Todo está pasando cada domingo en
Rayuela, un barcito íntimo por dentro y expansivo por fuera. Por dentro uno se
ve rodeado de amigos vivos y fotografías de grandes y celebres maestros. Por
fuera uno se encuentra revuelto entre la vida, a la que no le dan un solo día
libre en su existencia maravillosa. Desde el interior del café se oye, cada
domingo, una convocatoria que se ha vuelto habitual, de los músicos: Koki
Valdéz y Rafael Jaén que desde la primera
entonación logran que la banda se cunda de sentimiento.
Estos domingos
los han convertido en un viernes anticipado. Todos coreamos las canciones, unos
desde fuera, otros desde adentro. Hemos cantado a Silvio como si hubiera
compuesto ayer esas canciones; a Fito Páez entre la celebración de un vino
tinto, a Mercedes Sosa con una convicción tan cierta como la marcha y la
manifestaciones frente al Palacio Nacional, o cualquier palacio de difuntos y
flores, de una Latinoamérica en la que se pueda oír a Sabina con libertad.
Estos tiempos nos ha regresado la trova. Precisaba una propuesta así para estas
noches de zozobra. Pero todo se aclara desde las 6:30, en que empieza la
función primera de estos dos amigos inseparables que cantan juntos y por su
lado, en intervalos que van abriendo de canción en canción, hasta pasada la
media noche.
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Pero me contaba Byron Vasquez que fue una propuesta suya, y entonces nació la idea, se convocó a los muchachos y respondieron con una afirmativa reunión que dio inicio a todo este espacio que se desborda hasta la calle. Y aunque no esté de moda, aparentemente, como siempre los vientos de cambio van poniendo sus propias canciones en el Walkman de la historia.
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