martes, 16 de junio de 2020

CRIMINAL MIND



El ensayo de esta muerte empezó con una luz normal. Era la puerta a otra vida. Un encierro medieval. Pero este ensayo, no es de un nuevo orden, sino del mismo orden organizándose. Aún las mentes más brillantes de mi generación están igualmente confinados al absurdo, en sus cuatro paredes, dándose cuenta de todas las singularidades de este evento mundial y recapitulando las enfermedades del mundo.
Como siempre, y aunque no me vean, los grandes monopolios internacionales se saltan la barda con una llamada de un minuto a gobernación. La cuarentena es diferente en la capital que en la Guatemala-profunda como han dado en llamar al resto del territorio que también es porcentaje y estadística.
Este país no es pobre, lo que tiene es el estigma soberano de una deuda injusta, que ahora se hace cada vez más patente por las disposiciones bienintencionadas, pero con un discurso completamente incoherente. Dejar entrar compatriotas infectos y dar ayuda con selecciones tan absurdas que los muertos están pensando en resucitar para cobrar su cheque.
Por eso y más, en este país no se respeta el toque de queda, y no es la rebeldía, es aunque parezca abusivo el termino, el hambre canija la que les obliga a desobedecer. No como en Europa que todos y cada uno han recibido su parte y todos en paz fumando desde la ventana. Es así que en su mansión victoriana, el flamante embajador de Guatemala en Alemania Francisco Cali, se atreve a criticarnos desde su escritorio barnizado al estilo Luis XVI, desde su encierro confortable de copa de champagne y caviar.
Educarnos ahora para este ensayo es el problema. Reaprender a llevar este genocidio invisible. Este negocio de poner nuestra imaginación a trabajar para darnos cuenta en verdad para qué somos mejores, para qué somos realmente buenos.

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