Efraín Ríos Montt observó a Efraín Ríos Montt contra un espejo roto: eran los periódicos de hoy. En algunas fotografías aparece tranquilo, quieto, en su sitio. Pero esta tranquilidad es una suerte de ejercicio político aprendido, a pesar de todo mantener la calma y esa sonrisa sarcástica que es su firma personal. Siempre lo vi en esos noticieros que a fuerza de permanencia se han vuelto una ventana enraizada por donde salpican sangre y amarillismo a granel y que, al fin de cuentas, es un negocio que la gente necesita para una cena en familia. Raro cuadro de costumbres ya retratado en este post. Sin embargo, esa risa de Ríos Montt es una trampa que esconde otras verdades, la fría realidad de un país bañado en sangre. Pinochet estará desde algún lugar del limbo riéndose de puro nerviosismo junto con este otro General retirado. En algunas notas de prensa mencionan que Ríos Montt se reía a cada momento al escuchar el avance de su propia sentencia.
Es paradójico. Al mismo tiempo de estar acusado de genocidio uno se pregunta como pudo predicar un evangelio cristiano. Aunque más bien, predicaba haciendo proselitismo y haciendo proselitismo político, terminaba predicando. En toda Centroamérica no ha habido un personaje tan siniestro. Ayer que me enteré de su juicio, finalmente ligado a proceso. Me acordé de su sonrisa terrible que miraba por la televisión mientras mi madre cantaba canciones de Pimpinela y yo intentaba leer Cien Años de Soledad por segunda vez. La fotografía que hoy sale en la página principal de Prensa Libre ya no es la de un General sonriendo.
-Foto: Quién puede borrar las huellas, Regina José Galindo.
-http://www.brooklynmuseum.org-Foto: Quién puede borrar las huellas, Regina José Galindo.
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