, sino la ciudad lo elige a uno, y que Paris es un ente vivo, viviente, donde la gente y el paisaje es una ósmosis que crece… y así se va el peludo, hasta su Rayuela donde la Maga encuentra al Horacio que le huye.
Tengo en lista de espera Muerte en la Tarde, y Tener o no Tener del Hemingway inolvidable, y espero leerlos antes de que se me termine el vino de la botella, es decir, es otro de mis propósitos para éste año, aparte de publicar unos cuentos.
Al terminar de leer Sun Olso Rises, de Ernest Hemingway en aquel Café Oro en medio de árboles y una agradable brisa, sentí lo que todos sienten por Hemigway: una gran devoción por un trabajo honesto, claro y sencillo. No había sentido interés de leer más de una vez algún libro, salvo Los Miserables de Víctor Hugo, tres veces, por el puro placer de revivir lo que había vivido a la primera leída.
Fiesta, el título en español que le asignaron a esta obra de Hemingway, la leía por segunda vez, y al terminarla entendí que debía ser uno de esos libros que jamás olvidaría.
La novela tiene un argumento sencillo. Podría ser la crónica de un viaje, la descripción de la fiesta de Pamplona, y la historia de lo efímero de la felicidad humana. Un grupo de expatriados norteamericanos son los protagonistas de esta historia; y una mujer liberal, glamorosa, y tan perdida como los otros que nunca se da cuenta del conflicto que desata en Robert Cohn y el narrador. Hemingway escribió esta novela con recuerdos de un viaje que hiciera el mismo a España, y al terminarlo le puso de epígrafe un verso de Eclesiastés y una frase que le dijera Gertrude Stein en una tarde que Hemingway la encontró de un humor terrible y le dijo “Todos ustedes sois una generación perdida”.
Hemingway había sido periodista del Toronto Star y enviaba cuentos a un periódico alemán, que era el único sitio donde le pagaban por unos poemas obscenos y sus primeros cuentos. Vivió en un cuarto en el que tenían el peor toilette que hayan visto. Todo lo soportaba por el gusto de escribir. En ese cuarto escribió Sun Olso Rises, y luego lo corrigió lejos del Paris sucio y adorable de esos años.
Me costo muy barato El Viejo y El Mar, de esos ejemplares que vendían hasta en la sexta avenida de la zona 1, en papel periódico, que valían ocho o diez quetzales. Toda la experiencia de un hombre a bordo de su propia barca en contra de todo, hasta del destino, y de cómo lucha con un formidable, hermoso y sobrenatural pez hasta la muerte, el desfallecimiento, y logra vencerlo con paciencia y técnica. Con un conocimiento de sus limites y de lo que puede hacer el pez por liberarse de eso que lo somete, y luego cómo el viejo debe pelear cuerpo a cuerpo contra la ira de los tiburones, solo, viejo, y sin más herramientas que su miserable remo. Una metáfora grandiosa donde se mostraba una destreza narrativa y técnicas mágicas como la del Iceberg, en la cual se escondían tres cuartas partes de la historia para darle fuerza al relato.
Muchos escritores latinoamericanos, entre ellos Carlos Fuentes, Mario Vargas Llosa y el bueno de Gabo Márquez, hablan en diferentes notas de prensa de su profunda admiración por su trabajo, por sus enseñanzas, por la disciplina que les enseño desde sus libros, y por el secreto conocimiento de las técnicas para recrear la ficción.
En Contra Viento y Marea, el escritor Vargas Llosa resalta párrafos de su libro A moveable Feast, en el que relata como escogía los lugares para escribir y el poder que ejercían las apuestas de caballo y las carreras. Sus viajes a África y el gusto por los deportes al aire libre. Vida la de Hemingway, galardonada con el placer de vivir en lugares disímiles y que a la vez, en sus obras cobran unidad, una unidad espiritual de la naturaleza humana.
Pero una de las más breves y cariñosas notas fue la de Gabriel García Márquez: nos habla de Hemigway en Un hombre ha muerto de muerte natural, sobre la muerte del escritor norteamericano luego de pegarse un tiro de escopeta. Gabo tenía un día de estar en México cuando fue notificado por un amigo. Recuerda la tragedia como algo que le marcó un antes y un después en su trabajo. Fue en esas notas de prensa donde me presento a su mentor con una admiración grande por la orfebrería de su lenguaje, y me enamoré de su prosa.
He leído Por quién doblan las campanas, A través del río y entre los árboles, todos o la mayoría de sus relatos, la entrevista que le hizo Georges Plimpton, del Paris Review. Que hoy estoy por terminar y es donde el maestro habla con tanta naturalidad de sus secretos de mago. Leí también Adiós a las armas, y finalmente Paris era una fiesta, que fue por mucho tiempo mi libro de cabecera, el que leía cuando algo me salía mal, cuando me sentía muy solo como una moneda de centavo en las manos de un millonario, cuando me cuestionaba la existencia, cuando quería escribir algo que valiera la pena tan sólo para mi. Allí estaba el libro que empezaba recorriendo Paris con una soltura juvenil y un amor tan intimo, un goce de cada trago de cerveza, cada sorbo del jugo de las ostras, cada conversación en las terrazas de Deux Magotts, cada lugar que nombraba de la ciudad francesa me llevo a inscribirme en los cursos de francés y a mirar ha Francia como destino, cuando toda mi familia idolatraba Norteamérica y hacía hasta lo imposible por ir a Los Ángeles. Ya antes pude sentir en Víctor Hugo ese pulso universal de Paris, y algunos textos de varios escritores latinoamericanos residentes en esta ciudad y revelados por un libro carísimo que sacó a la venta Editorial Norma, se llamaba La Ciudad de las Palabras y eran fotografías de un tal Daniel Mordzinsky, sin nada de novedoso y mucho de pretensión, pues los escritores nos son modelos de pasarela y algunos como Sábato o Nelida Piñon, y un Cesar Aira, salían como recientemente sacudidos por los sueños de una noche interminable (sin mencionar al triste tigre de Cabrera Infante que parecía un simio sabio sentado sobre una pila de libros). Sólo a mi se me ocurrió gastar plata en ese libro; pero me quedaron los textos de muchos latinos, entre ellos , Cortazar enfundado en la piel de un grizly y con unos lentes como lupas y con un texto a su manera, de que uno no elige la ciudad, sino la ciudad lo elige a uno, y que Paris es un ente vivo, viviente, donde la gente y el paisaje es una ósmosis que crece… y así se va el peludo, hasta su Rayuela donde la Maga encuentra al Horacio que le huye.
Tengo en lista de espera Muerte en la Tarde, y Tener o no Tener del Hemingway inolvidable, y espero leerlos antes de que se me termine el vino de la botella, es decir, es otro de mis propósitos para éste año, aparte de publicar unos cuentos.
viernes, 6 de febrero de 2009
MODA Y VANIDAD
Salvador Dalí fue uno de los grandes creadores españoles contemporáneos. Leí su biografía muchas veces y siempre me sorprendía más lo que no estaba escrito sobre él, o que talvez, yo no había encontrado aún en ningún libro. Fue un excéntrico y a los excéntricos les gusta el escándalo. Pude ver una de sus manifestaciones surrealistas en el Chien Andaluz, luego en YouTube pude encontrar unas entrevistas donde el artista, ya de mucha edad, defiende su teoría de la formación de todo por el acido oxiribonucleico, levanta las manos, se pone de pie, grita su nombre a la cámara y agita su báculo amenazador. Lo he visto saliendo de un huevo gigante de la mano de Gala, untándose un pomo de pintura de óleo en la cabeza y pintando tranquilamente. Dicen que fascinó a Alice Cooper porque entre todos los rockeros de aquella época, Dalí, que se hospedaba en ese hotel, era el que más escandalizaba a los huéspedes normales.
Lo que me han dicho de Salvador Dalí es, que de niño le gustaba tirarse de las escaleras y hacerse daño. Me contaron que las maestras siempre lo notaron como alguien muy anormal por esta práctica. También me dijeron que cuando miraba a alguno de sus compañeros comiendo chocolate le tiraba un puñetazo sin avisarle nada (esto no sé si es cierto). Me han dicho que murió virgen, que se masturbaba pese a los años, que le gustaba el dinero más que las mujeres, y también me dijeron que rompió una bañera en New York porque no estaba como el la quería para su muestra de arte.
Uno de los cuadros que más admiré de Dalí, cuando era su fan, era La Girafa en Llamas. Hay muchos cuadros grandiosos pero la publicidad siempre nos recordará La Persistencia de la Memoria, ese reloj de gelatina que se dobla sobre sí mismo.
No estoy seguro si todo lo que han hablado sobre Salvador Dalí es cierto, pero si fueran mentiras, creo que aún podemos inventar una más: Dalí no era de este mundo.
Lo que me han dicho de Salvador Dalí es, que de niño le gustaba tirarse de las escaleras y hacerse daño. Me contaron que las maestras siempre lo notaron como alguien muy anormal por esta práctica. También me dijeron que cuando miraba a alguno de sus compañeros comiendo chocolate le tiraba un puñetazo sin avisarle nada (esto no sé si es cierto). Me han dicho que murió virgen, que se masturbaba pese a los años, que le gustaba el dinero más que las mujeres, y también me dijeron que rompió una bañera en New York porque no estaba como el la quería para su muestra de arte.
Uno de los cuadros que más admiré de Dalí, cuando era su fan, era La Girafa en Llamas. Hay muchos cuadros grandiosos pero la publicidad siempre nos recordará La Persistencia de la Memoria, ese reloj de gelatina que se dobla sobre sí mismo.
No estoy seguro si todo lo que han hablado sobre Salvador Dalí es cierto, pero si fueran mentiras, creo que aún podemos inventar una más: Dalí no era de este mundo.
Muchos amigos de mi generacion teniamos algunos gustos en común: la musica de los Heroes del Silencio, Herman Hesse y Salvador Dalí, lo demás era moda o vanidad.
Guate 6/02/09
martes, 3 de febrero de 2009
Anti-AMOR
No todos los que pintan prostitutas logran semejante efecto.
Maurice Echeverría, las damiselas.
Las mujeres de Picasso las tengo muy presentes. Una de ellas, Dora, aparece en mi memoria con trazos silenciosos en la oscuridad de la noche, sin una sola estrella y una música sagrada. Muchos de los cuadros que el artista pinto sobre ella son una orgía de colores, armonizados, pero el que recuerdo es negro. Es cierto eso que dicen que cada mujer es distinta, cada una tiene una estética personal, una moral y un conflicto que la hace bella y vulnerable. Pablo Picasso siempre dijo que la pintura era más fuerte que el, y las mujeres eran parte de ese poder al que Picasso se rendía. En Surviving Picasso, Anthony Hopkins protagonizo dignamente a uno de los grandes pintores universales, que logró con su pintura un poema de cada mujer, un breve respiro de belleza en cada lienzo, y a Marie-Thérése Walter o a Jacqueline Roque las pinto en su mejor época, eternas para siempre en el amor incomprendido y egoísta, un antiamor que ni era sufrido, ni benigno, ni daba de sí, sino todo lo contrario y por eso era seductor, inextinguible y cegador. El minotauro que era Picasso conquisto lo imposible, en el año 1907, Les Mademoiselles d´Avignon, cambió la forma de ver el arte; fue su gran cuadro del exorcismo, porque pinto a las únicas mujeres anónimas, de las que no podría hacer un solo poema pues les faltaba un nombre y una historia. Ese cuadro es una elegía del amor libre.
Maurice Echeverría, las damiselas.
Las mujeres de Picasso las tengo muy presentes. Una de ellas, Dora, aparece en mi memoria con trazos silenciosos en la oscuridad de la noche, sin una sola estrella y una música sagrada. Muchos de los cuadros que el artista pinto sobre ella son una orgía de colores, armonizados, pero el que recuerdo es negro. Es cierto eso que dicen que cada mujer es distinta, cada una tiene una estética personal, una moral y un conflicto que la hace bella y vulnerable. Pablo Picasso siempre dijo que la pintura era más fuerte que el, y las mujeres eran parte de ese poder al que Picasso se rendía. En Surviving Picasso, Anthony Hopkins protagonizo dignamente a uno de los grandes pintores universales, que logró con su pintura un poema de cada mujer, un breve respiro de belleza en cada lienzo, y a Marie-Thérése Walter o a Jacqueline Roque las pinto en su mejor época, eternas para siempre en el amor incomprendido y egoísta, un antiamor que ni era sufrido, ni benigno, ni daba de sí, sino todo lo contrario y por eso era seductor, inextinguible y cegador. El minotauro que era Picasso conquisto lo imposible, en el año 1907, Les Mademoiselles d´Avignon, cambió la forma de ver el arte; fue su gran cuadro del exorcismo, porque pinto a las únicas mujeres anónimas, de las que no podría hacer un solo poema pues les faltaba un nombre y una historia. Ese cuadro es una elegía del amor libre.
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