El año pasado, a principios del mes de Mayo recordé que había dejado un libro a medio leer en una gaveta de del trabajo. Había estado leyendo libro tras libro de los autores de la generación perdida y retomar esa prosa inmaculada de Saramago en ese libro precisamente se me hacia difícil. El libro se llamaba El Año de la Muerte de Ricardo Reis. Nunca lo terminé de leer. Ahora, luego del día de la muerte de este intenso narrador, puedo decir que este año llegó a mis manos, por medio de una ex –novia, un libro amarillo. Era Caín de Saramago. Una historia con una fuerza lírica y como ya era común en Saramago, rompiendo esquemas ortográficos para darle fluidez a la historia de uno de los personajes mas curiosos de la biblia. Acá, resulto al revés, me leí el libro en un día y medio, riéndome de los disparates y recursos de Saramago para darle credibilidad o bien, falsear la historia con toda premeditación.
Supe que escribía en su propia casa, mientras su mujer preparaba comida en el primer nivel. Sus novelas y cuentos serán estudiados por niños portugueses y de todo el mundo con un gusto sobrenatural. Es difícil imaginar tanta audacia en una persona que tal vez sólo pudiera parecer un buen padre de 87 años.
Ha muerto un gran escritor, ahora Saramago pertenece al cielo de los que fuman nubes.
Supe que escribía en su propia casa, mientras su mujer preparaba comida en el primer nivel. Sus novelas y cuentos serán estudiados por niños portugueses y de todo el mundo con un gusto sobrenatural. Es difícil imaginar tanta audacia en una persona que tal vez sólo pudiera parecer un buen padre de 87 años.
Ha muerto un gran escritor, ahora Saramago pertenece al cielo de los que fuman nubes.
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