Por: Juan Calles
Erótico, multidimensional, onírico, fluidos humedeciendo los muros de los textos, que tienen una dimensión voluptuosa. La descripción y el relato terminan siendo enervantes voluptuosos. El texto propone transformaciones perpetuas, copulaciones hirvientes que crean vida, que crean textos. Oliveros propone una lucha entre la lógica de la lectura y la alta marea de la imaginación. A quien le falten brazadas en la imaginación se le dificultará entender esta propuesta atiborrada de palabras.
Erótico, multidimensional, onírico, fluidos humedeciendo los muros de los textos, que tienen una dimensión voluptuosa. La descripción y el relato terminan siendo enervantes voluptuosos. El texto propone transformaciones perpetuas, copulaciones hirvientes que crean vida, que crean textos. Oliveros propone una lucha entre la lógica de la lectura y la alta marea de la imaginación. A quien le falten brazadas en la imaginación se le dificultará entender esta propuesta atiborrada de palabras.
El génesis, reproduce una especie de vida perfecta, pero no apacible, una especie de continuum a gusto del escritor; que se siente cómodo con lo que dice, con lo que va dejando a su paso como una babosa que regresa la mirada sobre su camino brillante, y se dice a él mismo, nadie podrá decir que no pasé por aquí, se asegura que su paso sea advertido, seguro habrá quienes arrugen la cara con gesto de asco, en este caso con cara de confusión, habrá quienes embelesados sigan el rastro brilloso sin preguntar, sin indagar, hasta encontrarse con la oruga que fuma y bebe y convoca palabras pocas veces escuchadas. El alarde, no sirve de nada si no se sustenta con más creación, solo el tiempo dirá si Oliveros se conforma con fumar, beber alardear o seguirá manchando los caminos con letras y tinta.
Hace ya más de un año que lo escuché leyendo sus textos, esa noche no pensé, en alarde, esa noche me quedé con el brillo de sus declaraciones, puras, duras, sucias, y en su conjunto agradables. No conocí de el más que su propuesta mínima, un par de palabras que cruzamos entre chela y cigarros. Y su actitud amable y complaciente con todos los presentes. Pensé que pronto escucharía más de el. No estaba equivocado. Cada vez que lo escuchaba leer sus textos sin más intención que compartir sus desvelos, me hacía a la idea de estar frente a la posibilidad de obtener textos imaginativos, nuevos, y frescos.
Al mismo tiempo recordaba a un puñado de chavos que igual que el, pero años atrás se apresuraban a publicar y a inscribirse a los listados de la pos guerra, esa loca carrera editorial acabó con ellos, hoy se han quedado sin nada que decir, o quizá lo que dicen ya no importa. Agotaron ese material que las babosas usan para marcar su camino. Ruego que este no sea el caso de Oliveros; y que este sea solo un ensayo de todo lo que tiene que mostrar, que no se agote y que perfeccione el uso del martillo y el cincel; esto dicho de una forma puramente literaria.
Después de leer por primera vez el borrador de Deliriosaurios, pensé que Oliveros era un agitador, un escritor en utero, que su propuesta para el lector iba dirigida a que se sintiera bien, un libro de superación personal, que el lector se despojara de toda esa pesada carga humana y se convierta en un animal sin moral, sin prejuicios, sin ascos y se lance en una voragine de sexo animal; Oliveros esperaría que al leer, que al avanzar renglón tras renglón, nos despojemos de nuestro ser humano y seamos animales y entendamos los húmedos muros de sus textos. Todo dependería de vos que tenés o tendrás el libro entre las manos.
Sin embargo, la segunda noche, Deliriosaurios me esperaba palpitando en la pantalla de la computadora, lo leí lentamente, linea a linea, y entonces me encontré con un texto que sin el efectivismo de lo soez y la procacidad lograba encajarte ganchos al higado y rectos a la mandibula.
Así que me atrevería a sugerir que Lean, lean lento, no se apretujen el cúmulo de palabras en la boca y en el cerebro, lean, lean lento, fumen tabaco, aflojen la corbata, pongan incienso, abran el vino; que Oliveros convoca a un ritmo esquizofrenico; frases, oraciones, parrafos, que algunas veces parecen inconclusas, inconexas, pero al final del parrafo, o de la noche, encontrarán el sentido, o se lo adjudicarán, y creerán que quiso contar algo, en realidad es la descripción de un sueño colectivo, al que asistimos por que no nos queda más remedio, si has vivido y has estado despierto durante los ultimos diez años en este país, comprenderás, si a pesar de estar en este plano de la realidad y no has estado atento a los ruidos y olores que Oliveros propone, vas a creer que estas perdiendo el tiempo con estos textos entre las manos y el libro no va a pasar de ser un acumulador de polvo en la mesita de noche, en el mejor de los casos, en el peor de ellos, si querés parecer interesante dirás que el libro es una porquería.
Insiste Oliveros con la Neurolinguística, insiste en su intento de humedecernos el cerebro y la libido, a estas alturas de la lectura nos lanza versos como “sube el orgasmo de la luna y las estrellas rameras del azar contemplando el orgasmo de dos incestuosos falos circulares que ascienden como un fuego en aumento hasta el medio día en espasmos y delirios de jaguares” y nuevamente convoca ese espiritu animal del que hablan los libros sagrados de los mayas, del que habla Asturias en su Mulata de Tal.
Si sobreviviste a la parte introductoria, si continuaste, si la persistencia del tiempo inventado por Oliveros te permitió llegar hasta la sección titulada El Nacimiento de Khan, entonces puedo decir bienvenidos/as; aquí hay noticias, que son buenas y malas al mismo tiempo, todo depende de la parafilia con que evalués. Luego de la tremenda descripción introductoria, Oliveros narra y se vale de las milenarias herramientas de las que la historia de la literatura universal da cuenta. Sigue inventando un mundo, esta vez cercano, esta vez de aquí de la septentrional selva petenera.
Y nos cuenta de la bisabuela Munda y nos lo cuenta en el más Asturiano de los lenguajes, la voz de don Miguel Angel resuena en los “corredores recientes” de la casa materna. Es agradable que un escritor joven como Oliveros regrese a Asturias, luego de ser presumidamente rechazado y negado por la generación de la pos guerra, es agradable encontrarse con este quizá único resabio de identidad chapina, en verdad es una celebración encontrarse con una narrativa inequivocamente guatemalteca. Por que podés leer cualquier libro publicado entre la segunda mitad de los 90 y la primera de los dos mil y puede ser de cualquier país del mundo, no hay identidad en ellos, salvo raras excepciones.
Este no es un ensayo literario y la intención tampoco es analizar el texto, ni conjeturar lo que Oliveros nos quiere decir con su avalancha de palabras, esto es más bien un manual para leer a Oliveros; un manual para no claudicar aturdidos, un mapa furtivo para encontrar la salida al laberinto, por lo tanto me veo en la necesidad de asegurar que la sección IV ya es una ruta más relajada y segura; la impresión de las clases sociales y las petulantes tribus urbanas que eligen símbolos para su petulancia, son descritas en el texto con sinceridad y sin revanchismos, solo registradas para conocerlas, para admirarlas u odiarlas o pasarlas de lado, una buena forma de llevarnos de la mano a esos tugurios pequeño burgueses que de tanto provincialismo dan hueva.
Ya estamos en la recta final, para entonces nos encontramos con un genuino doctor loco, un verdadero conjeturador sin pudor, asignando animalidad y erotismo a las frutas, toma prestadas palabras y formas, dialogos y olores, baja los cuadros de sus viejos estantes, y nos sumerge la cabeza en una cubeta llena de sangre, antes de la asfixia nos permite un respiro, un ultimo jalón de oxigeno y nos dice: “adiós hijos de puta el mundo no es bueno por las buenas/ hasta aquí para mí/ sigan con su película rancia/ el hombre disuelto en la tierra se consume como cualquier animal y termina.”
Imagino a Oliveros, sobándose las manos, relamiendose los bigotes, calculando que para estos momentos estaremos a nuestra forma y modo conjeturando, obligandonos a entender el laberinto, rasgando los muros de sus textos. Imagino a Oliveros sacandose el octavo de la bolsa de atrás del pantalón, dando un largo sorbo, sobarse nuevamente las manos, eligiendo palabras y formas para el próximo parrafo, para la proxima inmersión en esa cubeta de sangre que nos ha preparado en un caldero brujo de su abuela Munda y le ha nombrado Deliriosaurios.
Con esa finalidad o sin ella, el ejercicio literario de Oliveros se salta las trancas de la tradición, transformandola, niega a la autodenominada generación pos guerra, destruyendo el snobismo literario que la caracteriza, retrotrayendo las formas y las palabras, la temática, lo maya, la diferencia de clases, que a pesar de los acuerdos de paz y las elecciones cuatrianales, aún existen, aún están allí. Por supuesto que Oliveros aún se ve influido tanto por la tradición como por la generación X. Es decir no está inventando una nueva forma literaria, sin embargo tiene la testosterona suficiente para tomar de los dos y llenar la pantalla con letras como cubetas de sangre.
Y para antes del final Oliveros nos reserva algunas confesiones, nos permite acercarnos a él como persona, se confiesa desarraigado de la historia, sin embargo todo este texto está empapado de su historia personal, no es contradicción, es confusión. Se disfraza y trata de confundirnos con versosprosa, duros y violentos, sin embargo su sensibilidad está allí en los adjetivos calificativos, en el núcleo del sujeto, y nos da una muestra más de su influencia, utilizando la supuesta modernidad chapina, el supuesto atraso nacional, utilizando la publicidad cochina que se metió en la literatura de los escritores de la primera década de los dos miles, hasta llevarnos a esas confesiones personales y se despide diciendo “Peleaba contra ellos el niño espacial a través de los ultrasonidos, como un anuncio de lo porvenir.” El niño espacial deja para la eternidad estos Deliriosaurios que corren desnudos hacia el pluscuanperfecto de la palabra hoy.
PD.
Leído y comentado por Juan Calles en la presentación de Deliriosaurios.
PD.
Leído y comentado por Juan Calles en la presentación de Deliriosaurios.
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