ישו
Jesús nació de una forma muy hermosa. Intrigante, pero no
misteriosa, todo estaba escrito. Su padre no tuvo nada que ver en ello. Solo
María y Shejiná[i],
unos eventos sobrenaturales entonces se desatan desde el suelo israelita. Pero
veamos entonces quien empezó esa historia. Allá por el año 765 a.C. nació un
poeta que además era un gran profeta, aunque obliga a insistir como Neruda “que solo la poesía es clarividente”,
pues, se le dio a él la visión y la escribió. Envuelto en la manifestación profetiza:
Por tanto, el Señor mismo os dará señal:
La virgen concebirá
y dará a luz un hijo,
y le pondrá por nombre Emanuel”
– Is 7,14
Fue el primero que lo
vio. Y digo lo vio porque su profecía
es visual. No solo ve a Jesús, también ve a María, la virgen. Y luego dice:
Voz que clama en el desierto:
Preparad camino a Jehová;
enderezad calzada en la soledad
a nuestro Dios. Isa 40:3
Y también, como
sabemos, intuyó a Juan El Bautista. Entonces, ese señor se me acerca y me dice:
-
¿Usted
ya acepto a Jesucristo?
-
Bueno,
usted se ve que tiene toda la buena voluntad del mundo, le digo, pero permítame
contarle que nací en una familia evangélica, y pentecostal, que danzaban y
hablaban en lenguas; al mismo tiempo que sufrían de recaídas insolentes que no
merece la pena recordar. Así que una vez memorice por accidente (risas), este
poema:
“Se alegrarán el desierto y el erial; y el yermo se regocijará y
florecerá como la rosa. Florecerá profusamente y también se regocijará con
alegría y cantará con júbilo; la gloria del Líbano le será dada, la hermosura
del Carmelo y de Sarón. Ellos verán la gloria de Jehová, la majestad del Dios
nuestro.
Fortaleced las manos caídas y afirmad las rodillas debilitadas.
Decid a los de corazón apocado: Sed fuertes, no temáis; he aquí que
vuestro Dios vendrá con venganza; la recompensa de Dios vendrá; él vendrá y os
salvará. En ese tiempo los ojos de los ciegos serán abiertos y destapados los
oídos de los sordos. En ese tiempo el cojo saltará como un ciervo, y cantará la
lengua del mudo, porque aguas brotarán en el desierto y torrentes en el yermo…”
-
Ya
veo, que bonito poema, y eso qué tiene que ver con lo que le digo.
-
Permítame
explicarle que es un fragmento de Isaías 35. Donde se profetiza al Mesías.
-
¡En
serio, no lo creo!
-
Abra
su biblia.
Lo hace, busca la cita y se
queda pensando. Entonces le cuento que setecientos treinta y tres años después,
aproximadamente, a un joven le dan el libro de Isaías en la sinagoga para que
lo lea. Escoge el capitulo 61.
“El espíritu de Jehová, el Señor,
está sobre mí,
porque me ha ungido Jehová.
Me ha enviado a predicar buenas
noticias a los pobres,
a vendar a los quebrantados de
corazón,
a publicar libertad a los cautivos
y a los prisioneros apertura de la
cárcel;
a proclamar el año de la buena
voluntad de Jehová…”
Y, como era la costumbre, rebobinó el
libro de Isaías, lo dio al ministro, y se sentó; y los ojos de todos en la
sinagoga quedaron fijos en él. Entonces este muchacho se levantó, luego de un
silencio que merecía una respuesta, y les dijo:
Hoy se ha
cumplido esta Escritura delante de vosotros.
Al principio no entendieron lo que pasaba. La palabra se
hacía verbo. La profecía era tangible, allí estaba él, a la vista de todo un
pueblo, cautivo y no muy estudioso. Era Jesús. Y luego lo intentaron
desbarrancar, llenos de ira.
-
Ya solo falta que a usted también lo ponga yo
para cachimbazos, después de que además le deje con la historia de que se acaba
de saber que por un tal Dionisio Exiguo, Jesús nació en el año V a.C. O sea nació antes de él mismo.
-
¿Cómo así?
-
Ya ve, eso es lo que no les enseña a ustedes un
predicador.
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